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2.11.09

PERFIL: DAMIEN, NO LOVE LOST


Imágen::DAMIEN HIRST by WALLACE COLLECTION LONDON::



Hace dos semanas que el mundo se reduce, por opción propia, de la puerta para adentro de mi nuevo piso, honestamente, hecho una pena. Agredido con rabia por sus antigüos inquilinos, curiosamente, artistas y músicos casi todos. De entre las sombras de una literal cueva comienza a aparecer un mundo nuevo, el blanco va cubriendo todo a su paso, con la misma rabia, para ir dejando vía libre a la luz que se inmiscuye por todos y cada uno de sus rincones. Te anima darte cuenta que aquello, ese instante pleno, sólo depende de tí. Entre salones vacíos con suelos de madera y baldosas horadadas de dibujos y altísimos muros, es indescriptible a la palabra la sensación de bienestar que produce el ir descalzo, absolutamente lleno de pintura, pelo, cuerpo, ropa e ir descubriendo cada grieta, cada agüjero, cada rincón de tu espacio vital en completa soledad con las llemas de tus propios dedos. Es una verdadera fantasía, una dicha. Los recuerdos volvían a la memoria, a esas antañas y amplias aulas en la facultad de artes donde te enfrentabas a enormes bastidores con telas tan virginalmente albas que te hacía temblar la mano al poner la punta del lápiz sobre aquella superficie intacta y a medida que avanzaba cada pincelada, cada gesto, la materia misma, te detenías, dejabas todo en el suelo, corrías unos metros en su contra y luego te girabas de nuevo a ella para observarla en silencio, lleno de dudas, haciendo sonar los dedos con fuerza, para luego regresar caminando nuevamente hacia ella, a paso firme, como un amante esquivo y de carácter indomable, y continuar. Había que acabar, había que sacarle la luz. Era la premisa.


Al terminar con la que sería mi habitación, abrí al fin la ventana de par en par y tenía frente a mis ojos, frente a mis propias pupilas, como una dama enorme, a la Iglesia de Santa María del Mar, la misma que inspiró al abogado catalán Ildefonso Falcones para escribir su novela "La Catedral del Mar". Estaba frente a la gran protagonista de esa novela que ya lleva vendida más de dos millones de copias y uno de los parajes obligados de la ciudad, al convertirse gracias a Falcones en uno de los emblemas de la cultura de la humanidad, a través del simple ingenio. Qué les puedo decir. Vista desde el balcón: Notable. Sentimiento: indescriptible, sin palabras. Había que salir a mirar gente y tomar un café abajo, en el barrio. Así lo hice. Me senté en la puerta de la catedral, justo enfrente de mi ventana y me puse a mirar: turistas embobados por la monumentalidad del edificio, disparando fotos, dando mil vueltas al mapa, la terraza de la vinacoteca llena de turistas, idem, entre medio una contorsionista que hacía de las suyas para ganarse el pan; parejas de recién casados tirando el carrito del recién nacido como quien empuja un autobús, veintenañeros supuestamente a la moda con gafas enormes y peinados que seguramente les quitó un par de horas frente al espejo antes de salir a dar una vuelta por el paseo del Borne, a lucir sus encantos en el paseo de moda, falsificaciones de Vuitton para aquí, falsificaciones de Vuitton para allá, brillo un poco descepcionante, un mercado de nunca acabar, un Museo Picasso, un señor mayor, cubano, que toca la trompeta como nadie. Buenos restaurantes, un millar de pequeñas tiendas independientes, algunas buenas galerías, un parque enorme al lado, muchísimos museos y el zoológico. Era, todo, un completo caos. Estaba buenísimo, sinceramente buenísimo. Larga Vida.


Compré la prensa y como temía, me hechó a perder la gloriosa mañana, y el resto del día. Damien, don Damien. Damien Hirst, artista inglés, volvía a la pista, y como siempre, volteaba a todo el mundo. Ahora Damien presentaba una colección de veinticinco óleos en la Wallace Collection de Londres y se gastaba doscientas cincuenta mil libras esterlinas en adecuar la sala para sus pinturas, retapizando el espacio con sedas compradas a la firma que antaño fuese proveedora de María Antonieta. Damien. Entendía ahora el monumental punto de vista de Saatchi al fichar en su tiempo a tipos como éste. Me quito el sombrero, MR. Saatchi. Me alegro mucho por Damien. De lo que no me alegro, es de cómo la gente puede llegar a tratar de ser tan dañina con otra. Lo digo por el periódico, porque lo que leí no tenía perdón. Un artículo de don Llàtzer Moix, periodista, escritor y redactor jefe de cultura en un medio bastante grande. Hablaba de Damien, en un artículo que titulaba "Un mal Pintor", fechado domingo 01 de noviembre 2009. Según él la exposición había sido recibida con severos palos por la crítica. No me extrañó, era Damien, siempre se lo han, vulgarmente hablando, intentado cargar, sea como sea.


Seguí leyendo, no era más de una plana. Decía textual "en los cuadros de Hirst puede percibirse la influencia de Francis Bacon (puede ser, siendo que él mismo se lo cuenta a todo periodista y todo el mundo, porque es cierto), aunque no su potencia formal ni su atmósfera sobrecogedora". "Su potencia formal y atmósfera sobrecogedora". Primer juicio. "Los fondos de colores oscuros le dan en ocasiones el punto tenebroso braconiano". Una impresión personal, muy personal. "Pero los motivos recurrentes -mariposas, mandíbulas de tiburón, lunares...- que frotan sobre tales fondos revelan a un pintor mediocre. Sirven, eso sí, para asociar dichos cuadros a la exitosa imágen de marca de autor". Aquí ya entramos directacamente a la descalificación total de una persona hacia otra. Respecto a la exposición Damien explicaba: "Durante dos años me encerré a pintar y los resultados me parecieron horribles, hasta que me dije: Con todo lo que has hecho hasta ahora, no hay motivo para tener ningún miedo". Ahora lo dejo hablar al señor Moix: "Resulta comprensible que un creador como Hirst no le tema a nada. Ni siquiera al ridículo. Pero eso no quita que su fallido bautismo pictórico le haya puesto en una situación embarazosa: la de quien tras coronar altas cumbres por vías muy arriesgadas regresa a la supuesta seguridad del campo base, da un traspié y se mata de la manera más tonta. En eso recordaría a casos desgraciados como los de Malevich o De Chirico, que tras años de plenitud vanguardista abrocharon su carrera con patéticas regresiones. Dicho esto, es probable que también la pintura primeriza de Hirst se venda a precios de figura. Porque una cosa es el marketing, donde donde siempre ha destacado, y otra, la pintura. Y porque va a resultar, finalmente, que una cosa es el arte conceptual -sector espectacular/industrial- y otra, el arte". Quedé mudo.


¿Preguntas? se me vinieron cientas, la primera de ellas: "¿pero este caballero qué se ha creído?". O no entiende nada, o está obtuso, o pasando por un mal momento de su vida, o sencillamente está completamente desquiziado, pensé, así, sin más. Después de pensarlo un rato, sabía que el señor Moix era periodista además de escritor, pero ¿y artista? porque hasta dónde llega mi entender, las únicas personas autorizadas para escribir sobre artistas, son otros artistas, porque pueden ver claramente, además de los temas creativos, los técnicos que son ciertamente escenciales, conocen las paletas cromáticas y los juegos pictóricos respecto a la pintura, al material en sí. Eso, lógicamente, puede hacerse si uno mismo también ya lo ha hecho y conoce su complejidas y sus particularidades, tan esenciales para la crítica. Pasa además señores que cuando uno escribe en esta perspectiva, poniéndose en el lugar del otro, aunque no le parezca lo que hace, no se es nunca dañino, y cuando se critica, entre artistas, entre ellos cara a cara, son especies de conversaciones que deriban en discusiones, pero acaban con cosas en limpio, en pareceres, que sirven para reflexionar, y a lo mejor motiva al otro artista para que haga un cambio a fin de mejorar la técnica, después la obra que diga lo que quiera. No es destructiva señores. Son nuestros colegas, hacen lo mismo. Nosotros nos ayudamos, no nos atacamos. Es nuestra principal ventaja.


Antes de hablar tan duro de él, yo me pondría primero en sus zapatos, me encantaría saber qué se siente montar esas tamañas operaciones para movilizar hasta tu estudio un tiburón real fallecido, cientos de litros de formol, hermetizarlo para la eternidad en verdaderos proyectos de ingeniería, al igual que vacas, cerdos y otros animales, cómo retener las arcadas de esa carnicería; Qué se siente crear esas estrategias dignas de una corporación empresarial global para convertirte en uno de los artistas vivos más ricos y famosos del mundo, y de esa forma, a su vez, echar abajo todo el sistema del arte, sus instituciones, sus testamentos y sus eternas retóricas casi eclesiásticas, de la noche a la mañana. Es normal que a Damien lo quieran linchar, porque no es un crío, es ya un hombre que supera el cuarto decenio que hace todo esto. Hirst señores se puede permitir el lujo de montar una exposición de pinturas ni más ni menos que en la Wallace, junto a lienzos de Rembrandt, Tiziano, Velázquez o Poussin y gastarse esa cantidad de dinero en retapizar su sala. Tiene todo el derecho, porque en mi humilde opinión, si un hombre con su trabajo en este dificilísimo circuito, es capaz de reinar por los mejores museos y galerías de arte moderno del mundo durante años y lograr ser una leyenda en vida para la historia del arte, encima que tienes la cuenta bancaria repleta, lo único que quiere hacer es encerrarse a pintar, a volver a los instrumentos clásicos del oficio, contar su historia como un testimonio de vida, y simplemente, ponerla al lado de los que toda tu vida admiraste, ahí, tus cuadros junto a los suyos. Ahí están señores, colgados en la Wallace, los lienzos donde se repiten la calabera y la mandíbula de tiburón. Me saca una carcajada. Justamente, ese tiburón flotando en formol y esa calabera cubierta de diamantes que le dieron los dos sucesos mediáticos más grandes. Asimismo las rosas blancas, un limón e incontables cuerdas en que narra su propia vida, la acidez que debía tener y las estructuras en cómo lo montó todo. Ahí están, a la vista.
Quienes se crean eso de que alguien ha dado un traspié y se ha matado de la manera más tonta, reviertan, no es verdad. Esos óleos colgados en la Wallace no eran para Usted señor Moix, tampoco para nosotros, ni siquiera para la Wallace y su público. Era para él. Es un gran autorregalo, y déjeme decirle, se lo merece. Debe entender también, creo, que en nuestra época, en donde estamos viviendo un caótico proceso de inestabilidad sin precedentes, el arte es justamente conceptual -espectacular/industrial- y Damien, con estas pinturas, hechas a mano, sin ayudantes, que según sé, se catalogan dentro de la palabra "arte" por diccionario, da por acabada una gran época de transición. La huella ya la dejó. Si no le gusta el marketing, créame que es lo que hoy, a nosotros, los artistas, lamentablemente nos dá de comer. Espero no volver, por cortesía, volver a leer tales lapidaciones públicas, contra nadie. Y sobre Damien, que nadie olvide que más allá de ser Hirst, es uno de la fábrica Saatchi, y créanme, Saatchi no eligió al azar. Enhorabuena Damien, felicitaciones. Y para los periodistas, antes de despotricar así contra alguien y titularlo en negrilla, sobre todo si es contra un artista, asegúrense primero de acompañar el artículo con una imágen de la obra de aquél contra quien se tiran piedras, no con una foto propia. Regreso a pintar mi casa.



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