Image::IBM DEVELOPER WORKS © WORLDWIDE::
Hace una semana atrás estuve en el festival de música Loollapaloza por segunda
vez, donde un ramillete de bandas y cantantes daban lo mejor de sí ante miles
de jóvenes enardecidos. Mirando para todos sitios, caí en cuenta de que se
trataba de decenas de miles de adolescentes y jóvenes que no pasaban de los
treinta años, en primer lugar. Y en segundo, que estaba frente a la inminente
posibilidad de cogerme un cáncer seguro a causa de las microondas. Había más
teléfonos móviles que gente! ¿What the fuck? Fue lo primero que se me vino a la
cabeza.
Unos días después, quedé observando con detención cómo los hijos de dos
amigas, que ninguno superaba la década de vida, pasaban y pasaban con sus dedos
minúsculos las pantallas de sus iPhones jugando con sus aplicaciones. Me vino
un escalofrío al recordar que a esa edad como mucho estaba garabateando con
lápices de colores sobre una hoja de papel o directamente llevándome un puñado
de tierra a la boca. Sin lugar a dudas, los tiempos han cambiado, y mucho.
Smartphones, iPhones y drones aparecen por todas partes. Apple se convierte
en la compañía más rentable de los Estados Unidos y los de mi edad eyaculan al
pensar en abrir sus propias “Start Up” y hacerse ricos en tiempo récord sin
salir de casa ni quitarse sus zapatillas de levantarse ni sus pijamas.
Supuestos especialistas los catalogan de “Millennials”.
En lo personal, fue fascinante romper a los veinte pocos con las normas que
hasta hace una década era regla. Después de estudiar en un colegio católico de
curas, entrar si o si a una universidad estatal y de prestigio (porque si no tu
vida estaba literalmente acabada y serías humillado hasta el último de tus días
catalogado como un perdedor), abandonarla, reafirmarte en tu condición sexual,
mandar todo a tomar por culo, coger tus pocos ahorros, tu mochila y partir al
otro lado del globo a buscarte la vida para aprender cómo realmente funciona el
mundo y ser libre absorbiendo toda la información que pudieses como una esponja,
esa palabra tan importante para la propia felicidad… con todos los sacrificios
y llantos ante lo nuevo que significó… estar en medio de dos guerras y salvar
el pellejo, metido en palacios y también en antros de última calaña salvando de
nuevo el pellejo, hoy parece que fuera algo que ha existido toda la vida, como
si hubiéramos tenido que pasar tanto para que los más jóvenes, los de hoy, se
les diera todo en bandeja… en cierto modo resulta repugnante y te entran ganas
de reventarles la cabeza con una patada voladora. Por otro, en la alegría de
que hoy existan más oportunidades para ellos, que puedan salir del armario (en
prácticamente todo el mundo occidental) sin temor a represalias, que se luche
contra el bulling y otros tantos avances que te alegran la vida en la esperanza
de un mundo mejor para ellos, y de pasada para uno.
Sin embargo, parece que todo ese esfuerzo ha resultado en una nueva ley del
mínimo esfuerzo. Las voces más críticas con las nuevas generaciones atacan
argumentando, a nivel general, que no saben nada de cultura general y que
tampoco les importa. Son flojos, les va el reggaetón y cataratas de cerveza y
marihuana, no saben qué coño estudiar, están desinformados y no les interesa la
contingencia. Se afirma que son inconscientes del mundo, doctrinados (pensando
que todo es blanco o negro), llenos de prejuicios en temas de política y
religión vomitando opiniones impuestas o asustados de tener las suyas propias.
Dicen que hay que empujarlos a que hagan cosas porque les han dado todo y que
no tienen ningún tipo de iniciativa. Las
voces menos radicales los caracterizan por su íntima relación con las nuevas
tecnologías y los catalogan como más conscientes sobre sus elecciones de
consumo. Se dice también que son más críticos con su entorno por el mayor
acceso a la información y con una disposición a una revolución espiritual sin
quedarse necesariamente en las ortodoxas opciones religiosas tradicionales. En
el plano sexual, son más abiertos a nuevas experiencias de todo tipo y en el laboral,
menos resignados y dispuesto como nunca a moverse por el mundo.
Cuando era estudiante universitario, trabajaba en un pequeño hostel para
mochileros internacionales. Los móviles recién aparecían como un ladrillo de
obra gruesa y los ordenadores pesaban de 10 a 30 kilos con una interfaz de un
año y medio. Eso significaba que a cualquier hora del día entre cinco a veinte
personas se juntaban en la sala a jugar dominó, cartas, tocar la guitarra,
hablar de cualquier tema, de nuestras vidas y hacer amigos experimentando con
mojitos o caipiriñas a la francesa, a la americana o a la sueca. Hoy, en el
festival de música al que fui, podrías coger un palo de escoba y cual samurái desplegarlo
con los brazos en alto y revolear cien o ciento cincuenta smartphones y
iPhones. Según un estudio de Telefónica Global Millennial Survey, un 78% de los
jóvenes tenían un móvil en el 2014, un 37% Tablet, un 70% laptop y un 57%
desktop, haciendo de una pantalla su acceso al mundo de la socialización, el
trabajo y el ocio, admitiendo el 45% que no podrían estar un solo día sin sus
aparatos.
MR Antoni Gutiérrez-Rubí, en uno de sus artículos en la revista Forbes los
describe como digitales, multidispositivo y multipantalla, nomófobos,
appadictos, extremadamente sociales, críticos, exigentes pero también
volátiles. Exigen personalización y nuevos valores haciendo hincapié en su
autosuficiencia y autonomía en una sed casi enfermiza por ser protagonistas. Valoran
la participación y la colaboración prefiriendo compartir a poseer. Pareciera
ser que ante la barbarie y el horror de nuestros días, perpetuada por nuestros
padres y abuelos que ha desembocado en lunáticos con cinturones de explosivos
volando vagones de trenes, periódicos, aeropuertos y calles, existirá en los
próximos años una generación que exigirán nuevos valores como la transparencia,
la sostenibilidad y el compromiso social. Considerando que en cuatro años más
los “Millennials” representarán el 50% de la fuerza laboral en el mundo entero,
puede que se conviertan en la esperanza para eliminar los estigmas que nos han
hecho tanto daño y los artífices para crear un ambiente más amigable para
todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario