Image::MR MONSIIEUR WRIGGLY PHOTOGRAPHER © MONTREAL::
Con la democratización de la
moda, hace pocos años todos los diseñadores querían estar en la mesa del Olimpo
parisino, pero también paseando cual vecino por la calle en cualquier capital
internacional u otras de más bajo perfil. Se pensaban que era lo más, la última
tendencia, lo más rabiosamente cool. Sin embargo aquello ya existía, y desde
hace mucho, para ser exacto, algo más de dos décadas en lo que a moda respecta,
si es que no es más. ¿Y quién era ese que se paseaba desde los más suculentos
palacios de la capital francesa hasta los lugares más inimaginablemente
underground de los ochenta, e incluso antes? Pues quién más: Jean Paul. Por eso
Jean Paul se ríe de todo. Por eso Jean Paul pasa de todo, moda incluida. Y no
es para menos.
En los ochenta Jean Paul era
parte de un pequeño grupo en París quienes eran, literalmente, la fiesta
diaria, el exceso hecho carne, y en ese grupo participaron varios españoles,
hoy anónimos a los que Jean Paul sigue visitando año a año bajo el más secreto
mutismo, bajo la más perfecta discreción quienes no pisaron ni pisarían la
exposición que acaba de ser inaugurada en la Fundación Mapfre de la capital
española, al menos no en su inauguración. Ya irán luego, probablemente cogidos
del brazo de un disfrazado Jean Paul ¿Cómo lo sé? Porque quien les escribe estuvo
sentado con ellos, y con Jean Paul, disfrutando de esa risa fácil entremezclada
de salidas francesas, italianas y anglosajonas. Una delicia de hombre. Una
delicia de gente.
Delicia de hombre que ha hecho,
en esta oportunidad, una de las exhibiciones más interesantes del actual
panorama expositivo madrileño, y durante treinta y cinco años, uno de los
universos más fabulosos de una industria con la que ha cruzado fronteras,
culturas, razas y épocas. MR Jean Paul Gaultier. Ni universidades, ni escuelas,
ni hostias. Jean Paul empezó como hicieron muchos en una época donde lo que
valía era el talento, no un cartón pagado. Dibujando con vehemencia, enviando
esas ilustraciones a todos los grandes diseñadores de la ciudad y dejando los
pies en la calle, Jean Paul entró como asistente de Pierre Cardin y Jean Patou.
De ahí en adelante, el resto es historia. Usando hábilmente el cine y la
música, colaboró con personajes tan emblemáticos de la historia universal
reciente como Madonna o Pedro Almodóvar, juega como el mejor de los ajedrecistas
en los jaque-mate de la alta costura y por sí solo crea tendencia sin aferrarse
a ninguna, sin seguir a nadie, salvo ideas fijas e indistintas de donde parten
cada una de sus colecciones. Cuando el resto de casas de alta costura se
blindaban en el imaginario circundante a la delgadez estilizada, la juventud,
la riqueza, la monoculturalidad occidental, el glamour y la sumisión, Jean Paul
arremetió con la presentación mediática universal de la gordura, la vejez, la pobreza
y la exacerbación, abrazó los tatuajes, los piercings, la interculturalidad y
las razas, volviéndose ante los ojos estupefactos de un cansino occidente, un niño
terrible que en realidad, al pasar las décadas, es entendido y reconocido como
uno de los más altos demócratas, uno de los pocos hombres de bien que van
quedando, y no solamente en la moda. Gaultier no vivió ni vive en un solo
mundo, encerrado en una burbuja o en su taller parisino, sino todo lo
contrario, se moviliza cual camaleón en infinidad de mundos distintos,
contemporáneos, de la riqueza a la pobreza como pez en el agua, y eso, por
supuesto, ha de producir que sea capaz de identificar la belleza desde los
sitios más dispares y entrelazarlos en su artesanato con un resultado casi simbólico,
sociológico, contemporáneo. Por eso caballeros Jean Paul Gaultier nunca pasó,
pasa ni pasará de moda, por el simple hecho que infinidad de mundos se identifican
con algo de él, ¿Por qué? Porque se auto dotó, y dotó a todo lo que salió de
sus manos, su boca y su cabeza, en pura universalidad.
Eso es precisamente lo que muestra
aquella exhibición recién inaugurada, “De la Calle a las Estrellas”, un
recorrido atemporal y con vida propia por la universalidad de Jean Paul en
ciento diez modelos y más de cincuenta dibujos, bocetos y entrevistas que
representan algunas de sus concepciones, como que la belleza está en todas
partes; la convicción en el halo que envuelve a la mujer que no miente y que se
viste tal cual es dotándola de verdadera clase y estilo, o el llamado al
momento de transición en el que nos encontramos buceado y en el cual debemos
tener los ojos más que abiertos… entre otras, de un hombre que va siendo uno de
los más respetuosos representantes del respeto y la dignidad por las
diferencias. Después de Montréal y Dallas, lo mejor que le pudo pasar a Madrid,
y por estos días tan inciertos, a España. Felicidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario