Image::MR WILLY VANDERPERRE PHOTOGRAPHER © ANTWERP::
La última semana de la moda de
París, dedicada a las colecciones de alta costura de las marcas insignia del
país galo, han demostrado, como la última edición masculina, dictar la última
palabra en lo que a la industria textil y del lujo se refiere, y ha estado
bien. Alejados de extravagancias, hasta el siempre kish Karl Lagerfeld parece
haber dado un paso al costado en sus ya míticos y poco agraciados excesos sobre
una pasarela. Probablemente la razón haya sido la expectación suscitada en la imagen
de Raf Simons tras las riendas de la dirección creativa de la casa Dior,
preparada y ejecutada bajo siete llaves. Luego de haber sido despedido de Jil
Sander para que la propia diseñadora volviese a quedar al mando de la marca
homónima, Raf se despidió en aquella recordada puesta en escena donde las
modelos desfilaban entre cajas de flores, ataúdes sellados de metacrilato sin
posibilidad de oxígeno para la fauna atrapada, donde, como una metáfora, parecía
él mismo expresar su desazón, una suerte de impotencia en su situación personal.
Ahora, como devolviendo un puñetazo, tapizaba los cinco salones del desfile con
un millón de flores de distinta especie donde los asistentes [que incluía una
nunca antes vista suma de diseñadores que a su modo blindaban a Raf como
creador], mostró a directivos, empresarios y medios de comunicación una
colección que rozaba histéricamente la perfección, entre medio de un aroma
floral, acompañada del calor veraniego, prácticamente irrespirable. Que les
den.
Reinterpretando los patrones más
célebres de la enseña durante el tiempo que el mismo Christian Dior estuvo a la
cabeza, Simons creó una colección pragmática, aterrizada y romántica que ponía
de manifiesto su frialdad a la hora de enfrentarse al boceto. Demostró que
pasaba olímpicamente del circo que supuso su salida de Jil Sander y su
incorporación a la casa tras el caso Galliano, otro circo por el que sabía
perfectamente bien, todos los ojos estarían sobre él, y así fue. Pasó de todo y
de todos, como un caballero, hinchando el pecho de Toledano, cerrando el pico
al cotilleo editorial, sin traicionar su estilo propio y volviendo a dar a Dior
la imagen de la enseña más importante de suelo francés, al mismo tiempo que la
casa, el partido y las oficinas del ex presidente Nicolas Sarkozy eran
registradas por la policía por el escándalo Bettencourt y poco tiempo después
de que al país haya regresado al socialismo de la mano de François
Hollande, recuperando el imaginario del país, social e intelectualmente,
más próspero del mundo. Habrá pensado Raf mientras leía le prensa y preparaba
su colección debut: “Iros a la mierda… esto es Francia… y esto es Dior”.
Lagerfeld también lo sabía, y en
su séptima década, no podía dar un paso en falso, porque ya tienes una edad… y
una experiencia. Es más, prefirió no dar ni uno sólo. Dejó de lado sus
escenarios de cuento taiwanés, optó por lo seguro y se “inspiró” en la trillada
imagen de lo vintage, usando una paleta cromática pálida de grises y rosas,
modulando el brillo en las prendas y poniendo énfasis en los imaginarios del
pantalón en una pasarela decorada a modo de jardín. Por una vez, desde hace
mucho, Chanel demostró entregar un poco de su antaña perdida sobriedad en las
manos del Kaiser. Nada nuevo… porque lo de Raf sería muy fuerte. Así ocurrió, y
enhorabuena. Chanel necesitaba un respiro. Otro que firmó el tratado del código
fue Ricardo [Tisci]. Manteniendo su modelo de exhibición y la tradicional foto
a modo de equipo de fútbol, sacó a la luz para Givenchy otra colección de
piezas oníricas inspirándose en el mundo gitano, como si elevase a la más alta
sofisticación el mundo cinematográfico de Emir Kusturica estampándole a todo,
de un solo golpe de sello, la principesca sobriedad de su G. Como os contaba en
un artículo anterior sobre las colecciones masculinas de las mismas casas, en
ese entonces, el aire en la industria era irrespirable. Entre los movimientos
de sillas, escándalos de diseñadores, también sus salidas víctimas de sobre
exceso de trabajo y la guerra de las mismas pasarelas por las fechas de las
citas, pareciese que París hubiese reunido a todos sus propietarios a puerta
cerrada, hubiese dado un golpe en la mesa y hubiese dicho “Se acabó este circo,
y punto”. Pues esta cita de la ciudad de las luces parece haberlo demostrado, y
a cabalidad. La nombrada “nueva era de la moda” parece que empieza a asomar la
cabeza, y el puntapié para cerrar este inicio lo dará en septiembre próximo
Hedi [Slimane] cuando presente su colección prêt-à-porter al mando creativo de
Saint Laurent. Prepárense, porque correrá mucha tinta, y ya está firmado, por
todos: el Código París. Muy probablemente, la ciudad no volverá a brillar… os
va a encandilar. Enhorabuena.
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