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21.2.12

CUANDO EL MUNDO HERVÍA

Image::SHOPPINGHOUR MAGAZINE © LONDON::


Hay momentos en el vivir cuando, simplemente, no sabes qué hacer, o cómo mirar. Y no sabes qué hacer o qué mirar porque simplemente, no sabes qué sucede con el mundo que te rodea. O lo sabes perfectamente bien, y en esa claridad, todo se presenta a su vez en una violencia y rapidez que en un momento dado, termina por fulminarlo todo, como una bomba, precisamente por esa violencia y por esa rapidez. El mundo, por estos días, gira de ese modo. Los medios no dan tregua. Es salir de una barbaridad para entrar en otra en un momento donde se están dando todas al mismo tiempo, como nunca antes. Mientras en Siria se produce una matanza sin parangón, Irán prepara bajo silencio a voces la guerra tirando a diario mensajes a Occidente sobre su poder nuclear amparado por China y Rusia, aprovechándose de una Europa sumida en el caos de una cuasi recesión con países más preocupados de salvarse el propio pellejo, barriendo para casa y de una Norteamérica en plenas elecciones, ambas potencias, bajo el manto de fascistas elevados al poder, ciudadanos en plenos levantamientos sociales en las calles reclamando por la paulatina pulverización de su Estado de Bienestar terminando en enfrentamientos con cuerpos policiales, ya hace bastante, enterrados en su antaña respetabilidad. Naciones Unidas ha pasado a ser nada más que un elemento decorativo, al igual que casi todo el resto de organismos internacionales y los medios de comunicación, periódicos y televisiones por igual, prácticamente todos, sin aprender la lección, han seguido protegiendo intereses particulares olvidando por completo su rol y perdiendo la credibilidad de la población. La iglesia tampoco se queda atrás, y a ratos los adelanta, tratando de mantener su hegemonía en disparates como proteger cientos y cientos de abusos cometidos por miembros de sus filas contra la infancia… ¿Qué pasó con el mundo caballeros?... se fue todo al carajo, y ni nos dimos cuenta.



¿Cómo fue el ser humano capaz de llegar a un punto tan extremo como éste?, ¿Qué pasó con ese pequeño, pero gran grupo de intelectuales y élites que fueron criados en su tiempo con la educación y preparación pertinente, en los cinco puntos del globo con la capacidad suficiente para poner [independientemente de sus intereses particulares], un orden, o cierto orden en el mundo? Pareciese ser que esos hombres, que en su momento y tiempo, tras crisis, guerras y las aberraciones más siniestras de las que el mundo tuviese noción y relato, con la inteligencia, capacidad y cojones de mediar y construir democracias y sistemas económicos en los que el mundo se desarrollaría en una medida de orden aceptable para casi toda la humanidad, hubiesen desaparecido… muchos ya han muerto, y otros, encandilados por las luces del capitalismo, vendieron su alma al diablo a cambio de su bienestar en la vejez y la de su descendencia en el futuro. Ahora nos encontramos con esas descendencias en el poder, tecnócratas criados en la bonanza construida por sus padres y abuelos pero con la ambición del fácil sistema en el que crecieron y la pantalla de seguridad para sus fechorías que en otro tiempo sus propios antepasados se encargaron de echar abajo con otros tiranos y sistemas. El tema y error fue que esos tecnócratas sin escrúpulos, al contrario de sus padres y abuelos, tenían un elemento en contra que no sospechaban, ni de lejos, que podría llegar a ponerlos entre la espada y la pared, y en muchos casos, hacerlos caer: internet. La red funciona como una aldea global tan poderosa como el mundo real, aquel mundo del de a pié. Ya a nadie se le puede engañar, en la red al menos, y aquello caballeros va teniendo inmediata repercusión en la calle, donde ahí las cosas sí que se ponen crudas, y en donde los presupuestos en seguridad se van disparando, y a niveles que nadie nunca previó. ¿Qué tal? Voilá.



Si ese cambio abrupto sucede a niveles tan altos como en la economía y la política internacional, imagínense lo que sucede en un área de la industria como la que nos compete en las áreas creativas del diseño, la moda y las artes, de por sí, mucho más menospreciadas, claro está. El gran tema es que pese a la importancia de las nuevas tecnologías de la información y al poder que sus principales representantes pueden llegar a tener dentro de sus circuito, y en la capacidad de comunicaciones que posean dentro del mismo, que se ve inmediatamente reflejado en la calle, más aún por el carácter aspiraciones de todo esto, queda la pregunta abierta del por qué, o el para qué… ventas, puede ser la principal respuesta, sin lugar a dudas. El MoMA, el Palais de Tokyo, Jeu de Paume o el Pompidou lo han usado excepcionalmente para el intercambio inmediato con sus usuarios. Otros han seguido la estela, incluso para ir más allá y por ejemplo, junto con otro sinnúmero de instituciones culturales, ejercer presión en su momento para la liberación del artista Ai Weiwei tras su detención y desaparición por parte del gobierno chino, elevándolo, en cosa de meses, probablemente, en el artista más poderoso del mundo… y estuvo muy bien. En el caso de la moda, la red fue también herramienta capital para crear el imaginario universal de algunos proyectos como el Museo Valentino, los archivos de Vogue, en actual preparación los también archivos de Visionaire y la repercusión internacional de algunos diseñadores como Bruno Pieters con su enseña Honest By y los desfiles en directo vía Livestream como Kris Van Assche y Alexander McQueen, accesibles al ojo global exclusivamente vía redes sociales. También van apareciendo empresas ofreciendo el servicio de desfiles on-line para editores que no tienen el tiempo ni las ganas de ir a poner [contra su voluntad, porque vamos, es un agobio] la cara a los front-rows donde tantos primerizos se cortarían las venas por estar presentes. Es decir estimados lectores, don´t fuck with internet. Cualquier individuo tiene ahora acceso directo a esas informaciones [en este mundo más aspiracional que nunca] a todo aquello, de forma inmediata.



En el caso de las revistas y los periódicos, su poder e influencia se va reflejando más en sus contenidos informáticos, dejando muy en claro también que más fuerza tienen aquellos que duplican presencia tanto en lo virtual como en la publicación como objeto tangible. No ha llegado aún el día [ni probablemente llegue] en que, por cómo va funcionando el mundo, en algún momento deje de funcionar el sistema eléctrico y nos quedemos a la deriva del conocimiento y la información, aquello en lo que ese mismo mundo [por su propia ceguera] se empecina en provocar, y va de maravilla. La tecnología y sus aparatos has pasado a convertirse en una extensión de nuestras propias vidas, por no decir, en muchísimos casos, parte vital de nuestra propia existencia. El MoMA [Museum of Modern Art] de Nueva York, acaba de inaugurar una exhibición llamada “Millennium Magazines”, propuesta que precisamente, presenta una selección de títulos que a su vez presentan eso, la vorágine del mundo que nos toca ver a diario, desde la vida común hasta la gran cultura, en esa confusión, y que probablemente, estarían en ese primer lugar si es que algún día no muy lejano [por cómo va el mundo], ese bien tan preciado llevado por el cobre llamado electricidad, dejase de funcionar. Volveríamos a los orígenes, y serían ellas [entre otras muchas] las que probablemente, nos harían volver a repensar las cosas, en todo tipo de orden. Volver a respirar, a sonreír, como cuando uno se toma vacaciones y deja todo para largarse a una Nueva Caledonia, a esos sitios olvidados donde no tienes más compañía que las más colosales creaciones de la naturaleza, donde vuelves a vivir, a vivir en la propia realidad animal, en donde todo avance creado a manos de lo humano pasaran a tener menos valor que un puñado de piedras. No estamos tan lejos de aquello, porque somos humanos, es decir, para bien o para mal, completamente predecibles. Visiten el MoMA y véanla. Están ahí, igual que todo ese ejército de creativos de los cinco puntos del globo, en medio del meollo mismo de todos los asuntos… cuando el mundo hervía. Sonreirán, es una promesa.




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