Y comenzó lo que se veía venir, desde hace mucho. Empezó el cambio tal y cual estaba programado, sin matices. Algunos se adelantaron, lo supieron ver y saltaron la cuerda, una vez más. Los otros, los que estaban cegados por demasiadas luces y sordos por demasiado ruido, que aparecieron y subieron demasiado pronto, que no supieron calibrar, pues se fueron, vulgarmente hablando, a tomar por culo. Y no tenía gracia, pero bueno, así es la vida. Es un asco. Como escribía recientemente Mario [Vargas Llosa], los personajes centrales y las comparsas que pintando, esculpiendo, escribiendo, componiendo o simplemente imprecando, se propusieron hacer tabla rasa del pasado, abolir la tradición y fundar desde cero un nuevo mundo radicalmente distinto de aquél que encontraron al nacer, se dieron de una hostia contra el pavimento, y feo. Eran distintos entre sí pero todos decían odiar a la burguesía, a la academia, a la política y a los usos reinantes. Todos hablaban de revolución aunque la palabra tuviera significados distintos según las bocas que la pronunciaran. Querían liberar amor, cambiar la vida, dar derecho de ciudad a los deseos, traer la justicia a la tierra, eternizar la niñez, el goce y los sueños, y eran tan puros que creían que los instrumentos adecuados para conseguirlo eran la poesía, los pinceles, el teatro, la diatriba, el panfleto y la farsa… Fue una pena.
Había entre ellos verdaderos pensadores, poetas y artistas de grandísima valía y abundaban los agitadores y bufones, pero todos, hasta los más insignificantes entre ellos, dejaron alguna huella en un proceso en el que, reemplazando el fondo por las puras formas, y trivializándose cada vez más, en tanto que, al paso de los años, pese a sus insolencias y audacias, el establecimiento iba domesticando a unos y a otros y reabsorbiendo toda esa agitación contestataria hasta corromper, literalmente, mediante la opulencia y la fama, a los antiguos anarquistas y revolucionarios… tomó todo otro rumbo. Aquella que acabó por convertirse en un ruidoso simulacro, que a menudo galeristas, publicistas y especuladores del establishment trastocaron en una mierda de negocio. O todavía peor, en una payasada ridícula donde todos querían ser modernos. Una vez más quedó claro que el arte y la literatura progresan con realizaciones concretas más que con manifiestos y bravatas, y que la disciplina, el trabajo, la reelaboración inteligente de la tradición, son más fértiles que el fuego de artificio o el espectáculo-provocación. Pocos fueron capaces de seguir manteniendo ambas en su relación silenciosa, como amantes secretos… para que sobrevivieran sin traicionarse a sí mismos. Carlos Granés decía que no se puede premiar sistemáticamente la estupidez y esperar que esto no traiga consecuencias sociales y culturales. Una frase que resume de manera clarísima cómo una voluntad de ruptura y negación que movilizó a tantos espíritus generosos y que conmovió hasta las raíces las actividades artísticas y literarias del mundo occidental, fue insensiblemente deshaciéndose de todo lo que había en ella de creativo y tornándose puro gesto y embeleco, es decir, un espectáculo que divertía a aquellos que pretendía agredir, arrastrando por lo demás, en este infierno de la nadería a los cánones, patrones y tablas de valores que habían regulado antes la vida cultural. Acabaron con ellos pero nada los reemplazó y desde entonces vivimos en este orden de cosas, en la más absoluta confusión. Y nada los reemplazó porque los que podrían seguir, desaparecieron antes. Fue estratégico. Que esos años de vanguardia no construyeran muchas cosas inmarcesibles [a excepción de los pocos que lograron saltar la cuerda] en el dominio del espíritu, el poder destructivo de ese puño invisible sí fue un cataclismo, y ahí están, como prueba, al alcance de todos los ojos, los escombros que nos rodean. Era como ver una versión moderna de “Citizen Kane” de Orson Welles en otra escala. Se había ido, casi todo, al carajo. Repito, “casi”. Quedaban aún los que seguían manteniéndose, los que lograban hacer besarse a dos cosas tan antagónicas como la supervivencia económica con el romanticismo de la ilusión, costase lo que costase. Desde el otro lado del mundo, desde el fin del globo, para quien les escribe, le emocionaba profundamente leer el artículo de una amiga muy querida sobre el festival de otra amiga muy querida, cuando se refería a la recién inaugurada muestra del último tramo del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Barcelona, cuando narra: “Más allá de la fotografía en sí, hay algo más que tienen en común los artistas que engloba esa muestra bajo el título “Madrid-Barcelona en 3,8 seconds”: la necesidad de crear no solo un lenguaje propio sino de reflejar, cuestionar y trascender las normas de esta sociedad nuestra en crisis permanente, y no solo económica”. Para terminar: “Viendo sus fotos una diría que el resto de propuestas viven una realidad paralela. Pero al salir a la calle te das cuenta que la realidad paralela hace ya mucho tiempo que llegó para quedarse: las calles están cortadas y grupos de policías hacen guardia en las esquinas. A lo lejos acaba una manifestación. Otra más”. Palabras de tus cercanos que te aprietan el corazón, cuando sigues, a diario, con ese mismo corazón en la boca, a la prensa internacional hablando sobre el aumento de un aire irrespirable, la incapacidad de sus gobiernos por salvar a la comunidad, el probable fracaso del euro, los levantamientos civiles ante la brutal represión policial, la multiplicación de extremas derechas en las cabezas de la eurozona y los comentarios y cotilleos de pasillos, cenas y reuniones privadas de la probable declaración de una guerra inminente por parte de China y Rusia contra Estados Unidos y sus aliados [Europa, por supuesto], potencias quebradas usando a Irán como chivo expiatorio y probablemente, el prólogo para el estallido de una tercera guerra mundial. Cierras los ojos apretándolos fuertemente, mientras sientes cómo se te humedecen en silencio… como se te seca la saliva en la boca… cuando sabes con certeza que ya todo el mundo lo presiente, como una cosa rara en el aire. Es en ese minuto donde prendes un cigarrillo y te quedas mirando al vacío, a la nada. En tu convicción personal autoimpuesta que aquello son chorradas y que nada de aquello sucederá, pero al mismo tiempo, como una traición a esa propia locura y aberración de pensamiento, preguntándote qué coño deberías hacer, y rápido, si aquello sucediese… cambié el tema, de inmediato, de momento, en la cabeza.
Por estos días, mientras Gigi [Harrington] y Juanjo [Fernández] inauguraban “Madrid-Barcelona en 3,8 seconds” con algunos como José [Morraja], Gorka [Postigo] y César [Segarra], gente excepcional; Paco & Manolo su exposición de años de trayectoria en el retrato a músicos de talla global, Yolanda [Muelas] sacaba a las calles el último número de METAL y SILVER, Ramiro [E] su segundo GIRLZINE, Carles [Arnan] y Albert [Madaula] su también segundo GORGEOUS, Florence [Tétier] NOVEMBER, Nacho [Alegre] y Omar [Sosa] APARTAMENTO y Lucas [Castro Pardo] PETER, TOM & DAVE en formato digital desde Londres, y varios más, con una sonrisa monumental pensaba en ellos, en ese sacrificio por mantener aquel noviazgo entre amantes por mantener esa ilusión fabulosa, cada uno a su manera, y con dos cojones. David [Vivirido] y Francesco [Sourigues] hace poco habían sacado su primer libro del imaginario HERCULES, siguiendo el ejemplo de ENCENS en el cambio de formato editorial como producto en sí, lo mismo A CURATED BY con las chicas de RODARTE; y Luis [Venegas], en su extraordinaria inteligencia, seguía en la estela FANZINE137-ELECTRIC YOUTH!-CANDY que te hacía sacar tus más honestas y honorables carcajadas… ¿Con todo lo que está sucediendo, como decía esta amiga en su artículo, en esa realidad paralela, para mantener esa ilusión? Esa gente, para quien les escribe, pasaron a transformarse en héroes, honestamente. Qué quieren que les diga. Estuvo todo también muy craneado. No lo digo yo, os dice Joan [Fontcuberta]. Esas [a excepción de GORGEOUS, GIRLZINE , ELECTRIC YOUHT y PETER TOM & DAVE] ya no son revistas, son libros. Y asistimos caballeros a un boom del libro fotográfico. Se multiplican las colecciones y las librerías especializadas, se organizan festivales internacionales y hasta acaba de aparecer una revista profesional exclusivamente consagrada a esos productos. Y todo esto sucede mientras malos farios vaticinan [desde hace un buen] a la vez el fin del papel impreso y la muerte de la fotografía. Es evidente que los oráculos están para equivocarse. El inicio de ese meteórico interés tanto de parte del público como del mundo académico que cogió a todos de cerca, propagó la conveniencia de una relectura de la historia de la fotografía y la cultura a la luz de la página impresa y no de la imagen colgada. Similares iniciativas y publicaciones siguieron la estela, y está muy bien. Ha sido a través de las revistas [verdaderos libros] antes que los propios libros y catálogos, que la obra de los fotógrafos se ha difundido y ha alcanzado repercusión e influencia, y ya. El acceso a los tirajes ha sido siempre restringido y relativamente minoritario. Y pasa señores, que a pesar de ello, la versión de la fotografía que se nos ha ofrecido comúnmente sigue privilegiando la presentación de fotografías originales como objetos en los que se deposita el aura de la obra de creación. Este criterio no es sólo limitado sino a menudo erróneo, consecuencia a la par de mucha fatiga intelectual y de los intereses del mercado [contra ese que se luchaba chicos…]. Muy pocas fotografías han sido realizadas para ser expuestas en galerías y museos, y en cierta medida su museización constituye un acto a contra natura de las intenciones de su autor, como pasa, exactamente, con cualquier ilustrador. Funcionan ambas, fotografía e ilustración, bajo el mismo parámetro. Ambas, se consolidaron con las vanguardias históricas y las nuevas ideas sobre la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica. Fue a partir de ese momento que lo mejor de la creatividad fotográfica e ilustrativa se encauzó hacia las artes del libro, el cartelismo y las revistas ilustradas. Ya no se entiende, por ende, como simple soporte de unas obras sino que devendrá obra en sí misma. Una obra en la que deviene el diseño, el grafismo y la tipografía, la secuencia de las imágenes, la maqueta, el texto… una conjunción de cualidades de concepto y de objeto.
Verdaderamente caballeros, pocos autores han tenido la gallardía y los huevos de rechazar las ofertas de flamantes galeristas de exponer las fotografías o ilustraciones, porque no tendría sentido vender las imágenes separadamente porque la obra era “el libro” como tal. Es una forma de arte autónoma, comparable a una escultura, una obra de teatro o una película, como la de Welles. En él las imágenes pierden su propio carácter como mensajes por ellas mismas y se convierten en los componentes, expresados en tinta de imprenta, de una creación compleja llamado libro… a lo mejor Gallimard hubiese tenido una impresión bastante cercana… puede ser. Tenéis que tener en cuenta, también, que estos repertorios se han visto implementados por los avances informáticos y la consolidación capital de internet. Aparte de aquella vulgaridad creada para nuevos ricos y los eternos arribistas de toda la vida, en mi muy personal opinión, del libro electrónico, la impresión digital y el sistema print-on-demand posibilitan una extraordinaria versatilidad y autonomía, de las que se benefician especialmente las nuevas generaciones de creadores para emprender proyectos editoriales, a menudo en régimen de autoedición. Los creadores pueden ahora controlar todo el proceso de producción y distribución de su obra, son autosuficientes con lo que el poder de las instituciones disminuye. El artista puede acceder directamente al público. Por otra parte, la misma noción de autor entra en crisis…. En una era de apropiacionismo generalizado, el valor del libro como obra integral está por encima de la autoría o procedencia de las imágenes, donde lo verdaderamente significativo es establecer su impacto en la transformación de la escena artística y por extensión de toda la cultura visual contemporánea. Me afirmo en las palabras de Eugenia [de la Torriente], cuando afirma que la profunda conversión digital en la que, específicamente, la industria de la moda lleva embarcándose desde el dos mil nueve ha tomado un ritmo distinto a finales de este año… el Museo Virtual de Valentino y los archivos digitales de VOGUE [USA] marcan una nueva dirección para el binomio moda-internet. Si hasta hoy ese romance vivía obsesionado por la inmediatez del presente, con estos dos proyectos se persigue justo lo opuesto: la preservación del pasado. Mientras todo esto ocurre, muchas otras firmas, publicaciones e instituciones están estudiando la forma de volcar su herencia en la red. Suceda lo que suceda, como dice Eugenia, es una buena noticia que se abracen las infinitas posibilidades de internet y que, en la moda, se le permita mirar hacia atrás además de adelante. A lo de Eugenia le agregaría sólo una cosa: Use ambas, y también, la real, la de carne y hueso, simplemente, porque necesitamos, desesperadamente, la ilusión. Es el látigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario