Y comenzó septiembre. Notable mes para la moda, donde las principales revistas dedicadas a este sector preparan la artillería pesada con números de lujo, y empezó igual de pesado. ¿Quién tiró la bola, o apretó el gatillo? Gaga, la primera, a través de su nueva columna en la edición anglosajona de la revista “V”. A esta altura ya todo el mundo debe haberla leído, porque no tiene desperdicio. Dirigida a la crítica de moda Cathy Horyn del New York Times y con copia [textual] a Vreeland, Nicola [Formichetti], sus “Little Monsters”, el mundo, historiadores del arte, intelectuales, periodistas y columnistas, la cantante hace una serie de preguntas en la que desgrana la correspondencia de la crítica como ocupación, y específicamente en esta industria, ante duras críticas de la periodista del tabloide norteamericano para con ella. Se defendió. Y tenía mucha razón, porque no se trataba de una crítica referida a la mayor o menor calidad de su trabajo [que es lo que a un crítico verdaderamente debería interesar], sino por el contrario, era un ataque a su persona, a su integridad.
Gaga empieza con la pregunta sobre si la integridad de la crítica se ve comprometida cuando sus escritos son siempre plagados de negatividad, cuando el público ya no se sorprende o emociona por la imprevisibilidad del escritor, sino que por el contrario, se ha acostumbrado a esperar el mismo supuesto cinismo del mismo cínico… Cuando llega ese punto que los lectores son capaces de predecir la misma revisión previsible del mismo revisor predecible. La intérprete es muy cierta cuando afirma que los creadores en el campo de la moda y la música tienen un efecto visceral en el mundo, que al fin y al cabo, consecutivamente es la razón por la que se distinguen públicamente, o no. De ahí su interrogante del por qué tantos críticos notables parecen tan impermeables a la emoción de la obra, a cuál es la razón a tanta indiferencia de su parte. ¿Hace el intelectualismo que se reemplace el sentimiento? Pregunta Gaga. Y es muy buena pregunta, porque pareciese que efectivamente, resulte más fácil decir que algo está mal, escribir que se odia algo y que es lo peor que ha visto en una temporada en vez de tener en cuenta una obra y analizarla, con un trabajo de investigación detrás. Así ella pregunta a los lectores “¿La crítica u opinión convertida en insulto y no en conocimiento, perjudica o no el intelecto? Lo atribuye a un fundamentalismo extremo crítico. Quien les escribe, por dedicarse a exactamente eso, a la opinión respecto a esta área, en este idioma, no tuvo más remedio que detenerse a pensar, detenidamente, en esa aseveración, en parte injusta, porque no todos son iguales, en parte cierta, porque es la principal corriente, y en medios muy grandes, y eso es preocupante. Hay que detenerse un minuto y ver qué pasa, qué es lo que está sucediendo.
Está bien que Gaga esté enfadada con Horyn, primero porque han sido comentarios crueles, que casi rozan un clasismo de toques fascistas, y segundo, porque sabiéndolo de primera mano, es una mujer que como profesional casi no duerme, tratando de ser la primera en las vanguardias, con muchísimo esfuerzo. Injusto, porque Gaga puede gustar o no, pero nadie puede decir que haga mal su trabajo, porque cuida sus detalles casi con histeria… Horyn también tiene ya una reputación donde se le prohíbe la entrada a presentaciones y desfiles gracias a sus críticas mordaces sin vacilaciones, durísimas, que rozan lo dañino, en algunas ocasiones que lo sobrepasan. Que tú hayas pasado por las redacciones del Washington Post, el mismo New York Times, Vanity Fair, Vogue, Harper´s Bazaar, el International Herald Tribune y otros más, no te da ningún derecho ni autorización para meterte con la integridad de las personas, con nombres y apellidos, sobre todo cuando no son malas personas y encima se dedican a áreas creativas… a áreas creativas caballeros, no a políticas, ni económicas ni empresariales… por ahí, por cómo está el mundo, hasta se aplaudiría, pero no en esto. Menos con Gaga, que ha sido una de las pocas cantantes que ha ayudado a la visibilidad internacional de las vanguardias dentro de la industria de la moda, mostrando su más rabiosa creatividad, tanto de jóvenes como de consagrados. En ese sentido, lo de Horyn huele más bien a un perfume llamado envidia. El fundamentalismo extremo crítico del que habla Gaga, Io define como infundir miedo en los sueños y esperanzas de los inventores jóvenes con el fin de establecer un escalafón de degustadores… y pareciese dar en el clavo. Te saca una sonrisa leer su ejemplo para explicarlo, la diferencia entre conseguir una B- en Biología con una serie de conmovedoras marcas rojas de su maestro, y una paliza con una regla suministrada por una monja. Del primero podemos aprender, mientras que el segundo es doloroso… y así es, qué quieren que les diga. “El artista es el general y el capitán de la nave [su arte], siempre listo y dispuesto a tomar el primer golpe y se ahogan si un iceberg le afecta. Sin embargo, en las revisiones, los críticos no revelan toda la información científica, matemática, y pertinente para explicar por qué el Titanic no pudo resistir el golpe, o por qué otros buques de crucero fueron exitosos. ¿La temperatura del agua; La construcción de la nave; El peso de la carga; El número de pasajeros; La desorganización de la tripulación? Desde mi argumento es el espacio de la perspectiva del arte que conduce, que es subjetivo y no en última instancia sus raíces en las matemáticas o la física. ¿No es aún más crítica en la moda y los críticos de arte para ser profusamente informados, no sólo en la historia del arte, pero en el subconsciente? El público opera con el supuesto de que los críticos son expertos en sus campos respectivos. Pero ¿lo son? ¿Todos los críticos tienen el alma para recibir realmente un trabajo en el sentido trascendental?, ¿La experiencia fuera del cuerpo del arte?
Gran razón tiene Gaga. Verdad del tamaño de un elefante. ¿Sabéis cuántos críticos o periodistas de moda [como se autodenominan o les ponen en las redacciones de sus medios] visitan a los diseñadores en sus talleres, en condiciones reales trabajando mangas arriba, peleando con las telas, las máquinas, los muestrarios, viendo de primera mano el trabajo real de ellos y sus equipos?, ¿Sabéis cuántos críticos o periodistas se encierran a solas con ellos a revisar telas sobre mesones, patrones, hablar de estrategias de presentación, comercialización, después en la hora de su presentación pública, a la hora de la verdad, están tras bambalinas haciendo todo lo posible para que se vean, revisando feetings, castings de modelos, musicalización y carruseles y después, afuera, con los que deciden, haciendo de todo lo imaginable [e inimaginable] para que ganen premios, consigan compradores o presencia en más medios de comunicación? La respuesta es, prácticamente, cero. No alcanzarían a contarlos con la mitad de una mano… después es muy fácil sentarse en primera fila, levantar o bajar el dedo cual Nerón cualquiera, tomarse una copa y luego publicar lo que os venga en ganas. Vuelvo a Gaga, que una vez más verifica diciendo que en la era de Internet, cuando las colecciones y las actuaciones son tan accesibles al público y cualquiera puede escribir un comentario en Facebook o Twitter, ¿no deberían los columnistas y críticos emplear un enfoque más moderno y orientado a la crítica, que los separa de la persona promedio en el país en su portátil? “El público ciertamente no es tonto, y como “Twitter Queen”, puedo dar fe de que el rango artístico de los intelectuales brillantes que escucho de todos los días es impresionante e inspirador. La realidad de los medios de comunicación de hoy es que no hay escalones, y si no tienen cuidado, los periodistas más agudos y educada se puede reducir a simples chismosos, mientras que un niño de 14 años de la escuela que ni siquiera tiene un armario de alta costura, todavía puede dominar los motores de los medios de comunicación social y, de paso, generar en un programa específico, bien pensado, la opinión discutible sobre la moda y la música que se considera por doscientos millones de personas en Twitter. Los paparazzi también han sido usurpados por el hombre de la calle armados con cámaras. Ese momento mágico de la estrella de cine posando delante del Museo Metropolitano ya no es tan mágico. Ahora todo el mundo tiene un teléfono celular de mierda y puede tomar esa misma foto de mierda”.
Y es que Gaga tiene razón, nada que añadir. De la noche a la mañana, levantas una piedra y salen cientos de miles. El esfuerzo es meritorio, claro está, y es que escribir de esto resulta menos trabajoso que postular, quedar y sobrevivir a un reality show. También se explica por esos cientos de miles que en un sentido de trascendencia y sed de reconocimiento [inherente a cualquier ser humano], gracias a las caídas del cielo nuevas autopistas de la información, más cientos de miles de gustos sobre el buen gusto, más cientos de miles de horas disponibles, más cientos de miles de estrellas en la cabeza, pues venga, vamos a escribir de moda, que alcanza para todos. Pero pasó señores nada más que lo tenía que suceder. Las reglas del juego estaban arriba de la mesa, ni bien se empezó con esto. Lo grave del asunto es la descalificación. Si de partida se da en un medio de tanta importancia global como el New York Times, y en su versión digital de alcance planetario, imaginen qué es lo que puede derivar de aquello… lo que hoy en día ven. Cientos de miles atacando sin pudor a todo el mundo, desprestigiando enseñas, carreras y trabajos de primer orden, o su contrario, cientos de miles alabando y endiosando aberraciones del tamaño de otro elefante. Vuelta a Gaga, cuando termina en las preguntas “¿Por qué hacemos insistir en la previsibilidad de la tristemente célebre crítico de moda?, ¿Por qué dar al elefante en la sala un cacahuate si ya se rompió su pedestal? Maní que estaba muerto al llegar. Para ser justos, la pregunta más importante para hacer es: ¿cuándo la pretensión de la moda fue más importante que la influencia en una generación?, ¿Por qué hemos decidido que la opinión de una persona es más importante que cualquier otra? De todos los diseñadores legendarios con los que he tenido la suerte de trabajar, el mayor descubrimiento ha sido su bondad y su falta de pretensión. Ellos no se preocupan por la jerarquía o posición. Son tan buenos, y precisos, que todo lo que les importe es que mientras estén depositando sus prendas de vestir totalmente personalizado a mi cuerpo, sea la manera que me haga sentir. Tal vez la pretensión pertenece en formol. Y la jerarquía esté embalsamada -para todos nosotros de recordar con nostalgia, y el honor, que una vez era moderno, pero ahora irrelevante- Maní”.
Lo que acaba de suceder sin lugar a dudas sonará para The New York Times, de pasada para todo el resto de la prensa anglosajona y mundial como un silbido en el oído luego de haber recibido una buena hostia, y una advertencia para Horyn en su forma de hacer periodismo, si se le puede llamar así. Asimismo, para nosotros, los que compartimos esta lengua, lo mismo. Dentro de dos semanas comenzará la pasarela Cibeles Madrid Fashion Week, independientemente de su calidad, la pasarela más importante del mundo hispanohablante. Habrá un ejército de nuevos críticos, periodistas, columnistas y bloggers. Y cuando acaba, la multiplicación será como en las bodas de Canaan, y habrá que reglamentarlo de alguna forma, y deberá partir de ellos mismos. Escuchen a Gaga chicos, ha dado una buena lección. Será la gran crítica. Cosa de elefantes.
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