El miércoles recién pasado, logré realizar [junto a la complicidad del Director de la única revista de moda en un país sudamericano] un anhelo personal: replicar esa fiesta en aquella tienda del Eixample barcelonés, por ahí por el año dos mil siete, donde todo empezó. Una fiesta pequeña, pero magnífica, también de una revista, donde se dieron cita un grupo de profesionales dedicados a las áreas creativas de la ciudad, que con el paso de los años se convertirían en motores creativos de la urbe y pondrían el nombre de Barcelona cara a cara con las principales metrópolis internacionales, metiendo ruido en todo el mundo y atrayendo masas enteras para la incrementación de sus industrias y el turismo. Después de cuatro años, hace pocos días, lograba replicarla en mi propia ciudad, en mi propio país, al fin del mundo con los mejores exponentes de las artes, la moda y el diseño dentro de un museo, y fue, honestamente, emocionante, después de un esfuerzo sobrehumano en una carrera de obstáculos, donde la principal barrera había sido no tanto el dinero como la mentalidad de tu propia gente… pero no logró ser lo suficientemente poderosa… Ahí estaba todo el mundo, las jóvenes promesas del diseño independiente que pocos días atrás habían presentado sus colecciones con mayor o menor suerte a la opinión pública local; fotógrafos de excepcional talento, algunos jóvenes, otros no tanto que iban y venían entre la gran manzana y la pequeña capital chilena, estilistas, agentes de medios, modelos ilusionados con su internacionalización, propietarios de tiendas y artistas que se sienten cercanos a esta industria, tímida en lo local, impresionante en lo personal, firmado ante el notario que quieran. No era una cosa de dinero. Se trataba de movilizar a la ciudad, y simplemente, a lo mejor de ella y en lo mejor de ella. Y así fue. Esa era la premisa, costase lo que costase. Teníamos todos los ojos puestos encima… y así se hizo.
El circuito de la moda chilena se dio cita ni más ni menos que en su propio territorio, en el Museo de la Moda, conociendo sus entrañas, desde sus salones a sus depósitos y su excepcional colección de la mano de su propio director. Fue una ilusión caballeros, como vivir por una primera vez en el perfume de la más rabiosa [y real, palpable] creatividad, una vez más, como esa antaña fiesta en el corazón de Barcelona, de un grupo de gente de intereses comunes, sin distinción de razas, condiciones o creencias, sin arribismos de ningún tipo que en esta parte del mundo funcionaba de forma casi asesina. Ahí estaban, cada uno con sus diferencias y particularidades: mayores, jóvenes, consagrados, nóveles, ricos, pobres, profesionales y estudiantes, todos recorriendo las instalaciones de aquella institución cultural, como si así hubiese sido toda la vida. Asimismo, los extranjeros residentes o de paso por la ciudad armados de sus mejores sonrisas y galas se mezclaron con los locales, como si aquello también fuera pan de cada día. Franceses, ingleses, finlandeses, noruegos, españoles, estadounidenses, alemanes, argentinos y holandeses formaban junto a los chilenos un tejido que como totalidad, para quien les escribe, resultaba una poesía visual, una monumental alegría. ¿Por qué? Porque eso es la moda señores, de eso se trata esta industria, de la creación de vanguardia y creatividad a través de la convergencia de distintas culturas, de historias y ubicaciones halladas entre sí por la mera casualidad y eso va más allá de la moda. Es la más intrínseca calificación de la palabra “cultura”, en el más amplio, global y universal sentido de la palabra. Y había que hacerlo, por dos cojones, y todo el mundo respondió, excepcionalmente bien, y se lo pasaron de puta madre. La sonrisa te partía la puñetera cara, indisimulablemente, porque aquello se transformó en una serie de señales importantes.
En primer lugar, el constatar que un grupo enorme de personas incluyentes de un circuito confiaron en un proyecto editorial en cuyo número presentado se encontraban presentes los directores de tres museos fundamentales para una nación con un fuertísimo y crítico discurso de la realidad [las bellas artes, la industria y la ecología], te daba la pauta de que ese mismo circuito de gente, pese a la australidad y aislamiento geográfico, acompañado del fantasma de una dictadura militar prusiana, una ortodoxa lucha de clases, el yugo del racismo hacia las minorías y la inmigración andina, y el bombardeo de tragedias y farándula de cuarta por parte de los medios masivos, tienen dentro algo mucho más importante y de validez capital para la creación de una industria fuerte, y es algo tan sencillo de que ninguno es estúpido, y esa fue y es la más soberbia e importante señal. En segundo lugar, de idéntica importancia, el hecho de que sus creadores jóvenes y de mediana notoriedad pública, tengan la disposición natural de unirse como grupo en una fuerza común apoyándose entre ellos y después, particularmente, a través de la observación y la investigación paulatina mejorar su producción a niveles de excepcionalidad tanto en la producción como en sus comunicaciones públicas, con una mirada global, es otra señal de que sólo es cosa de tiempo para que puedan salir de sus fronteras y meterse de lleno en el panorama internacional, estableciendo un carácter local fuerte pero con propuestas discursivas de carácter universal, comunes para cualquier tipo de consumidor, sea de donde sea y esté donde esté. En tercer lugar, que un circuito como grupo empiece a sonar con fuerza es una garantía para que las industrias [mediáticas, empresariales y académicas] comiencen a girar la vista hacia ellos, que estén en todos sitios y que como grupo, obliguen [casi como una necesidad país] al renacimiento de una industria textil de calidad [que la materia prima existe, y muy buena], su incorporación a la cadena productiva como contra oferta a los monopolios del retail y el incremento [y probable legitimización] de ésta área dentro del mundo académico y público. Es decir, simplemente, hacerse respetar, y con dos cojones. Ahí los tienes, a los directores de sus museos con Ustedes. En último lugar, lo sucedido en ese museo, en palabras publicadas por su director, es una señal de que a lo mejor es posible el nacimiento de más publicaciones que lleguen a convertirse en catapultas de lo mejor de su propia tierra y más adelante [todos quisiéramos] la contraparte a la prensa basura [por este lado del mundo una verdadera institución] de alcance planetario, primero para demostrar a las mal educadas clases dominantes que no a todos han logrado anestesiar, y segundo, mostrarle al mundo que los de aquí, los del fin del mundo, algo tenemos que decir. Se puede. Sería la magia del sur. Arriba y muchas gracias a todos los que estuvieron ahí. Fue, humildemente, colosalmente inspirador. Fue puro rock´n roll, y del muy, muy bueno. A seguir trabajando, y con los mismos cojones. Solamente Gracias. Muchísimas gracias.
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