Hace menos de una semana, dediqué un día entero a un amigo, Edouard [Marsoin], antes de que siguiera rumbo hacia el norte de América del Sur. Edouard era un tipo especial. Oriundo de la pequeña ciudad de Vichy, en el centro mismo de Francia, licenciado en literatura francesa y americana comparada, después de pasar por la Universidad de Boston; luego bajo las órdenes de la Alianza Francesa en la India como profesor de la lengua gala; viaje por lo más profundo del sudeste asiático y luego Nueva Zelandia, un día antes de verlo, había literalmente cruzado el mundo para caer aquí, en el mismísimo fin de la tierra, por mapa. Ese día, en el subterráneo del Museo Nacional de Bellas Artes recorríamos la exposición de Eduardo Martínez Bonati titulado “Vuelvo a casa”, un artista lleno de vida que caía en su país luego de tres décadas instalado en Madrid por razones de exilio político gracias al golpe de estado del hoy difunto Augusto Pinochet. Lo suyo era pura luz, pura ilusión. Luego caminamos pocas cuadras hasta el Museo de Artes Visuales para visitar la muestra de la artista Marcela Trujillo, otra más de la grupie que había tenido que emigrar del país para hacerse una trayectoria a nivel internacional, como muchos otros, y vivir de lo suyo, de su oficio, de su mundo, con centro operativo en la ciudad de Nueva York. Los pensamientos en silencio iban y venían. Edouard y su tranquilidad eran un respiro entre tiempos convulsos. El tipo fue un regalo.
No podía ofrecerle mucho a Edouard a cambio, salvo enseñarle en lo inmediato a Martínez Bonati, Trujillo y una botella de vino chileno en un bar dentro de un hotel tan pequeño como sobrio y decadente, casi a tinieblas, y tratar de reír un poco. La realidad del país era precaria. Se me caía la cara de vergüenza al explicarle que el país prácticamente odiaba a su gobierno actual comandado por un presidente nuevo rico, que estaba a punto de destruir la Patagonia, uno de los pulmones del fin del mundo; acababa de vender todas las semillas del país a una multinacional americana, quería hacer un museo para exaltar “su” rescate a un grupo de mineros publicitados hasta lo vergonzoso, con una ministra que posaba en la portada de una revista de cotilleos cual actriz de cine en medio de una sociedad local incapaz de hacer valer sus derechos para cultivar el estado de Bienestar. Pero Edouard entendía, sabía tan bien como yo que estábamos en Sudamérica, y esas vergüenzas eran el pan de cada día. Las cosas no estaban bien aquí, pero fuera tampoco lo estaban. El resto de los países de la región no estaban mucho mejor; Europa se caía a pedazos ante la ambición de sus banqueros y su clase política ante la inmovilidad social; en Francia explotaba la bomba del arresto de Strauss-Kahn en Nueva York por abusos sexuales contra la camarera de un hotel, en Libia Gadaffi seguía asesinando a su propio pueblo y en China uno de los nuestros, Ai Weiwei, seguía desaparecido después de su arresto por parte de China solamente por enfrentar un nulo respeto hacia los derechos humanos en ese país, hoy una de las principales potencias económicas, entre otra lista de aberraciones de punta a punta en el globo. No habían muchas razones para sonreír, más allá de los pequeños detalles de la vida diaria, anónima, que uno busca incesantemente y que saca las ganas por la vida, por la emoción. Estaba todo tan relacionado con la propia vida de uno que lo mejor era ir a por un trago. En eso estábamos… hasta que pasó.
España. El país del cual decidí emigrar hace un poco más de siete meses, después de años, por su cada vez más alicaída realidad y dificultades para enfrentar absolutamente todos los temas relacionados con su propio Estado de Bienestar: económicos, políticos y sociales… simplemente había abierto los ojos. Por cansancio, por tristeza o por pesadumbre, se levantaba contra su propia clase dominante, y a lo grande. Qué les puedo decir, después de revisar toda la prensa relacionada nacional y global, simplemente, se te dibujaba una sonrisa en la cara para dejar paso al más profundo sentimiento de alegría, de emoción… de orgullo… Empezaba la revolución caballeros. Estaban advertidos, políticos y empresarios, hace mucho tiempo, se les avisó que estaban jugando con fuego, y nunca quisieron escuchar… pasó lo que tenía que pasar, nada más: el país en las calles, y créame, para quien les escribe, verlo y sentirlo, era un verdadero placer. En tiempos de cambios profundos como los que vivimos, en todo el mundo, con una política completamente inútil por su miopía cortoplacista y su confusión de conceptos, el pueblo tenía el deber de tomar cartas en el asunto, y sin miedo a nada ni a nadie. Lo de ellos es plantearse ante todo, cuando no exclusivamente, las posibles amenazas que se ciernen y nunca las oportunidades; confundir señores la equidistancia con el justo medio. No puede haber equidistancia entre el que tiraniza y el oprimido, entre el que aspira a la libertad y la democracia y el que solo aspira al poder. Como dice José Manuel Albares, defender el statu quo, sea cual sea, supone asumir que lo que es bueno para nosotros no lo es para los demás. Que apoyar el surgimiento de una comunidad de democracias más amplia es negativo para nuestros intereses porque en el camino pueden surgir problemas y riesgos. Peor aún, lo que para nosotros es indispensable en nuestras sociedades, la democracia, en manos de otros supone una especie de retroceso en nuestro bienestar, una amenaza que ineluctablemente se desbordará en nuestro detrimento. En suma, es preferir el miedo a las oportunidades. Es apostar por unos supuestos intereses inmediatos antes que por la estabilidad duradera y sostenible a largo plazo. Es disfrazar de imparcialidad la indiferencia negligente. La democracia no es privilegio de unos pocos, que jamás se les olvide. Plagio con toda intención a MR Enrique Meneses.
La insurrección 2.0 que ha estallado en España es mucho más importante de lo que parece y de menor recorrido del que algunos pontífices se creen. Una generación ni-ni. Unos de la generación Nintendo, otros de la del botellón. El movimiento de “Democracia real, Ya!”, representa por fin un despertar de la juventud harta de partidos políticos que solo utilizan las meninges para ver qué frase ingeniosa pueden lanzar a su adversario, porque los programas políticos están vacíos y solo se esbozan para restar votos al adversario. El pueblo español no le importa a nadie que se dedique profesionalmente a la política. Habrá gente honrada pero desaparece ante el tsunami de golfos y golfas, de ladrones, de jugadores al gana o pierde, arribistas y meapilas. Nada que ver con Egipto o Túnez, porque en el mundo árabe sus juventudes se han quitado de encima unas dictaduras tan duraderas como la de Franco, aunque sea a costa de su propia sangre. Lo que está sucediendo en este mismo instante desde la plaza del Sol en Madrid con extensión a todas las plazas principales del país y frente a las embajadas españolas repartidas por el mundo, es nada más que intentar quitar la modorra que se ha abatido sobre el país, violándola una y otra vez sin asco. La imaginación al poder señores, “Sed razonables, pedid lo imposible”, “Prohibido prohibir”. El Mayo francés con su revuelta de estudiantes, abrió la nueva Era, la “del Reparto” tras la de la abundancia” que periclita. Tras la Era de la abundancia caballeros, que permite destruir alimentos para mantener los precios mientras mueren de hambre millones de personas en el Tercer Mundo, lo siento, pero tiene su fecha de caducidad vencida gracias a Internet, a este medio que tiene en este mismo instante frente a sus ojos, que permite que cualquier ser humano esté directamente en contacto con otro de cualquier lugar. Desaparecerán los intermediarios, incluidos los políticos tradicionales. Faltan gestores. Las nuevas herramientas 2.0 acaban con múltiples trabajos y formas de trabajar. El final del horario fijo sustituido por el trabajo por tareas, el teletrabajo en casa, todo ello permite nuevas profesiones y oficios, más abundantes que los que se jubilan y desaparecen. La hija mayor de Meneses se fue a trabajar a Australia al no encontrar un trabajo satisfactorio en España. Los jóvenes han despertado, fucking up! y reclaman el fin de la zarrapastra de la clase política, empezado a cortar el cordón umbilical que les mantenía atados a Papa y Mamá y amortiguaba el deseo de buscarse la vida en España o fuera. Anacrónico señores en un país donde los que sacaron a España del subdesarrollo fueron los cientos de miles que emigraron por toda Europa y América Latina, aquí, al fin del mundo, igual que otros van para allá buscando lo mismo: tallarse una vida mejor. La tierra es tan vuestra como España, id sin miedo a buscar trabajo donde lo encontréis. La experiencia es siempre positiva. La protesta no es generacional, sino ciudadana; otra cosa es que sean mayoritariamente jóvenes quienes se han colocado en primera línea, haciéndose eco de unas preocupaciones que son más amplias y que a ellos les afecta tanto como a otros grupos sociales. Anoche se leyó el siguiente texto en la plaza del sol: “Nos piden propuestas, quienes nunca han tenido propuestas; Nos piden programas políticos quienes se saltan sistemáticamente sus programas políticos; Nos pide transparencia quien nunca nos ha contado nada. Quien nunca nos ha preguntado nada; Nos piden propuestas quienes tienen millones y millones a quienes tenemos carpas y cartones, precariedad y paro, deudas y más deudas; Nos piden propuestas porque el poder ya no son ellos, el poder somos nosotros y nosotras; Nos piden propuestas porque tienen prisa, tienen prisa porque tienen miedo; Pero nosotros y nosotras no tenemos prisa, porque el tiempo ahora ya no es el suyo. El tiempo es nuestro; Tenemos paciencia porque sabemos que esto va a crecer; Tenemos paciencia, porque no tenemos miedo”… Nada más que un adecentar urgente de la política es lo que más reclaman los jóvenes que acampan en las principales plazas del país, y lo van a hacer, porque ya entendieron que a cabrón, cabrón y medio. España entera acaba de salir a las calles a defender su propia democracia, y si lo hacen, darán una de las más grandes lecciones de clase y sociedad para todos los que viven y sueñan en español, en esta lengua. No abandones, no se los permitan. Eso es de ser cool, y ya. Enhorabuena a todo el país, y sólo puedo deciros emocionado, sonriente y con la copa en alto: “Me quito el sombrero damas y caballeros. Muchísimas gracias. Es lo único que añoraba ver”, nada más. Don´t fuck whit the people. Empieza la revolución, la revolución del sol. Será una dicha, y será por todos. Arriba.
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