Hoy, desde los arquitectos Jacques Herzog y Pierre de Meuron hasta el director de la Tate, Chris Dercon, pasando entre medio los mejores artistas del mundo entero, han pegado un puñetazo en la mesa con toda su ira y cogido el teléfono para poner el grito en el cielo ante la misma Irina Bokova en su oficina de la UNESCO en París. ¿La razón? Recalcitrante. Ai Weiwei, El artista chino conocido por haber colaborado en el diseño del “Nido de Pájaro”, el Estadio Olímpico de Pekín de las últimas olimpiadas, uno de los creadores más famosos de la escena artística china, veía a la distancia, con el semblante serio, la barbilla en alto y la boca cerrada como el Gobierno de su propio país estaba demoliendo su estudio en Shanghái, minuto a minuto, fotografiándolo todo y mostrándolo al mundo entero a través de las redes sociales, llevándose la mitad de su vida, su obra, sus materiales, su mundo. Una vergüenza internacional. Esta mañana, China entera miraba muda, y el mundo, indignado.
Amigos y simpatizantes del artista van haciendo fotos de las operaciones de demolición y las van publicando en el servicio de almacenamiento de imágenes Flickr. Ai mostraba su apoyo a Liu Xiaobo, premiado con el último Nobel de la Paz, aún fresco, condenado a prisión por la justicia china acusado de "subversión". Desgraciados. Ai, que vive en Pekín, donde también tiene estudio, organizó el pasado siete de noviembre un banquete-protesta para denunciar la demolición considera ilegal, pero las autoridades le impidieron salir de casa durante el fin de semana en el que había organizado la acción. Las autoridades de Shanghái le habían invitado a construir el estudio hace dos años, pero finalmente caballeros, debido a sus actividades políticas, que incluía una campaña para elaborar una lista de los niños fallecidos en escuelas derrumbadas por el terremoto de Sichuan en 2008 y defender a otros activistas que pedían justicia para las familias de estas víctimas, aparte de costarle graves heridas en la cabeza por una agresión policial, decidieron destruir su estudio cuando todavía no había sido inaugurado, hoy, frente a sus propios ojos.
Mientras Ai era agredido en su país, la prensa británica alababa “Sunflower Seeds” en la Tate, donde llenó una habitación de aparentes pipas de girasol que en realidad eran de porcelana china. Performer en EEUU, Europa, Japón, Corea del Sur y Australia, ahora mira por las autopistas de la información virtual cómo tiran abajo su obra bajo arresto domiciliario. Los teléfonos de la UNESCO no paran de rugir. Saltan a la mesa la realidad A y la realidad B de Haruki Murakami, uno de los escritores más prolíficos y altamente aclamados de ficción y no ficción en Japón, por esa misma área geográfica, cuando asiente que vivimos en un mundo con un nivel de realidad aún menor que el mundo irreal, donde el papel de una historia es mantener la solidez del puente espiritual que ha sido construido entre el pasado y el futuro. Historias como ésta. Los acontecimientos que distinguieron el espíritu del siglo XXI del espíritu del siglo XX, desde una perspectiva global, fueron, en primer lugar, la destrucción del muro de Berlín y el subsiguiente final rápido de la guerra fría, y segundo, la destrucción de los edificios del World Trade Center el once de septiembre hace diez años. El primer acto de destrucción estuvo lleno de brillantes esperanzas, mientras que el siguiente fue una tragedia abrumadora. La convicción generalizada, en lo primero, de que “el mundo será mejor que nunca” fue completamente despedazada por el desastre de lo segundo. Ambos actos de destrucción , que se desarrollaron en cada lado del punto de inflexión milenario con una inercia tan ampliamente diferente, parecen haberse combinado como una sola dualidad que causó una gran transformación en nuestra mentalidad. Lo de hoy, en un tercer punto del planeta, lo reafirma, donde el mismo mundo, observa, consternado, sin palabras, esa misma mezcla como totalidad, como fin. Para agachar la cabeza.
Las historias siempre han sido uno de los conceptos humanos más fundamentales. Aunque cada una es única, funcionan principalmente como algo que puede compartirse o intercambiarse con otras. Esa es una de las cosas que les dan su significado. Las historias señores cambian de forma libre conforme inhalan el aire de cada nueva era. Siendo en principio un medio de transmisión cultural, son altamente variables en lo que respecta al modo de presentación que emplean. Como diestros diseñadores de moda, que arropan las historias conforme cambian de forma de un día a otro adecuadas a sus perfiles. Ai es fiel ejemplo de ello. Por Weiwei y por Xiabo, queda declarada públicamente, la guerra de los artistas en el globo entero contra China, ni de izquierdas ni derechas, solamente, de los que protejan la libertad. Será silenciosa, pero será sin cuartel. No habrá condescendencias, tengan la seguridad. Arriba Ai, estamos con Usted, MR.
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