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10.2.13

RELACIONES EXTERIORES

Image::MR HEDI SLIMANE PHOTOGRAPHER © PARIS/LA::



Hace una semana, una noticia haría estallar los ánimos de toda América Latina gracias a un grupo de cadetes de la armada chilena, los cuales mientras trotaban en una concurrida avenida en la ciudad costera de Viña del Mar, lanzaban misivas de asesinato contra argentinos, peruanos y bolivianos. ¿Qué os habréis creído, panda de gilipollas?, pensaba indignado cuando sabía de primera mano, radicado en ese país, que la emigración de esas mismas gentes, en menos de diez años, habían ayudado profundamente a una apertura en la cabeza de un país que parecía, a diario, seguir viviendo en un retraso mental de al menos veinte en relación al resto del mundo desarrollado. Y sobre todo con los países andinos, era, prácticamente la totalidad de la población, al menos en lo que a la capital se refiere, de un racismo que te dejaba gélido, como si la peña fuesen rubios de dos metros de altura, vamos. Se trataba de la poca vergüenza. Te generaba bruxismo.


Por la misma fecha, y como anillo al dedo, caía en el Museo Nacional de Bellas Artes el proyecto “Vía PanAm” del holandés Kadir Van Lohuizen, reportero gráfico fundador de la agencia Noos. Casi a solas y entre medio de penumbras, recorría esa exposición en silencio y mirando una a una las fotografías, de una crudeza y realidad que te encogía el corazón. Como el mismo Kadir decía, si bien la migración es tan antigua como la humanidad, muchas personas en Europa y Estados Unidos la consideran una amenaza y un fenómeno novedoso. Sin embargo, las Américas fueron configuradas por el colonialismo y la migración, y la población autóctona indígena fue exterminada o desplazada. La población actual está integrada sobre todo por descendientes de europeos o africanos. La excepción es Bolivia, país poblado mayoritariamente por indígenas, que, como hecho sin precedentes en quinientos años de historia latinoamericana, eligió a un indígena como su Presidente. La gente se desplaza por todo el continente, bien sea en busca de trabajo, de una vida diferente y mejor, o para escapar a conflictos. Algunos abandonan su país, pero la mayoría se establece en otras regiones dentro de su propia patria. Por tal razón, Van Lohuizen recorría el continente desde Tierra del Fuego, en Chile, hasta Alaska tomando la Carretera Panamericana como punto de referencia, la vía que generalmente la gente utilizaba para desplazarse.


Mientras trabajaba en diferentes temas de carácter global, Kadir comprobó que, frecuentemente, la migración desempeña de diferentes maneras un papel en muchos temas, como el cambio climático, guerras, conflictos o la economía. Como reportero fotográfico especializado en proyectos a largo plazo, se inspiró en ello para dedicar un proyecto en su totalidad a la migración y realizar una investigación visual de todos sus aspectos. Las Américas en particular resultaban continentes interesantes por su prolongada historia de migraciones y por los recientes acontecimientos políticos tanto en la región norte como en la sureña. Pese a que en general la migración se asocia con gente que se desplaza de sur a norte, actualmente los mayores desplazamientos tienen lugar entre naciones vecinas y entre diferentes regiones dentro de un mismo país. Mediante la investigación y visualización de estos movimientos, Via PanAm contribuye a fomentar una mejor comprensión del fenómeno de la migración. En más de veinticinco mil kilómetros de longitud, Van Lohuizen cruza las Américas a través de 15 diferentes países.


Dos días después, tras una tarde soleada de melón con vino, compartía unas cañas con cinco personas: Juan Manuel, un ingeniero en minas barcelonés recién llegado en busca de trabajo; Ana [cambiaré su nombre por su propia seguridad], una guapísima moscovita cuyo ex novio, un mafioso ruso, tras acabar la relación con él, había asesinado a todos sus amigos y se encontraba cambiando de países en América del Sur vaya uno a saber por cuanto tiempo más. Regresar a su país, simplemente, no era una opción; Víctor, un argentino radicado hace dieciocho años en Miami, ciudad donde había emigrado, vivido debajo de juegos infantiles en la playa para luego convertirse en policía y crear una familia; Diego, un dj chileno a punto de partir rumbo a Canadá para poder vivir de lo suyo junto a su novia, y Elvira, su hermana. De regreso en casa, pensaba también en tres amigos cercanos que con el tiempo se habían convertido en mi círculo más íntimo. Borja y su hermano Luka, arquitecto y geólogo respectivamente, nacidos en San Sebastián e igualmente llegados a Santiago para buscar un futuro mejor del que por estos días prometía España; y Benjamín, un francés que tras ser un exitoso empresario en Madrid junto a su hermano y otros socios, había disuelto lo suyo tras su asesinato en un tiroteo en el intento de robo a un banco en África. Aquí también había caído hace más de un año, donde encontraría el amor y dividiría su tiempo entre el fin del mundo y el país galo. Todas, sendas historias prácticamente cinematográficas y todos, con un común denominador que eran un par de buenos cojones. Os cuento todo esto porque como una bofetada, me daba cuenta que con el pasar de los años, quién os escribe se había también convertido en uno de ellos, de ese grupo enorme de personas que se movían territorialmente según mejorasen o empeorasen las realidades. Y pasa caballeros, que eso, la emigración, es un derecho que en nuestros días, toma una vigencia vital. La crisis, como la historia enseña, hacen nacer situaciones delicadas dentro del tejido social, resucitan los nacionalismos, los fantasmas de la xenofobia y el racismo regresan y ante la incertidumbre, las extremas derechas y los fascismos se fortalecen, siendo el puntapié inicial que dejan paso a las tragedias universales. Hablamos del eterno retroceso humano, social y cultural de una raza que no aprende absolutamente nada. En esos casos [en absoluto nuevo] es cuando las personas se deshacen de todo, cogen maletas y se largan. 


Esa ha sido la vida de actualmente, ciento cinco millones de personas en todo el mundo, que generan una riqueza anual de más de cuatrocientos millones de euros que retornan, en gran mayoría, a sus países de origen en forma de remesas para familias a quienes no han podido llevarse. Otros tienen mejor suerte. Y en cierta parte, eso es muy, pero muy bueno, porque en esas movilidades y a las ciudades donde se llega, hacen de esos mismos sitios metrópolis donde la variedad de sus inmigrantes, ricos y pobres por igual, los convierten en exquisiteces de diversidad y diferencias, donde hay sitio para todos y en donde el respeto se da, con el paso del tiempo, casi como una obligación que nadie necesita mencionar, y en donde es posible tener cabezas más abiertas, porque sus locales, sin moverse de su sitio, se vuelven universales, se vuelven globales. Y eso señores, evita tragedias o imbecilidades, como la de esos militares chilenos y su cortísima visión del mundo, convirtiéndose en una vergüenza para el propio país que pretenden defender. En lo que a mí, Usted y todos respecta, simplemente, no lo permita jamás, ni con uno, ni con el resto. Abrace a la inmigración, sea de donde sea, porque puede aprender de ellos y de sus historias, y muchísimo. Sea un gentleman.  




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