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¿No le da la impresión, por
nuestros días, de un aumento insufrible y dramático de esa cosa tan siniestra y
escrita en la historia desde el inicio de los tiempos, llamada maldad? Porque
quien os escribe, lo huele en el aire como estar encadenado en el centro de un
vertedero gigantesco, opulento. Todo se cae a nuestro alrededor y somos
incapaces, como mediocres imbéciles, de plantarle cara y exigir que sean
respetados a rajatabla esos artículos establecidos en una declaración universal
una vez que terminó la segunda guerra mundial, esa aberración humana donde todo
el mundo enloqueció. Y da esa impresión porque moviéndose uno en las áreas
creativas, desde las letras a las artes pasando por el diseño, el periodismo y
la vida misma, resulta curiosos que los artistas más destacables de la época
moderna, lo sean por un trabajo que circula alrededor de precisamente eso, de
la maldad y la decadencia... es muy fuerte.
Después de haber recorrido casi
medio mundo durante años, y no como esos cretinos que lo hacen en viajes flash que
fueron moda en la segunda mitad del siglo XX, sino tratando, en lo posible, de
inhalar cual yonky a la cocaína idiomas, cultura, condiciones, ciudades e
historias de tan diversas formas y colores, da la impresión de que hoy, se va
todo a la mierda, y tanto nos da. ¿Qué pasó? No os podéis dar una idea precisa
del sufrimiento que en lo personal significa enterarte a diario de malas
noticias. Una reciente intervención militar en Mali por parte de Francia, que a
su vez, es incapaz de tomar cartas en el asunto frenta a la matanza de más de
sesenta mil personas en el país árabe de Siria, una de las primeras
civilizaciones del mundo, al igual que el resto de países occidentales es
paralizante. Las religiones, todas, creadas por los hombres para darse a sí
mismos la esperanza de una trascendencia posterior a la muerte basadas en el
amor y el respeto, se han convertido con el paso de la historia, como ya
contaba Faukner, en un refugio de fanáticos e intolerantes que ostentan detener
la historia y hacerla regresar al oscurantismo, aboliendo a Darwin y
sustituyendo la teoría de la evolución por el diseño inteligente divino. Hoy
caballeros, en Dinamarca, el escritor Lars Hedegaard fue casi asesinado en la puerta
de su propia casa por ser crítico con el Islam. Disculpando la expresión, un
soberano cabrón disparó contra él en nombre de un Dios justiciero e implacable
como el que truena a través de las bocas de pastores, sacerdotes, muecines y otros
tantos, que justifican en nombre de un Dios, los despojos territoriales, la
discriminación de la mujer y de las minorías sexuales y hasta asesinatos y
torturas de sus supuestos adversarios. Es una película que ni la misma ficción
logra superar, construyendo un mundo devastado por esos fanatismos, los
prejuicios raciales, el depotismo y una falta de solidaridad que va logrando
haciendo vivir a los seres humanos en la soledad y el miedo que a menudo los
empuja hacia la locura...
Podríamos convenir que eso sucede
desde hace mucho tiempo, muchísimo, pero por el avance del mundo digital y el
acceso global a las informaciones de cualquier rincón del mundo, parece dar la
sensación de su magnificencia. Antes, simplemente, no lo veíamos, pero no
quiere decir que no existiese. Sólo que ahora, por esas mismas razones y el
avance del capitalismo sin control que aceleró lo peor de la condición humana,
de la codicia, va logrando que la gente, simplemente, empiece a enloquecer.
Parece, da la impresión, que todo el mundo está pirado, o va en vías de, como
dice Mario [Vargas Llosa] en este mundo de fornicantes reprimidos y tortuosos
como una manera de vengarse, de hacer sufrir al otro, de inmolarse en la
vergûenza y en la culpa. De obligar mezquinamente a los otros a ser partícipes
de su propio dolor.
De todo esto escriben muchos
autores, y siempre lo han hecho. Ahora más, y solamente porque la atención a lo
real es una forma de virtud. La literatura no documenta la realidad, sino que
la transforma y adultera para completarla, así de simple. Y es necesaria
señores, porque vivimos en una delincuencia universal. Nos gobiernan
delincuentes. Es un soporìfero para calmarnos entre sollozos después de llorar
desconsoladamente, como cuando uno llora por un amor que lo ha abandonado, sin
saber exactamente por qué, cuando las razones son muy claras. ¿Sabe Usted,
exactamente, hoy, qué es real y qué no?... No tenemos ni la menor idea, porque
todo se confunde. El mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan
acuciantes que nos parece que esas historias, los versos que nos vienen a
contar los desgraciados detrás de un gran escritorio de caoba en casas de
gobierno, casas reales o instituciones religiosas, poco o nada tienen que
decirnos. Tenemos hambre de realidad porque todo se ha vuelto extraño e irreal.
Por eso le pedimos a los libros, y ahora a blogs y espacios virtuales que nos
hablen del mundo en que vivimos, o sobrevivimos, y que nos ayuden a entenderlo
para no acabar pegándonos un tiro en la cabeza... y tiene que ver con las
injusticias y los abusos que suceden a diario, cada día, que no dan respiro, que
no dan tregua... poder saber quiénes somos, que alguien nos ayude a
comprendernos en nuestro propio contacto con lo más oculto y postergado de
nosotros mismos, mientras vivimos entre la razón y la locura, casi sin
delicadezas, en una triste y severa incomprensión... se te humedecen los ojos.
Nuestro Estado de bienestar se
desmantela, nos recortan beneficios por todas partes, y encima se dan el lujo
de robarnos en nuestras propias narices ante el inmovilismo social. La corrupción
se expande como el sida, mujeres y hombres, solteros o con hijos en brazos que
emigran a países cuya lengua y costumbres desconoces son algo más que un número
en las estadísticas oficiales, al igual a quienes les quitan sus casas, los que
no consiguen trabajo o los que tienen que cuidar a sus enfermos sin la ayuda de
nadie, en la mas completa soledad. Es a esas gentes a quienes la literatura,
como nos cuenta brillantemente Gustavo [Martín Garzo], levanta la cartografía
para hacerlos despegar. Debemos reinventarnos caballeros. Debemos reinventar
nuestros países, nosotros mismos crear el elixir de esa flor misteriosa que
sólo en los países imaginados florece. Sólo así vamos a encontrar a una cura a
nuestro extravío. Hoy Reino Unido y hace una semana Francia, antiguos imperios,
legalizaron ante sus parlamentos el matrimonio entre homosexuales, pasando
olímpicamente de derechas, religiones y voces fanáticas y contrarias a un
derecho básico y universal. Y va pasando que los homosexuales van siendo,
justamente, el bastión de los cambios en toda suerte de áreas, y
principalmente, en la social. ¿Por qué? Porque tienen más hombría que el resto
para luchar por su propia condición y no avergonzarse por absolutamente nada,
porque en el mundo contemporáneo, no debe existir la vergûenza por una
condición, así como por un color o una raza, pero sí por los robos a gran
escala que banqueros, políticos y una larga, larguísima lista de desgraciados
apuntan con el dedo a esas mismas minorías.
Parece que todo se trata de eso: de la falta de vergûenza. Hay que tener
aplomo, y segundo, delicadeza.
Delicadeza con los delicados,
bondad por los bondadosos y respeto por los respetuosos. Intolerancia con los
intolerantes, pasar de los imbéciles haciéndoselos saber, altanería con los
altaneros y meter la cultura a presión, por todo tipo de medios y sistemas,
casi viralmente. Esa es una de las divisas de la creación, es una de las
divisas de la literatura y las artes. Ayudar a construir sociedad. Ayudan a
construir Estado. Y es lo que necesitamos, reinventar todo un sistema que se
dificilísimo porque está todo mancillado, pero no imposible. Y eso se logra con
cultura. Un empresario o un jefe de Estado con inclinaciones por la cultura,
con inclinaciones altas por la cultura, jamás aceptará que su propio país caiga
en las antípodas de la maldad, de la decadencia. Volver a crear a esa casta de
visionarios que pensaban en grande, que convirtieron sus tierras en ejemplos
internacionales de desarrollo y bienestar, que pudieron dormir y morir en paz.
Debemos, todos, hacernos delicados, en esa delicadeza de hacer algo bueno para
el futuro de nuestros propios hijos, y los del resto, como hoy hombres y
mujeres sabios en Inglaterra han hecho, de izquierdas y derechas por igual. Se
trata de crear país. Eso sólo necesita cultura, y para que exista cultura, debe
existir educación, y la educación galanteará con la cultura, como robarle un
beso a un chico guapo sin que se dé cuenta, y hacerlo sonreír, y eso
caballeros, evitará que buena parte del mundo, como hoy, se empeñe en parecerse
a una pequeña sociedad apocalìptica de verdugos, víctimas y desquiciados
mentales. Volverse incomprable. Acabemos con ello, con la decadencia. Será
buena idea. Funcionará.
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