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12.8.12

P DE P

 Image::SONIA RYKIEL © FRANCE::

 
Decía el personaje de la actriz Julia Roberts en la película “Nothing Hill”, en donde se interpreta a ella misma como una famosa actriz de cine, que sólo veía [en ese momento] a una mujer que cuando fuese una jubilada, se vería como a una mujer mayor, con su arrugas y algo en la cara que haría recordar a ella, y al resto, que alguna vez fue una famosa actriz, y que tuvo un tiempo de gloria… un tiempo pasado. El texto publicado hace poco más de una semana de puño y letra de la diseñadora parisina Sonia Rykiel en el periódico británico “The Guardian”, trae a la mesa de vuelta esta idea, con la diferencia que los recuerdos, los importantes recuerdos que alimentan la historia de la vida propia de cada persona, naufragarían en la nebulosa de la nada, en el olvido, y pronto. El mal de Parkinson se la estaba comiendo, como a su madre, y aquel texto es una verdadera declaración de intenciones frente a la lucha por la vida, por la propia memoria antes de que la enfermedad te la arrebate, que asesine en los recuerdos la importancia de una historia, que dicho sea el paso, vale la pena narrarla. Una declaración de intenciones que al leerlo, sin más rodeos, te quita el habla. Y porque así, como la veis a los ochenta y dos años [que ya quisieran muchos], lleva quince luchando con lo que ella llama “P de P”: Putain de Parkinson.



MS Sonia Rykiel, nacida en mil novecientos treinta en Neuilly, en los suburbios de París, hija de madre rusa y padre rumano construyó en cincuenta años una de las firmas más influyentes de la industria de la moda global, y de paso, la imagen de una mujer que llegaría a ser catalogada hace veintidós años atrás como una de las mujeres más elegantes del mundo… y no es para menos. La mujer se lo ganó. Ella misma os lo cuenta: “Es extraño, porque yo no estaba ni remotamente interesada en la ropa cuando era joven. Yo venía de una familia intelectual parisina y tenía cuatro hermanas. Mi padre era un relojero, mi madre era ama de casa. Hablábamos de política, de arte, de escultura… de moda nunca… Pero mi madre era de origen ruso y tenía un gusto exquisito para la ropa. Ella nos llevaba a una tienda de ropa elegante llamada “AuxEnfants du Bois”, una boutique, pija, pero elegante. Ella nos hizo llevar esos zapatos de encaje y calcetines largos y blancos. Fue horrible. Ella nos recogía en la escuela todos los días y llevaba los patines para que pudiéramos ir a patinaje en el Bois de Boulogne. Siempre me acuerdo de su ser tan elegante. Cuando tenía más de 70 años, sufrió tanto a causa de la P de P. Su vida estaba arruinada. Se me hizo muy triste verla así.”; “Dibujé mis diseños propios en tejidos de punto mucho más tarde, en 1962, cuando yo era un ama de casa, estaba embarazada y no podía encontrar nada que ponerme. Mi marido Sam, con quién me casé en 1953, era dueño de una tienda de ropa en París. Después nos divorciamos y tuve mi propia tienda. Nunca estudié moda -incluso ahora, siempre ha sido sobre lo que quiero hacer en un momento dado-. Yo quería hacer un sweater para una mujer específica -yo misma- porque quería vestirme de forma diferente, pero no podía encontrar la ropa que tenía en mente para una mujer de 30 años que ha llegado a casa del trabajo, luego quiere ir al teatro y luego lo mismo para ir a cenar, después. Yo tenía el jersey hecho en una fábrica en Italia y que era muy pequeño, justo como lo quería. Lo llamaron el "jersey de pobre muchacho" [poor boy]. Alguien de la edición francesa de “Elle” lo vio en el escaparate, e hizo la portada”. Aquel sweater le reportaría a Rykiel fama internacional y en el año mil novecientos setenta y dos los norteamericanos la coronaron como Reina de los tejidos de punto.



Entre sus primeros clientes, se encontraron algunos nombres como Brigitte Bardot, Catherine Denueve y Audrey Hepburn. Agrega Rykiel: “Estoy orgullosa de lo que hemos logrado desde entonces. Fuimos los primeros en imprimir las palabras en suéteres, los primero en filmar nuestros desfiles (mi amigo Karl Lagerfeld filmó la primera, en 1975) y, más recientemente, en 2009, hemos colaborado con H & M”. Yo todavía uso Rykiel todos los días. Mi propio estilo no ha cambiado en 40 años, no importa cuán cansada o enferma me sienta. Trato de vestir de verde oscuro, marrón oscuro, azul marino oscuro, pero yo prefiero negro. No me gusta perder el tiempo en vestirme. Me gusta ponerme algo y simplemente pensar: "… Sí que es". Cuando estoy cansada me gusta vestir muy sencilla. Por supuesto, siempre quiero tener interés en jamás estar yo como diseñadora en primer lugar…  Es importante mantenerse hacia adelante, sentirse bien consigo mismo y ser feliz con quien eres. Todavía me gustas muchas cosas: ver un buen partido de tenis, fiestas, paisajes, el mar, el baile, los muchachos... Sí, todavía amo a los niños. ¿Mi ambición? Hacer todo lo posible para seguir así en estos momentos. No me arrepiento en la vida, y ¿sabes qué? Si pudiera, me gustaría volver atrás y hacerlo todo de nuevo”.



Portentoso de por sí resulta su discurso, en la medida de tratar de comprender que ni la asquerosa locura de ésta, como otras enfermedades con su arsenal de desgracias consigue diluir el verbo y el gesto feroces de una mujer culta a rabiar, cariñosa y con la sensibilidad desbordando el borde de un vaso lleno. Aquello caballeros pasa a la pregunta de qué es importante y qué no, en el momento cuando uno se enfrenta a la enfermedad, a la muerte, luego de un recorrido de lucha procurando mantener una propia, digna y transparente imagen luego de ocho décadas de trabajo y de haber conocido y amistado con algunos de los más impresionantes personajes de un siglo… ¿Qué importa?... ¿Qué mierda pueden llegar a importar conocer a los grandes personajes del siglo, la fama y el reconocimiento internacional cuando llega una zorra para quitártelo todo en tu propio olvido, en tu propia cabeza? Nada… o mucho, quizás, y hacer algo al respecto en tus últimas gotas de lucidez y recuerdo para que cuando llegue la zorra, tengas algo entre tus manos que alguien escribió, alguien que alguna persona te dice que fuiste tú mismo, y vuelvas a conocer una, y otra vez, cuando te pasen ese texto, a alguien que tuvo algo que contar, una historia, grande o pequeña, tu propia vida… y después termines por sonreír, sabiendo que dentro de poco lo olvidarás, una época de gloria. Sabrás, a lo mejor, que algo hiciste por atacarla, por no permitirle que te quite la esperanza, a lo mejor, de saber quién fuiste, y qué hiciste. Podría, en el olvido, ser el mejor cuento de hadas, principesco, que esa, la zorra, no te pudo quitar. Tu historia. Me quedo con la P de P… no la Putain de Parkinson, sino, la Princesa de París.     





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