Dentro de un mes, el Museo de la Moda de Amberes abrirá sus puertas [y por todo lo alto] a la primera gran retrospectiva de Walter Van Beirendonck, y está siendo preparada milimétricamente, casi con histeria, a puerta cerrada. El vanguardista del hilo y la aguja nacido en los cincuenta en Brecht, un pequeño barrio que ahora forma parte de Amberes, por la década de los setenta puso en acción una búsqueda profunda y original centrada en el artwear basado en el grafismo y los colores extravagantemente agresivos. Formado en el departamento de moda de la Real Academia de la ciudad belga, formó parte de “los seis”, aquel grupo que se adueñó de la semana de la moda parisina junto a Margiela, Demeulemeester, Bikkembergs, Saene Van, Van Noten y Marina Yee, sus compañeros de clase, transformándose como grupo en referentes de la historia de la moda a escala europea y luego mundial. Desde entonces, en más de tres décadas Van Beirendonck ha construido una carrera internacional que deja sin palabras a cualquiera, y con muchísimo esfuerzo. Era él el rebelde de los seis, y tomó esa categoría gracias a sus diseños llenos de color, sus espectaculares puestas en escena en París durante la década de los noventa y sus reiterados mensajes críticos sobre la sociedad que cada una de sus piezas escupía, y directo a la cara, sin asco. Y lo sigue haciendo.
Walter Van Beirendonck ha combinado en su obra las más diversas fuentes de inspiración, que van desde la cultura de la tecnología, el arte y el pop hasta la etnografía, pasando por la música y la literatura en una mezcla que abarca las influencias raciales y también las provenientes de la naturaleza. ¿Cómo lo une? A través de un hilo conductor basado en el sentido del humor, un guiño de ojo a las relaciones sexuales y su preocupación por el sexo seguro, en la consigna de declaraciones continuas sobre la moda del mundo, la tierra y la vida contemporánea a menudo con doble fondo en su contexto no convencional, es decir, en ironía pura. Además de muchas de las siluetas más notables de Walter, la muestra ofrecerá una visión del mundo general y particular en el que se desenvuelve, sus fuentes de inspiración y sus numerosos proyectos en otras áreas creativas. A través de diferentes temas, los visitantes necesitarán una mirada profunda para imbuirse a solas en el carácter narrativo de su obra y de ahí a sus fascinaciones por el empirismo, los rituales, lo sobrenatural, la ciencia ficción y la tecnología… a su fama y reconocimiento, y por una razón muy especial.
Van Beirendonck caballeros, en toda su carrera, a jugado al saltar dentro y luego fuera, y otra vez, y una vez más, y de nuevo, y bis, y más, en la función ideológico-política que desempeña en la esfera pública un personaje tan popular como él en los medios de comunicación. En esa esfera, encarnación de un populismo de toques fascistas que lejos de representar y dar voz a las clases populares, como los promotores de personajes gustan de proclamar, las enardece para que sigan calladas. Uno de los rasgos más característicos de nuestra sociedad de consumo es la imposibilidad casi metafísica [como explicaba Manuel Cruz en algún artículo] de ignorar quienes son determinados personajes muy característicos de ella, los denominados famosos. Van Beirendonck se les escapó, y sigue escapando, cual mantequilla entre los dedos. Ha jugado con ello como un auténtico maestro y sin bastarle, los ha abofeteado, a todos, siempre. Incluso en esos instantes de alegría coloreada, el diseñador le otorga una tonalidad sombría, atravesada de una carga de negatividad que parece consustancial al personaje. Tal grado de exasperación alcanza, por sí sola y sólo gracias a él, su registro más tierno, dulce y entrañable capaz de experimentar un sentimiento puro, limpio, positivo sin más… es decir señores, patrimonio de buen hombre. En Walter termina por no existir diferencia ni línea divisoria entre la persona y el personaje, tal como muestra en su trabajo, espontáneo. Van Beirendonck logró a través de su trabajo, en tres décadas, darle un puñetazo en la nariz y hacerla sangrar, al triunfo de la sentimentalidad capitalista, esa que no solo promueve un consumismo de emociones banalizadas de usar y tirar, de mercadillo, sino que por sobre todo introduce en el ámbito de los sentimientos la misma lógica competitiva, feroz, de la descarnada lucha por la vida que rige ya como las tablas en todo el resto de ámbitos de nuestra realidad. Esa muestra revelará cómo Van Beirendonck examina las fronteras de la belleza y la creación de sus propias interpretaciones de los conceptos impuestos por la sociedad, de las que ese tipo, Walter, pasa olímpicamente, y a propósito.
En esa cita imperdible con sede en Amberes, los visitantes podrán examinar detalladamente, casi en complicidad, esas fronteras e interpretaciones, como simple ejemplo, en términos de género y la sexualidad, la ecología, el Sida o el rabioso consumo de masas en sus colecciones y presentaciones. Asimismo, diversos proyectos más allá de las pasarelas, como el vestuario de la gira PopMart de U2 en el noventa y siete o sus colaboraciones con Nick [Knight] y Simon [Foxton] para desarrollar una nueva fotografía en el Reino Unido, además del proyecto de video creación realizado especialmente para la retrospectiva, entre otros muchos. Para todo aquel que se sienta cercano al extraño e impredecible mundo de esta industria, debiese hacer el esfuerzo de visitar esta muestra, de un diseñador considerado como uno de los principales creadores de tendencias de la moda masculina en la prensa y el circuito profesional, porque es Van Beirendonck, es decir, el dueño de los gráficos fuertes, los cortes innovadores y las inesperadas combinaciones de color, el irónico… el pasota… el rebelde de Amberes. Visítenla, porque no perderán el tiempo. Enhorabuena Walter.
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