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3.1.09

LA BE, LA CE Y LA ENE


Image::CENTRE DE DISENNY DE BARCELONA::


Hace unos viernes atrás veía el programa de televisión "Callejeros" y en un momento de la emisión, apareció un conocido locutor de radio sacándose unas fotos en la Gran Vía de Madrid para el reportaje de una revista. A una de las preguntas que le hace el periodista, contestó: "Hombre! Madrid es la Nueva York de España!"... me quedé con la oración unos instantes y ahí me pregunté a mí mismo "bueno, y Barcelona que?". "Barcelona es Barcelona", le hubiese respondido sin titubear ni un sólo segundo, porque es así. Sin pretender entrar en ningún tipo de estúpida e irrelevante competencia que parece ser el leimovit entre esta gente, Barcelona señores lectores es un nombre que brilla con luz propia y perfectamente capaz de competir como ciudad marca con Nueva York, Berlín, París, Londres o cualquier otra gran capital mundial. Esto no creo que me lo pueda discutir nadie, pero ya les diré por qué. Antes debemos reflexionar sobre las nociones que nos compartió hace poco el economista José Luis Nueno a través de un medio escrito nacional.


Nueno habla de la situación francesa y su revitalidad económica, que es importante compartir porque perfectamente podemos comparar y atribuir con el párrafo anterior y de paso, descartar mi imágen de catalanista proteccionista, a sabiendas que ni siquiera soy de aquí. En el pasado año 2008, el consumidor galo mantuvo su confianza por encima del de la zona euro. Ello se tradujo en un consumo que superó al de todos los países de la Unión Europea de los quince, y el único que lo mantuvo. Asimismo, en ningún sector como en el de la moda fue más patente este regreso de Francia. Una inspección superficial de lo que significa el nombre de este país despierta perplejidad, precisamente alrededor de esa pérdida de peso e influencia.


Las empresas francesas señores mantienen su capital en manos domésticas y retienen las decisiones y oficinas de sus responsables en ese país. Sorprende el número y tamaño de empresas del sector de bienes culturales galo, causa y efecto de su propia vitalidad . Francia protege lo suyo con obsesión y utiliza la potencia cultural de su marca-país para vender en el mundo. De acuerdo a ESOMAR señores lectores, la marca Francia triplica en el mundo la asociación media de un producto con la moda, la aspiracionalidad y la percepción de caro. Tan cierto como que la marca España triplica esa misma imágen para los atributos de barato, mal diseño y poca fiabilidad. Francia nos triplica también en cuanto a inversión en educación se refiere. No era de extrañar, vergonzosamente, que nos pusieran aquellas cifras sobre la mesa.


La marca país o el efecto país de orígen, igual que la marca ciudad o efecto ciudad de origen contribuye enérgicamente en la decisión de adquirir un producto con el que un consumidor no está familiarizado, o sobre el que su marca no aporte información suficiente para ello. Los consumidores de las economías desarrolladas tienden a consumir los productos de su país, seguidos de los de otros países desarrollados. Francia señores lectores, deben mucho de su éxito a la defensa descarada de lo suyo.


En el caso de la industria de la moda, los dos mayores holdings galos, PPR y LVMH, fueron comprando una a una todas aquellas firmas de lujo cuyos creadores iban muriendo o vendiendo. La masa crítica de esos grupos ha atraído a creativos muy jóvenes, encumbrando a unos y proporcionando a todos oficio y método. Asimismo, otras empresas se vieron tan animadas por el éxito de estos dos grupos como frustradas por lo poco que les dejaron comprar, razón por la cual invirtieron en marcas nuevas menos rancias, donde la unión de capital con la disponibilidad en abundancia de esos mismos jóvenes creativos les permitió reproducir a menor escala el modelo de lujo contemporáneo, es decir, el de los nuevos ricos y las clases medias acomodadas. Sus estrategias, que mantienen hasta el día de hoy, son la promoción intensiva con celebrities y prensa, la extensión de marca hacia el accesorio y la internacionalización hacia economías emergentes con lo mejor del modelo de masas: tecnología, deslocalización de producción y expansión. Olé.


Otro elemento tan superficial como increíblemente importante para esta industria fue la figura de Carla Bruni, que no es sólo una supermodelo que asume competentemente las funciones de una primera dama, sino que además la compatibiliza con una carrera mucho más que digna como cantante. Aquello, forzosamente y guste o no, se configuró como una catapulta sin precedentes para la marca Francia y particularmente para la moda francesa. Sarkozy por su parte, recalcando que no se configura como santo de mi particular devoción, tuvo el mérito de heredar una Francia que tenía muchos de los problemas que atraviesa el mundo hoy, entre ellos, una relación amorosa prolongada con la temidísima deflación que sin embargo logró hacer recuperar la confianza de un país en el que no había pasado nada durante una década completa de ensimismamiento, compartido por un liderazgo anciano y una ciudadanía obsesionada por mantener sus beneficios sociales. Así como nos afirma Nueno, también yo podría defender la afirmación de que la recesión en la que estamos hoy se terminará algún día, pero saldrán de ella los que sepan cómo, y en ese sentido, puedo afirmar también que Barcelona tiene todas las herramientas para hacerlo siempre que se haga con inteligencia y en un sentido horizontal colaborativo.


Bien es cierto que no tenemos una potencia cultural de marca-país, pero sí que tenemos la potencia cultural de marca-ciudad como uno de los lugares más creativos y sociales del planeta. No tenemos una Carla Bruni o un Nicolás Sarkozy, pero tenemos un espacio público ornamentado con edificios y obras artísticas hechas no por los artistas y arquitectos más importantes del país, sino por algunos de los artistas y arquitectos más importantes de la historia universal. Tenemos a Picasso, Miró, Dalí, Gaudí y Calatrava entre otros muchos. En esta ciudad no vienen de visita algunos de los mejores diseñadores industriales, gráficos, músicos, artistas y arquitectos, sino que viven aquí. En esta urbe habitan los diseñadores de moda independiente que con cada vez más fuerza están presentes en las pasarelas de París y el resto de los circuitos más prestigiosos, como también se crean las revistas del sector cuya distribución abarca los museos y centros promotores artísticos y de pensamiento más importantes del globo terráqueo. Tesoros valiosísimos de la ciudad son también las agencias literarias que representan a más de la mitad de escritores de lengüa castellana nominados al nóvel de literatura, numéricamente horizontal además a su producción en tirajes.


Es en Barcelona señores lectores donde tenemos el Sónar, uno de los festivales de apuesta musical independiente más respetados del mundo; el BAC! el Festival de Arte Contemporáneo que se ha convertido en un referente internacional, al igual que el BCN Design Week que compite en las grandes ligas del diseño industrial, pasando por muchas otras áreas creativas, un verdadero semillero de talento que se exporta con emoción a los cinco continentes. Es uno de los lugares turísticamente más apetecidos por todas las razas y sus diferencias étnicas, culturales, económicas o sexuales, por algo aquí se dan cita algunos de los eventos más destacados de la colectividad homosexual internacional y es elegida base de operaciones de incontables instituciones públicas y privadas de ayuda humanitaria global.


Pocas ciudades alrededor del mundo pueden verdaderamente competir con esta urbe y lo que representa en cuanto a creatividad pura y dura se refiere, pero se debe señores a que está plagada de istmos culturales y sociales, independientes a molestas y cansadas retóricas independentistas internas. Aquí, al igual que Londres, Berlín y Nueva York se confluyen mentes y talentos provenientes de todos los puntos del país en primer lugar, y de todos los puntos del planeta en segundo. La sangría, la paella, el jamón, los toros y las castañuelas representan a España en el mundo, pero la pluriculturalidad en cuanto a alimentos, bebidas, lengüas, nacionalidades, colores de piel y todo lo que son capaces de crear... son lo que representan a Barcelona en el mundo. La marca "BCN" señores lectores, es asociación al buen diseño, barato, fiable, a la creatividad y a lo social, a la no-diferencia, razones por las que un Manu Chao, un Rufus Wainwright o un Woody Allen entre otros muchos, le dedican temas en sus repertorios megavalorizando espectacularmente su capital simbólico internacional. ¿Y qué hacemos con todo aquello?: poco y nada, el eterno dejarse estar por culpa del egoísmo y la inentendible competencia territorial interna, perdiendo el tiempo en discutir a nivel mentalmente provincialista sin resultados concretos en vez de aprovecharlo en nuestro propio beneficio para todo el tejido a través de la colaboración en un mismo buque y con un mismo grito de guerra. No es precisamente el momento señores lectores, ni económico ni social para seguir perdiendo el tiempo. Con todo lo que tenemos, ya es hora de ponernos manos a la obra. Dejar de mirar como inalcanzable al país de al lado, sino por el contrario, saber cómo lo hicieron y más importante aún... tratar de hacerlo mejor. Yo ya empecé, e increíble y paradójicamente, fueron los franceses los que mejor me recibieron... para reflexionar.

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