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10.3.10

TRIBUTO CONFIDENCIAL

Imágen::ROBERT WILES PHOTOGRAPHER NYC::


El pasado once de febrero, un mensaje en el móvil me despertó: "McQueen fue encontrado muerto esta mañana en su casa". Con lagañas en los ojos y el pelo enmarañado se encendieron los ordenadores, se revisaron las webs de toda la prensa inglesa, las agencias transatlánticas de noticias, la compañía y en menos de una hora todos los teléfonos de redacción de las revistas de tendencias y de toda la industria de la moda no paraban de rugir. Nuestro circuito estaba en shock. Sin embargo, de París a Nueva York los editores y diseñadores callaron, o fueron de palabras escuetas. Funcionó el código interno, el global. No se hablaría ni una sola palabra, porque el que hablase del deceso de McQueen de la forma en que revistas de moda, prensa del corazón o sensacionalista ya están acostumbradas a aprovechar, sería, simplemente, linchado y liquidado, sin réplicas, fuese quien fuese. Supongo que no hace falta explicar más. Se trataba de su madre. La noticia, en lo personal, me golpeó como un puñetazo en la mandíbula. A pocos días de aterrizar en Londres Elena con su firma Martin Lamothe para participar en el mismísimo London Fashion Week, donde Alexander, su ex profesor en la Saint Martins y jefe de prácticas, presentaría su nueva colección. No se podía hacer otra cosa más que expresar las condolencias a la familia y la empresa en nombre de los proyectos relacionados, y guardar la noticia en los archivos, en un amargo silencio. Lee, el rey de la pista inglesa, cuyo reino se basaba en el misterio de las aves y el valor dramático de todas sus puestas en escena durante quince años de carrera, no estaba más. ¿ Le hacíamos un tributo público ? una de mis editoras me recomendó telefónicamente con un rotundo no. Guardé silencio, encerrado sin teléfonos ni ordenadores durante horas para poder reflexionar en frío, con la vista perdida, pero no podía quedarme quieto: era la angustia personal de la palabra suicidio. Y esa palabra caballeros, quien les escribe la conoce muy, pero que muy bien. Una puta, la puta más puta de todas, que ya años atrás me había convencido salir de casa en Buenos Aires y coger un autobús con destino a la facultad de artes donde cursaba mis estudios universitarios. La cuarta planta del edificio sería suficiente para acabar con la depresión de un año de la que honestamente ya estaba agotado, de forma rápida y sin dramas. Ya el consulado se haría cargo de devolverme en un lindo ataúd al nicho familiar en mi país. Arriba de ese autobús, que en lo que me reste de vida podré olvidar, otro móvil sonó con número desconocido. Era no uno, sino tres: Christian Soënke [alemán], Martin Ranzijn [holandés] y Julien Faticoni [francés], excelentes amigos y compañeros de juerga que por ese tiempo radicaban en Chile y llegaban de sorpresa a visitarme. Iban camino a mi piso. Bajé del autobús, exploté en llanto y cogí el metro de regreso a casa. Ellos impidieron la facultad, pero ya había tomado una decisión. Esa misma noche en un bar de Palermo, con ellos y absolutamente borracho y drogado, fui al baño de mujeres, corrí el pestillo y me avalancé de un solo golpe sobre el gigantesco espejo, cogí uno de los cientos de trozos en el suelo, lleno de cortes, he hice la incisión desde el inicio de la palma hasta el término del antebrazo. Veía la sangre brotar a raudales, pero no sentía nada, miraba en silencio sin sentir ningún tipo de dolor. La modelo rumana Julia Demidenko, hoy radicada en México y ese día camarera del bar y también compañera de piso, fue la que abrió el baño, cortó la hemorragia y me salvó la vida. Tres días después, los chicos regresaron a Santiago y esa misma tarde recibía un mail. Era el quinto del grupo, Gonzalo Rodríguez, propietario de los youth hostels "Bellavista" y "La Chimba", y era muy claro: Sus órdenes eran terminar el semestre e irme inmediatamente a Chile. Necesitaba que le echara una mano con los hostels. Volví a llorar, emocionado, y así lo hice. Entre los dos nos reímos de todos y cada uno de los huéspedes que por ahí pasaron, los llevamos de fiesta por los sitios más surrealistas, les hicimos parrilladas cada cuatro días, los despertábamos cada mañana con música de Yann Tiersen, ellos meteorizaron nuestro ranking en los sitios internacionales de reservas, obtuvimos el premio como mejor hostel de América Latina he hice perder a Gonzalo un billete de avión para acompañarlo a recoger el "Hoscar" a la ceremonia-cachondeo en Dublín. También en ese hostal de juventud conocí al póximo gran amor de mi vida y un nuevo grupo de amigos con base en París, una cofradía de damas y caballeros, para mí muy valiosos, que transformé en hermética: mis amigos, que el paso del tiempo, las bodas, los hijos y la distancia no ha impedido que decaiga la pasión de esa gruesa palabra conocida como "amistad". Mi primer tributo es para todos ellos, anónimos, los que me ayudaron a entender el mundo sin importar raza, credo, estatus, lengua o condición, todos con un mismo común denominador, a mi sentir, con un sólo adjetivo, que conozco como "clase", aplomante e indiscutible. Entenderán ahora por qué me golpeó tanto el deceso de Alexander. En medio del silencio se aparecía también el rostro de Dash [Snow], desaparecido en las mismas circunstancias meses atrás. La principal razón para acabar con la vida propia, y en esto supongo que me acompañarán todos los miembros del club del suicidio, sea de donde sea, es el completo y absoluto sentimiento de abandono, el sentimiento de la total pérdida de afecto. De esa persona que tanto amabas y por la que estabas dispuesto a dejarlo todo: país, familia, carrera, posición, fama, riqueza, todo. Cuando a esa persona la pierdes, si no eres fuerte o no estás preparado el desenlace puede ser literalmente, suicida. No es ninguna broma. En eso radica la importancia del querer, y cuando tú creces con un sentimiento de soledad y rodeado de tragedias, maldad o violencia, créanme, pocos pueden sobreponerse sin el cariño de alguien más. De verdad.


Después de horas de encierro, supongo que el mejor homenaje para Alexander era el tratar de entenderlo, y para entenderlo había que llegar al fondo mismo del asunto, es decir, al de uno mismo, que al final, sólo tiene relación en la dependencia del ser humano con la muerte, la naturaleza y la trasendencia, es decir, ir más allá de algún límite. Así se hizo. Compruébenlo Ustedes mismos más abajo, en el artículo que le sigue a éste. Dos días después de publicar ese texto, ante mi más absoluta consternación y con los músculos de todo el cuerpo inmobilizados, fríos, era testigo de cómo la misma naturaleza ponía a prueba mis propias palabras. Un terremoto y un tsunami, la tierra y el océano, arrasaban con la mayor de las furias el ochenta por ciento de mi propio país... es caer en la cuenta, con la fuerza de lo que puede caer desde una cuarta planta, que en sólo un minuto, pudiste quedar huérfano de madre, padre, hermanos y amigos y a catorce mil kilómetros de distancia; tus orígenes y tu propio país, sencillamente, desaparecieron. Te quedaste, literalmente, completamente solo y abandonado en el mundo desde el punto de vista más salvaje. Si psiquiatras, antropólogos, filósofos, médicos o psicólogos intentan desde la racionalidad encasillar o explicar racionalmente el absoluto sentimiento de pérdida o el fenómeno como fenómeno [digno de Sigmund Freud], les respondo con su misma universitaria y médica racionalidad: cállate la puñetera boca. En ese artículo les hablaba de la importancia de generar un periodismo de excelencia con una lengüa que es parte de tí, ante la notable disparidad que existe entre la pujante posición del español en el mundo como uno de los idiomas con mayores perspectivas de crecimiento para el siglo XXI y la difícil situación económica de la mayoría de los pueblos que piensan, sienten y sueñas en español, España incluída, por supuesto. En mi propio país, en ese mismo instante donde el Instituto Cervantes estaba a punto de comenzar en Congreso Internacional de la Lengüa, sus cabezas, como los pensadores más ilustrados de la hispanidad, vivieron en carne propia el rescate y la superviviencia de sus propias vidas ante la furia inmisericorde de la naturaleza. El órgano oficial del idioma en el que comprenden este mismo texto, dedicaba por pimera vez sus esfuerzos a la poesía, la forma más sublime de utilizar el lenguaje para expesar todos los sentimientos. Poco imaginaban que el congreso acabaría antes de empezar y que lo que tendría de especial sería precisamente la destrucción y la desolación que conlleva una tragedia. Se querían abordar temas de actualidad como las nuevas tecnologías, las redes sociales incluídos facebook y twitter en función del valor económico del idioma, mismas redes que mas allá del debate que nunca se produjo, fueron utlizadas por la población civil y por quien les escribe [y les informa de este mismo texto por esas exactas redes] para la coordinación, rescate y localización de víctimas y desaparecidos en tiempo real, como la recaudación de fondos y donaciones a los organismos oficiales de ayuda humanitaria y cobertura global por parte de los medios de comunicación. Los cibernautas anglófonos, supuestamente, superaban por goleada a los hispanohablantes en todos los registros, por ello uno de los objetivos era impulsar el uso del español en la red, así como el aumento de producción de webs de calidad en este idioma. Así se hizo. Fueron utilizadas para calmar a un país traumatizado, darle ánimos y coordinar esfuerzos de los ciudadanos, mostrarles la repercusión internacional de la catástrofe por los medios más importantes del mundo así como como la organización de las comunidades residentes en el extranjero y la movilización de eventos benéficos para la recaudación inmediata de fondos nacionales e internacionales y básicamente, para hacer sentir a una nación completa en shock de que no estaban solos... la goleada la dimos nosotros, los hispanohablantes. El propio país recaudó más de cuarenta y tres millones de euros. Los anglófonos y la francofonía, simplemente, se quedaron mudos. Les callamos la boca. Estoy orgulloso, porque no basta sólo con hablar caballeros, también hay que actuar, como dice el galo Edgar Morin. Cuando un sistema es incapaz de resolver sus problemas vitales por sí mismo, se degrada, se desintegra, a no ser que esté en condiciones de originar un metasistema capaz de hacerlo y, entoces, se metamorfosea. El sistema tierra es incapaz de organizarse para tratar sus problemas vitales: el peligro nuclear, agravado por la diseminación, y tal vez, la privatización del arma atómica; la degradación de la biósfera; una economía mundial carente de verdadera regulación; el retorno de las hambrunas; los conflictos étnico-político-religiosos que tienden a degenerar en guerras de civilización. La ampliación y aceleración de todos esos procesos pueden considerarse el desencadenante de un increíble "feed-back" negativo capaz de desintegrar irremediablemente un sistema. Lo probable es la desintegración. Lo improbable, aunque posible [como un país azotado por la tragedia y una lengua les acaba de demostrar], la metamorfosis. La formación de las sociedades históricas, en Oriente Medio, India, China, México o Perú, constituye una metamorfosis a partir de un conglomerado de sociedades arcáicas de cazadores-recolectores que produjo las ciudades, el Estado, las clases sociales, la especialización del trabajo, las religiones, la arquitectura, las artes, la literatura, la filosofía y también cosas mucho peores como la guerra y la esclavitud. La idea de metamorfosis, más rica que la de revolución, contiene su radicalidad transformadora, pero vinculada a la conservación caballeros, a la conservación de la vida o de la herencia de las culturas. Aunque parezca posible corregir ciertos males, es imposible frenar, como ese tsunami, la oleada técnico-científico-económico-civilizatoria que conduce al planeta al desastre. Y sin embargo, la historia humana ha cambiado de vía a menudo. Todo comienza siempre con una innovación, un nuevo mensaje rupturista, marginal, modesto, a menudo invisible para sus contemporáneos. Así comenzaron las grandes religiones. El capitalismo se desarrolló parasitando a las sociedades feudales para alzar el vuelo, como las aves de McQueen... y desintegrarlas.


La ciencia moderna se formó a partir de algunas mentes rupturistas diversas como Galileo, Bacon o Descartes [pregúntenle a Rita Levi-Montalcini], luego creó sus redes y sus asociaciones. En el siglo XIX se introdujo en las universidades, y en el XX, en las economías de los Estados para convertirse en uno de los cuatro poderosos motores del universo espacial llamado planeta tierra. El socialismo nació en algunas mentes autodidactas y marginalizadas del siglo XIX para convertirse en una formidable fuerza histórica en el XX. No debería extrañarnos, a ninguno, que hoy haya que volver a pensarlo todo, que haya que comenzar de nuevo, desde cero. De hecho, todo ha comenzado pero sin que nos hayamos dado cuenta aún. Estamos en los comienzos, invisibles, modestos, marginales, dispersos. Pero ya existe, en todos los continentes. Una efervescencia creativa, una multitud de iniciativas locales en el sentido de la regeneración económica, social, política, cognitiva, educativa, étnica, o de la reforma de la vida. Estas iniciativas no se conocen unas a otras; ninguna administración las enumera, ningún partido se da por enterado, pero son el vivero del futuro que sólo las ramas creativas han logrado descifrar y utilizar con destreza... se trata de reconocerlas, de censarlas, de compararlas, de catalogarlas y de conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Por eso a los gobernantes, casi en su totalidad, los miramos en menos, incultos, ambiciosos, ladrones, vulgares, sin clase, mentirosos y cobardes. Por eso nos burlamos de ellos ciertamente; resultan, para ser intimista, muy graciosos. Payasos barriobajeros, por lo que es muy lógico e igual de cómico que seamos testigos de cómo los poderes políticos estén más preocupados por dotar a los individuos de una cultura de base estandarizada que por formar personas cultas. Los metes en la inauguración de un museo y empiezan a sudar... y desde determinados centros de decisión se está apostando por una cultura informativa superficial y eminentemente gráfica. En ese sentido, más que la crisis del papel, es posible que el papel que en realidad esté en crisis, y en esto pongo mi firma en la oficina notarial colegiada que quieran, sea el de la educación. Para elaborar las vías que confluirán en LA vía, tenemos que deshacernos de las alternativas reductoras a las que nos obliga el mundo del conocimiento y pensamiento hegemónico. Así es necesario, al mismo tiempo, mundializar y desmundializar, crecer y decrecer, desplegar y replegar. Ya no basta sólo con denunciar, hace falta enunciar, porque no basta con recordar la urgencia, sino que hay que comenzar a definir las vías que conducen a la Gran Vía: el surgimiento de lo improbable. La victoriosa resistencia, en dos ocasiones, de la pequeña Atenas frente al poderío persa era altamente improbable, pero permitió el nacimiento de la democracia y la filosofía; las virtudes generadoras-creadoras inherentes a la humanidad, que despiertan en la crisis; las virtudes del peligro, donde crece también lo que nos salva; y la aspiración multimilenaria hacia la armonía básica, que renace en el hervidero de esas iniciativas múltiples y dispersas que alimentan las vías reformadoras destinadas a confluir. Las viejas generaciones caballeros, están desengañadas de tanta falta de esperanzas, y a nosotros los jóvenes y a los no tan jóvenes, les entristece que no haya una causa común. Como decía Vassili Grossman de Estalingrado, la mayor victoria de la humanidad fue también su mayor derrota, puesto que el totalismo salió victorioso de ella. La verdadera esperanza sabe que no es certeza, en una crisis que suena como vender un coche con los frenos rotos y hacer un seguro de vida al conductor. ¿ Cómo hacerlo ? Quizá, se me ocurre, como Nicolas [Gesquière] le contaba a Eugenia el domingo pasado: construyendo un vocabulario paso a paso, aprendiendo, como él, de Cristóbal Balenciaga que no hay por qué tener prisa. El mundo hoy quiere demasiadas cosas y demasiado rápido, pan y circo, cambios por el mero hecho de que haya cosas nuevas, lo que es, como ya vemos, un verdadero peligro. Hay que mantenerse a cierta distancia señores, para hacer cosas cuando uno piensa que es el momento. Eso es lo que tiene la moda: la incertidumbre del cambio constante. Un día estás arriba y otro abajo, que los líderes parecen no ver, muchísimo menos entender. Hay tanta oferta y todo es tan global qe la gente se ha vuelto más exigente. Quiere cosas mejores, que nada tienen que ver con el brillo. Algunos gatillaron un cambio en el equilibrio entre lo individual y lo colectivo, como que alguien o algo abriese un tarro de pintura bermellón y lo tirase con rabia y precisión de científico sobre las propias "Meninas" de Velázquez, en el mismísimo Museo del Prado. Así de escandaloso. Hay mayor uniformidad, y al mismo tiempo, mas expresión individual. Es la consecuencia de la globalización y de la aceleración en la difusión de la información. Se despertó la curiosidad. Se creó un mundo que es el punto de intersección de muchas expresiones artísticas, el encuentro del cine, la música, el arte, la arquitectura y el diseño en una cena de lujo con la tragedia como anfitriona especial. Entre el dolor y la desesperación de una nación entera por la muerte y la devastación, que debo confesarles, casi me paralizó, aparecía como por milagro de la misma madre naturaleza la imágen de una mujer, María Reig, dueña de una de las mayores fortunas españolas, con determinación y sin complejos, hablando en el primer número de la edición nacional de "Harper´s Bazaar" editada por Andrés [Rodríguez], que cayó sobre el escritorio casi por casualidad. María, con la misma carrera de bellas artes en el cuerpo, de su parte emocional decía mucho una palabra que empleaba a menudo: utopías, algo ligado a los valores de cada uno que rigen la vida propia. Generalmente los valores de uno van unidos a las utopías, que no necesariamente son sueños, sino la intención de superar algo, de ser mejor en algo, o tratar, pero hay miles de normas, religiosas, sociales o legales que se convierten en barreras. Por eso hay que calcular si cumplir o no tus utopías te permite estar bien contigo mismo, porque si son superficiales, no merecen la pena. No sirven. Se pierde tiempo. El lujo es ser fiel a uno mismo, pero parece que aún no queda claro. La gente está obsesionada con los símbolos del lujoy la riqueza y eso, es tan sólo una absoluta y vulgar falta de personalidad, porque el lujo no se puede medir con dinero, muchísimo menos unidos a símbolos. Los estilo de vida pueden ir unidos a cosas simples como la naturaleza, la música, la literatura o las vivencias, porque tenemos cinco sentidos y ninguno de estos necesita el dinero para poderlo disfrutar plenamente. Ponga el coche, el anillo, la casa... y no sacará nada en claro: las cosas te encasillan, porque a medida que tienes más, sencillamente, te aíslas. Aplomante error. Ya que estamos en el marco del congreso de la lengüa, ahora virtual, cito a Vargas Llosa, quien nos pregunta en un texto publicado con fecha exacta de dos meses antes del día del terremoto, el de mi propio país, si no es acaso una vergüenza que los animales pertenecientes a especies tan distintas como tortugas e hipopótamos puedan convivir, relacionarse y quererse, y que los sabios humanos se entrematen como salvajes apenas descubren entre ellos diferencias a menudo insignificantes. Si uno pasa revista a las guerras, genocidios y matanzas más sangrientas de los últimos años, comprueba que las pasiones homicidas detrás de las peores tragedias colectivas se desencadenan entre comunidades muy próximas, muy cercanas, cuyas rivalidades se fundan en distinciones de doctrina religiosa, ideología política o costumbres étnicas que resultan esotéricas para quien no las vive desde adentro... hasta producir esa vertiginosa y cinematográfica montaña de cadáveres. La idea de que el ser humano es superior al animal, vuelvo a repetir, es vanidoso e injusto, porque consta de razón, y alma, según los creyentes, si consideramos las conductas de unos y otros en relación con su prójimo. Por lo general, los animales sólo matan para procurarse el sustento y asegurar su supreviviencia. Muy rara vez se atacan entre familias o individuos de la misma especie o por el puro placer de matar. Pero cuando se trata de la naturaleza, omnipresente y sobrenatural, la raza humana, simplemente, debe callar. Con todo esto, existían tres únicas opciones: pasar y fingir que nada había sucedido; pegarte un tiro en la cabeza; o lanzarte como una bestia felina para rescatar a tu país y proteger lo que quieres. La elección fue una sola, y se hizo con rigurosidad militar. El que optace por las otras dos, en esta misma posición, entonces era solo un pobre y triste desgraciado. Con el stress que conlleva esa decisión, otro puñetazo casi logra acabar con el sentimiento y hundirlo en la pena: Krahn también abandonaba este mundo, también del mismo país, como si ya no hubiésemos perdido suficiente. El cómico discreto, elegante, culto y profundo, en cuyos diagramas divididos siempre en tres o cuatro viñetas, sin palabras, cambiaba el plano de la mirada para reinterpretar la escena inicial desde otro punto de vista, siempre amable, tierno, irónico y también esencialmente reflexivo. Fallecido repentinamente... en homenaje a MR McQueen, MR Krahn y mi país, para todos vosotros, mi más secreta confidencia. Estoy con Ustedes, los que quedaron. Espero, humildemente, que los que estén vivos para leer esto y llegar hasta aquí, hayan aprendido la lección. No quiero nada más. Muchos, créanme... ya agachamos la cabeza.


1 comentario:

Sick by Trend dijo...

Me ha fascinado el texto, me parecen increibles tus palabras y como transmites una sensacón.

enhorabuena y saludos

sBt