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17.3.13

LA BELLEZA

Image::CENTRE POMPIDOU © PARIS::


Parece que le han pisado el palo al gato. Van cayendo de por dónde van las artes, la cultura y la producción artística contemporánea... Mira por dónde: por las tendencias. Los medios de comunicación tradicionales van entrando en el tema cada vez con mayor ahinco, dedicando más investigaciones y producción periodística. Y es que claro, es normal. ¿Qué?... ¿Usted dice que no viene de las tendencias?... ¿Y entonces, de dónde sino? Las tendencias, lo que hacen, es sacar los primeros eslabones de lo que luego sucederá en esas áreas, y aunque Usted no lo crea, no son inventadas. Todo lo contrario. Su ubicación, la creación de los conceptos y los statements para que a posteriori tengan un coherente hilo conductor para la puesta en marcha de la producción cultural, tiene detrás un trabajo, e inmenso. ¿Y sabe Usted de dónde se sacan? Pues tan simple como de la calle, de la misma por la que Usted camina, pero también por aquellos donde no pueda, sea por conflictos bélicos, guerras, golpes de Estado y otras cuantas barbaridades. Es todo como un inmenso aparato de relojería, tan veloz como el interior de una lavadora industrial. Y eso, por supuesto, no se ve, sino no tendría sentido.


Muchas de esas tendencias vienen de artistas con sólida formación académica. Sin embargo, la mayoría de ellas vienen de otros profesionales que poco o nada han pasado por un aula académica, simplemente, porque aquello del aula no les va. Y bien por ellos. Como bien afirma MR Will Gomperz, actual director de arte de la BBC británica y antes, durante casi una década, de la mismísima Tate sobre esto, el autodidactismo, en referencia, por ejemplo,  a Gaugin: “La rica paleta de ocres dorados, verdes abigarrados, marrones chocolate, rosas brillantes, rojos y amarillos está contrastada con una seguridad en el toque que sólo puede tener un autodidacta”. En referencia a esta idea, buenos intelectuales contemporáneos abren el universo de una gorda palabra: Belleza. Y el mundo que posee en relación a la dignidad. No es menor. De ella se desprende otro concepto, que es la idea de vivir de otra manera, es decir, el sentido de que la vida equilibrada no es utópica, sino lo es de sabiduría, y libre de mediocridad. ¿Suena difícil, no? A lo mejor para todos aquellos que justamente, no puedan aspirar a ella gracias a la autocomplacencia... o no. Vaya uno a saber. Lo cierto es que, a diario, gracias a fabulosas orquestas, sopranos, músicos, pintores, artistas, escritores, diseñadores y autores repartidos por todo el mundo, se desvanece a ratos aquella sensación de viscosidad moral, actuando como un antídoto frente al envenenamiento de la vida colectiva en el que todos, aun involuntariamente, estamos involucrados. Poseen esa capacidad suprema para romper el sortilegio de modo que mientras se realza la dignidad de lo bello, se desnuda la abyección de lo mezquino y lo corrupto. Ya lo dice MR Rafael Argullol. Probablemente sin saberlo, o sin preguntárselo, existe un ejército de artistas que ponen de relieve de que existe, en efecto, un sendero para romper el círculo vicioso en el que creemos encontrarnos... y ese sendero no es otro que la obra bien hecha por parte de quien se siente verdaderamente responsable de lo que hace, sin importar el tramo del camino en que nos encontramos cuanto la voluntad y el esfuerzo por llegar a la meta. Para hacer eso, desde luego, necesitas una concatenación de energías que acaban siendo una exaltación de la vida, y en su fundamento se encuentra el propio esfuerzo creativo de todas esas personas. Sirven, a diario, de ejemplos para desmentir el igualitarismo en la mediocridad que da igual valor a lo que es fruto del tesón y el riesgo y a lo que es la mera consecuencia de la comodidad y la apatía... sobre esos cimientos se alzan luego edificios invisibles, prolongadas jornadas de aprendizaje y ensayo al prueba y error, sometidos todos los sentidos a un severo proceso de ajuste y perfeccionamiento. Solo al final de este proceso, en ocasiones durísimo, aparecerá la obra bien hecha [por eso es tan importante la documentación de los procesos creativos, la formación de un archivo, siempre], porque es el camino en las áreas creativas, y en realidad en cualquier otra también, en el que asuma el hombre dignamente su responsabilidad... y a diario ven caballeros reivindicaciones de este camino, contrario al de la depredación que ya todos conocemos tan bien.

Para que el mundo del establishment tenga su mercadería final de consumo instantáneo, la rentabilidad inmediata, la indiferencia ante la sordidez y por ende, la apatía moral, necesita de personas de donde sacar su materia prima. Y esa materia prima viene de esos otros, que ejercen la lentitud, el aprendizaje, la lucha y un sentimiento de respeto que desemboca en la obra realizada... por eso luego son copiados hasta la saciedad. No tiene mucho misterio, la verdad. Una vez más, hablamos de esa singular sensación de dignidad que el hombre alcanza a través de la belleza y que en medio de hasta las mayores penurias, como han narrado toda la vida los libros de historia, es una afirmación de la vida, en esos instantes de silencio, brevísimas pausas, instantes de respeto, el reconocimiento de que lo mejor de la existencia humana siempre se ha nutrido de ese fervor que acompaña a la auténtica creación... ¿Y sabe Usted lo que se necesita para lograr eso? Pues nada más que la figura de genios que todo lo llevan dentro y solo necesitan devanarse los sesos para tejer el mejor vestuario que será siempre más atractiva que la del empollón que cria a base de calentar el asiento... de esos, es cosa de levantar una piedra y salen corriendo cientos... entre ambos cunde un ancho trecho. Interesante resulta que cuando alguien aporta nuevos aires, se debe a que ha sustituido las aulas por el parque y la atención del oído por el ejercicio del ojo... inventándose a sí mismos. Eso mismo no quiere decir que se hayan realizado gracias a un solo golpe mágico como creadores, sino se han construido a lo largo de todo un bricollage hasta llegar a su propio palo al gato. Y ya. La ventaja de tener una voz propia es de un valor infinito señores. Definitivo. Quien en la escritura o en la pintura, por ejemplo, como afirma MR Vicente [Verdú], se exprese a su antojo y con firmeza, no existe ojo ni potencia que lo derribe, cosa para lo cual es necesaria una autoestima trufada de convicción y la convicción abrillantada por una experiencia exigente... como todo, ¿no?... lo que nace como una condición innovadora ha tenido como probable generador a una siempre errante incubadora. Las escuelas que enseñar a programar, a pintar, a escribir o a tocar el piano con un tacón, cumplen su función de escuderos de la imaginación, procuran el acceso a la información y en la medida de sus posiblidades colaboran a disuadir a los estudiantes que no tienen vocación, lo que significaría no sólo desear ser algo sino valer por ello... ¿Por qué? Porque no hay nada más deprimente y patético que una escritura, una pintura o una interpretación incorrectas. Y esa incorrección, se aproxima a la coerción y quién renuncia a su libertad, del que no es autónomo, autodidacta o independiente, sin sentirse un soldado, y desde luego, sin sentirse ni ser parte del pelotón.

Probablemente con esta actitud, podrán tildarte de loco, y atacarte en el facilismo de que vives en una irrealidad absoluta al mundo [por parte de cualquiera que no tenga esa libertad, ese lujo, claro está], y en eso es muy acertivo MR Ramin Jahanbegloo, un filósofo iraní, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto [Ramir para todos los lectores que hayan pasado por una universidad... por si lo necesitan...]. Ramir se pregunta si acaso es ideal cualquier vida por desarrollarse simplemente en un mundo ideal, o si es ideal precisamente porque el mundo en que vivimos presenta alguna imperfección. Nada mal. Pasa caballeros que si el carácter ideal de la vida no guarda relación con el del mundo no existirá garantía alguna de que alcanzar la vida ideal suponga alcanzar el mundo ideal. Según Aristóteles los hombres definen lo que es una vida ideal en función de la consecución de la felicidad, que puede alcanzarse explotando al máximo las posibilidades vitales, en una sociedad que mantenga un equilibrio entre excelencia moral y rectitud. Podría decirse que la vida será ideal cuando la persona sea capaz de vivirla de manera ideal, es decir, hallando un equilibrio entre la excelencia moral y la rectitud. De este modo, en todos los hombres podrá detectarse la búsqueda de la vida ideal, ya sea por medios placenteros o dolorosos, siempre que la vida se sitúe en ese equilibrio guiado por la propia virtud y sin respetar necesariamente las normas. ¿Qué tal Ramir?... es improbable que los comportamientos y opciones extremos conduzcan a una felicidad auténtica y duradera, actuando a diario como un ciego en esa vida que se compone de opciones y compromisos, donde a diario, cae una y otra vez desde tiempos anteriores a nuestros propios nacimientos. Por lo tanto, estimados lectores, una vida equilibrada no es ni una utopía ni una concepción sistemática de una vida mucho mejor alcanzada mediante la inteligencia y la voluntad humanas. La utopía es la vida soñada hecha carne... un modelo imaginado a la espera de plasmarse. El mundo perfecto. Pero como somos todos absolutamente imperfectos, jamás podremos habitar en un mundo así, perfecto... por esa razón todos los proyectos utópicos nunca llegaron a ser más que simples ideas impuestas. Por el contrario, una vida de excelencia no protende imponerse a los demás. Es un horizonte de ejemplaridad para todos los seres humanos, es una vida dentro de la vida en la que la ejemplaridad se mantiene mediante el compromiso individual con esa excelencia, que es un noble estado mental, no una locura. No es una imposición de lo bueno y lo malo. No tiene nada que ver ni con la riqueza ni con la fama, ni tampoco con las ambiciones políticas. Es solamente la adopción de esa noble actitud que siempre ha simbolizado el concepto de sabiduría. Y es la sabiduría el componente supremo de la felicidad, como decía Sófocles. Y tampoco eso es suficiente. Esa sabiduría debe ser fuerte y fría. En nuestros tiempos, donde tú debes buscar tendencias y modernidad para la creación de una superflua felicidad, te metes en los temas del conocimiento, el poder y la riqueza, no con la sabiduría. Y así es, porque la felicidad sin sabiduría no puede más que producir solo banalidad y mediocridad. Esa sabiduría, en nuestros tiempos, también implica tener la capacidad de dudar de la ejemplaridad de la sabiduría en otros tiempos al contraponerla con el tuyo, con el que te rodea y con el que convives todos los días.  Tampoco se puede ser sabio únicamente con la sabiduría del propio tiempo, porque bien podría ser que esa sabiduría no fuera más que ignorancia. ¿A qué respuestas llegamos con todo esto? En que ser sabio es ser maduro en y con la vida, porque es el único consejero fiable. Por tanto, una vida de excelencia será una vida de sabiduría, libre de brutalidad y mediocridad y en donde la experiencia sirva para separar lo accesorio de lo esencial, de reconocer lo importante dentro de lo fáctico. Cuando vivimos en la excelencia, puede que no sepamos qué aspecto ideal está presente en nuestra vida o en una vida ajena, pero sin lugar a dudas sabremos que, si hay una vida ideal, se basará en vivir de la forma más noble e ideal que podamos. De ahí las tendencias, y después, todo el resto, toda la máquina. Ya sabe de dónde viene, al final, todo. De la belleza. Ya sabe cuál es.


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