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5.2.13

LA DECADENCIA

Image::HERRING & HERRIG PHOTOGRAPHERS © NYC::


¿No le da la impresión, por nuestros días, de un aumento insufrible y dramático de esa cosa tan siniestra y escrita en la historia desde el inicio de los tiempos, llamada maldad? Porque quien os escribe, lo huele en el aire como estar encadenado en el centro de un vertedero gigantesco, opulento. Todo se cae a nuestro alrededor y somos incapaces, como mediocres imbéciles, de plantarle cara y exigir que sean respetados a rajatabla esos artículos establecidos en una declaración universal una vez que terminó la segunda guerra mundial, esa aberración humana donde todo el mundo enloqueció. Y da esa impresión porque moviéndose uno en las áreas creativas, desde las letras a las artes pasando por el diseño, el periodismo y la vida misma, resulta curiosos que los artistas más destacables de la época moderna, lo sean por un trabajo que circula alrededor de precisamente eso, de la maldad y la decadencia... es muy fuerte.



Después de haber recorrido casi medio mundo durante años, y no como esos cretinos que lo hacen en viajes flash que fueron moda en la segunda mitad del siglo XX, sino tratando, en lo posible, de inhalar cual yonky a la cocaína idiomas, cultura, condiciones, ciudades e historias de tan diversas formas y colores, da la impresión de que hoy, se va todo a la mierda, y tanto nos da. ¿Qué pasó? No os podéis dar una idea precisa del sufrimiento que en lo personal significa enterarte a diario de malas noticias. Una reciente intervención militar en Mali por parte de Francia, que a su vez, es incapaz de tomar cartas en el asunto frenta a la matanza de más de sesenta mil personas en el país árabe de Siria, una de las primeras civilizaciones del mundo, al igual que el resto de países occidentales es paralizante. Las religiones, todas, creadas por los hombres para darse a sí mismos la esperanza de una trascendencia posterior a la muerte basadas en el amor y el respeto, se han convertido con el paso de la historia, como ya contaba Faukner, en un refugio de fanáticos e intolerantes que ostentan detener la historia y hacerla regresar al oscurantismo, aboliendo a Darwin y sustituyendo la teoría de la evolución por el diseño inteligente divino. Hoy caballeros, en Dinamarca, el escritor Lars Hedegaard fue casi asesinado en la puerta de su propia casa por ser crítico con el Islam. Disculpando la expresión, un soberano cabrón disparó contra él en nombre de un Dios justiciero e implacable como el que truena a través de las bocas de pastores, sacerdotes, muecines y otros tantos, que justifican en nombre de un Dios, los despojos territoriales, la discriminación de la mujer y de las minorías sexuales y hasta asesinatos y torturas de sus supuestos adversarios. Es una película que ni la misma ficción logra superar, construyendo un mundo devastado por esos fanatismos, los prejuicios raciales, el depotismo y una falta de solidaridad que va logrando haciendo vivir a los seres humanos en la soledad y el miedo que a menudo los empuja hacia la locura...



Podríamos convenir que eso sucede desde hace mucho tiempo, muchísimo, pero por el avance del mundo digital y el acceso global a las informaciones de cualquier rincón del mundo, parece dar la sensación de su magnificencia. Antes, simplemente, no lo veíamos, pero no quiere decir que no existiese. Sólo que ahora, por esas mismas razones y el avance del capitalismo sin control que aceleró lo peor de la condición humana, de la codicia, va logrando que la gente, simplemente, empiece a enloquecer. Parece, da la impresión, que todo el mundo está pirado, o va en vías de, como dice Mario [Vargas Llosa] en este mundo de fornicantes reprimidos y tortuosos como una manera de vengarse, de hacer sufrir al otro, de inmolarse en la vergûenza y en la culpa. De obligar mezquinamente a los otros a ser partícipes de su propio dolor.



De todo esto escriben muchos autores, y siempre lo han hecho. Ahora más, y solamente porque la atención a lo real es una forma de virtud. La literatura no documenta la realidad, sino que la transforma y adultera para completarla, así de simple. Y es necesaria señores, porque vivimos en una delincuencia universal. Nos gobiernan delincuentes. Es un soporìfero para calmarnos entre sollozos después de llorar desconsoladamente, como cuando uno llora por un amor que lo ha abandonado, sin saber exactamente por qué, cuando las razones son muy claras. ¿Sabe Usted, exactamente, hoy, qué es real y qué no?... No tenemos ni la menor idea, porque todo se confunde. El mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan acuciantes que nos parece que esas historias, los versos que nos vienen a contar los desgraciados detrás de un gran escritorio de caoba en casas de gobierno, casas reales o instituciones religiosas, poco o nada tienen que decirnos. Tenemos hambre de realidad porque todo se ha vuelto extraño e irreal. Por eso le pedimos a los libros, y ahora a blogs y espacios virtuales que nos hablen del mundo en que vivimos, o sobrevivimos, y que nos ayuden a entenderlo para no acabar pegándonos un tiro en la cabeza... y tiene que ver con las injusticias y los abusos que suceden a diario, cada día, que no dan respiro, que no dan tregua... poder saber quiénes somos, que alguien nos ayude a comprendernos en nuestro propio contacto con lo más oculto y postergado de nosotros mismos, mientras vivimos entre la razón y la locura, casi sin delicadezas, en una triste y severa incomprensión... se te humedecen los ojos.



Nuestro Estado de bienestar se desmantela, nos recortan beneficios por todas partes, y encima se dan el lujo de robarnos en nuestras propias narices ante el inmovilismo social. La corrupción se expande como el sida, mujeres y hombres, solteros o con hijos en brazos que emigran a países cuya lengua y costumbres desconoces son algo más que un número en las estadísticas oficiales, al igual a quienes les quitan sus casas, los que no consiguen trabajo o los que tienen que cuidar a sus enfermos sin la ayuda de nadie, en la mas completa soledad. Es a esas gentes a quienes la literatura, como nos cuenta brillantemente Gustavo [Martín Garzo], levanta la cartografía para hacerlos despegar. Debemos reinventarnos caballeros. Debemos reinventar nuestros países, nosotros mismos crear el elixir de esa flor misteriosa que sólo en los países imaginados florece. Sólo así vamos a encontrar a una cura a nuestro extravío. Hoy Reino Unido y hace una semana Francia, antiguos imperios, legalizaron ante sus parlamentos el matrimonio entre homosexuales, pasando olímpicamente de derechas, religiones y voces fanáticas y contrarias a un derecho básico y universal. Y va pasando que los homosexuales van siendo, justamente, el bastión de los cambios en toda suerte de áreas, y principalmente, en la social. ¿Por qué? Porque tienen más hombría que el resto para luchar por su propia condición y no avergonzarse por absolutamente nada, porque en el mundo contemporáneo, no debe existir la vergûenza por una condición, así como por un color o una raza, pero sí por los robos a gran escala que banqueros, políticos y una larga, larguísima lista de desgraciados apuntan con el dedo a esas mismas minorías.  Parece que todo se trata de eso: de la falta de vergûenza. Hay que tener aplomo, y segundo, delicadeza.



Delicadeza con los delicados, bondad por los bondadosos y respeto por los respetuosos. Intolerancia con los intolerantes, pasar de los imbéciles haciéndoselos saber, altanería con los altaneros y meter la cultura a presión, por todo tipo de medios y sistemas, casi viralmente. Esa es una de las divisas de la creación, es una de las divisas de la literatura y las artes. Ayudar a construir sociedad. Ayudan a construir Estado. Y es lo que necesitamos, reinventar todo un sistema que se dificilísimo porque está todo mancillado, pero no imposible. Y eso se logra con cultura. Un empresario o un jefe de Estado con inclinaciones por la cultura, con inclinaciones altas por la cultura, jamás aceptará que su propio país caiga en las antípodas de la maldad, de la decadencia. Volver a crear a esa casta de visionarios que pensaban en grande, que convirtieron sus tierras en ejemplos internacionales de desarrollo y bienestar, que pudieron dormir y morir en paz. Debemos, todos, hacernos delicados, en esa delicadeza de hacer algo bueno para el futuro de nuestros propios hijos, y los del resto, como hoy hombres y mujeres sabios en Inglaterra han hecho, de izquierdas y derechas por igual. Se trata de crear país. Eso sólo necesita cultura, y para que exista cultura, debe existir educación, y la educación galanteará con la cultura, como robarle un beso a un chico guapo sin que se dé cuenta, y hacerlo sonreír, y eso caballeros, evitará que buena parte del mundo, como hoy, se empeñe en parecerse a una pequeña sociedad apocalìptica de verdugos, víctimas y desquiciados mentales. Volverse incomprable. Acabemos con ello, con la decadencia. Será buena idea. Funcionará.





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