Image::MS SYBILLE WALTER PHOTOGRAPHER © PARIS::
Con este título, Erasmo de
Rotterdam, hace seis centurias atrás, titulaba sus investigaciones relacionadas
con la locura… la locura. “La razón, para ser razonable, debe verse a sí misma
con los ojos de una locura irónica”, decía Erasmo. También decía que “todo
cuanto lleva el necio en el pecho, lo traduce a la cara y lo expresa la
palabra. En cambio, el sabio tiene dos lenguas, una para decir la verdad y otra
para decir cosas que consideran convenientes según el momento”. De ahí elija
Usted, al sabio o al necio… interesante… muy interesante. Podría ser esta, una
excelente introducción para llegar a la conclusión de que están, por nuestros
días, todos, absolutamente locos. Como una chota. Con el pasar del tiempo, uno
va conociendo gente, sentándose frente a una lista interminable de personas,
con distintas historias, condiciones y realidades, o frente a un café, una copa
o una cena, uno escucha, analiza lo que tu interlocutor dice, y callas.
Probablemente, para aguantar aquello, levantas el codo y te tragas el café y
pides otro, si es una copa, pides algunas más, y si es una cena, comes lo más
rápido posible para terminar cuando antes con aquella cita, y sales a la calle,
respiras aire freso y te dices a ti mismo “Este tío, o esta tía, está como una
puta cabra”. Y uno, a su vez, está también con un pie dentro de la razón y con
otro dentro de la locura, y cuando caes en la cuenta de que ambas se
entrecruzan casi con la línea limítrofe desvanecida, te preguntas “¿Dónde coño
estoy?”. Gentes aparentemente rectas, socialmente aceptadas y con estilos de
vida tradicionales, terminan, después de una conversación, por revelarte, según
las entrelineas de sus palabras, que están completamente desquiciados. O al
revés, en otros momentos frente a unos y otros con unas pintas de decir “madre
mía”, que están completamente cuerdos, o son más valorables desde la
intelectualidad, o la razón, que los primeros, o viceversa. Vamos, que en este
tema de la locura, la flora y fauna es, francamente, muy amplia. Extremadamente
extensa. Un circo.
Se te aparece enfrente el
personaje de Austin Powers y le ruegas casi a las súplicas “explícame todo
esto, cabrón… explícamelo por favor”, pero Austin no responde… da un triple
salto mortal hacia atrás para caer dentro de su descapotable pintado con la
bandera británica y en el asiento del copiloto Mini Me con su dedo en el labio,
te hacen una peineta y se largan a toda velocidad gritándote “¡Pringado!”… y
ahí te quedas, solo en medio de la calle mirando con la vista perdida mientras
pirado tras otro pasan a tu lado disfrazados de “gente bien”… putada. Enorme. Y
es que así está el patio. A uno lo tratan de loco. Y luego de darte una mirada
general, así por encima, sin demasiada profundidad, contestas “Vamos, qué
morro!”. Y porque es así caballeros. Abre el periódico, echa una vista rápida a
la sección de noticias internacionales, o locales, y te queda el panorama más
que claro… y lo más fuerte, es que luego te pasas a la sección de cultura y te
los presentan a todos como “Mirad la genialidad de estos pirados”… menuda la
peña. Se dice que la locura, en la antigüedad, era considerada como un
comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. También como una
privación del juicio o del uso de la razón. ¿Y ahora?... ¿Cómo debería de ser
definida?... ¿ha mirado a su alrededor? Pablo Picasso fue considerado un loco…
Salvador Dalí también, lo mismo Arthur Rimbaud y tantos otros… y… ¿Se ha
preguntado alguna vez por qué permanecen en el imaginario colectivo global y
también en las páginas impresas de las enciclopedias?... podría ser, quizá, que
no estaban tan locos como se pensaba, por no decir que estaban más cuerdos que
todos, y desde ese uso de la razón, crearon toda una mitología de locura
alrededor de sus propias imágenes como sujetos, y de paso, con toda su obra.
¿Qué os parece?... ¿Quién estaba más loco, el pirado del artista, o el pirado
que le compraba las cosas al otro pirado?... No creo que haga falta una
respuesta. Usted mismo. Más pirado estaba el que compraba que el que hacía, y
lo más impresionante de todo este asunto, es que ha sido, desde la época de
Erasmo de Rotterdam, e incluso antes, exactamente lo mismo, por no decir desde
el inicio de los tiempos.
Dice MR Manuel Rivas que ver lo
invisible que se tiene delante exige, a veces, un esfuerzo constante, una
voluntad astronómica. Y es verdad. Como ese personaje, “Vitrol”, del que
hablaba Roberto Matta hace años, ese que ve más allá de las apariencias y rompe
esa costa invisible que te permite ver la realidad para llegar a una verdad.
¿Habrá que estar loco para eso?, ¿Qué cree Usted?, ¿O habrá que estar muy
cuerdo? Dicen por ahí que la locura no puede vivir sin la razón, porque sólo si
la razón puede reconocer a la locura, puede determinar la verdadera importancia
de ambas. ¿Para qué? ¿Para reconocer la miseria que a uno lo rodea, para
identificar sus flaquezas, su incapacidad para razonar de una forma
supuestamente coherente? La relación que se establece en su amorío secreto, con
el pasar del tiempo, deriva en el saber y en la experiencia, dicen, y de esta
forma no se valoriza en absoluto ni las banalidades ni las falsas creencias,
por ende, se evitan fanatismos, cosa que por nuestros días, son materia
imperante… ¿no os parece? Si la ciencia ha tenido desde su nacimiento un afán
casi enfermizo del reconocimiento universal de una sola verdad, pretenciosa
como ella sola en alcanzar la posteridad… ¿Cree Usted que ha logrado, por lo
que ve a su alrededor, conseguirlo realmente, sobre todo en tiempos donde nada
es una verdad absoluta, y las verdades antaño absolutistas van siendo tiradas
por tierra por ellos mismos, por los científicos a medida que avanzan las
investigaciones de toda suerte de áreas del complejo universo de la vida? Nadie
entiende nada caballeros. Pareciese que hay que moverse, desde la vida
personal, como en el inicio de los tiempos, por la más pura intuición. Uno mira
todos los productos tecnológicos que aparecen sin cesar como juguetitos
manufacturados en Korea con diseño californiano en las estanterías de las
tiendas y te entran unas ganas de agarrarla a piedrazos, pero sigues de largo
esperando que todos los cretinos que eyaculan con aquella idiotez no terminen
por morir de cáncer… o alguna enfermedad similar producto de las ondas
microondas de todos esos aparatos. Lo mismo casi no utilizas un teléfono móvil,
ni ordenador, ni permaneces en ninguna red social, no tienes coche, tampoco
televisión, no compras en supermercados, no tomas medicamentos de ningún tipo
ni te metes en un centro comercial. Y eres un loco. Y lo más fuerte de todo es
que la gran mayoría de personas [algo así como el 99.5% de la gente con la que
convives a diario] que no está de acuerdo en que uno no forme parte del gran
sistema de consumo, se esfuerza por hacerte creer de que lo estás, de que estás
loco… es muy fuerte. Y si te aburres de aquella mierda de discurso popular y
los mandas a todos a tomar por culo, o individualmente, resulta que aparte de
loco, pasas a convertirte en una persona intratable, irascible, un loco
peligroso, antisocial, dislocado e incapaz de mantener relaciones sociales. Ese
es el mundo contemporáneo, la metamorfosis de la razón en locura y la locura en
razón. De ahí la desaparición de los límites entre lo que es bueno y es malo,
un universo de absoluta sordidez.
Pero esto no es nada nuevo
caballeros, ni quien os escribe está descubriendo la pólvora. Ya seis centurias
atrás el hombre comenzaba a establecer los sucesos y hechos del mundo de otra
manera. Los temas supremos pasaron a ser mundanos, y al revés también. Todo se
volvió más cercano y entendible para llegar a la actualidad donde pasó más
allá, a entenderse como manipulable. El miedo a la muerte se relaja gracias a
su humanización, volviéndose terrenal y por lo mismo alcanzable y comprensible,
cometiendo a su vez el error de creer que ese acercamiento daría el pistoletazo
de salida a que esos sucesos fuesen dominables o manejables por la mente y el
razonamiento humano, improbable si sólo algunos creen conocer la verdadera
realidad, la idiotez de creerse un dios. Y ya ve, estamos rodeados de idiotas.
Idiotas al cubo. Los que te tildan de loco.
Arthur Rimbaud, Pablo Picasso o
Salvador Dalí, por dar sólo un triunvirato de ejemplos precisos, eran
catalogados como locos, locos que hacían cosas guapas entonces la sociedad
podía estar tranquila, no estaban en manicomios sino encerrados en sus estudios
haciendo sus locuras. Y resulta que después empezó a gustar lo que hacían, y
después los empezaron a consumir. Y resulta que los tres locos comenzaron a
universalizar su locura, y empezaron a dar la vuelta al mundo, Y de repente los
locos empezaron a tomar en sus manos asuntos puramente políticos que pasaron a
convertirse en un imaginario global, y después, pasar a ser parte esencial de
la cultura de la humanidad. ¿No te jode? En las miserables, dictatoriales y
rutinarias vidas de la gente cuerda y razonable, ellos se convirtieron en un
monumento material e inmaterial de lo que significaba la libertad, la cultura,
las ideas y la sanidad de la libre elección, cuyos puentes derivan en un
sentido ligado al ejercicio de la democracia. Y como ellos, tantos otros locos
como los que inventaron los grandes monumentos de la historia, los edificios
más sobresalientes de todas las épocas, los avances científicos magníficos, la
independencia de sus países, una comunidad europea después de una guerra
siniestra. ¿O qué pasa, que acaso se piensa Usted que aquellos no estaban locos
para pensar así de grande? Rimbaud, Picasso, Dalí o todos los representantes
protagónicos de todos esos avances para el mundo estaban más cuerdos que
cualquiera, con un razonamiento fuera de lo común y a su vez, con la locura
como para poder hacer tangibles esas maravillas. Dígame ahora quién está loco…
habría que tener muchísimo cuidado al enjuiciar o tildar a alguien de algo, sin
saber en su totalidad el universo de las particularidades de cada individuo
caballeros… Como dice MR Patricio Pron, una exitosa ficción sobre el regreso de
Hitler arroja sombras sobre el presente. Ha vendido una sola novela más de
medio millón de ejemplares en Alemania, portada de una docena de revistas y de
suplementos culturales donde no se esconde el entusiasmo por la sátira de un
Hitler que se transforma en estrella televisiva con partido político propio… y
pareciese normal, dado el aumento de los nacionalismos y la xenofobia en el
viejo continente producto de la crisis exportándose a toda velocidad por el
pensamiento popular de la antaña mayor democracia del mundo. Dígame entonces,
donde se encuentra el verdadero razonamiento, o donde se encuentra la verdadera
locura… no sabe uno para dónde mirar. Dicho esto, no quedaría, a lo mejor bajo
el punto de vista de Erasmo de Rotterdam, como hace seis centurias atrás, más
remedio que esperar la propagación, con la misma rapidez, como una plaga, de
locos como Rimbaud, Dalí o Picasso, y que vuelvan, como ellos, a hacer lo
mismo, y con la tecnología de hoy, incluso mejor. El verdadero y magnífico
renacimiento de eso, el elogio a la locura. Será el elogio a la razón.
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