Image::MR PATRICK DEMARCHELIER PHOTOGRAPHER © PARIS::
Decía Pier Paolo Pasolini antes
de su aún no aclarado asesinato [atribuido al fascismo mussolinista hace años
por la también desaparecida periodista Oriana Falacci] “Puede que lo que crea
sea producto de mi incredulidad, y creo en ello porque soy un incrédulo con una
creencia”. Podríamos atribuir esa frase al personaje de la hermosa novia
vestida de blanco que corre por el campo y luego por las calles de piedra en
Lecce con sus profundos y grandes ojos verdes húmedos en busca de su verdadero
amor revólver en mano, que después de mucho camino logra dar con él, tirar el arma al suelo, cogerlo de la mano y
seguir corriendo, y formar con él, con la pasión de ambos, un imperio que daría
de comer a toda su descendencia, hasta que décadas después, sus nietos
decidieran acabar con el imperio para seguir sus propias fantasías, con sus
auténticos amores, para seguir con sus pasiones y ser grandes en ellas. La
novia, ya convertida en diabética anciana y pragmática abuela, no sólo los
apoyaría, sino que los obligaría a hacerlo y atacaría a todo aquel que se
interpusiese en el camino de sus nietos, porque se vería reflejada en ellos.
Después de lograrlo, se sienta frente al tocador vestida de fiesta con sus
mejores galas, se maquilla detenidamente mirándose al espejo, paso a paso,
primero los párpados, luego el rubor, después los labios… se perfuma con un
elíxir que se expande por toda la habitación con un dulce aroma. Coge sus
pendientes y los cuelga de sus lóbulos con cuidado. Lo mismo hace con un precioso
collar, anillos y un delicado broche, alhajas que brillan gracias al reflejo
del espejo y la luz, que iluminan su cara como las viejas divas del cine con
las que creció. Una vez concluido el ritual, se levanta, camina unos metros y
se recuesta en su cama, rodeada de suculentos postres. Tortas, chocolates,
tartaletas, dulces y golosinas de las mejores pastelerías de la ciudad. Y
empieza la fiesta, comiendo esas exquisiteces y sintiendo orgasmos a cada
bocado, con cada mordisco, con la delicia de desafiar lo que durante años le
han prohibido. Ya lo hizo en su juventud, sus nietos volvían a hacerlo, y ella
daría el cierre final, la guinda de la torta… el broche de diamantes, tan
espectacular como el que luce en su pecho. La lección final para toda su familia.
Y así acaba… como lo que fue y es… como una diva.
Sin lugar a dudas, experiencias
como ésta ya no existen, o prácticamente están extintas. Y todo lo que intente
llevar ese extremo de ostentación, de divismo, resulta en nuestros días una
soberana ordinariez, ¿por qué? Porque no le llega ni a los talones. La gente
perdió la clase… ¿Suena duro?... ¿Por qué caballeros? Vicente Verdú decía que
en otros momentos de la historia tratar a alguien como “común” sonaba mal.
Incluso olía a través de un tufo [diametralmente opuesto al perfume de esa
mujer] que nos invitaba a apartarnos. En cambio ahora, es difícil hallar una
palabra o un concepto más oportunos para expresar la paz que no tenemos. Frente
al amor de lo doméstico, el crimen del vendaval, frente al fuego del hogar, la
hoguera exterior flameada de desahucios, de sociedades completas en las calles,
desde Israel a Paraguay pasando por Estados Unidos, el mundo árabe, Grecia,
España o la misma Italia [tierra de esa mujer]… frente al horror de las
actuales diferencias el placer del parecido. La exacerbación y su
abigarramiento es hoy el signo viral de la catástrofe. Frente a los tiempos en
que el lema más general consistía en lograr ser diferente sea tuneándose, sea
consumiendo, ha llegado el momento en que lo más grato, seguro y deseable es
guarecerse en los grupos. Cualquier exclusividad se halla hoy muy cerca del
delito y no de la identidad, más próxima a la injusticia que al fenómeno del
lujo… el sueño de la exclusividad ha sido la gran película del capitalismo de
ficción y la realidad de todas las últimas y grandes estafas. Seguramente esa
novia de llorosos ojos verdes, como Pasolini o Falacci, os hubiese escupido a
los zapatos con desprecio, con asco. Contra superornamentación, el punto del
sentido común; contra la descalificación de los pocos la fiesta de formar parte
de los muchos mejorados, como ese festín de delicias de repostería. Alabanza a
la simplicidad y a la honestidad de los arquitectos cómplices de los ciudadanos
y no del maldito poder, amantes de la reunión con gente y no con el trono. A
los años de falsificación y despilfarro, a la época de la injusticia y el
incremento de las diferencias sociales, sigue ese propósito de regresar a la
armonía de la cooperación. Se le conoce como charmé… y está en el mundo de lo
común.
¿Qué podemos creer hoy… qué
creencia podemos tener como aquella narrada por Pasolini, para correr por el
campo y la ciudad vestidos de novia, en tacones por medio de calles de piedra y
un arma en la mano para lograrlo cueste lo que cueste, con rebeldía, sin
saberlo, alimentando una revolución, con pasión, si como narra Francisco
Basterra, el solsticio de verano trae la respuesta de comprobar que el bloque
euroatlántico, lo que hemos convenido en llamar Occidente, ya no lleva la batuta
mundial? Es todo un cagazo caballeros, de grandes ligas. La presidencia de
Obama pasará a la historia por ser la primera que comenzó a admitir el declive
de la única superpotencia capaz todavía de ejercer, cada vez con mayor
intermitencia, como la bombilla de un burdel, un papel global. Y porque es
difícil mantener la preeminencia mundial con una economía que ya no soporta las
guerras exteriores y un despliegue militar “urbi et orbi”. Y no lo digo yo. Ya
lo dijo hace mucho el británico Paul Kennedy, y muy bien, cómo desaparecieron
los imperios históricos cuando no fueron capaces de sostener el coste económico
de su grandeza. La América de Obama no ha podido imponer su voluntad en el
G-20. Aquello ha sido otro disparate, y encima, público. Primero a Merkel [una
vez más], que no quiere escuchar hablar de estímulos asociados a Keyne sin
lograr antes una unión política y fiscal de la Unión Europea… tampoco el
autócrato y mafioso Putin, que exige ser tratado como líder de una gran
potencia y no cede en su apoyo al asesino sirio, El-Asad, impidiendo el
reinicio necesario de la relación Washington-Moscú; ni tampoco está Obama en
condiciones de dictar conductas a los países emergentes que hasta ahora han
aguantado con su crecimiento el desfonde de una recesión global, pero comienzan
a tropezar ante la debilidad de Europa y Estados Unidos. Y pasa estimados
lectores, que China, Brasil, Rusia, India y México son todavía capaces de
reforzar con ochenta y tres mil millones de dólares las arcas del Fondo
Monetario Internacional [FMI]. Se anuncia un nuevo equilibrio de poder en las
instituciones nacidas tras la última guerra mundial. Latinoamericanos como
quien os escribe y asiáticos, antaño víctimas de los drásticos ajustes del FMI,
contemplamos hoy cómo nos toca someternos a los pobres europeos… como dice
Basterra, el mundo al revés. China, en periodo de renovación de su cúpula
dirigente, está amenazada por la corrupción política, el aumento de la
contestación ciudadana y un modelo de crecimiento impulsado por el Estado que
muestra sus límites y pone en juego la armonía social. La disminución de las
importaciones chinas y en contrapartida el descenso de su insaciable apetito de
materias primas que la ha llevado a adueñarse prácticamente de África entera,
debilita el crecimiento de otra gran potencia como Brasil. India, el otro
gigante asiático, la mayor democracia del mundo, frena su crecimiento a la
mitad víctima de un Estado decrépito y de unos políticos incapaces [otros más]
de realizar las reformas necesarias para sacar de la extrema pobreza a la fría
suma de trescientos millones de habitantes… El mundo occidental demuestra su
impotencia señores, pero no aparecen alternativas capaces de asumir el relevo.
Ya os lo dije hace años. Estamos ante un nuevo paradigma en el que los poderes
emergentes no aceptarán la autoridad occidental como hasta ahora, pero tampoco
convergerán hacia nuestros valores… un mundo sin centro de gravedad o un
guardián global claro que requerirá mas consenso y tolerancia de las
diferencias [como decía hace poco tiempo esa mujer mano derecha del recién
elegido Hollande], con valores en conflicto y múltiples caminos hacia la
modernidad y la prosperidad. El siglo veintiuno no pertenecerá ni a Estados
Unidos, ni a China, ni a ningún otro poder. Caminamos hacia un mundo de nadie.
Disculpando la expresión, se fue todo a la mierda. Una vez más, le toca el
turno a los artistas.
En vista de la gran casa de putas
que tenemos al frente, parece que habrá que meter manos en el asunto, sacar de
la caja fuerte el revólver y salir a la calle y empezar a intercontinentalizar,
porque el tema ya no da para más. Empezarán a despegar y aterrizar aviones, de
Europa a América Latina, de Estados Unidos a Asia y de la antigua Unión
Soviética a Oceanía, y viceversa. Los artistas se empezarán a mover. Y créanme,
se ayudarán entre todos… no será la primera vez. Iker [Seisdedos] lo acaba de
vaticinar, e Iker no es gilipollas. La actual crisis, la mayor vivida en suelo
europeo desde aquella contienda fraticida, nació cuando confundimos la europea
con una unión ordenada desde arriba y exclusivamente política y económica, y
Europa olvidó fatalmente los lazos culturales compartidos. Ahora ha vuelto a
suceder [No lo sabrá uno, que cogió maletas y se largó de ahí por la misma
razón, de la que hace poco Mario [Vargas Llosa] lo volvería a repetir]…
Pregunta Iker ¿Existe hoy, después de cinco años de la hecatombe financiera una
idea de Europa más allá de la prima de riesgo y sus contagios, de los
eufemismos económicos, del rescate duro, blando o semiblando, de los
referéndums sobre el euro y de las cifras que esconden millones de dramas
personales?. También pregunta si acaso merece la pena enarbolar esa bandera en
tiempos de brutal y profunda desafección ciudadana a la entelequia de Bruselas…
la respuesta, para la treintena de personas de una decena de nacionalidades que
han firmado un justo manifiesto y para quién os escribe, es si. ¿Por qué?
Porque todo esto puede convertirse en una oportunidad para impulsar la
emergencia de una autentica ciudadanía europea no limitada a la cooperación
económica, y quien os escribe lo apoya, ya sabrán por qué. Una unión europea
cultural es posible, pero habrá que pelear por ella. Pedro [Almodóvar] lo dice
muy claro: No debemos permitir que el hundimiento de la Europa de los
financieros entierre a la Europa de los ciudadanos y de la cultura. Si no hay
afecto por Bruselas, es solamente porque se percibe como a una agencia de
control económico, y ya. Vuelvo al antepenúltimo artículo publicado en este
mismo sitio virtual, porque hoy más que nunca existe una brecha gigantesca
entre la Europa continental y la mediterránea, y es responsabilidad de ellos,
de los artistas, empezar a coger trenes… como en la segunda guerra. La
revolución [que algunos dicen que es el opio de los artistas] no es una opción.
Es una necesidad. Y os lo digo sin ser de izquierdas, tampoco de derechas. Hay
países, sobre todo Alemania, que están volviendo al egoísmo nacionalista para
salir de la mayor crisis que el hombre ha conocido [En Europa, claro. En
América Latina hemos nacido, crecido y muerto en crisis y golpes de Estado
durante toda nuestra vida… ya no nos afecta. El poder de la costumbre…]. Y es
un error. Alemania ya destruyó Europa en dos ocasiones. La obligación de los
demás países, sobre todo Italia y España [ese país que amo y por el cual daría
un brazo], es luchar por una política cultural europea. No pueden dejar esto en
manos de tecnócratas. No lo pueden permitir, porque al contrario de esa diva
que se suicidó con la más exquisita repostería, no tienen clase. Ni la más
mínima. Como acierta de nuevo Almodóvar, conviene confiar la misión a la labor
de las maltrechas instituciones culturales, espacios libres, sin fronteras,
donde las ideas, las obras y los artistas se muestren de una forma accesible
para los ciudadanos. Quien os escribe lo apoyará de todos los puntos de donde
sea posible, sin escuchar a la pregunta si acaso aquello no implicará, a lo
mejor, la renuncia a las robustas raíces que unen en un viaje de ida y vuelta a
España y Latinoamérica, porque la respuesta es no. ¿Por qué? Porque Europa
siempre fue multicultural. Pensar lo contrario es de imbécil, porque nunca fue
monocultural. Hablamos, pensamos y soñamos en el mismo idioma, y desde aquí,
simplemente, tendrán siempre las puertas abiertas, como siempre ha sido. Y
sobre todo, porque si Europa no hubiera creado el concepto mismo de cultura
cuando Alejandro de Macedonia ordenó la traducción al griego de los libros
sagrados hebreos [y esto os lo digo como judío], como también dice Félix de
Azúa, dudo mucho de que alguna cultura africana u oriental hubiese inventado un
sistema global en el que pudieran integrarse las culturas europeas, orientales
o africanas sin problema, porque esa puñetera capacidad señores, eso es Europa.
Por muy crudos que parezcan los tiempos, de los problemas actuales saldrá
fortalecida la idea continental, porque hasta ahora, solo cuando se ha sentido
amenazada, o peor aún, invadida, ha crecido, y como un ave fénix. Y todo esto
nace sencillamente del terror a una nueva guerra fraticida, civil, y se va
concretando a través de la desconfianza y el rencor. Siempre ha sido así, y la
misión del arte y sus representantes consiste precisamente en sacar a la luz
los recelos y la solidaridad, siempre a punto de quebrar [Uno lo sabe bien,
porque nació en una dictadura militar con miles de asesinados y detenidos
desaparecidos]. Pasará solo en sitios donde las personas puedan expresar y
examinar las experiencias reales de sus vidas vividas, tan distintas de la
vacuidad verbosa con la que los medios nos inundan, porque sufrimos una
dictadura global de ruido y falsas superposiciones diseñadas para excluir las
preguntas que realmente debemos hacernos. Aquello no lo tolere nunca jamás. ¿Quiere ser cool? Pues es la nueva tendencia.
El mundo de lo común, y créame, se sentirá lo más, como esa novia… como esa
diva. Únase.
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