Image::MR BRUCE WEBER PHOTOGRAPHER © GREENSBURG::
Durante un mes, de algo más de
una decena de personas he escuchado un comentario idéntico en charlas y
reuniones después de exponer opiniones personales de un sinnúmero de temas,
pero sobre todo de la propia vida: “Estás loco. Estás completamente loco”. Y no
provenía solamente de locales. El comentario incluía también a franceses,
ingleses, uruguayos y brasileños [familiares, amigos, conocidos y desconocidos],
y venía en diferentes tonos: alegres e irónicos, también pedantes y ofensivos.
La respuesta, a todos, fue la misma: “¿Y por qué no te vas a la mierda?”.
Severa, y en un mismo tono, igual de idéntico, sin discriminación. Luego, al
verles la segunda vez desde el comentario y la respuesta [y es el teléfono de
uno el que suena… tú no llamas a nadie, tampoco casi ni lo contestas, porque
odias el teléfono], vas, te reúnes, en otra reunión, fiesta, cena o lo que sea,
y simplemente, no vuelves a decir ni una sola palabra. Callas, observas y
escuchas hablar a la gente, opinar, que se explaye. Dices lo justo y necesario,
vamos, como si no estuvieses ahí, como si fueses un óleo colgado en la pared.
Te conviertes en un espectador. “¿Vamos a ver quién está más loco?”, piensas, y
te callas. Pero la cosa no acaba ahí. Te la buscan, quieres que saltes, que
opines y dejes una casa de putas para amenizarles la noche [porque vamos, son
un agobio que pareciese que los entrenan para aquello, a todos, pero en fin…] y
tú sólo sonríes, respondes afirmativamente con la cabeza o con un simple “si,
claro”. Cuando la cosa no da para más, te paras, te despides cariñosamente, das
las gracias por todo y te vas. Y a los pocos días, te vuelven a llamar, pero
esta vez para verte a solas. Y te ves, y la otra persona se pone frente a ti y
o se enfurece, o se le humedecen los ojos y aprieta las mandíbulas y te
terminan contando todos sus problemas, de pareja, de amor, trabajo, de
frustraciones, penas e inseguridades. Pero, ¿Por qué a ti?, ¿Por qué con el
loco?... ¿Cómo puedes ir tú a contarle cosas íntimas, tan personales, a un
loco? Y se los pregunto. Y antes de responderte, se quedan en silencio, te
miran y después se ríen… parecía que había otro más loco… y tú no los
ofendiste… así ha pasado, prácticamente igual, con esas diez u once personas, y
así ha pasado con muchísimas otras durante años, así que imaginarán, estimados
lectores, que eso de “loco” ya es como pan de cada día. A uno ni se le levanta
la ceja cuando la escucha.
Uso a propósito esta anécdota
para entrar en el tema de lo que ocurre, después del anuncio del rescate a
España por parte de la Unión, noticia que para quien les escribe, ha
significado una de las más profundas y dolorosas penas, porque las cosas no
suceden gratuitamente, prácticamente nunca. Y más aún porque como bien afirma
la periodista Soledad Gallego-Diez, los intelectuales europeos parecen haber
asumido que lo que ocurre en Europa es un asunto exclusivamente económico que
debe quedar en manos de expertos y que está justificada su ausencia, su
deserción, en el debate, sin risas. Periodistas alemanes están siendo los
primeros en denunciar lo que consideran el fracaso de esos intelectuales, de
que hayan fallado a la hora de defender los grandes logros de la construcción
europea y de denunciar el despilfarro de un gran legado de confianza mutua y
entendimiento. Es más fuerte esa descomunal ola de maldad que impulsa hoy a
danzar, sea en la Justicia o en la política, en la banca y en el Vaticano, como
si la moral hubiera subido a los cielos y los infiernos se hubiesen venido
aquí. Ya lo dice MR Vicente Verdú, que como consecuencia de este fenómeno, el
planeta parece deslizarse sobre unos raíles falsos, con unos conductores
irresponsables, unas máquinas con tan poca fiabilidad que nos ponen al borde
del abismo. No hay una mente que reordene el caos ni un corazón tan bueno que
permita transfusiones aquí y allá. Se trata del efecto dañino que está teniendo
dejar que la discusión sobre la construcción europea se produzca exclusivamente
en el campo de los técnicos, sin atender al debate político y moral que implica
también la economía y que ha estado presente en todo este proceso de
integración. Ahora nos pondremos completamente europeístas. Agárrense.
Asumir que la crisis europea se desarrolla en un campo en
que los intelectuales y artistas no tienen nada que decir es un error [¿Qué os
habéis imaginado?...] Ya en su tiempo Julien Benda acusó a sus colegas en mil
novecientos veintisiete de traicionar su vocación al abogar por posiciones
nacionalistas. ¿No decís nada? Siendo que resulta extraordinario que sea
Alemania, justamente, la que parezca no haber aprendido de la historia.
Obsesionada con la inexistente amenaza de la inflación, da la impresión de que
Alemania pretende albergar más importancia al año 1923, ese de la
hiperinflación, que a 1933, ese donde se creó la democracia… la democracia
caballeros. A los alemanes no les vendría mal recordar que una crisis como la
europea ocurrida dos años antes de 1933 contribuyó de forma directa a la
fortificación de la democracia, no sólo en su propio país, sino en todo el
continente que sería un ejemplo para el resto del mundo. ¿Es aceptable el
sacrificio que se pide a las actuales generaciones de griegos, irlandeses,
españoles, portugueses o italianos con el señuelo del futuro? La respuesta es
no. ¿Es aceptable el castigo colectivo de los ciudadanos de esos países por los
errores y delitos cometidos por sus gobernantes, dicho de paso, con ayuda y
complicidad de grandes grupos financieros internacionales? La respuesta es no…
¿Y no tienen nada que decir los intelectuales y artistas europeos sobre el
hecho de que Grecia haya protagonizado el mayor esfuerzo fiscal conocido en la
historia, o al hecho de que muy poco del dinero europeo que se envía al
gobierno griego sirva para pagar servicios públicos, como nos hacen creer, sino
que se destine instantáneamente a devolverlo a los bancos? Responderos vosotros
mismos. Desde hace dos años se extiende un pánico silencioso entre los bancos
de la periferia de la eurozona. Se han reducido los servicios financieros
fronterizos, interbancarios y generales, y se han sustituido por financiación
del Banco Central Europeo; el dinero inteligente, esos grandes depósitos no
asegurados de personas con altos ingresos, ha abandonado las costas de Grecia y
otros bancos mediterráneos. Ahora la gente está perdiendo la confianza y el
pánico puede extenderse a depósitos sin asegurar más pequeños… si Grecia
saliese del euro, se produciría una congelación de depósitos, y los depósitos
en euros se convertirían en nuevos dracmas, por ende, un euro en un banco
griego no equivale a un euro en un banco alemán. Los griegos han retirado más
de la escalofriante suma de setecientos millones de sus bancos en un solo mes…
y más preocupante es que hace un mes [donde toda esa gente a quién les escribe
ha tildado de loco], también hubo un aumento de las retiradas de dinero de
algunos bancos españoles. La torpe [de imbécil] operación de rescate de Bankia
llevado a cabo por el gobierno español sólo ha servido para incrementar la
inquietud de la población.
Más allá del puñado de buenas recomendaciones
propuestas [a oídos sordos, claro está] por MR Niall Ferguson, catedrático de
la universidad de Harvard y MR Nouriel Roubini, también docente en la New York
University y ambos, miembros del Consejo para el Futuro de Europa del Nicolas
Berggruen Institute, los alemanes deben comprender que la recapitalización
bancaria, el seguro europeo de depósitos y la mutualización de la deuda no son
opcionales, sino todo lo contrario. Son medidas esenciales para evitar una
desintegración irreversible de la unión monetaria europea. Si todavía no están
convencidos, deben entender que los costes de la ruptura de la eurozona serían
espectaculares, astronómicos, para Alemania tanto como para el resto del mundo.
En honor a la misma Alemania caballeros, un puñado de intelectuales está
intentando avivar el fuego de ese debate, desde Günter Grass a Jürgen Habermas,
y con una voz fuertísima, y con dos cojones bien puestos. Al fin y al cabo, la
prosperidad actual de Alemania es en gran parte una consecuencia de la unión
monetaria. El euro ha dado a los exportadores alemanes un tipo de cambio mucho
más competitivo que el antiguo marco, y el resto de la eurozona sigue siendo el
destino del 42% de las exportaciones alemanas. Sumir a la mitad de ese mercado en
una depresión no puede, de dos dedos de frente, ser beneficioso para ella misma
[a menos que se esté cociendo otra cosa bajo la mesa, por supuesto]. Pero antes
de que Europa piense en dar ese paso histórico, debe demostrar que ha aprendido
las lecciones del pasado. La Unión Europea se creó para no repetir los
desastres de los años treinta, y ya es hora de que los dirigentes europeos, y
en especial los alemanes, sean conscientes de que están peligrosamente cerca de
caer en ello, prácticamente, al borde del precipicio. ¿Y?... ¿Dónde están las
voces italianas, los intelectuales y artistas franceses o españoles en defensa
de la construcción europea?... ¿A qué coño esperan para interrogarse por el
deterioro de los procesos comunes de decisión o por la galopante renacionalización
de la política en Europa?... ¿Qué más necesitan para debatir sobre las
consecuencias de esa renacionalización en Alemania, observada atentamente por
la expectante Rusia, y también por China, esperando el momento junto para
comérselos de un bocado?... ¿Sois gilipollas, o qué os pasa? Parece mentira que
lo tenga que venir a decir un sudamericano desde el fin del mundo, de un punto
perdido en el tiempo y en espacio donde históricamente nos hemos muerto de
hambre… La desaparición señores de la confianza europea es más grave que el
aumento de las primas de riesgo. Si los intelectuales y artistas son incapaces
de encabezar la defensa del modelo europeo, tengan la absoluta y plena
seguridad de que vendrán, como decía Ferlosio, más años malos y nos harán más
ciegos. En esto mismo vuelvo a MR Verdú, y defiendo su opinión, porque es
cierta: Del lado de la esperanza luminosa hay varios ejemplos que, por el
momento, no son capaces de combatir el caos pero que, molécula a molécula, van
componiendo un tejido benéfico, como aguas subterráneas, como de “punto de
cruz”. En la cultura crece de prisa, por estos días, con mayor velocidad que
antes. Una palabra como networking nomina esta forma de hacer, crowdfunding es
la colaboración entre pequeños patrocinadores y artistas y freeganism, a la
práctica de aprovechar los sobrantes, como una silenciosa pero cada vez más
fuerte conspiración de la resistencia contra esa realidad que ninguno de los de
a pié eligió. No hay que esperar grandes escalas. La proliferación de pequeñas y
exquisitas editoriales como lindos y eficientes miniestudios de arquitectura
son productos de la sensibilidad. Y no una sensibilidad cebollera de cuarta
cualquiera, sino una sensibilidad de buena gente orientada a procurar la
felicidad social. Como cuenta MR Verdú, hace unos días científicos
norteamericanos que han triunfado en la creación de píldoras contra el
alcoholismo o contra la depresión, han caído en la cuenta de que su tarea
principal sería crear medicamentos que contribuyeran, así sin más, a producir
gente buena. Los avances en biogenética alargan las vidas. Ahora, los avances
en las gentes valdrían para mejorar el gozo de vivir. [Ahora aparece el loco,
por supuesto…] Los grandes laboratorios, como dice mi querido Verdú, están
estructuralmente interesados en que la gente sea mala, se sienta enferma o lo
pase mal. Gracias a la oleada del mal actual, los laboratorios son campeones de
windsurfing mientras la caridad se mueve, en general, por terrenos bastante más
secos y hostiles. La futura “pastilla de la moralidad” de la que hablaba hace
unos días The New York Times sería de un carácter más hondo. A propósito de la
reciente muerte del astro Ray Bradbury, creador de ese “Farenheit 451” que anticipó nuestra
actualidad como un profeta, efectivamente, las farmacias venden hoy “pastillas
para el dolor ajeno” que apenas valen un euro. Lo llamativo es tanto su coste
[que comparación alguna tienen con los cientos de miles de millones que hoy se
barajan para los rescates] que apenas valen un euro. Lo llamativo es tanto su
coste cercano a cero como el vínculo que a pequeñas dosis, se relaciona a ese
“punto de cruz”, que une la mísera aportación con la miseria de los pobres.
Todos nos unimos, debajo de la ola del mal, en el brote del bien que pone a las
personas en contacto con otras. Se trata del “punto de cruz”, la conspiración
de la resistencia que inventa, con la colaboración de muchos y en el plan de un
mundo mejor. Mundo de gentes para las gentes, puesto que ya, a estas alturas,
lo que importa a la biogenética no sería tanto la importancia de un gen como la
feliz reunión de la buena gente… ¿O no?... supongo que será esa la razón para
que gente venga a sentarse frente a un loco, le cuente su infelicidad y
frustración, el loco le pregunte por qué le cuenta todo esto a un loco, y
termine partiéndose de risa, con él… con el loco. Como decía Bukowsky: el
intelectual dice una cosa simple de una forma complicada. El artista dice una
cosa complicada de una forma simple… y ya. Dele a la cosas el valor que
realmente se merecen, pero no más importancia de la que realmente tienen. MR Verdú
tenía razón. Ríase, y en ese mismo ejercicio, si corresponde, indígnese.
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