Image::MR PAOLO ROVERSI PHOTOGRAPHER © RAVENNA::
Aún caliente se encuentra el aire
tras el último desfile de la firma Oscar de la Renta en la última edición del
New York Fashion Week. Con un fuerte despliegue de seguridad en un backstage al
que no entraba nadie, fuese quien fuese, la casa del creador dominicano
presentó su última colección, creada por John Galliano junto al modisto y su
equipo, que indiscutiblemente, fue el plato más fuerte de la cita en la gran
manzana. Era el regreso de John, el gibraltareño que a inicios del dos mil once
se viese envuelto en un escándalo por emitir insultos racistas contra unas
turistas inglesas en un café de París bajo los efectos del alcohol. Ahora
estaba de vuelta, y volvía a lo grande.
Juan Carlos Antonio
Galliano-Guillén, nacido el 28 de noviembre de 1960 en Gilbraltar, egresado de
la británica Saint Martin´s, recibió en tres oportunidades el premio a
Diseñador Británico del Año, en 1995 Bernard Arnault lo puso a la cabeza de
Givenchy y en menos de dos años después, se le asignaría la dirección creativa
de una de las marcas insignias del grupo, la casa Christian Dior. En ella,
Galliano trabajó brillantemente durante quince años, hasta que aquel altercado
fuese el detonante para su despido y posterior proceso judicial que lo puso a las
puertas del encarcelamiento. En ese tiempo, la prensa se ensañó con él presa
del amarillismo y todos los que antes alababan sus virtudes, de un día para el
otro lo condenaron al deshonor y el olvido. El gobierno francés le quitó la
Legión de Honor y fueron contados con los dedos quienes salieron en su defensa.
John entró dos años en rehabilitación,
pidió por todos sitios disculpas, públicas y privadas, y simplemente,
desapareció del mapa. Su caso fue el comidillo del mundo de la moda en fiestas
y reuniones, y fueron muy pocos los que se mantuvieron al márgen esperando que
el tiempo diera sus señales. Pues ha sido el mismo tiempo el encargado de
volver a ponerlo en su lugar, es decir, entre medio de los grandes, de lo
importante. Y ahora todos no solo vuelven a olvidarse de lo que decían y
escribían, sino que vuelven a hacerlo para alabar su fabuloso regreso. Hay que
tener poca verguenza, la verdad.
Fue el latinoamericano Oscar de
la Renta quien lo invitó a pasar un par de semanas en su estudio trabajando con
él, donde probablemente, Oscar le diera un par de buenos consejos, seguramente,
en ese proteccionismo tan de iberoamericanos, acostumbrados a ayudarse entre
ellos pase lo que pase, sobre todo si en lo suyo, son los mejores, cosa
difícilmente probable en las idiosincracias europeas y sobre todo en la
norteamericana. Y así fue. En una sala donde todos estiraban el cuello
esperando ver qué podría salir de la mezcla entre De la Renta y Galliano,
menuda sorpresa se han llevado en una colección delirantemente fabulosa, sobre
la que la misma Cathy Horyn [periodista de The New York Times] no ha podido
obviar, tomando en cuenta el altercado en la última edición de la pasarela con
el dominicano, a quien había calificado de “perrito caliente” en sus asaltos de
divismo y malintención sin motivos tan característicos de esa periodista.
Galliano, hoy, vuelve a las
pistas en una colección soberbia donde expresa su genialidad a cuentagotas,
respetando en una linea perfecta el universo de De la Renta, uniéndose ambos en
una aparición pública [de sus trabajos, de su obra] que ha conseguido, y
fuertemente, abofetear a todos quienes en los últimos tiempos se han dedicado a
descalificarlos. Al lado de ambos, el resto de diseñadores y marcas,
simplemente, eran un detalle. Y lo ha hecho esa colección, que ha hablado por
ellos. No han tenido que decir ni una sola palabra, y a Galliano, nadie le vió
ni la punta de la nariz, como tenía que ser. Seguro que a solas, se habrán
abierto una botella y descojonado de la risa, de buena gana. Y se lo merecen.
Sacaron un diez. Enhorabuena por ambos, y sobre todo por John. Que seas muy
bienvenido. Y al resto, que le den. Que nos sirva a todos de lección, porque en
lo que acaba de pasar, es lo que por estos días nos hace falta, a todos, sin
excepción: solidaridad.
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