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9.6.14

HOMBRES Y MODA

Image::MR YU TSAI PHOTOGRAPHER © LOS ANGELES::


En este impresionante mundo de la moda, donde tantas cosas pasan y en donde la figura de los hombres durante siempre y, con más ahinco desde hace menos de una década, se ha transformado en un importante nicho de negocio, existe una pregunta. Seguramente la mayoría de los hombres la obviarán sin ningún tipo de interés. Quizá un pequeña parte de ellos habrán reparado en ella alguna vez, en esa pregunta. A lo mejor con mayor interés esa nueva raza de metrosexuales, o la población homosexual joven y no tan joven sin mayores preocupaciones que la apariencia personal y el consumo, que es mucha, o una gran proporción de hombres de clases medias aburridos de que el mundo del retail les meta el dedo en la boca, o más abajo, que también es mucha.


Esa pregunta, no es más que la simple: ¿Saben los hombres, realmente, que coño están usando? En el sentido amplio de la palabra, o el ¿por qué, inconscientemente, la están usando? ¿Se lo ha preguntado Usted alguna vez? Más allá del facilismo de cubrirse del frío, la pregunta abarca varios mundos cuyas respuestas, a juicio personal, deberían responderse y de forma muy precisa tanto diseñadores como usuarios y clientes. ¿Por qué? Sencillamente, porque de sus respuestas arranca toda la maquinaria de consumo de uno de las mayores industrias del mundo, monetariamente hablando, y más allá. El cuerpo humano, en todo esto, es el elemento fundamental, y partiendo desde ahí, el gran problema para los diseñadores de moda estriba en que sus estímulos normales y aún supernormales, están relacionados con características biológicas. Como solo existen unas pocas zonas vitales, la limitación es estricta y obliga a los creadores a una serie de ciclos peligrosamente repetitivos  [misma razón por la cual quién os escribe no dedica su tiempo a atender la crítica o el estudio de la totalidad de pasarelas masculinas, ni siquiera femeninas… de cada temporada. Sería un absurdo]. Sólo con gran ingenio puede vencerse esa dificultad, y cuando sucede, generalmente llaman la atención por sí solos sin siquiera necesidad de asistir a un desfile.


Sin embargo los ciclos de la moda masculina, desde siempre, siguen un rumbo un tanto diferente. Desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, el macho ha manifestado estar más interesado por presentar su status que por sus características sexuales. Un alto status significa posiblidad de ocio, y la vestimenta más característica del ocio son las ropas deportivas. ¿Ha visto Usted las últimas pasarelas de colecciones masculinas de Milán, París, Londres y Nueva York?, ¿Se ha dado cuenta el protagonismo que en todas ellas, y desde hace ya un buen tiempo, adquieren los elementos deportivos mezclados con gracia en atuendos de histórica formalidad? Hoy por hoy caballeros, casi sin darnos cuenta, prácticamente todos los hombres llevan lo que puede clasificarse como “ex ropa deportiva” y es que puede demostrarse con lo que os digo que hasta nuestro traje más ceremonioso tiene este origen. En cualquier momento concreto de la historia contemporánea reciente ha existido siempre un traje altamente funcional elegido para la práctica deportiva característico del alto status del momento. Llevar esa vestimenta indica que uno puede disponer del tiempo y el dinero necesarios para la práctica de ese deporte, como las camisetas y polos Lacoste, que ya podríamos ir preguntándonos si acaso ese gigantesco número de personas que las llevan realmente disponen de los recursos y el tiempo del que hablamos… lo dudo. Esto quiere decir que esta manifestación de status puede ser supernormalizada llevando esa pieza de vestir como indumentaria corriente, aún cuando no se esté practicando el deporte en cuestión, magnificando así, al extenderla, dicha manifestación. ¿Qué os parece? Las señales que salen a flote de esa ropa deportiva le dicen al resto que quien las lleva puesta tiene mucho tiempo libre, y esto mismo puede hablar casi igual de bien respecto a un hombre no deportista que no puede permitirse el lujo de participar en el deporte. Y por supuesto, como todo, cuando después de algún tiempo llegan a ser completamente aceptadas como ropa cotidiana, desde luego pierden su impacto, y se cambia y se elige otro deporte de status, y ya. En la Inglaterra de hace tres centurias, los caballeros rurales exhibían su status dedicándose a la caza. Para la ocasión adoptaron una ostensible forma de vestir. Una chaqueta larga recortada por delante, lo que le daba el aspecto de tener colas por la parte de atrás. Abandonaron los enormes y aletentes sombreros por otros rígidos de copa como prototipos de cascos de batalla. Cuando se estableció como prenda deportiva de alto status, se extendió por todos sitios.


Los dandys, que hoy han resucitado de las cenizas y las novelas para tratar de crear [o recrear] un nuevo hombre basado en un antiguo modelo, pésimamente imitados de por cierto, fueron quienes empezaron a usar un modificado traje de caza como indumentaria diaria, considerándose como escandaloso. ¿Y los dandys? Se la sudaba, completamente. Gracias a ellos se difundió esa moda y a mediados del siglo XIX el traje de sombrero de copa y faldones se había transformado en el atuendo diario y normal. Convirtiéndose en lo aceptado y tradicional, obviamente, tuvo que ser sustituido por la elite que deseaba hacer ostentación de sus señales supernormales de ocio. Fueron a por la caza, la pesca y el golf. Los bombines se convirtieron en sombreros hongo, chaquetas de caza en americanas a cuadros, etc, etc. Ya hace un siglo, la americana fue aceptada como traje serio de uso diario, perdiendo colorido en su proceso. El frac fue desplazado un paso hacia la etiqueta y reservado para ocasiones especiales como bodas o ceremonias nocturnas, pero la americana llegó a su altura y lo despojó de sus faldones para convertirse en smoking. Y por supuesto, cuando pasó su época de gloria, el traje de americana fue sustituido. La equitación conservaba un alto valor de status, por consiguiente la situación se repitió. Ahora la chaqueta de montar no tardaría en ser conocida como chaqueta deportiva, adquiriendo irónicamente ese nombre sólo cuando dejó de serlo… convirtiéndose en prenda de uso cotidiano. Insertándose en en mundo de la vida cotidiana, nació el suéter de cuello de polo y llevarlo confería a su dueño la subida en un escalón de status, y así para adelante.



De esta forma, casi todo lo que llevamos puesto hoy es el resultado del principio de la lucha por el estímulo, de agotar las diversas posibilidades por producir el efecto de súbita novedad. ¿Cuántos hombres de negocios vestidos con americanas de sobrios tonos pavoneándose por la calle o en despachos, son conscientes de que están siguiendo la forma de vestir de los deportistas de principios del siglo XIX? O, ¿Cuántos jóvenes con chaquetas deeportivas se sienten a sí mismos como jinetes o cuántos de ellos vestidos con camisas de cuello abierto y suéters de punto como pescadores del mediterráneo? Probablemente muy pocos. Muy, pero que muy pocos. El mundo de la moda se ha vuelto tan vertiginoso que apenas nos da un margen de tiempo para llegar a saber lo que traemos puesto cuando ya debemos cambiarlo para no quedar atrás, nos obliga. Sabemos todos que los estilos son absorbidos sin tardanzas, y entonces se hace imperioso otro que ocupe su lugar y suministre un nuevo estímulo. Cualquiera que hoy sea la más atrevida innovación en el mundo de la moda mañana se convertirá en respetabilidad y en un abrir y cerrar de ojos se fosilizará en pomposa etiqueta mientras surgen otras rebeliones para su sustitución. Es fuerte, y solo mediante este constante proceso giratorio pueden las vértices centrales de la moda crear estímulos para mantener su impacto masivo. La novedad es la madre de la necesidad, como también de la invención, y es bajo esta premisa que esta industria amplifica artificialmente estímulos seleccionados bajo la otra premisa de que todo hombre es absoluta y completamente predescible. El juego, para quien esté dispuesto, es no convertirse en parte del rebaño, ser impredescible, aunque sea por estas épocas, difícil saber si es que sin desearlo, ya se es parte de él. Son sólo algunas anotaciones para incentivar en Usted, hombre, cuál quiere que sea su relación con lo que nos convoca: la moda.


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