Imágen::MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE NITERÓI BRASIL::
El fin de semana me pilló en Luxemburgo. Iba a una cita para estudiar colaborar con una interesante revista de ese pequeñito lugar. Sin embargo, más que preocuparme de revisar la correcta traducción del material que debía presentar, lo que me dió vueltas en la cabeza desde que me subí al avión hasta que llegué a mi habitación de hotel era en realidad el Pabellón Mies van der Rohe. Un día antes de embarcarme había estado en él para ver la instalación de los japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, arquitectos autores del nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, entre otros fantásticos edificios repartidos por la mitad del planeta. ¿por qué me obsesionaban tanto? porque leí una entrevista con ambos en un periódico de distribución nacional y en sus palabras publicadas descubría una sencillez y humildad despampanante. Investigué sus proyectos por el sitio de su estudio, SANAA y la web y con mucha alegría descubrí que su discurso era equitativo a sus actos. Sus propuestas arquitectónicas, todas, se caracterizan por la sutilidad, el exquisito encanto de lo discreto y la poesía como principal instrumento de inspiración. Lo del Mies era sólo una extensión a escala de su genialidad. Estaba seguro que de ellos hubiese opinado lo mismo mi héroe: el fantástico Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares.
Al mismo tiempo me enteraba por sorpresa que Antoni Muntadas sería el invitado para intervenir el mismo edificio en la primavera del 2009, integrándose al grupo de otros que ya han hacho de las suyas en Montjuïc como Dennis Adams, Claude Rutaut, Thomas Ruff, Jeff Wall, Iñigo Manglano-Ovalle, Benedetta Tagliable y Enric Miralles. Más me obsesionaba la idea de que el próximo fichaje fuese Muntadas, otro sencillo e impresionante hombre. Mi mente regresó un año atrás, la imágen de Muntadas sentado en una silla frente a un viejo televisor al medio de una alfombra azul gigantesca con un aro de estrellas amarillas. La réplica de la bandera de la Unión Europea, alfombra que estuvo presente en los parlamentos de cada uno de los países por encargo al artista por la propia comisión europea cuando se fundó la unión. Era esa imágen del Premio Nacional de Artes sentado en una vieja silla frente a un viejo televisor al medio de esa alfombra-bandera en un enorme salón, su piso de la calle Diputación en Barcelona.
Y frente a esa sublime imágen estaba quien les escribe, sólo frente a él. Más que llenarme del más completo orgullo y de darle gracias a la vida por ese enorme regalo, lo que me embargó fue un ataque de risa, porque quien les escribe estaba detrás del viejo televisor haciendo de antena para que el Señor Muntadas pudiera ver un partido de Rafael Nadal. Como estaba seguro que no haría de antena parabólica durante todo el partido, le dije que el problema era su posición y que levantara una mano; después la otra; después las dos y finalmente un pié. La situación era surrealista. Cogí una silla al final y me senté junto a él en calcetines y tratamos de ver lo que pudimos. En los intervalos de publicidad me contaba de su vida en Nueva York, el proyecto de video que estaba realizando en el desierto y la relación que tuvo con Roberto Matta. Por él me enteré con estupor que cuando Gordon, su hijo, lo fue a visitar después de años de no verse las caras, le concedió una "audiencia" de tal sólo 10 minutos... Gordon Matta Clarck tiempo después terminó su meteórica carrera artística con el suicidio y sería catalogado como uno de los referentes de la historia del arte neoyorkino. Ya mi risa había desaparecido por completo y después de ese día Muntadas se convertiría en una parte importante de mi propia historia personal, a él le debo parte importante de mi capacidad de percepción. Le estoy y estaré eternamente agradecido.
Es la eterna discusión de la inflexión entre la humildad y la soberbia, esa maldita enfermedad. Y la mayoría estamos de acuerdo. El martes de esa misma semana del Mies estábamos todos en la inauguración del BAC!08, el Festival de Arte Contemporáneo de Barcelona que se ha convertido en un referente internacional. Gigi Harrington, su directora, tiene como principal e inherente herramienta el valor de la humildad. Con ella el tema lo sacamos siempre a la mesa. Dos semanas antes, en casa, también lo había discutido entre copas con otros tres amigos, íconos y personajes. Elena (Martin), Yolanda (Muelas) y Santi (Porrero) opinaban igual, y creo que es la misma humildad entre nosotros que con el tiempo ha ido afianzando nuestros vínculos. Es por eso señores lectores que he de insistir tanto en este aspecto.
Cogí el periódico para prestar atención a otra cosa y luego organizarme con la cita... pero el avatar no tenía ganas que terminara con esto que les cuento. La prensa informaba sobre el robo más importante llevado a cabo jamás en Francia. Una banda a plena luz del día, había entrado a la tienda de Harry Winston en París y robado la impresionante suma de ochenta y cinco millones de euros en gemas. Volví nuevamente atrás, al mismo año pasado. Había estado en esa misma tienda de la Avenue Montaigne publicada ahora en la sección policial. Debía mirar a modo de cirujano una colección de collares, pendientes y anillos para un proyecto de ilustración con la revista gala "So Chic". Lo que más me impresionó de aquella experiencia, fue la inimaginable sencillez de su director, Yann Weber. Al mismo tiempo, impresionado también de la soberbia, igual de inimaginable, de la gente que llevaba esa joyería creada hace más de cien años, de nuevo, en Nueva York. ¿sería porque antaño tenía clientes como Richard Burton o Aristóteles Onassis? sea cual fuese la respuesta, no era una justificación, en mi muy personal opinión. Lo de preparar el material para la cita, iba ya francamente mal.
¿Por qué somos tan soberbios señores lectores? la respuesta es simple: inseguridad. Mientras más inseguros, más soberbios. Lo veo a diario. Como pasan los años voy entendiendo de manera paulatina su función, cómo afecta a las personas en su enfermizo manierismo. Separa, destruye y genera conflictos sin ninguna clase de aporte real. Y se los dice una persona que fue en el pasado la reencarnación viva de la más colosal soberbia. Pero pude darme cuenta pronto, cambiar de estrategia y escupir a la cara a mi propia autodestrucción. Desde ese minuto, decidí ocupar la mayor parte de mi tiempo a aprender, a sentarme a escuchar a colegas, artistas, diseñadores y creativos con la más absoluta humildad; conocer sus procesos individuales, sus historias de vida con completo respeto y sobre todo, de aprovechar esa oportunidad para tratar de reirme, reirme lo que más pudiese, partiendo por reirme de mí mismo. Dió resultado. Me reportó un ejército de lectores, ofertas de universidades para ejercer la docencia, de medios escritos para integrar sus filas, de empresas para buscarles ideas, galerías y centros promotores para exponer mi obra. Y lo más importante, a mi juicio, de un inmenso cariño.
El "querer" es un poder enorme señores lectores, más que el dinero. Misma razón que funciona de llave para abrir puertas, hasta las más herméticas, pero para que realmente funcione se debe hacer con criterio y lucidez, con la información correcta, con respeto y sobre todo con humildad. Es así como se puede tener acceso a la gente poderosa, a la realmente poderosa, porque créanme, esa gente no necesita ser soberbia ni aparentar imágenes endiosadas, porque son absolutamente concientes que la efectiva clave radica precisamente en todo lo contrario. Eso señores lectores, se llama Educación, hoy por hoy, uno de los bienes más escasos en el mundo del diseño, las artes y sobre todo en la moda. Lo que os cuento no es para nada nuevo. El ego y el deseo obsesivo de sobresalir por encima del resto más por la apariencia y la verborrea que por las propias capacidades y actos, es el primer gran disparo que explota por la culata, más en nuestra época donde la oferta creativa sobrepasa con innumerables ceros a la demanda.
Pero insisto, creo que esos errores devienen de faltas de educación y no hablo de tener más postítulos o doctorados otorgados por las universidades más reconocidas del mundo. Hablo de aquella educación de esa gente que se mueve por todo el mundo y está en todos sitios, que aprende infinidad de idiomas sólo por la necesidad de comunicarse para conocer a más gente, más historias; aquellos que se dan el trabajo de conocer las religiones a fondo para entender las expectativas de quienes las predican, practican y cómo funcionan sobre la población. La educación de ponerse a leer los medios escritos tanto de izquierda como de derecha, comparar la manera en la cual proporcionan la misma información y atar cabos propios desde una postura imparcial a fin de proponer estructuras diferenciadas de comunicación. De esa gente que puede sentarse con otra que pertenece a una generación distinta conociendo de antemano los procesos sociales e históricos en los que crecieron, para poder intercambiar ideas y conceptos de formá ágil y volverlos a comparar con los propios. Hablo de la educación de ser capaz de querer compartir, entender y estimar a personas de otro color, otra cultura, otra opción religiosa, política o sexual, sacar lo mejor de ellos y agradecérselos con una sonrisa.
Hablo de esa educación de ser capaz de comer con todos los cubiertos y protocolos en la mesa de una embajada en París, y con las manos sobre una manta frente a un indígena o campesino en un país del tercer mundo. Hablo de esa educación de aquella gente que les motiva más comprar joyería precolombina en algún museo etnológico antes que un collar de diamantes en la quinta avenida o en el tríangulo de oro. Hablo de esa misma gente que prefiere comprar ropa a diseñadores independientes con fuertes y sólidos discursos filosóficos, sociales y artísticos antes que a las enormes firmas de alta costura que sobrepoblan con tiendas a las nuevas economías. Esas mismas personas que contra todo pronóstico empezaron a rebuscar en el pasado para reinterpretar con simplicidad el presente y entregar desinteresadamente ánimos para el futuro. Esa gente señores lectores, esa gente poderosísima, es la más encilla, humilde y accesible del planeta. Es esa misma gente que cuando se encuentre con la soberbia nueva de pequeños personajillos, sobre todo en esta industria donde aparecen tán rápido como desaparecen, no dudará ni un minuto en poner al descubierto su propia torpeza e ignorancia para su propio aprendizaje y regalarle otra desinteresada sonrisa, de un formalismo incluso aún más soberbio. Eso según mi personal opinión señores lectores, se llama educación, y créanme, esa educación jamás dará el brazo a torcer cuando perciba su propia ausencia.
Hace nueve años atrás, Marc-Henri Wajnberg preparaba un video sobre Niemeyer y su legado, pero no tenía claro cómo representar visualmente las explicaciones del arquitecto sobre el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói en las afueras de Río de Janeiro, una de sus mayores obras. La tarde pasaba, el tema se prolongaba y Niemeyer ya se veía venir que se perdería la tertulia vespertina con los amigos y el chupito de whisky... y su decisión fue radical. Se colocó en el mirador de su estudio, hizo prender la cámara a Wajnberg y se puso a los mandos del ficticio ovni como si de la "Guerra de las Galaxias" se tratase. En ese video (editado en España por la Fundación Caja de Arquitectos) puede verse a la última leyenda viva de la arquitectura, uno de los creadores de edificios más superdotados de la historia agarrando los mandos en la cabina de su platillo volador, que en realidad es el ventanal de su ático, curvo, convexo y acristalado, entre nubes por encima de Ipanema y Copacabana, sobrevolando el Maracaná y llegando a Niterói donde el ovni se posa en tierra y se convierte en museo. Todo este circo señores lectores, protagonizado por un hombre de noventa y dos años. ¿Se puede creer? si señores, porque el humor y el más desarmante de los seductores habitaban ese estudio decorado con dibujos de ninfas desnudas y muebles diseñados por el propio Señor de la casa, aquel que en su última entrevista le dijo a Borja Hermoso que la injusticia mundial no le hacía ser pesimista, sino realista, y que la verdadera necesidad que tenemos hoy, es que el hombre de hoy sea más humilde... seamos educados y humildes señores lectores, es la única forma de hacer un buen trabajo, es la única y verdadera forma de ganarse el mundo. Muchísimas gracias por leerme, de todo corazón.
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