IMÁGEN::Miquel Barceló by Diario El País::
Hace casi un mes que no cojo un lápiz para dibujar, tampoco para escribir. Tiempo en el cual he agudizado una enfermiza necesidad por observar, por leer, por informarme sobre la más variopinta suerte de temas, desde economía a política. Necesitaba comprender las estrategias de una campaña política inverosímil que acaba de poner como presidente al primer hombre negro en la historia de los Estados Unidos. Necesitaba también entender el proceso que ha liquidado empresas y puesto a las bancas bursátiles en una de las depresiones más apocalípticas jamás vistas, como una paranóica propaganda. En menos de un mes nuestra paranoia por la quiebra económica internacional se hace asemejable horizontalmente a la americana por el terrorismo, de un carácter humano, cuano menos, tristemente patético.
La sociedad enloquece señores lectores, y es verdad. Me pregunto cómo la gigantesca clase media se las arreglará para pagar las cuotas de sus coches y posesiones, la hipoteca, los créditos y los colegios privados de sus hijos. El mundo se viene abajo... y luego de leer un soberbio artículo de Fernando Trías de Bes, concluyo con la simple frase "tú te lo buscaste" y si ampliamos esta aseveración podríamos decir "nos lo buscamos", por no ser buenos, bonitos, ni mucho menos sencillos, humildes. La arrogancia tanto de las sociedades prósperas como de las economías emergentes ha sido la principal responsable, en su afán de demostrar a los demás falsas superioridades a través del consumo, mientras más grande, ostentoso y costoso, mejor. En dominar territorios y recursos naturales que no les correspondían, que ni siquiera entendían en toda su amplitud y necesidad de que permaneciecen eternos en su bendita virginidad.
El artista Miquel Barceló trabajó durante nueve meses en una obra de mil cuatroscientos metros de superficie, con treinta y cinco mil kilos de pintura en la cúpula de la sala de derechos humanos de la ONU en Ginebra, Suiza. Obra que acaba de terminar. Aquella aproximación suya de a un planeta lunar de filosos picos multicolor sobre nuestras cabezas es, según el artista, una posibilidad de que el futuro sea eso: una cueva y el mar. Precisamente, la naturaleza de la cual nació la humanidad. ¿es una vuelta a los orígenes?, ¿es lo de Barceló la más colosal bofetada y lección de clase y sociedad para todos los países y sus cabezas políticas reunidas en la Organización de Naciones Unidas? yo digo, con la misma soberbia, que si.
Lo que estamos viviendo señores, sabía desde hace mucho que sucedería así. El imperio de superfluos capitales simbólicos sobre los hábitos de consumo llegarían a un punto tal de viciamiento y visceralidad a cuyo fin no le quedaba otra posibilidad más de que explotara como la bomba de Hiroshima con una onda epansiba planetaria, un verdadero efecto mariposa. La globalización no era un juego, y nadie fue capaz de detenerla o al menos modular, sencillamente porque a nadie le interesaba hacerlo. Lógico, las cuentas seguían engordando en todos los mercados y en todas las industrias... pero el globo ya explotó... y nadie sabe qué hacer... . Se buscan soluciones parche, que al corto plazo sólo lograrán acentuar más el descalabro, el inicio de un apocalipsis.
Ante esta reflexión sólo me queda aconsejarles lo mismo que Barceló, que volvamos a los orígenes, a las raíces, a la esencia misma de la simpleza y la sencillez. Pocas veces otorgamos a las cosas simples el valor que se merecen, a lo sencillo, a lo comprensible, a lo sensiblemente simple. Pero créanme señores lectores que no hay nada más difícil que la simplicidad. Esta sólo puede obtenerse tras un gran esfuerzo de síntesis, de experimentar hasta la saciedad tras captar la esencia de un problema. Sus rasgos característicos es que es casi imposible modificarlas sin estropearlas o convertirlas en complejas. Como asimismo su inmediata asimilación por parte de los demás. Las ideas y las cosas sencillas apenas necesitan explicaciones.
Es esencial conceder valor a la simplicidad señores, porque hay ya excesivo número de personas que disfrutan con lo complicado, porque piensan que los demás le otorgarán mayor valor. Pues es precisamente lo contrario. La gente no valora lo complicado, sino lo elemental, que es mucho más escaso. Luego, hay que tener una fuerte determinación en buscar la simplicidad. La simplicidad sólo puede lograrse si uno domina muy bien el asunto que se trata, porque si no, sin ese entendimiento, se convierte sólo en un burdo simplismo. Sin comprensión no hay simplicidad y quien la consigue es porque ha entendido, asimilado, aprendido y dominado en su totalidada el asunto que está resolviendo, o el objeto que está adquiriendo. Es fundamental entender que es esto no surge como resultado de una eliminación de lo superfluo, sino el resultado de un posibilismo.
La calidad es hija de la cantidad. Es importante reconsiderar todas aquellas cosas que muchas veces damos por hecho. La simplicidad requiere un cambio esencial, por lo que conservar la realidad con la mirada del novato es primordial para cuestionarse si las cosas podrían ser de un modo distinto. Lo que nos queda hacer ante esta crisis, es combinar el cambio gradual con la valentía de empezar de cero, si es necesario. Tanto la modificación como el replanteamiento se convertirán en estrategias claves para permanecer parados, como asimismo colaborar con otros campos para asegurar la vigencia empresarial y sobre todo la humana.
Sin embargo señores lectores, la simplicidad tiene un precio. En pos de ella hay que renunciar a otras ventajas o a otros valores. La semana pasada rechacé escribir artículos para el grupo editorial más importante del planeta por esta misma razón que les acabo de compartir. Tampoco tengo coche, casa propia ni vivo con ostentasión y lujo, por la simple y sencilla razón que no lo necesito. Será por eso que la crisis ni siquiera me rozó. Sólo esto faltaba señores lectores para concluir la transición hacia la nueva sociedad, es decir, la depuración completa de aquella misma que nos vió nacer. Sean muy bienvenidos.
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