Image::MR CECIL BEATON PHOTOGRAPHER © LONDON::
Hace un tiempo atrás, Eugenia [de
la Torriente] se centraba en la imagen de Elizabeth II, Reina de Inglaterra,
como referente de estilo. Quedó en la cabeza dando vueltas, vueltas y más
vueltas. Elizabeth… Tiempo después, por esas cosas de casualidad y sin
proponérmelo, me encontraba frente al film dedicado a la monarca, una ficción
centrada en aquel episodio cuando Diana de Gales fallecía debajo de un puente
en París gracias al acoso de un fotógrafo imprudente que buscaba la
exclusividad del escándalo. Y como bien narra Eugenia, pareciese ser que
Elizabeth va siendo prácticamente la única que va sorteándolo todo, como si
pasase de todo manteniéndose idéntica. Siguió dando vueltas en la cabeza. Empecé
a recopilar información. Artículos, imágenes, videos, análisis y ensayos. Sin
lugar a dudas, después de revisar todos el material durante días, la principal
conclusión era que esa mujer poseía una vida cinematográfica, que ninguna
actriz de cine [ni de las vivas ni de las muertas, las más grandes de la historia],
ha llegado a igualar. Tampoco ninguna otra monarca contemporánea. A lo mejor
por el hecho de que siga viva, o a lo mejor porque ha sobrevivido a todo, y a
lo grande. Todo lo referente a ella hace callarte la boca, incluso hasta en sus
más mínimos detalles. Es lo más cercano que exista en el mundo moderno al poder
más exacerbado, a la opulencia más principesca, a la representación de esa
Reina Victoria que en su tiempo tuvo en su poder, en sus manos, sencillamente,
al mundo entero.
Descendiente directa de una
familia con una historia de más de mil años, que ascendió al trono más
importante de Europa siendo apenas una muchacha, parece que nadie nunca se
preguntó si ella quería realmente eso… debía ser eso, y punto. No tuvo el
tiempo ni siquiera de preguntárselo ella misma. Desde el momento de su coronación [de la que cualquier
persona en su sano juicio saldría corriendo despavorida], acató las reglas de
un peso planetario e involuntario, porque eso es, y toda su vida ha debido
representar la imagen de sobriedad, jugar a ese personaje que vaya a saber uno
si se ajusta realmente a lo que pasa por la cabeza de esa mujer… debe de ser
una de las mujeres más inteligentes del globo, simplemente, porque la obligaron
a eso, no tuvo elección. Es muy fuerte tener veinticinco años, o treinta, y
sentarte a la mesa con otros hombres y mujeres que lo mismo te duplican o
triplican en edad y tienes la obligación de tratarlos a la par, y hasta por
debajo de ti… hay que tener huevos. Saber que deberás jugar el papel de “Reina
de todo” hasta el día que mueras, y ni cuando mueras tendrás paz… creo que una
cosa semejante no puede hacer más que transformarte en puro hierro,
infranqueable, la más fría de las personas. Frente a ti, durante décadas,
desfilan primeros ministros, mandatarios, reyes y nobles menores que tú en
poder y visibilidad mundial, los mejores artistas y premios internacionales de
todo tipo… y tú no mueves ni un músculo de la cara, porque sabes que no puedes
dejarlos que te vean hacerlo, a nadie, ni siquiera si hay guerras en tu propio
territorio, muertes y sangre. No puedes tener opinión política, pero eres parte
consustancial de la política. Debes mirar por encima del hombro incluso a los
políticos, porque sabes que pasará el tipo, y luego otro, y otro más pero tú
seguirás ahí, en lo más alto, por siempre… te vistes toda tu vida igual con
inflexibilidad hacia el erotismo, el glamour y cualquier tipo de tendencias
siendo que puedes tener los más fastuosos vestidos, joyas y toda suerte de
lujos… hay que tener huevos para no caer en ello como caen todos. Y sería muy
gracioso ver a aquellos que la han criticado durante décadas o al menor atisbo
de ataque lanzarse como perros a la yugular, si podrían hacer lo mismo que
ella… probablemente muy pocos podrían.
En tiempos actuales donde la
realeza española tropieza en escándalos evitables; los monarcas árabes caen en
la más grande falta de sofisticación [basta ver a sus mujeres] acojonados de
que sus pueblos ataquen sus palacios y los lleven a la gillotina [como a sus
dictadores]; el otrora hortera reino de Mónaco se ha vuelto aún más hortera,
favorito para esconder dinero negro de nuevos ricos; Europa está a punto de
desintegrarse; América lucha por mantener su hegemonía y los poderes económicos
mundiales se han desplazado hacia China, la India, África, Rusia y América
Latina; la prensa se convierte en chismorreo de cuarta y sensacionalismo; y
media humanidad está en las calles reclamando con ira la desintegración del
propio mundo, encerrada en su palacio sigue Elizabeth… observándolo todo.
Seguramente verá la televisión, leerá los periódicos, será consciente de los
cambios que se van dando como nunca antes en toda la historia, la universal,
aquella en la que ha sido una de sus principales protagonistas [a la fuerza]…
¿Se han preguntado qué pensará de todo lo que hoy nos sucede? Probablemente se
levante, mire por la ventana en silencio, niegue pausada y elegantemente con la
cabeza y sólo diga una frase en voz baja: “Manga de gilipollas”. Y ella seguirá
ahí, discreta, pragmática, estoica, vistiendo igual, recibiendo a los reyes y a
los hombres y mujeres más poderosos del mundo, hablando lo justo e
indispensable, pasando frente a gentes, esa gran fauna, que no tendrán otra
opción más que arrodillarse a su paso, siguiendo su vida pública y privada como
lo que ella sabe que es: la reina más poderosa del mundo, amada y odiada dentro
de su palacio repleto de caoba, mármol, tapices, pinturas de los artistas más
extraordinarios de la historia, oro y cristal por todos sin una razón, por
documentación, lo suficientemente consistente para con ella, persona. Y ella lo
sabe… hasta el día de su muerte. Victoria, si estuviese viva, no podría hacer
más que sonreír, porque lo ha hecho no bien, sino perfecto, sobre todo desde el
punto de vista que no tuvo, nunca, elección. Era otra época, podría decirse, y
está muy bien. El gran tema es, o la pregunta es, ¿Qué época. Y esta qué es?,
¿Esta, donde disculpando la vulgaridad, es todo una gran casa de putas?...
Podría ser más interesante la pregunta de si antes, en ese tiempo donde
Elizabeth fue coronada, acaso no vivíamos mejor. “¡¿Pero qué dices?!”, se me
podría criticar. “¿A no?”, podría responder. ¿De qué han servido todos los
avances de la ciencia y la medicina, cuando de esos mismos avances se han
aprovechado multinacionales y farmacéuticas para su propio enriquecimiento e
incluso para seguir expandiendo pandemias y enfermedades a propósito, como el
Sida, en África?; ¿Para qué ha servido la sofisticación en la intelectualidad y
el comportamiento del ser humano, cuando de eso se aprovechan todo este
ejército de subnormales para posicionarse en la política, entendiendo el
servicio público como un mal chiste, o una buena broma?; ¿De qué ha servido el
avance de la tecnología y la apertura a las nuevas autopistas de la
información, cuando cada vez más gente no tiene más que una insana relación con
una pantalla de ordenador?; ¿De qué ha servido el mismo desarrollo de las artes
y su relación con esas mismas tecnologías, cuando lo único que han logrado
hacer es mierda [salvo notables excepciones], y de paso, confundirlo todo con
el entretenimiento y el espectáculo, mirando en todo momento a ese sitio en Los
Ángeles de los que se valen esos mismos productores cinematográficos de la vida
de una mujer como Elizabeth y el circo que supuso el deceso de la plebeya
elevada a princesa y luego engañada con trágico final, para hacer efectivo?... ¿Alguien
dijo Walt Disney?... hay que tener suficiente morro, en el mundo de mierda
donde vivimos como para ir a criticarla, honestamente. Se trata de la poca
vergüenza caballeros, de eso que Molière puso sobre un escenario y que
seguramente los antepasados de la propia Elizabeth disfrutaban viendo en algún
gran teatro como lo que era, una comedia del absurdo.
Ya nos gustaría a todos vivir
como Elizabeth, en esa supuesta irrealidad encerrada en su palacio rodeada de
las mejores obras de arte que nadie haya visto jamás, sin elección, alejada de
lágrimas y espectáculos, de sangre y maldad, obligándose a ser estoica, sobria y
vistiendo toda la vida igual, sin seguir ninguna moda u otra imbecilidad, y al
mismo tiempo, siendo el centro de todo, de amores y odios populares, de los
medios de comunicación del planeta, de los hilos del poder y las cuentas
bancarias más abultadas, ajena a las horteradas y a esa “manga de gilipollas”
hoy convertida en pandemia, tan letal como ese asesino llamado Sida… y no tuvo
elección. Ahora su nieto, hijo de esa misma mujer que la hizo salir de palacio
y revolucionar en parte, de un plumazo los mil años de historia de un imperio
[que ha tratado por todos los medios posibles de mantener], se casa con otra
plebeya… ¿ Y ella lo vuelve a aceptar?... ¿Qué les parece? A ver cuántas saben ser
reinas… les aseguro que no les da ni para ser simples estrellas de cine. Eugenia
tenía razón. Se convierte hoy en referente de estilo, histórico y universal.
¿Por qué? Porque sigue siendo ella, y lo que hizo [ahora si, por propia opción]
fue puro rock´n roll. Evolucionó primero que ninguna, y lo hizo, por supuesto,
a lo grande. Por algo es reina, y de reinas, como ella sólo sabe [y lo sabe],
la mejor... Elizabeth.
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