Image::MR WILLY VANDERPERRE PHOTOGRAPHER © ANTWERP::
Menudas semanas las últimas. Los
desfiles masculinos abrieron la temporada, primero en Londres, luego Milán,
París y ni bien concluyó, le siguió la presentación de colecciones de alta
costura [supuestamente] en la misma capital francesa. Ahí estaban, los de
siempre, salvo algunas novedades y caras nuevas sobre las pasarelas [que esas
caras, de nuevas, nada]. Por estos días se celebra también el 080 de Barcelona,
y seguirán en su rutina todas las citas como ya es lo acostumbrado. Salvo la
semana londinense dedicado a la ropa masculina, el resto han sido, más bien,
aburridas, y de desfiles, con la gruesa excepción de Valentino y su colección
creada por la dupla de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli, que fue un
verdadero regalo a la comtemplación, del resto cabe destacar a Hedi [Slimane] y
Raf [Simons] que se reafirmaron ambos en sus cargos para las casas Saint
Laurent y Dior respectivamente, con colecciones y peresentaciones sobrias,
circulares, acabadas. Salvo Jean Paul Gaultier, que lo hace siempre, eso tan de
él, que es lograr que sus modelos se sientan como en una segunda piel y que
entren en el personaje que Gaultier les ordena, el resto, fue un desfile de las
chicas y los chicos de siempre. Poco y más de la nada.
El “supuestamente” más arriba,
viene sostenido en lo que a luces se ve, algo engorroso y que no acaba de
cuajar, que es un tema de conceptos. Y se venía viendo desde hace ya tiempo. El
debate lo abre Eugenia [de la Torriente] en su artículo del veinticuatro de
enero recién pasado en el diario “El País” con las preguntas ¿Qué demonios es
la alta costura? y ¿A quién le importa?. La periodista se sambulle en el
universo de su definición, citando a Gilles [Lipovetsky] en “El Imperio de lo
Efímero” cuando divide el sistema de la moda en dos industrias: la alta costura
y la confección industrial serializada, famosamente conocida con el glamoroso
nombre de pret-à-porter. El hijo superó al padre en los sesenta cuando la
segunda creció gracias a algunos como Yves Saint Laurent. Much Money.
En esos ires y venires, pasó que
a la Fédération se les empezó a ir la gente. A las firmas les salía más barato
dedicarle al pret-à-porter más atención, incluso algunas cerraron sus
divisiones de alta costura. Much Money. Nunca perezosa, fue así como la
Fédération relajó sus requisitos a nuevos miembros y ahora entraban a formar
parte del tinglado casas que, de alta costura, prácticamente todas, ni de
lejos. Y así brilló París este invierno, con una cosa ahí muy extraña, muy
bizarra. Certera es Eugenia en meterse luego con los artesanos, con el oficio,
porque parece, por estos días, que a todo el mundo se le olvida que qué es eso,
la alta costura. Pues nada más que eso: artesanía. Hablamos de oficios. Vamos,
no es tan difícil de entender. El tema es que eso es un gasto, y un gasto
gordo. Pero son empresas del lujo, multinacionales que facturan a gran escala.
Se lo pueden permitir. Deben hacerlo, y deben porque es una maravilla. Esa gente
hace obras de arte. Y los clientes de toda la vida, esos que pueden permitirse
comprar, sean de donde sean, saben valorar esas cosas. Y lo pagan. No jodais.
La firma Chanel, ha comprado esos últimos talleres de artesanos, porque gracias
al pret-à-porter desaparecieron en su gran mayoría. La última adquisición, la
maison de François Lesage, que
sostenía: “La alta costura es una cultura, una
filosofía. Pero el perfume se ha ido, ahora todo el mundo usa colonia. Decidí
vender a Chanel para asegurar el futuro del oficio que amo”. Y es una pena. El
mismo Oscar de la Renta sostiene: “La alta costura se ha vuelto completamente
irrelevante”, hace ya dos años atrás. Un tema.
La recién terminada presentación de
colecciones en la parasela de alta costura parisina, fue rara. Rarísima. Perdió
estilo, así de simple. Pero se entiende, los mercados del lujo tienen sus
compradores fijos y sedientos en Asia y países del Golfo Pérsico. ¿Qué clase,
no?... en fin. El tema es caballeros que
me gustaría indagar un poco más en eso, en el estilo. ¿Qué es estilo? Porque
habían en esas semanas de la moda, grandes, cosas que definitivamente no tenían
estilo. ¿Cómo definirlo? Es difícil, pero puede ser, que se acerque con
bastante precisión a lo que por estos días dice MR Gilles Deleuze, filósofo
francés [París] en un abecedario creado por el galo, letra por letra. En la “S”
se refiere al estilo. Deleuze defiende que el estilo es la propiedad de
aquellos que no tienen estilo, es decir, van a su rollo, y encuentran siempre
lo mejor para cada ocasión en menos de cinco minutos. No le siguen la moda a
absolutamente nadie. Recalca también que para tenerlo, ha de hacerse el
ejercicio personal de violentación. Dar para recibir un desequilibrio constante,
delicioso y de trato increíble para con uno mismo y los demás. Debe ser creado
en el paso equivocado, en una disonancia que todavía no es preocupante. El
estilo al fin trata de crean un armonioso desorden y la discordia finalmente
feliz. Eso genera la elegancia, que existe nada más sencillo que en el ojo por
el que se centra en las cosas... Uno no descubre ninguna verdad , no nos
enteramos de nada, excepto del desciframiento y la interpretación. Deleuze ve
más allá de la oportunidad perfecta para practicar la elegancia de trabajo
óptico. El universo de los signos puros son en realidad una invitación a afinar
constantemente su percepción [ y como la moda cambia cada temporada requiere
constantemente reinterpretar todo: la
elección de temas, el significado de una silueta, un código de colores en el
accesorio simbólico]. Pero parece que aquello no muchos se han dado la
posibilidad de hacer, según cuentan, por temas similares a a la historia para
el bronce de Pronovias... you know. Much money.
Todo esto abre una puerta interesante a una
serie de transformaciones que la moda, por como va actuando [aciertos y errores
por igual], debería experimentar en no mucho tiempo más. De momento están en un
aprieto, y es el de haber perdido en gran medida el capital simbólico de las
casas, como bien dice Eugenia entre líneas: la alta costura es un sello. Un
argumento de venta. Con una industria saturada de desfiles, marcas e
información es un elemento que permite distinguirse del resto. En esa línea,
ellos, los propietarios de estas mismas enseñas, lo saben perfectamente.
Probablemente luego de la expansión a nuevas economías de sus enseñas, que
lógicamente construirían una barrera inaccesible para sus clientes de toda la
vida [por esa pérdida de exclusividad], luego los podrían engañar levantando
museos o exhibiciones. No ha pasado así. Lo que más se ha visto en la semana
parisina ha sido agobio. Pero bueno, Francia tampoco pasa por sus mejores momentos,
porque son casi todas, malas noticias. ¿Qué sucederá? ¿Volverán a verse
verdaderas obras de arte manufacturadas por artesanos, o se llenará de
diseñadores importados del pret-à-porter? Vaya uno a saber, sus propietarios y
sus consejeros delegados lo dirán, junto a la Fédération. Lo único seguro, es
que va todo de futuro, con un cierto aroma a barroco. El tiempo lo dirá. Ha sido un placer.
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