Image::MS BRUNA KAZINOTI PHOTOGRAPHER © SPLIT::
Leyendo periódicos, mirando a
ratos la televisión, escuchando la radio, yendo al cine o simplemente caminando
por la calle, me detenía a observar, o a escuchar detenidamente con los ojos
cerrados los discursos, tanto visuales como escritos o hablados, de esa cosa
tan peculiar llamada fama. La fama. La condición de ser una celebridad. Es una
cosa rarísima aquello de la fama. Y más raro aún es cómo la gente se vuelve
loca con aquello, como si estar frente a una persona poseedora de ese bien tan
inmaterial, representase estar frente a una suerte de divinidad... ciertamente,
aquello es a ratos imprescindible para los que se dedican a las áreas
creativas, sobre todo las relacionadas con el espectáculo. Pero, ¿Se ha
preguntado Usted alguna vez qué pasará por la vida de una persona que detenta
esa condición? Puedo asegurarle, que grato no es. En absoluto. Y os lo digo con
conocimiento de primera mano.
A lo largo de los años, quien les
escribe a estado sentado frente a muchas de esas personas, y la mayoría de
ellas, al final, no entienden en qué minuto de su vida cometieron tan craso
error de volverse una celebridad. Los habían transformado en personajes,
figuras tan distantes como dispares de lo que ellos mismos son, de sus esencias
como personas. En muchos casos la fama estubo a punto de destruirles la vida...
es una cosa que debe manejarse con muchísimo cuidado, porque esa misma
divinidad, hace que el propio mundo se aparte de tí, te segrege del resto y termines
por no confiar ni en tu sombra, terminando por llevar una vida, cuando menos,
solitaria, o moviéndote con gente que tenga ese mismo bien, porque te
entienden, porque saben perfectamente lo que significa. La gran mayoría de la
gente de a pié, sueña con ser famosa, algunos por una necesidad de
trascendencia, otros por temas de autoestima, otros por relación directa con lo
económico, pero pocos, muy pocos, llegan a ella entendiéndola como una
herramienta o un paso previo para otra cosa, más importante aún, que es ayudar
a otra gente, o a tu área, o a tu ciudad o país. Son contados con los dedos y
no llegan a una mano, os lo puedo asegurar. Darse un paseo por Los Angeles, es
estar frente a la peor película de bajo presupuesto por lo más patético de la condición
humana y su sed de trascendencia, al igual que cualquier semana de la moda de
alguna capital internacional. Te entran unas ganas locas de coger una escopeta
doble cañón automática y salir a la calle a cargarte gilipollas.
Si uno se pone a mirar al viejo
Hollywood, o al mundo de la alta costura, donde ciertamente sus protagonistas
se trataban de personas mundialmente célebres, lo eran porque su calidad
trascendía continentes enteros, me refiero a la calidad de sus trabajos y
profesiones, donde no existía internet y en donde si querías ser alguien,
debías trabajar muy, muy duro. Y lo hacían, y espectacularmente con la mitad de
avances de los que hoy disponemos. Probablemente, la tecnología fue el gatillo
para lograr fama contra reloj, y de ahí, la decadencia de la condición de ser
famoso, como una montaña rusa abajo, hasta llegar a convertirla en una
ordinariez. Hoy por hoy son célebres cualquier pelafustán dentro de un reality
show, o algún niñato que se pasee cual payaso de turno por las semanas de la moda,
o alguna bataclana que muestre el culo y las tetas, o que aparezca sin cesar en
las fotos de eventos o fiestas... ¿Qué elegancia, no? Sería encantador
resucitar a todas esas estrellas del viejo Hollywood, o esos diseñadores que
fundaron las marcas insignia del país galo a ver qué opinasen al respecto.
Sería un maravilloso regalo al sentido común.
Esa misma fama contemporánea,
hace que el relevo de famosos sea tan rápido como quien lame un helado, en una
maldad para con esa misma gente que lucha por lograrla, siendo despachados por
el mundo para el próximo, en un abrir y cerrar de ojos que atenta contra la
dignidad y autoestima de esa misma gente. Aquello es una maldad, y de las
gruesas. Quién os escribe, en el mundo editorial, como otros muchos, se dedica
a eso, desde hace años, a fabricar famosos o celebridades dentro de sectores
creativos, pero bajo la premisa que con ellos vas detrás durante años,
procurando bajo toda suerte de estrategias que no se transformen en mercancías que
el establishment despache según su prepotente antojo. Mezclar el talento, el
trabajo bien hecho, la formación y la alta cultura que les permita ponerse por
encima de ese establishment, hasta por encima de las propias instituciones, que
es lo que al final, produce la fabricación de los mejores representantes de una
época, o una generación. Si Usted se piensa que es fácil, prepárese para la
escopeta de doble cañon, porque se suda mucho, y en frío. Pero vale la pena.
Verlos después en la mitad de los medios de comunicación en cuatro idiomas, o
dando entrevistas en una inteligencia formidable donde pasean a los periodistas
como quieren ganándose el cariño del público, qué les puedo decir, te entran
ataques de risa y sacas de la nevera una botella para brindar en su honor.
Porque eso es popularidad, y la popularidad duerme con la fama como una pareja
de recién casados, porque llegas a la población, y siempre será la inteligencia
el motor de una fama que se imponga al tiempo, al mundo moderno, y a la
ordinariez. Y así vale la pena ser una celebridad, porque de esa fama te puedes
permitir vivir una vida, y muy digna, en el sentido que puedes salir a la calle
y tener el cariño de la gente, no esconderte , ni recibir miradas extrañas. Y
cuando llegas a ese punto de popularidad, de buena popularidad, no te puedes
enloquecer ni encerrarte en una burbuja, sino muy por el contrario, tienes la
obligación de usar esa fama para ayudar, levantar y catapultar a tus pares, y a
los buenos que vengan tras de tí. Tener la elegancia de la solidaridad, que en
el mundo moderno es casi un objeto de colección. Y encima se ríe Usted de buena
gana, y conoce gente muy valiosa. No es un mal camino, en absoluto.
La clave radica en saber que eso,
la fama, es una cosa tan etérea como un perfume o un arcoiris, que sabe que
después de instantes desaparecerá, y dejará sólo lo que existe, que es con lo
que uno debe convivir todos los días, hasta que tu corazón deje de latir, que
no es más que el uno mismo. Y en ese ejercicio se debe practicar, como ir al
gimnasio, el sentido común, y por sobre todo la dignidad, en el sentido de
entender que uno no es más que otro, pero tampoco menos... simplemente es su
trabajo, y que eso de la fama y la popularidad es parte del contrato, parte de
las reglas del juego. Por supuesto, para eso, la fama tiene que venir de la
aceptación general de lo que Usted hace, y para que eso ocurra, debe ser un
trabajo bien hecho, profesional, que le cueste y en donde se obligue Usted
mismo en alcanzar la máxima perfección en lo que hace, no aparecer sólo por
aparecer, porque si hace eso, pues estará tan desvalido y sin armas para evitar
que el establishment se lo coma de un solo bocado, y que acabe con una vida
preciosa, porque los que se dedican a esto, a las áreas creativas, tienen más
posibilidades de tener vidas preciosas gracias a sus propias creatividades,
vengan de donde vengan, y eso es una divisa. Y es importante. Hágalo bien, si
quiere vivir de ello, y pasárselo en grande. Aunque, honestamente, siempre se
pasará mejor estando detrás de la cortina. Infinitamente mejor. Historias de
eso, de la fama. Usted mismo.
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