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28.10.12

CREAR O CAER

Image::MR PEDRO KOK PHOTOGRAPHER © SAO PAULO::



Hoy, por el austral lugar donde me encuentro, es día de elecciones, y está siendo, cuando menos, impactante. Y es que parece que en dos años, un país entero, es simplemente, otro país. Su sociedad, como muchas otras alrededor del mundo, parece pensar que parte desde la base de que ya estás obsoleto. Parte de la base de que lo que estás pensando ya lo pensó otro, o ya lo pensó tu competidor, y porque la primera función adaptativa, como dice el creador Marco Antonio de la Parra caballeros, es repetir. ¿Por qué? Porque somos básicamente conservadores. Lo habitual nos calma. Marcar el territorio, respetar ciertas costumbres, tejer una tradición, convocar un linaje, poder imaginar una historia con un trazado previsible, todo eso fue muy útil desde la era de la cavernas hasta anteayer. Pues eso ya no nos sirve, porque se fue todo, disculpando la grosería, a la mierda.  La consigna de la modernidad y el cambio va socavando nuestros hábitos hasta revertir el piso firme en fango, lo habitual en muerto, la previsión en algo movedizo y la velocidad en una necesidad vital.



No estamos hechos para el cambio, pero el cambio nos va cambiando y mutar parece ser lo único que nos calma. Todo cambia a nuestro alrededor, nuestros estilos de vida, el paisaje, el clima. Siempre ha estado cambiando, pero nos calmaba sentir que esas transformaciones partían de un cierto plan previo al cual pertenecíamos. La sociedad de consumo, arrasado ya el siglo veinte, ha instalado la fugacidad y el cambio como la vida misma. Toda la segunda mitad del siglo pasado anunció el cambio en todas las áreas como el ideal de la modernidad. Una moda, un modo, que viene galopando desde el siglo diecinueve, aunque ya está presente en la antigua Roma. ¿Y qué pasa con uno? Pues vendría a ser algo como lo que dice MR Anthony Burgess, el escritor británico de su ya mítica obra, La Naranja Mecánica: “A veces siento un deseo de aniquilación inmediata, pero el impulso de seguir vivo siempre se impone… Reconozco que estoy mejor que la mayoría, pero no me parece que haya renunciado a la agonía y la angustia que acosa a los hombres y mujeres esclavos de unas vidas que no han escogido y obligados a vivir en unas comunidades que odian”. 



Mientras Uruguay avanza por estas fechas en su proyecto de ley para que el Estado ejerza el monopolio absoluto sobre el cultivo y comercio del cáñamo con fines recreativos, Francia va en la recta final para aprobar la unión de personas del mismo sexo en territorio galo y Estados Unidos se desdobla para poder seguir manteniendo un modelo demócrata en la reelección de un presidente proveniente de otra minoría históricamente abusada, por aquí, al fin del mundo, en las calles de todo el país, se observan pocos carteles de los candidatos de derecha con el actual presidente, tan popular como un treinta y dos por ciento y tan rechazado como un cincuenta y siete por ciento. En dos años, el descontento, la tristeza y la frustración que la población acumulaba desde hace años tomó forma de protestas, huelgas y cacerolazos. Los jóvenes salieron a la calle para exigir educación pública de calidad y la ciudadanía, en su conjunto, comenzó a exigir más a las autoridades e instituciones democráticas. El Gobierno local, los partidos políticos, los tribunales y sobre todo el Parlamento están sumidos en una grave crisis de legitimidad y estas elecciones municipales indicarán hasta dónde llega el malestar de los chilenos y qué tan profundos son los cambios que exige. De paso, reflejarán si, efectivamente, el país quiere que haya un giro a la izquierda, como han vaticinado políticos y analistas. Todo dependerá de la participación de los jóvenes, quienes tienen el poder real de cambiar el panorama político de un país.



Pues ahí están hoy, ellos, una vez más, los jóvenes, en día de elecciones, arrodillados en el Estadio Nacional [principal centro de torturas, una carnicería colosal, del ex dictador Augusto Pinochet], con las manos en la nuca y sin decir ni una sola palabra, algunos llorando, convirtiéndose en fenómeno viral de masas y ciudadanos a sus espaldas, a vos alta, gritando “Aquí se mató. Aquí se asesinó” y al mismo tiempo, en otro lugar de la ciudad, el último portavoz del dictador en el sillón de una alcaldía, en la prepotencia de su reelección, es golpeado, escupido y basureado en los vítores de la gente que grita incesante “Asesino, Asesino”. Se te encoje el corazón. Pensaba en las caras de los niños [hijos de amigos] con los que había estado ayer en un asado, algunos franceses, otros chilenos, unos rubios, otros morenos, mezclados, divinos. Graciosos. ¿Qué les esperaría a ellos?, ¿Cuáles serían las atrocidades que les tocaría ver?, porque de seguro las verían. Será otro mundo, ciertamente.  El crecimiento paulatino pero bursátil, voraz, vigoroso, de la idea de que lo que había que hacer se hacía porque era lo que se debía hacer, en ese paso del tiempo breve en que el sentido se iba entre las manos, comenzó hace dos mil años. Su triunfo final se cerró sobre su propio colapso, su auge y caída, a fines del siglo veinte, un siglo poblado de guerras entre la fuerza energética del cambio, la relatividad, la incertidumbre, la filosofía analítica, el psicoanálisis, la sociología, la fracturación de la experiencia, la física cuántica, la crisis del lenguaje y la revolución de todas las artes y los pensamientos en contra de la consolidación de una nostalgia de la ley paterna, la casa, el hogar, lo dado por sentado, el fascismo de izquierdas o de derechas. Antes venderse era despectivo. Ahora hay que saber venderse, dicen. Hay incluso que “producirse”. Es todo una mierda señores, qué queréis que os diga. Es patético. Es una tristeza.



Hoy, a propósito, suenan en el aire los viejos estilos, ya caducos, en política, educación, economía elemental y marketing, porque hoy somos emoción: emoción, estilo, experiencia, sensualidad y sensorialidad. Y a todo eso, los jóvenes le dan un puñetazo, a escala masiva, idéntica, también, a propósito. Si es para reírse, pararse y aplaudirlos a carcajadas. Lo son todo. Son puro arte, son pura creación. “Que os den por culo”, dicen. La sociedad de consumo, donde todas las utopías fueron demolidas, se ha revertido en una oportunidad cultural, que no sabemos cuánto dure para el ejercicio de la libertad. Probablemente no mucho, y hay que aprovecharla en el momento y el lugar correcto, de eso ni hablar. Sea uno cliente o productor, estás sumergido en un diálogo donde cada frase crea a la otra, todo es pregunta, nada es respuesta, todo es búsqueda y también todo es hallazgo. Hay que tener temple necesario, supongo, para enfrentar el frénesi de una sociedad donde todo muere tan de prisa. Hay que aprender, de manera implacable, impenitente y tozuda a resucitar, buscando cómo hacer que el viento siempre esté de nuestra parte y no nos dejemos solamente llevar por los temporales. Y el resucitar y reinventarse es una creación, y he ahí el gran tema, porque la creación requiere de una discreta presión, un punto de sufrimiento, sentido del humor a gran escala, agresividad confesa, ternura, solidaridad y paciencia, prisa pero no aceleramiento… un equipo creativo, más que soluciones, genera problemas y los sostiene sin miedo al dolor, a la falta de respuestas inmediatas. Calma la angustia, escruta en la oscuridad, espera que amanezca, no tiene temor de equivocarse y confía que el error descubierto a tiempo será lo que conducirá al acierto. ¿Será verdad, media verdad o mentira? Quién sabe. Queda la garantía de que al menos, cualquiera que crea, y quiera, puede crear para no morir, sobre todo dentro de uno, porque crear es sobrevivir. O creas, o te crean.  Usted mismo.






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