Lo de la última edición de Cibeles fue un nuevo dolor de cabeza, como de costumbre. Una vez más, un hazmerreír para el resto de pasarelas del circuito internacional. En desmedro de algunos diseñadores con excelentes propuestas sin capacidad fabril propia, como Martin Lamothe, Ana Locking, Carlos Diez, David Delfín y María Escoté, y otros catalogados injustamente primerizos en una pasarela de segunda mano que titulan Ego, entre ellos, American Pérez y Cruzcastillo, en medio de una crisis que todo el país se ha encargado de sobredimensionar provocando un pánico generalizado, sus organizadores se encargaron de revolver una ensalada mediocre incluyendo firmas industriales, es decir, la mezcla perfecta para mostrar a la prensa internacional primero, una cancina trascendencia creativa, y segundo, un dudoso impacto industrial y comercial a nivel internacional. Si esto no les bastase, repletaron las intalaciones en Ifema de celebridades globalmente intrascendentes, además, por supuesto, de un ejército de personas más preocupadas de aparecer en el medio de comunicación que fuese que en tratar de entender los mundos personales de cada diseñador y sus propuestas. Un dolor. Un horror.
Lo que si vió todo el mundo, fue un grupo de gente bailando coreografías en la Plaza Mayor madrileña, autodenominados “Cibelinos” casi como una advertencia al espectáculo de poca monta que se vendría encima como una cruz… así fue. No valía la pena pisar la capital, o a lo mejor si, con una empresa de fumigación contratada. Adolfo Domínguez, con cifras cada vez más en picada afirmaba: "Falta que los diseñadores entiendan que hay que hacer empresa. En la raíz de que la moda española no haya cuajado está la escasa comprensión de que esto es un ejercicio económico y un producto industrial". Tiene razón, pero hay otras formas. El gran tema está en las formas caballeros, más decentes, menos horteras, lo que ha sido Cibeles y gran parte de lo presentado, otra vez. De nunca acabar. Una vergüenza nacional. Pareciera que lo que la alicaída industria de la moda española no quiere entender, es que como circuito no se trata de intentar amoldarse al mercado y a lo que pide la mujer, sino, como hacen con maestría en París, Milán, Londres o Nueva York, como una cátedra honoris-causa, es crear mercado y crear lo que necesita la mujer, crear sus necesidades, sobre todo en este negocio, que vive de imaginarios y productos secundarios que ningún ser humano necesita más allá de cubrir el cuerpo del frío. Y nada más. No entenderlo es, sencillamente, de idiota. Pero el brillo tira, y la estupidez siempre es poderosa, aplasta. Es lo que va haciendo Barcelona y su circuito local, todo lo contrario, por eso el mundo, el de grandes ligas, giró la cara para ver su pasarela y lo que tenían que ofrecer, menos egoísta y más artística, por eso se diferenció y subió como un volcán para la prensa inernacional y compradores. Tuvieron clase, tuvieron elegancia. Que les sirva de lección, aunque probablemente no se enterarán, solamente, porque no les interesa. Por eso sigue su círculo vicioso de nunca acabar. Es penoso, también delicado.
Existe un empresario llamado Andrónico Luksic, no de moda, sino de cerveza, banca, minería y medios de comunicación, que afirma que los empresarios ya no tienen sólo la responsabilidad de poducir crecimiento económico y oportunidades laborales, sino que ahora deben generar valor social, valor ambiental y trabajar su relación con el ciudadano común, con el mundo científico, con el mundo académico y con las comunidades, porque son una parte del país, y muy importante. Unir empresa y gobierno para que eso sea un hito, como va siendo en la ciudad condal. El gran reto para España, y para su moda en específico, es hacer que el país esté vinculado con el resto del mundo, porque puede ofrecer mucho, pero tienen que dar el paso, cruzar océanos y desiertos, y bien. Para eso señores, la clave es Educación, en primer, segundo y tercer lugar. Esa va a ser la única forma de que la moda española logre el desarrollo, porque tiene un enorme potencial humano y de primera línea. Pónganse las pilas, están perdiendo dinero, y nos están haciendo perder el tiempo, y eso, créanme, enfada a cualquiera. Como esas señoras con bolsos fake y copa en mano, también brindo. A vuestra salud.
3 comentarios:
Muy acertada la elección de la foto. ;)
Stupendo y muy bien dicho, es triste ver lo que allí pasa y este año todavia más! La moda no es un disfraz, ni un famosillo en primera fila, ni una sala de falsos espejos... es un esfuerzo, un arte.
"La moda es aquello merced a lo cual lo fantástico se convierte por un momento en universal” (Mark Twain) No está usted de acuerdo?
LdA
qué repelús!
lo mejor, no volver por allí
Publicar un comentario