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8.12.12

PERFIL: OSCAR NIEMEYER Y LA LUZ

 Image::MR OSCAR NIEMEYER STUDIO © RIO DE JANEIRO::



Hace poco, en una entrevista el fotógrafo peruano Mario Testino confesaba a Eugenia de la Torriente una frase que quedaría dando vueltas en la cabeza de quien os escribe: “Yo vengo de Sudamérica, donde no nos gusta la tristeza. Somos más luminosos”. Aquella premisa la aplicaríamos a brazo partido en la inauguración de una galería de arte y las dos exhibiciones que estábamos a punto de inaugurar en la austral Santiago de Chile. El mismo día de la apertura, mientras ultimábamos los últimos detalles de las muestras, por la mañana, una noticia nos dejó mudos, a todos, y en lo personal, con una profunda tristeza. Uno de los más altos representantes de este continente, el sudamericano, moría tras 104 años de luz. MR Oscar Niemeyer dejaba de existir, paralizando a Brasil, declarándose siete días de luto nacional y recorriendo las portadas del mundo entero. Empezaron a sonar los teléfonos de los estudios de arquitectura más prestigiosos del globo terráqueo y los más de seis millones de habitantes de Río de Janeiro empezaron a salir a las calles con amargura en sus rostros... Se trataba de Niemeyer, algo más que una leyenda, una celebridad o uno de los hombres fundamentales del mundo moderno. Niemeyer había muerto...




Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, nacido en la ciudad carioca el año mil novecientos siete, en ciento cuatro años de vida se transformó en uno de los maestros indiscutibles de la historia de la arquitectura contemporánea, a caballo entre el tercer mundo y los países industriales más sofisticados. De Río a París, pasando por Argelia, Pampuhla, Nueva York e incontables ciudades alrededor del mundo con una suma superior a seiscientos proyectos, desde casas particulares a edificios institucionales monumentales, Niemeyer desarrolló una arquitectura que funcionaba a todas las escalas. En palabras del mismo Norman Foster, del mismo modo resultan memorables tantos sus obras artísticas que sus edificios, porque en su trabajo el arte se marida excepcionalmente con la arquitectura para guiarnos en una hipnótica procesión por sus edificios, dotados de un extraordinario sentido monumental y una gracia fuera de lo común. Incluso los más pesados parecen flotar, pasar de puntillas por la tierra y mezclarse generosamente con el paisaje. Una de las cosas más sorprendentes de su trabajo es la capacidad para dotar de intimidad tanto a los grandes proyectos como a los pequeños. Y es que Niemeyer caballeros, es uno de los insignes componentes de la segunda generación de maestros del movimiento moderno. Una segunda generación que actuó bajo la enseñanza de arquitectos como Le Corbusier y otros compañeros surgidos del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna fundada en mil novecientos veintiocho, pero introduciendo unas modificaciones y unos cambios de actitud que caracterizan unas fórmulas nuevas basadas en un lenguaje menos dogmático, en un realismo ambiental y tecnológico y en una discusión de teorías y metodologías que han marcado un paso importante en la evolución de la arquitectura contemporánea, según cuenta MR Oriol Bohigas. Niemeyer, ese mismo tipo que te dice “La arquitectura no puede ser lo que quería la Bauhaus: “una máquina habitacional”. La arquitectura tiene que nacer de la nada, sin influencias. Una vez, un arquitecto muy inteligente me dijo: “No hay arquitectura moderna o vieja, sólo hay arquitectura buena o mala”. Ahora no veo la arquitectura como algo que salvará el mundo, pero creo que el arquitecto debe leer y estar informado. Por ejemplo, aquí en nuestro despacho hemos tenido durante cinco años una clase en la que un profesor venía a hablarnos de filosofía y del cosmos. ¡Qué bueno es conocer cosas!”... es el abanderado significativo del sector más dispuesto a la modernidad de esa segunda generación. Sus obras lo acreditan sobradamente y su prestigio internacional se apoya en muchas consideraciones fiables tanto críticas como históricas. Es decir, DON´T FUCK WITH NIEMEYER.




Y se trataba de un hombre que le interesaba la vida, que sostenía que la vida era mucho más importante que la arquitectura. Pasaba de todos, diciendo “El arquitecto siempre ha de ser político. Uno debe ayudar al otro: solidaridad. Lo demás no es nada. Si miras al cosmos, eres pequeño, eres poco importante. Debemos ser más simples y no pensar que somos importantes. Nadie es importante”; “Creo que lo más importante es la solidaridad. Recuerdo que una vez un periodista me preguntó: “Oscar, ¿cuál es tu palabra preferida?”. Yo le dije: “Solidaridad”. En esa premisa, no se puede hablar de Niemeyer sin hacer referencia a su constancia en la responsabilidad política. No se trata solo de una adhesión partidista, sino de un concepto general sobre el papel que tiene que ejercer la arquitectura y el urbanismo en la configuración de las nuevas ciudades. La forma de la ciudad es un tema a discutir desde puntos de vista políticos y atendiendo a las proximidades más realistas y, al mismo tiempo, más utópicas.




Qué más les puedo decir de ese gentleman, porque la prensa lo ha dicho casi todo... de ese cabrón que salía a la calle en Río como cualquier hijo de vecino caminando y era saludado por todos, queridos hasta en las fabelas más iletradas, que luchó para poner a su país en el ojo del mundo, que luchó para el establecimiento de la democracia, que a puño cerrado les levantó el dedo medio a todos aquellos que a su tierra la llamaban “país bananero” cerrándoles la boca, que no quería morir, que se sacudió a la muerte en cinco oportunidades con más de un siglo... no hay palabras para describir la obra y sobre todo la vida de ese hombre, su sentido del humor, su visión del mundo y de la vida, que fuese artífice de una capital completa, creyendo que además de la funcionalidad, la belleza también cumplía un rol fundamental, belleza de verdad, no de artificios. Vuelvo a Bohigas, porque su muerte debe de enseñarnos a todos, como una hostia bien plantada en la cara, lo que significa mantener los principios éticos y políticos de la arquitectura del movimiento moderno, esperando que su desaparición, en todo este circo en el que vivimos, provoque nuevos estudios sobre su obra y la afirmación de un propósito de honestidad y eficacia profesional, y por supuesto, el enaltecimiento de lo más importante para esta pseudo-democracia universal en vías de desaparición: La solidaridad. Que en paz descanse, MR, nos llenó de luz.






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