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25.3.16

MILLENNIALS

Image::IBM DEVELOPER WORKS © WORLDWIDE::


Hace una semana atrás estuve en el festival de música Loollapaloza por segunda vez, donde un ramillete de bandas y cantantes daban lo mejor de sí ante miles de jóvenes enardecidos. Mirando para todos sitios, caí en cuenta de que se trataba de decenas de miles de adolescentes y jóvenes que no pasaban de los treinta años, en primer lugar. Y en segundo, que estaba frente a la inminente posibilidad de cogerme un cáncer seguro a causa de las microondas. Había más teléfonos móviles que gente! ¿What the fuck? Fue lo primero que se me vino a la cabeza.

Unos días después, quedé observando con detención cómo los hijos de dos amigas, que ninguno superaba la década de vida, pasaban y pasaban con sus dedos minúsculos las pantallas de sus iPhones jugando con sus aplicaciones. Me vino un escalofrío al recordar que a esa edad como mucho estaba garabateando con lápices de colores sobre una hoja de papel o directamente llevándome un puñado de tierra a la boca. Sin lugar a dudas, los tiempos han cambiado, y mucho.

Smartphones, iPhones y drones aparecen por todas partes. Apple se convierte en la compañía más rentable de los Estados Unidos y los de mi edad eyaculan al pensar en abrir sus propias “Start Up” y hacerse ricos en tiempo récord sin salir de casa ni quitarse sus zapatillas de levantarse ni sus pijamas. Supuestos especialistas los catalogan de “Millennials”.

En lo personal, fue fascinante romper a los veinte pocos con las normas que hasta hace una década era regla. Después de estudiar en un colegio católico de curas, entrar si o si a una universidad estatal y de prestigio (porque si no tu vida estaba literalmente acabada y serías humillado hasta el último de tus días catalogado como un perdedor), abandonarla, reafirmarte en tu condición sexual, mandar todo a tomar por culo, coger tus pocos ahorros, tu mochila y partir al otro lado del globo a buscarte la vida para aprender cómo realmente funciona el mundo y ser libre absorbiendo toda la información que pudieses como una esponja, esa palabra tan importante para la propia felicidad… con todos los sacrificios y llantos ante lo nuevo que significó… estar en medio de dos guerras y salvar el pellejo, metido en palacios y también en antros de última calaña salvando de nuevo el pellejo, hoy parece que fuera algo que ha existido toda la vida, como si hubiéramos tenido que pasar tanto para que los más jóvenes, los de hoy, se les diera todo en bandeja… en cierto modo resulta repugnante y te entran ganas de reventarles la cabeza con una patada voladora. Por otro, en la alegría de que hoy existan más oportunidades para ellos, que puedan salir del armario (en prácticamente todo el mundo occidental) sin temor a represalias, que se luche contra el bulling y otros tantos avances que te alegran la vida en la esperanza de un mundo mejor para ellos, y de pasada para uno.

Sin embargo, parece que todo ese esfuerzo ha resultado en una nueva ley del mínimo esfuerzo. Las voces más críticas con las nuevas generaciones atacan argumentando, a nivel general, que no saben nada de cultura general y que tampoco les importa. Son flojos, les va el reggaetón y cataratas de cerveza y marihuana, no saben qué coño estudiar, están desinformados y no les interesa la contingencia. Se afirma que son inconscientes del mundo, doctrinados (pensando que todo es blanco o negro), llenos de prejuicios en temas de política y religión vomitando opiniones impuestas o asustados de tener las suyas propias. Dicen que hay que empujarlos a que hagan cosas porque les han dado todo y que no tienen ningún tipo de iniciativa.  Las voces menos radicales los caracterizan por su íntima relación con las nuevas tecnologías y los catalogan como más conscientes sobre sus elecciones de consumo. Se dice también que son más críticos con su entorno por el mayor acceso a la información y con una disposición a una revolución espiritual sin quedarse necesariamente en las ortodoxas opciones religiosas tradicionales. En el plano sexual, son más abiertos a nuevas experiencias de todo tipo y en el laboral, menos resignados y dispuesto como nunca a moverse por el mundo.

Cuando era estudiante universitario, trabajaba en un pequeño hostel para mochileros internacionales. Los móviles recién aparecían como un ladrillo de obra gruesa y los ordenadores pesaban de 10 a 30 kilos con una interfaz de un año y medio. Eso significaba que a cualquier hora del día entre cinco a veinte personas se juntaban en la sala a jugar dominó, cartas, tocar la guitarra, hablar de cualquier tema, de nuestras vidas y hacer amigos experimentando con mojitos o caipiriñas a la francesa, a la americana o a la sueca. Hoy, en el festival de música al que fui, podrías coger un palo de escoba y cual samurái desplegarlo con los brazos en alto y revolear cien o ciento cincuenta smartphones y iPhones. Según un estudio de Telefónica Global Millennial Survey, un 78% de los jóvenes tenían un móvil en el 2014, un 37% Tablet, un 70% laptop y un 57% desktop, haciendo de una pantalla su acceso al mundo de la socialización, el trabajo y el ocio, admitiendo el 45% que no podrían estar un solo día sin sus aparatos.


MR Antoni Gutiérrez-Rubí, en uno de sus artículos en la revista Forbes los describe como digitales, multidispositivo y multipantalla, nomófobos, appadictos, extremadamente sociales, críticos, exigentes pero también volátiles. Exigen personalización y nuevos valores haciendo hincapié en su autosuficiencia y autonomía en una sed casi enfermiza por ser protagonistas. Valoran la participación y la colaboración prefiriendo compartir a poseer. Pareciera ser que ante la barbarie y el horror de nuestros días, perpetuada por nuestros padres y abuelos que ha desembocado en lunáticos con cinturones de explosivos volando vagones de trenes, periódicos, aeropuertos y calles, existirá en los próximos años una generación que exigirán nuevos valores como la transparencia, la sostenibilidad y el compromiso social. Considerando que en cuatro años más los “Millennials” representarán el 50% de la fuerza laboral en el mundo entero, puede que se conviertan en la esperanza para eliminar los estigmas que nos han hecho tanto daño y los artífices para crear un ambiente más amigable para todos. 




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