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11.1.14

CHILE Y SUS LIBROS

Image::MR NICK DALY PHOTOGRAPHER © GETTY::


Recién entrado el año 2014, a nueve días del año en curso, y a un par de meses que asuma la nueva presidenta dela República en su rol de mandataria dentro del Estado chileno por elección democrática, el tabloide norteamericano “The New York Times” publicaba un artículo de autoría de MR Simón Romero, que fuera de todo partidismo con que cualquier lector pueda identificarse, o identificar a quién les escribe, ha provocado, a todas luces, hacer agachar la cabeza, a todos los chilenos, como ciudadanos, como latinoamericanos, y como sujetos parte de un orbe globalizado… y apretar la mandíbula en una suerte de bruxismo, y con muchísimo dolor [una vez más], y con muchísima razón.


Ese artículo, titulado “A ChileanDictator’s Secret Book Collection: Heavy on Napoleon, Light on Fiction” describe el trabajo de un grupo de investigadores que tras la muerte del dictador sudamericano sobre las cuentas bancarias que mantenía secretamente en instituciones financieras fuera del país, que rozaban los 20 millones de dólares, varias de ellas en suelo estadounidense, sacaron a la luz una impresionante colección bibliográfica que Augusto Pinochet formó en sus años de régimen, cercana a los 50.000 libros impresos, avaluados por una curadora especialista en 3 millones de dólares. En dicha colección, caracterizada por el periodista como la más importante de América Latina, repartida entre la fundación privada de quién hablo, la Academia Militar y su residencia particular, incluye obras como las escritas por el jesuita Alonso de Ovalle en el siglo diecisiete, los diarios de prisión de Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo diecinueve o trabajos sobre insurgencias guerilleras y teorías marxistas como Antonio Gramsci, el filósofo italiano encarcelado por el gobierno fascista de Benito Mussolini, entre otras fascinantes obras encargadas por el mismísimo Pinochet a las representaciones diplomáticas chilenas en el exterior y financiadas, clase y charme a un lado, con fondos públicos. De toda esa impresionante colección, según el ex canciller HeraldoMuñoz, el dictador, prácticamente, ningún ejemplar abrió para explorar sus mundos. Más bien, según el autor de dicho artículo, Pinochet era, paradójicamente hablando, víctima de un complejo de inferioridad, que secretamente, en su mundo personal, lo hizo atesorar esa colección que ya la desearía la egipcia Biblioteca de Alejandría, de nuevo, con muchísima razón.


Todo este escándalo, dentro de la intelectualidad local e internacional, abre una ventana hacia otro tema, grueso, que es la falta de educación abismal de la mayoría de la población, donde clases medias burguesas y clases altas [caracterizadas por esa misma lucha de clases abierta por exactamente la misma razón] se burlan de sus compatriotas, que según esas élites, no son siquiera capaces de modular, convirtiendo su español en uno de los más difíciles de todo el grupo de países iberoamericanos que hablamos, soñamos y sentimos en español, convirtiendo el idioma local en una vergüenza internacional, tristemente. Sin embargo, esto no sucedía hace casi media centuria atrás, en el propio país, donde alumnos de escuelas públicas y privadas hablaban y se comunicaban a la par, por la sencilla razón de que todos por igual tenían acceso a los libros… los libros, esas maravillas consideradas el más alto logro de los hombres junto con la tecnología y los avances de la ciencia, un triunvirato que conformaba antaño, y aún hoy, los elementos fundamentales para convertir cualquier país secundario en un país desarrollado, una sociedad con personalidad y opinión propia… a fin de cuentas, una nación culta, por ende, una nación sana.


De Augusto Pinochet, lo sabemos todos, no fue sólo la decisión de vetar libros y quemar cientos de miles deobras impresas en las calles, o luego establecer un 19% de IVA al libro, asegurándose de esta forma que gran parte de su propio país jamás en la vida pudiese tener acceso a él, prohibición que se mantiene hasta nuestros días, en pleno siglo XXI. Eso no solo afecta a las masas de población en sus accesos a la literatura, sino también a los propios autores, que se encuentran con todo tipo de trabas, nobeles y noveles, a meter sus obras hasta en los rincones más inhóspitos de esa larga y fina franja de tierra, descrita por algunos de los miembros del boom como uno de los sitios más bellos e impresionantes de la tierra, los del boom latinoamericano, ese grupo de escritores como GabrielGarcía Márquez, Mario Vargas Llosa o Juan Carlos Onetti que abrieron el corazón y transportaron a ciudadanos de toda Europa, los Estados Unidos y el resto del mundo a parajes paradisíacos de ese sitio al fin del mundo, una tierra donde la vida común de su gente más sencilla los teletransportarían a lugares que cualquier ser humano añoraría hasta sacarle lágrimas, y una sonrisa extensa por lo ancho y largo de sus rostros… Este año 2014, en que se celebrará a Carlos Paz y a JulioCortázar, tras un año donde las quinielas del asesinato de Pablo Neruda, uno delos nombres que les hizo levantar la barbilla ante el resto del mundo, por parte del dictador que coleccionó 50.000 títulos a modo personal evitando en ese número todos esos nombres que hicieron soñar al resto del globo terráqueo, sería un buen regalo, para su propio país, que el Estado chileno, en la figura de su parlamento, tuviese la solidaridad, izquierdas y derechas por igual, de volver a darles a la ciudadanía para con la cual, supuestamente, se sienten protectores, devolverles uno de los elementos fundamentales no sólo del Estado de Bienestar, sino uno de los derechos fundamentales, que es el acceso a la cultura, y el principal de ellos, el acceso al libro.



Aquello, fuera de cualquier debate, para personas cultas dentro de las dos facciones que dividen tristemente al país, aparte de darles réditos políticos y electorales, podría ser una buena estrategia para el nacimiento de un mercado nuevo, y ojalá, en esa esperanza, convertir a su propio país en esa dama sobria, educada y guapa que le guiñe un ojo a Barcelona, Buenos Aires o Ciudad de México, donde los noveles quieran quedarse y donde los nobeles quieran ir, y pasárselo en grande. Después de esa bomba del “The New York Times”, creo que el país y su gente se lo merece, ¿Por qué? Porque se reirán todos, y de buena gana. Piénsenlo. El país puede, y si quiere, muy, pero que muy bien. Que París quede boquiabierto. Se reirán solos.


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