Imágen::MR CHRISTIAN SCHOELER GERMANY::
Y la moda se puso de moda en España. Cibeles desespera en su decadencia y el 080 se dispara en su esplendor. Los viejos diseñadores se retiran sin pena ni gloria; los nuevos independientes empiezan a aterrizar en Londres y París. Los proyectos editoriales que la mayoría años atrás se empecinó en hundir, ahora lucen y compiten en el Palais de Tokyo, la Tate, el MOMA y otra lista de puntos exclusivos por medio planeta. "Vanity Fair" y "Harper´s Bazaar" establecen tiradas en la península. Los museos y galerías de vanguardia empiezan a poner su atención en la industria. Las colaboraciones de artistas de primer orden se multiplican de la mano con los creadores textiles y las fiestas en tiendas, showrooms y hoteles comienzan a hacerse habituales y hasta un modelo nacional cae segundos en la gran pantalla hollywoodense como por arte de magia. Ahora todos quieren subirse al carro: Los estudiantes de diseño de moda sacan sus blogs, utilizan las redes sociales para autoproclamarse celebridades; las actrices y presentadores de la pequeña caja tonta asesinan para estar en los front-rows; los periódicos aumentan el número de páginas y análisis "especializados" en sus especiales de moda; las escuelas superiores disparan sus programas y cursos igual de "especializados" y otra larga lista de etcéteras que no vale la pena mencionar. Nada que no haya estado fuera del plan. Todo, absolutamente predecible. El brillo siempre tira. Estrella de Diego lo comentaba a su manera: en este momento pueden verse en Madrid y París dos exposiciones en las que casi todos sueñan con ser dueños de alguno de los fabulosos trajes que en ellos se exhiben. Una es la muestra de Fortuny y Madrazo, el diseñador de los años veinte afincado en Venecia e hijo del pintor Fortuny y Marsal, quien le representa siendo niño, casi como una premonición, sobre la lujosa tela rosa en un salón japonés. La otra es un recorrido por el legado tangible del inefable Yves Saint Laurent, a quien el Petit Palais dedica una retrospectiva preciosa. Dos propuestas antitéticas, como las décadas y los estilos de vida a los cuales corresponde la ropa, si bien en ambos casos despiertan en el visitante la inexplicable urgencia por poseer los objetos que se exhiben. Y ocurre de una manera imperativa, más que como un cuadro o una fotografía, quizás porque tuvo razón el gran Sigmund [Freud] al hablar del fetichismo del tacto y los tejidos que él, como buen médico de otro tiempo, circunscribía a las pulsiones femeninas, las que se quedan ancladas en sentidos inferiores, fuera de la vista. En esto no tuvo razón Freud pese a sus brillantes intuiciones [me quito el sombrero] porque todos los visitantes, de ambos sexos, sueñan del mismo modo tocar las espectaculares telas de Fortuny o recorrer, con los dedos al menos, el mítico minivestido inspirado en Mondrian de Saint Laurent, quien se retrató joven, guapo y desnudo para publicitar su nueva línea de perfume causando furor en aquel momento; creando al igual que su smoking para mujeres, una nueva forma de contar la moda, que llega, increíblemente, a los rincones del corazón, incluso a aquellos donde no entra el "arte" que sólo entra por los ojos. En eso Yves fue un mago.
Revisando la exposición me veía tiempo atrás con Elena Martin a mi lado mostrándome su última colección, con sobrecogedor ensueño en los ojos. También a Karlota Laspalas o Flavia Duarte, ganadora del último MODAFAD, de forma idéntica. Un Juan Antonio Ávalos, un Israel Frutos Bonache, un Víctor Cardona o un Manuel Bolaño compartiéndome hace un par de semanas sus tejidos, sus nuevos patronajes, sus proyectos web, sus anhelos, ideas, también sus problemas... de verdad caballeros, convertirte en un confidente hermético de creadores con ese talante creativo te emociona, te pone muy contento, testigo de la pasión y el entusiasmo en su causa, en sus propios proyectos personales y procesos creativos, un lujo que en lo que me reste de vida podré dejárselos de agradecer. Estaban y están tratando de ganarse la vida, en mi opinión, de la forma más sublime que el ser humano pueda concebir, aunque las barreras sean, literalmente, monstruosas. Toda la razón tiene Gomá Lanzón, hoy Director de la Fundación Juan March, cuando defiende de forma tácita que la locución "ganarse la vida" indica que la vida no es un regalo. Benditos románticos. Meto también a MR Eduardo Punset, verdadera estrella [estrella de la ciencia], que pregunta el por qué nos cuesta tanto trabajo reflexionar sobre el romanticismo. Quizás porque en realidad sea la negación de la supervivencia, porque cuando somos románticos pagamos un altísimo precio por ello... Todos soñamos, sí, con una "vida regalada", pero en la inmensa mayoría de los casos pesa sobre nosotros la obligación de trabajar, y muy duro, para lograr una posición en el mundo. Durante algunos años, en la infancia y la adolescencia, vivimos en una situación de ociosidad subvencionada por los padres o por el Estado, reconociendo abiertamente que el imperativo de "ganarse la vida" y de desarrollar alguna especialización profesional ha carecido, desde el romanticismo a esta parte casi vacía de la historia, de todo prestigio cultural y moral. Nos ha legado dos errores notables y perpetuos: primero, comprender la subjetividad según el modelo del artista; y segundo, comprender al artista según el modelo del genio. ¿Resultado?: la rara y extendida creencia de que el verdadero hombre es aquel que, como el genio, vive exclusivamente para su propio mundo y sus necesidades interiores. Osea, que el modo de ganarse la vida se le antoja a este sujeto moderno algo enojoso, indigno de él, un accidente de la exterioridad ajena a su mundo. Si abandona su vida regalada, será sin convicción y forzado por razones meramente utilitarias, mezquinas, cuyos detalles velará por pudor. Ahora bien, lo cierto, en el hoy y ahora, es que el modo en que uno se gana la vida y la disposición, positiva o negativa, de conformidad, rebeldía o resentimiento respecto al deber de ganársela y el medio elegido por cada uno para hacerlo, dentro de las limitadas posibilidades que la sociedad le ofrece, sobre todo ésta, determina esencialmente en el hombre la constitución de su personalidad y de su mundo interior. Los manuales de historia de la literatura, de la filosofía, del arte o de la música presuponen generalmente la tesis contraria, la romántica. Tristemente, tras una rápida y vergonzante nota alusiva a las circunstancias biográficas del autor, en la que es mucho más sencillo conocer sus amoríos y aventuras eróticas que el modo como se ganó la vida, esas historias se sumergen apresuradamente en el estudio de su obra y su mundo artístico. Se diría que en ellas los movimientos filosóficos, las escuelas literarias, los estilos artísticos y las convicciones personales se suceden de acuerdo a leyes espirituales, y que los creadores flotan en una nube cultural, sin que el modo en que se ganan el sustento tenga una aparente influencia en su personalidad y en su obra. El análisis marxista trajo en su día un saludable realismo a los estudios culturales, pero fue miope como un topo al imperativo existencial y moral involucrado en la decisión sobre cómo ganarse el pan, porque conforme a su método, diluía lo individual del mundo poético en ideología de clase. Una real patraña. No puede ser, en absoluto, indiferente para la comprensión de las obras maestras de nuestra cultura que durante siglos los creadores las produjeran por encargo de la corona, las casas nobles, la iglesia o las instituciones municipales. Terceros. Ojo. Como Gomá Lanzón, les pregunto de la misma forma, ¿ Qué significado artístico o existencial deberíamos atribuir a que Beethoven se sacudiera cual perro de sus pulgas el viejo mecenazgo y comiera con los ingresos producidos por la venta de sus partituras y de sus estrenos, o que los impresionistas galos hicieran poco después lo mismo con sus lienzos ?, ¿ Qué fue la bohemia de Baudelaire sino una rigurosa toma de postura sobre cómo debía ganarse la vida el artista moderno ?... ¿ Creen Ustedes, grandes críticos y comisarios, verdaderamente, que es irrelevante para su creación que el artista se vea obligado a desarrollar una actividad productiva, socialmente pautada y no orientada al cultivo de su mundo interior ?... ¿ Creen honestamente caballeros, que carece de importancia estética que esa actividad sea el objeto mismo de su vocación, como para el novelista, escribir libros o folletines de consumo masivo como lo hicieron Balzac y Dickens, de cuyo éxito depende enteramente su subsistencia ? Si piensan que es irrelevante, entonces saco por descarte que la burbuja en la que viven es más grande y grave que la inmobiliaria. Ni el ladrillo. ¿ O que, no pudiendo vivir sólo de su arte salga del ámbito cultural y acceda por fuerza a emplearse como alto ejecutivo de una empresa, o como técnico competente en ella, o sea él mismo un empresario emprendedor o un funcionario público, de la universidad o del servicio diplomático ? Habría quizás que releer con una nueva bombilla la historia contemporánea de la cultura, desde la perspectiva de cómo se ganaron y se ganan la vida poetas, novelistas, diseñadores, pintores, filósofos y músicos, y de su propia íntima disposición de identificación o rechazo hacia el modo elegido o impuesto de hacerlo, que incluya, por supuesto, cómo el modo y la disposición interior determinaron el tipo de hombre que el artista en último término es, y sobre todo cómo contribuyeron decisivamente, como una hostia en la cara, a conformar su mentalidad, su sentimentalidad y en suma, su mundo personal. O corten por lo fácil y quédense sólo con su obra y sus detalles escabrosos, sabemos todos que las camas son manjar para los paladares de quienes no salen de sus aulas ni de sus blancos y distinguidos despachos. No lo tomen a mal. Tampoco como un ataque, no es en absoluto mi intención... simplemente, tómenlo como una humilde recomendación, para los que quieran y les interese, tal vez, saber por qué los artistas y creadores de su misma época están haciendo las cosas de esa manera y no de otra, de forma exactamente igual, curiosamente, en los cinco puntos del globo terráqueo... estas últimas semanas han sido extrañas, caóticas, cargadas de tal cantidad de energías negativas, injusticias, desazón y golpes bajos que son las mismas que, supongo, harían a cualquier persona con dos dedos de frente colgar los güantes de boxeo, venderlo todo, cambiar de ocupación y sencillamente, desaparecer... pensaba frente a una muñeca de porcelana que giraba en su propio eje con más de doscientos años, en la inauguración de la exposición "Imatges de moda: Galeria d´Estudi" en el DHUB, donde la comisaria Silvia Ventosa había tenido la delicadeza de incluir uno de los proyectos más queridos por parte de quien les escribe. Honestamente, qué quieren que les diga, no era grato estar entre un grupo de señoras vestidas con pesados abrigos de piel hablando sandeces, sabiendo que al mismo tiempo, las promesas de la moda española, a esa misma hora, trabajaban sin descanso con sus practicantes en un espacio, literalmente, infectado de ratas. Me refiero al proyecto Bressol.
La locación, mejor que cualquier película de Spike Lee. Debajo de un puente, adornadas las calles y cada rincón público con graffitis, una fábrica que parece un inmueble de okupas, alberga a gran parte de los diseñadores que en el último 080 dieron a la ciudad uno de sus mayores orgullos y visibilidad internacional a sus cabezas políticas y administrativas. ¿ Sus vecinos ?: la funeraria, las vías del tren y un descampado desolador donde las ratas viven mejor que en el mismísimo Bronx neoyorkino. Nadie me lo contó. Yo mismo golpeaba el asfalto con las botas para asustar a los roedores y evitar que se cruzaran por entre medio de los pies como quien va de paseo dominical. El que no me crea, que vaya por su propia cuenta y lo compruebe. Una plaga. Infecta. En la segunda planta de esa pseudo-fábrica, más pequeño que mi propio piso, trabajan aquellos creadores, en condiciones insólitas y pagando de su propio bolsillo los suministros básicos de agua y electricidad. Después de aquello, las ganas de darle una patada a alguna de las ratas que se paseaban por mis pies con un golpe certero y destrozarle la cabeza, eran, francamente, metafísicas. Salí de ahí amargado, con rabia y pena. No se lo merecían. Caí en la triste cuenta que por ahí ni periodistas de moda ni editores pasaron ni pasaban. No se tomaban ni la molestia; pero en los desfiles, como los de la pequeña pantalla, se pelean los sitios y en las comidas de prensa son capaces de asesinarse entre ellos por una silla... again. Luego llegas a casa, revisas tu correo y te encuentras con mensajes de otros diseñadores, jóvenes estudiantes, quienes ganaron los premios de una importante federación y las sumas en metálico de sus galardones aún no se las pagan, ni a ellos ni a los ganadores del año anterior, desesperados sin saber qué hacer. Es decir, coge la botella de whisky, ponte un vaso, y trágatelo al seco. Luego, publica todo esto, envíaselo a sus responsables con copia a todos los medios y pregúntales de la forma más elegante y respetuosa que te sea posible: ¿ Se puede saber qué están haciendo caballeros ? Ellos ya cumplieron con su parte, y con creces. A nadie le gustan los escándalos. Lo cierto es que la situación de nuestros diseñadores resulta un arcano, a sabiendas que la plataforma estratégica Lux Barcelona se postula como centro para explotar el perfil exclusivo de la ciudad y que según el informe anual sobre la riqueza en el mundo de Merrill Lynch y Capgemini, los grandes patrimonios en España eran de 127.000 particulares en el 2008, y en la ciudad donde habitamos, contabilizados dos mil quinientas personas que suponen un volúmen de negocio de 11.000 millones de euros, cifra de potenciales clientes bastante más alta que el total de mascotas de cola larga de algunos de los mejores diseñadores del país. Espero que alguien les dé una buena explicación, y ojalá no sea Almodóvar, porque ya no son cosas de artistas. Los medios ya tomaron nota [otra más]... ¿ Tienen que venir a contaminar esto también ? me pregunto una vez más en silencio, desmoralizado. El catedrático en ciencia política Joan Botella, supongo que es otro de los que aciertan sobre la situación. Afirmaba Maquiavelo que la acción de los gobernantes se mueve bajo el designio de dos ejes: la virtud y la fortuna. La virtud consiste en aquello que el príncipe es: carácter, coherencia, claridad de objetivos, energía... en cambio, la fortuna es aquello que le sucede al príncipe: el azar, lo imprevisto, el acontecimiento inesperado. El incendio, la sequía, la crisis económica, el apagón, la epidemia... la cuestión clave es que la fortuna no es nunca una excusa: si no se puede evitar, al menos la virtud debe ser capaz de gobernarla. Su antigüo rey Felipe II no mandó su armada a luchar contra los elementos, sino contra los ingleses; pero se quedó sin armada y sin convertir a los anglicanos.
En las sociedades democráticas damas y caballeros, la opinión pública y la oposición política cumplen un papel esencial: responsabilizar a los gobernantes sobre los golpes de la fortuna. Ya lo afirman los italianos: "¿ Piove ? Porco Governo". Quizás no es justo, pero los que están en el poder deben actuar conscientes de ese dato. Les serán exigidas responsabilidades tanto por lo que han hecho como por lo que han omitido, tanto por lo que sabían como por lo que ignoraban. Los gobernantes mediocres intentan siempre ocultarse señores lectores, las frases son casi una tradición: "no lo sabíamos", "no era nuestra intención". El gobernante capaz, al contrario, se enfrenta a la fortuna: Es un Winston Churchill respondiéndole a los nazis "nunca nos rendiremos"; es un Gerhard Schröder ante las catastróficas inundaciones del 2002 calzándose las botas; es un Barack Obama dando la cara ante los congresistas republicanos sobre la reforma sanitaria, en directo y por televisión... la acción de la fortuna no es excepcional, sino que es a la vez inexorable e imprevisible. No se sabe por dónde golpeará, pero es seguro que lo hará. Nunca olviden, señores príncipes, que poco antes de ser asesinado, John Lennon cantaba "La vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo planes". Y ello es cierto, en todos los órdenes de la vida, y en primer plano, en la política. Me quedo con ellos, con los creadores. He vuelto a reafirmar quiénes son. Me refiero a los verdaderos príncipes.
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