Image::MS NATALIA KONESLIKOVA PHOTOGRAPHER © MOSCOW::
Hoy fue prender
todos los sistemas de información y empezar a revisar los medios de
comunicación para pegarle un puñetazo a la mesa. Nadezhda Tolokonnikova, Maria
Alyokhina y Yekaterina Samutsevich, integrantes del grupo punk Pussy Riot fueron
condenadas a dos años de prisión por la jueza Marina Sirova, obviamente, bajo
la sombra siempre turbia de Putin detrás. Acusadas de instigar el odio contra
el cristianismo ortodoxo, la principal religión en Rusia. La fiscalía calificó
el “delito” como gamberrismo motivado por odio religioso. El pasado veintiuno
de febrero, montaron un show en la catedral moscovita de Cristo Redentor,
interpretando el rezo punk “Madre de Dios, echa a Putin”. Desde entonces han
estado encarceladas bajo tratos estrictos y a ratos subidos de tono, vamos, muy
a su estilo. El veredicto, dado a conocer hace pocas horas atrás, ha encendido
a todo el mundo de la cultura, de punta a punta del globo terráqueo y se ha
robado las portadas de toda la prensa internacional.
Putin, en su ya
legendario pasotismo, ha ignorado la carta de más de un centenar de diputados
alemanes; los comunicados de Catherine Ashton, jefa de la diplomacia de la
Unión Europea, los gobiernos de Estados Unidos, Francia y de la propia Iglesia
Ortodoxa quienes pedían la liberación de las artistas y clemencia. También ha
ignorado las peticiones de algunos de los más célebres intérpretes, desde
Madonna a Paul McCartney, pasando por Björk, Pete Townshend, Alex Kapranos,
Sting, Corinne Bailey Rae, Justin Vivian Bond o Chloe Sevigny, entre muchos
otros. Asimismo ha ignorado las manifestaciones que cientos de personas llevan
a cabo, desde hace días, fuera de las representaciones diplomáticas rusas
alrededor del mundo. Tolokonnikova, Alyokhina y Samutsevich caballeros ejercieron
un legítimo derecho a reprochar a través de su trabajo la imagen del actual
mandatario Vladimir Putin, y no es para menos, con unas recientes elecciones ganadas
en medio de acusaciones de fraude electoral por parte de la oposición y
manifestaciones en las calles, frente a frente al aparataje instalado con mano
de hierro por el actual presidente que no ha movido ni un músculo de la cara en
el caso Pussy Riot.
Lo cierto es que
todo este proceso enciende el debate sobre una práctica común ejercida por algunas
potencias donde no se comprueba que el derecho a la libertad de expresión esté
consagrado en sus territorios. Tal es el caso del artista chino Ai Weiwei,
detenido y desaparecido por parte del gobierno de Hu Jintao por denunciar la
mala calidad de las escuelas destruidas durante el terremoto de Sichuan hace
cuatro años atrás. Desde entonces, su vida se ha tornado en un auténtico
infierno de persecuciones de todo tipo. Y valdría recordar a la totalidad de
los cincuenta y ocho estados miembros que en su momento, cuando firmaron el
documento declarativo adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas
ese 1948 en París, debían respetarlo, sobre todo ese décimo noveno artículo,
que decía [y dice] que la libertad de expresión es un derecho fundamental o un
derecho humano, y las constituciones de los sistemas democráticos también lo
señalan. Ese mismo artículo en el que se ha basado el gobierno ecuatoriano para
otorgar, también por estos días, asilo diplomático al fundador de Wikileaks
Julian Assange, para el que ni Gran Bretaña ni ningún otro país debiese tener
nada que alegar, ni muchísimo menos amenazar.
El gamberrismo
de las Pussy Riot, no solo a dividido a Rusia, o puesto sobre el tapete la poca
veracidad en cuanto a la constitución de dicho país que separa la iglesia del
Estado, entre otras cosas. Tolokonnikova, Alyokhina y Samutsevich, con sesenta
manifestaciones alrededor del mundo pidiendo su liberación y el apoyo de
Estados y estrellas de la música, en este mismo instante, las convierte en un fenómeno
global de resistencia e íconos del abuso de poder de la que nuestra
contemporaneidad es víctima, sin discriminaciones, como decía Gardel en su
Cambalache: “Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o
polizón”. Lo de Rusia, ha sido, como bien representan las Pussy Riot, una
gamberrada, y de las grandes, de las cutres. Gamberrada rusa.
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