Image::MR TIM BARBER PHOTOGRAHER© NYC::
El pasado miércoles dos de mayo, a las siete de la tarde, en la Team Gallery de New York no entraba ni un alfiler. “Animals” la nueva entrega de fotografías realizadas por Ryan [McGinley] congregaba uno de los mayores números de asistentes que una galería haya recibido en el último tiempo. Todos los medios de tendencias, artes y moda en los cinco continentes siguieron su exposición cual abejas y osos a la miel. Pero no hace falta entrar en muchos detalles. Era Ryan. Casi al mismo tiempo, el debate entre François Holland y Nicolas Sarkozy era seguido en tiempo real por toda Francia y cientos de millones de personas en el resto de Europa y el mundo. Las elecciones que han dado la victoria a Holland ayer eran más determinantes para el futuro del viejo continente que para Francia en sí misma, y todo el mundo lo sabía. Sin embargo, ni bien concluyó aquel debate, era otra la noticia que le usurpó los titulares, a ambos, en prácticamente toda la prensa internacional. “El Grito” de Munch, una pintura de tamaño medio, se convertía en la obra más cara de toda la historia de las subastas, con sede en Sotheby´s [a pasos de lo de Ryan] y una escalofriante cifra estimada en ciento diecinueve millones de dólares. ¿Cómo era posible que una pintura, el arte, cobrase en cuestión de instantes más interés que el debate a unas elecciones presidenciales vitales para el futuro de un continente y la salvaguarda de una crisis continental e internacional? Lo de Munch se transformó, para su propio legado y el de esa obra en particular, en puro rock´n´roll. Seguramente ahora, su valor y el de sus tres copias se habrán duplicado o triplicado, y eso abre un nuevo paradigma, no sólo en el mundo del arte, sino en todo el resto de áreas. Hablan los de siempre que la burbuja del arte saltó por encima de la crisis, para la cual toda la depresión mundial parece un chiste, y lo de Munch lo demostró, como un fuerte puñetazo directo a la nariz. Y a que no adivinan por qué… será, a lo mejor, porque son las artes el último campo de la vida de los seres humanos que no ha caído nunca, y probablemente, por su propia condición, per se, no llegue jamás a caer en juegos de poder y ambición, secretos y mentiras de todo el resto de áreas… así de simple.
Históricamente, hasta el más cruel de los seres humanos ha quedado a merced del arte, porque en ella y en su contemplación florecen sentimientos tan simples como importantes para la esencia misma de las personas, que pueden ablandar el corazón de hasta el más sanguinario de los asesinos. Su cotización radica en eso, en ese intangible, y por esa misma razón no depende de las subidas o bajadas de las divisas, ni del agotamiento de recursos naturales ni las orgías sexuales de las finanzas o la banca. Juegan en un nivel superior, igual de intangible. No es por nada que la más grande colección de arte del mundo esté en manos, precisamente, de la Iglesia [otra que juega con intangibles], ni que en cualquier clase de guerras o levantamientos, sean las obras de arte las primeras en ser rescatadas y escondidas o sacadas de los países bajo los más inimaginables sistemas, o por ser las primeras en ser robadas por quienes usurpan el poder. Las historias circundantes a las obras de arte guardan las historias más cinematográficas que se registren [tráficos, peleas familiares, asesinatos y conspiraciones incluidas] que han dado material inigualable a novelistas y el séptimo arte, en absolutamente todas las culturas. El robo de obras de arte de los museos más importantes del mundo, digan lo que digan, no puede tener cárcel, porque su robo requiere un nivel de sofisticación, elegancia y cultura prácticamente idéntica al del autor sustraído. Vamos, que cualquier artista vivo que se valga de tal [al menos para quien les escribe… llámenme loco, wathever], creo que estaría honrado que alguna de sus obras fuese sustraída por un pedazo de cabrón encapuchado que bajase del techo vestido de negro, burlase con elegancia todos los sistemas de seguridad más sofisticados y desapareciese de ahí sin dejar rastro con tu obra, además de todo el seguimiento policial posterior hasta dar con él, y por supuesto, con la obra. No sé vosotros, pero si alguna de mis obras en las diferentes colecciones donde se encuentran fuesen robadas así, en vida, y lograsen coger al bandido, no podría hacer más que ir a verle, darle la mano, partirme a carcajadas, conseguirle abogados o convencer a su propietario que levante los cargos, pagarle la fianza e invitarle a mi estudio y después a cenar al mejor restaurante de la ciudad para que me contase cómo lo planeó todo, cómo lo hizo, cómo entró, qué herramientas utilizó y después cómo hizo para hacer desaparecer la obra de la faz de la tierra o sacarla del país, vamos, el thriller completo y seguir hasta el último de mis días carteándome con él. Sería lo último que quisiese hacer antes de morir. Sería lo más.
Arte y… ¿crisis?... ¿Qué crisis? Crisis tienen en la banca, las finanzas, los gobiernos, la iglesia y los medios de comunicación, hasta el ciudadano de a pié, contemporáneo que grita como en la obra de Munch sin saber qué ostras pasará con él. El arte pasa total de vosotros, y resulta paradójico que en estos tiempos donde la cultura vaya a capa caída, sea la primer área en sufrir recortes de presupuestos por parte de los Estados, con artistas mirados por encima del hombro por rimbombantes empresarios, políticos y hombres de negocios, y luego, en un chasquido de dedos, quienes les quiten los titulares de periódicos y si no les bastase, cotizar más que una corporación entera, un conglomerado. Que les den. McGinley, en su inauguración, tenía una sonrisa que le partía la cara. Y lo merecía. Era del grupo de Dash, y junto a Dan Colen en la gran manzana lo eran todo. Lo que acaba de suceder debería servir precisamente a los artistas, un aprendizaje para no agachar la cabeza ante el desaire de ningún político ni empresario, sino todo lo contrario, porque les pueden dar vuelta la mano, así, como si nada. Y por supuesto trabajar, pero trabajar bien. ¿Qué importa si para mantener tu producción debas hacer trabajos menores que te permitan sobrevivir dignamente o con lo justo, si gracias a ello puedes lograr producir en cierta comodidad? Ahora hablo de los artistas… porque en eso los artistas caen muchísimos, en pensar que serán unos desgraciados muertos de hambre el resto de la vida, y en crear con esa mochila a cuestas, a sabiendas. No debería pasar, siempre y cuando tengas un nivel constante de producción, luego hacer una buena gestión de tu obra, con buenas comunicaciones, y después, crear una buena red de contactos que te permitan posicionar tu obra a un nivel aceptable donde gire por sí sola. El problema es que nadie quiere mover el culo, o hacerlo les atemoriza. Nadie dice que sea fácil, desde luego, pero tampoco es imposible, en absoluto. Y lo otro es que muy pocos con su obra propia proponen soluciones, por ende no tienen nada importante que decir… Eso, por ejemplo, es el eterno talón de Aquiles de los artistas latinoamericanos: darle de la manivela a localismos que no son universales, y por no serlo, no le interesan a nadie, o a muy pocos. Tampoco son capaces de transformas esos localismos en universalidades, que por su propio discurso sea reconocible para cualquier persona, en cualquier ciudad del mundo. Algunos de los más cotizados hoy, como Damien Hirst, Ai Weiwei, Marina Abramovich, Chisto, Jeff Kons, Anish Kapoor, el propio Ryan, Colen y ya fallecidos como el por estos días célebre Munch o Picasso, logran eso, universalidad, por eso pueden entrar en el panorama internacional, y por eso pueden cotizar y vivir de ello, o lograr esas cifras en una subasta como la del martes recién pasado. Al parecer, por nuestro tiempo [un absoluto caos], la única crisis en el mundo del arte, esté quizá, en la propia cabeza. A lo mejor suceda porque antes que preocuparles lograr esa universalidad en cada una de sus obras, estén más preocupados por convertirse en celebridades y estar en el sistema, y volvemos de nuevo a lo mismo. Parece que todo el mundo ha confundido la cultura con Hollywood… hay que prestar menos atención a los norteamericanos, o a la televisión, dijo alguien por ahí. Si Matta, Lahm, Kahlo, Soto, Rivera, Ferrari, Petorutti y otros más del círculo de oro de las artes latinoamericanas de su tiempo [por la zona geográfica en la que me ubico] lograron tener la repercusión que tuvieron a escala mundial, fue por razones muy sencillas. Primero, porque hicieron un trabajo de oficio. Segundo, porque lograron dotar a sus obras de universalidad. Tercero, porque generaron una buena red de contactos. Y cuarto, porque hicieron estupendas comunicaciones de lo propio. Por eso sus obras cotizan, como Munch, en Sotheby´s o Christie´s, sus aperturas están tan repletas como la de Ryan, y son robadas por sofisticados delincuentes, como “El Grito”. El que logre llegar a hacerlo, de nuestra generación, exactamente igual, merecerá aplausos. Y en lo personal, le invitaré a una buena cena, como al ladrón de museos. Será un placer, y enorme, como las elecciones de ayer. Enhorabuena por Francia, Europa, Munch y Ryan.
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