Image::MR NICOLAS HIDIROGLOU PHOTOGRAPHER © PARIS::
Hoy, en el número 5 de la calle
Sébastien Bottin de París corrían por todas partes. La histórica y principesca
sede de la fastuosa Editorial Gallimard era un hervidero. Mientras en la sala
de conferencia se agolpan periodistas de toda Francia y el resto del mundo
preparando cámaras, flashes y micrófonos, en una pequeña sala del edificio
yacía a solas un hombre mayor cercano al séptimo decenio. Vestido de camisa y
chaqueta azul marino y unos pantalones blancos, peinado inmaculado y pequeñas
gafas, seguramente movía los dedos apoyados en los brazos de un sofá esperando
la llamada. Llegado el momento, habrá tragado saliva, se habrá levantado del
sofá y a paso tranquilo habrá cruzado los pasillos de aquel edificio hasta
llegar a aquella puerta, altísima. Al abrirse, quedó cegado de los disparos de
flashes y un rugido de aplausos para recibirle. Acababa de ganar el Premio
Nobel de Literatura.
Sin esperarlo jamás, en sus
propias palabras, ni él ni el resto del mundo, hoy MR Patrick Modiano ha ganado
el más alto reconocimiento a las letras universales. La academia sueca le eligió
entre una quiniela de nombres cuya calidad y trayectoria harían doler la cabeza
a cualquiera. Complicado ante tamaña parafernalia, ha dicho lo justo e
indispensable, sin caer en ninguna clase de estupideces, y es que su fama de
hombre sencillo y humilde no dejaría jamás cabida al show que esa manada de periodistas
eyaculaban por tener. Modiano. Hombre sobrio, preciso, solitario. No debía estar
ahí, pero lo estaba, porque lo merecía.
Desconocido para el gran público
universal, la importancia de Modiano, y toda su obra, es la de haberse
zambullido en el pasado de su país para cambiar, a través de la escritura, el
futuro de toda una nación, y todo el mundo lo sabe. Y es que sus libros y el
guión con el que se construyó el film “Lacombe Lucien”, lo cambiaron todo en el
país galo. Francia creía en una versión de la historia… pero Modiano los obligó
con valentía a saber otra… como muy bien precisa MR Guillermo Altares. En el
barrio del Marais parisino, como en casi todos los colegios de la capital
francesa, se recuerda con una placa a los más de once mil niños que fueron
deportados desde Francia durante la Segunda Guerra Mundial y exterminados en
los campos de concentración nazi. Se culpaba de todo a la Gestapo. Fue Modiano,
gracias a sus novelas, el que apuntaría no solo a la Gestapo, sino también a
policías francesas bajo las órdenes del Gobierno de Vichy entre 1942 y 1944
como orquestadores del terror hitleriano en territorio francés. Les haría saber
a todos sus connacionales que ellos, los propios franceses, habían asesinado a
sus niños, igual de franceses. Y es que ninguna obra de ficción ha logrado
reflejar con tanta contundencia ese panorama de barbarie durante la razia del velódromo
de invierno, en 16 de julio de 1942 donde fueron detenidos para ser
exterminados 12.884 parisinos judíos… 4.051 niños, 3.031 hombres y 5.802
mujeres… por la propia policía francesa.
Modiano no se ha ido en ninguna
de sus obras por las ramas. Sus novelas no superan las doscientas páginas,
rebosantes de brevedad, certeza y precisión donde se ha esmerado en tratar de
narrar que las cosas no fueron como queremos recordarlas sino como en realidad
fueron, con sus horrores, con su matices y su sordidez, en la humanidad que a
todos sus lectores y traductores ha hecho saltar las lágrimas como espectadores
lejanos del horror de Hitler con lo justo y necesario. Francia debe estar
orgullosa. Seguro que lo está. Felicidades.
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