Image::MR CHARLES PLATIAU PHOTOGRAPHER © PARIS::
París clausuró hace nada la tanda
de semanas de la moda de las principales capitales de la industria para la próxima
temporada SS 2015. La evaluación general de lo ocurrido en Milán, Nueva York,
Londres y París es de un completo y absoluto caos. Existe prácticamente de
todo, y cuando digo todo, es todo. Desde sábanas a modo de túnicas hasta
pesados abrigos y calcetas de lana en pleno periodo bajo 40 grados a la sombra.
Las casas fueron “altamente creativas” al integrar para la primavera-verano
flores y rayas… vamos, que todos pasaron de todo.
De novedades, Jean Paul Gaultier
dejaba el prêt-à-porter por no estar de acuerdo con el vertiginoso tirabuzón
que ha engullido a no pocos diseñadores “despidiéndose” con una fiesta-desfile
por todo lo alto con Rossy de Palma como maestra de ceremonias; Peter Copping dejaba el cargo de Director Creativo en Nina Ricci para dejar paso al francés
Guillaume Henry; Jonathan Anderson debutaba en la casa española Loewe; Fallecía
Gaby Aghion, la elegante fundadora de la firma Chloé; Nicolas Ghesquière usaba
su tercera colección para el símbolo de LVMH, Louis Vuitton, con el fin de
presentar en público la fastuosa fundación del grupo; Hermès solucionaba sus
pleitos con el mismo conglomerado de Bernard Arnault y sobre todo, el cotilleo
de todo París era el posible fichaje de John Galliano como nuevo cerebro de la
icónica Maison Martin Margiela. Así y todo, nada deslumbró.
Sin embargo, el gran hilo
conductor fue la inspiración en los años setenta por gran parte de firmas, en
su más amplio sentido de la palabra. Tristeza, era la palabra más repetida, y
es que los setenta no fueron del todo alegres. Si bien de definió por su
diversidad de estilos, el ojo estaba puesto en lo retro con las flores como sus
principales protagonistas en su propia revolución. Trajes, largos vestidos,
pantalones pata de elefante, otros ajustados, mucha lycra, zapatones de taco y
botas se unían de la mano con el conflicto árabe-israelí, el final de la guerra
de Vietnam, la crisis del petróleo, el escándalo político Watergate que acabó
con la renuncia de Richard Nixon, la desintegración de la Unión Soviética, el
más alto equilibrio económico de los países escandinavos, la subida al poder de
la radicalidad islámica basada en la Sharia, los golpes de Estado en América
Latina, la muerte de Franco… un sinnúmero de hechos que parecen, como si fuesen
cíclicos, volver a repetirse… la nueva tensión entre Israel y Palestina… los
conflictos entre Rusia y Ucrania… la guerra declarada por el primer mundo
contra el Estado Islámico… los escándalos políticos telenovelescos de la gran
Francia y las monarquías europeas… y un sinfín de nuevos hechos que pareciese,
a ratos, remitir a esas mismas tensiones que palpitaron con fuerza en el
corazón del mundo hace más de cuarenta años… y la moda, como siempre, lo ha
olfateado, quizá, hasta inconscientemente, respirando solamente los aires de
los tiempos. Hasta el mismo Karl Lagerfeld, usufructúa nuevamente de la subida
del descontento social mundial para colocar dentro del Gran Palais una puesta
en escena que ronda lo burdo pero con una envidiable antelación al
pasado-futuro para subir al escenario lo real, el momento y de forma publicitariamente
efectiva.
Y pasa que somos lo que somos, y
si el próximo brochazo de tendencias resulta poco memorable, y se basa por sus características
esenciales en una época determinada rescatada casi de forma casual, no tiene
más explicación en que nuestros tiempos, los actuales, poseen quizá rasgos
similares a esa época, con todos sus sucesos y conflictos, y nuestra creatividad
y/o motivación, es, por consiguiente, igual de similar. No tiene mucho misterio
la verdad… Son las próximas tendencias en moda.
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