Image::MR RICHARD KILROY ILLUSTRATOR © LONDON::
El tema que nos convoca hoy es la
ilustración, específicamente en lo referido a moda, aunque ciertas reflexiones
podría ser extendible al total del universo de los ilustradores. Podríamos partir
por el concepto de qué es la ilustración. Según la gran enciclopedia libre, el
término hace referencia a los dibujos o imágenes que adornan o grafican el
texto de un libro en forma de dibujos, estampas o grabados, lo que viene a
posibilitar la producción de imágenes que lleven consigo un contenido o
mensaje. Se hace hincapié en el carácter bidimensional, sobre todo, de este
tipo de creaciones artísticas. Sobre la ilustración de moda, probablemente ese
contenido o mensaje no sea ni siquiera necesario, pues no pretende, en la
mayoría de los casos, acompañar ningún texto, sino la idea de un diseño de
indumentaria, sin mayor pretensión.
En el mundo de la ilustración de
moda, el mensaje es el producto, a secas, y ya. Por mucho que se hable o se lo
trate de poner en una escala superior, tiende a no tener mayor significancia
más allá que como una herramienta auxiliar al imaginario de un diseñador de
modas, que juega en otro mundo, el de la reproducción serializada de productos,
en el mundo industrial. Con los años esa práctica pasaría a meter las narices
en el mundo editorial de las revistas impresas, cuyos mayores representantes
fueron algunos nombres como Christian Bérard, Richard Bernstein, René RobertBouché, Carl Erickson, Rene Gruau, Mats Gustafson, Antonio López o el
archiconocido Andy Warhol. Ya reafirmada con los años dentro del imaginario del
mundo de la moda, seguiría una segunda generación de ilustradores en las
figuras de Harumi Yamaguchi, Jason Brooks, Tobbie Giddio, Rubén Toledo, TanyaLing y Karl Lagerfeld.
Luego de una decadencia en la
década de los noventa y el desprecio hacia la ilustración de moda realizada en
las técnicas tradicionales gracias al avance de las tecnologías, en la primera
década de los dos mil volvió a recuperar su lugar, y probablemente con más
fuerza que su etapa anterior. La ilustración hecha con un lápiz sobre una
pantalla quedó estéril gracias a la vuelta del lápiz sobre el papel, y a un
perfeccionamiento de la técnica del oficio y el entendimiento y comprensión por
lo que es y representa la figura humana y sus formas. En esa nueva generación
estandarte que volvería a poner a la ilustración de moda no sólo por encima de
las otras, sino la elevaría a calidad de obra de arte, se encumbraron nombres
de colegas como Ricardo Fumanal, Gary Card, David Downton, JordiLabanda, Richard Gray, Sito Mujica, Richard Haines, Virginie Pola Garnier, SandraSuy, Richard Kilroy y Robert Knoke.
Ahora, entrada la segunda década
de los dos mil, resulta curioso, cuando no, a veces, preocupante, que aún no se
vislumbre un grupo de ilustradores precisos que den de qué hablar. ¿Por qué? Ha
de ser la pregunta. Probablemente, porque en la modorra de la crisis ya no se
den en trabajo de lograr la perfección en la excelencia que solo otorgan las
técnicas tradicionales… es decir, que una ilustración de moda, guapa, ahora
parece que cualquiera puede hacerla. Los programas mágicos de los Adobe hacen
verdaderas maravillas, ciertamente, y en un tiempo infinitamente menor, claro
está. Pero… ¿Eso tiene, en lo real, algún tipo de carga psicológica, o artística,
al verla colgada de un muro impresa en pvc o algún tipo de acrílico con un
lindo y moderno marco dentro de una pseudo galería de arte? La respuesta es no.
¿Por qué? Porque jamás podrás comparar una obra hecha, al fin de cuentas, por una
máquina con una de puño del artista, donde no tienes margen para los errores,
donde no tienes derecho a borrar nada, simplemente, porque los materiales y su
forma no te lo permiten. Es ahí cuando cambia el significado de una obra de
verdad: Hacerse única. ¿Por qué? Porque es una obra de arte de verdad, y fueron
las obras de todas esas personas en la historia de la ilustración de moda eso,
obras de arte, ¿Por qué? Porque pasaron más allá de representar un producto
para la venta, cargarlo de lecturas entre líneas a través de la imagen y
convertirlas en crónicas del desplazamiento de cada una de sus épocas, lápiz,
papel y tinta sobre papel, y lograr que dieran la vuelta al mundo en las
mejores publicaciones de esas mismas épocas, como dicen por ahí, dándoles a sus
trabajos la importancia que se merecen. Ojalá y aparezca una nueva camada de
ilustradores que hagan sacar sonrisas a la anterior, y a las próximas. Estamos
expectantes, o al menos, quién os escribe, porque de momento, poco y nada
emociona, será por eso, quizá, la propia complejidad del asunto en si: por ser,
a fin de cuentas, nada más que lo que son: ilustraciones de moda.
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