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1.5.13

ORGULLO Y CREACIÓN

Image::MR JAVIER PINO PHOTOGRAPHER © SCL::


Hace un par de días, en la ciudad de Santiago de Chile, en el extremo sur de América Latina, bajo un tímido sol de entrada al otoño por bajo la linea del Ecuador, salí rumbo a visitar una exposición en el centro de extensión de la Universidad Católica, ubicada sobre la avenida principal de la capital. Era una estupenda muestra sobre la dirección de arte del tabloide norteamericano “The New York Times”. Como supuse, aquello estaba vacío. Ni un alma. Luego de recorrerla y al salir de la sala de exhibiciones, un grupo de alumnos [cerca de un centenar que no superaban la veintena de edad] veía en una de las terrazas de la casa central de ese centro de estudios [la misma casa donde quien os escribe había estudiado años atrás], una pantalla de televisor. Se encontraba hablando uno de los candidatos de derecha a la presidencia de las próximas elecciones del mes de noviembre. Se trataba de Andrés Allamand, y estaba en directo en el auditorio de la segunda planta. Subí las escaleras y tras convencer al guardia de seguridad, entré al plenario. Lo conocía bien. Ese hombre era el socio del hermano de una tía política, abogado, quienes habían sido los primeros chilenos en abrir un estudio de abogados en la ciudad de Nueva York. En los poco más de cinco minutos que pude permanecer dentro de ese sitio, escuché a ese tipo, que defendía y sostenía la legitimIdad absoluta del lucro por parte de las universidades privadas a costillas del Estado [el mismo lío por el cual cientos de miles de estudiantes y civiles se encontraban hace algo más de dos años enfrentándose en las calles de la ciudad contra la policía [en verdaderas batallas campales]. Y no se le movía ni una ceja.



Salí de ese auditorio y cogí un ejemplar de una revista local llamada “Qué Pasa” [auspiciadora de la charla de Allamand], una publicación de prestigio dentro del país, asociada a ese mismo grupo de derecha, y mala copia de la norteamericana “The New Yorker”. Volví a la exhibición del “The New York Times” con la última edición de la revista en las manos, abrí sus páginas de par en par, una por una, poniéndola al lado de las imágenes expuestas del periódico. Habré pasado en ello un poco más de media hora. Finalmente, tras recorrer por segunda vez las dos salas dedicadas al periódico, salí de ahí y tiré aquella revista al tacho de la basura. Era, directamente, un cuadro. No había por donde cogerla. Seguí rumbo a otro centro, donde una exposición dedicaba su sala principal al diseñador industrial y editor Francesco Mendini, que no estaba nada mal. Mendini, con los años, se había convertido en uno de los maestros del diseño italiano, uno de sus más fuertes sellos de marca país. Una vez fuera, me puse a trabajar en el monitoreo de informaciones relativas al Festival de Hyères, la principal plataforma de nuevos talentos para la industria de la moda francesa, organizada por la Fédération y financiada por algunas de las marcas insignias del sector galo. En esta edición, Felipe [Oliveira Baptista] era presidente del jurado, ex ganador del certamen hace una década atrás.



En esta edición, el premio del jurado de Hyères caía sobre Satu [Maaranen], una finlandesa con una colección donde traslada paisajes a siluetas extrapoladas de la alta costura de los cincuenta. A pesar de la energía y frescura que transmitía la Villa Noailles [como siempre], en vez de seguir en ella, volvía pensar en el país donde me encontraba, en Chile. Como ejercicio, visité las webs de los periódicos, canales de televisión, museos, centros cuturales, universidades, galerías de arte, bibliotecas, las pocas revistas en el país, ministerios de educación, cultura y turismo, [de artistas y diseñadores, el tema digital seguía siendo casi inexistente], a fin de hacerme una impresión general nueva de donde me encontraba. Y el resultado fue, sino siniestro, alarmantemente preocupante. Mientras en Hyères, Didier Grumbach, presidente de la Fédération y Sidney Toledano, cabeza de Dior, alababan la creatividad y su necesidad para la creación de riqueza de la industria y del producto interno bruto de su propio país, en el otro, donde me encontraba, al fin del mundo, su ministro de cultura amenazaba públicamente a artistas, gestores culturales y escritores con quitarles dinero público para el desarrollo de sus actividades. Asimismo, la producción en diseño, artes  y literatura, permanecían estancadas en una eterna década de los ochenta, y prácticamente nadie parecía dispuesto a salir de aquello, y los que quisiesen hacerlo, parecían ser absolutamente despreciados por su misma gente, además de públicos y privados. La pregunta, era, y en un tono muy grave: “¿Qué coño está sucediendo en este sitio?”. Era de escalofríos. Honestamente.



“Si no te gusta, vete”. Parece ser la respuesta a todo, y a todos, en una especie de círculo que se niega a avanzar, intrincada en tradiciones que parecen salidas de hace media centuria de retraso y en la negación casi general de adaptación a la alta cultura propia tanto de la postmodernidad como del pasado universal, negada a rajatabla desde modelos norteamericanos neoliberales que según sus principales protagonistas culturales, han hecho al país perder su identidad propia, como país, sumiéndolo en una sensación de autocomplacencia, bastardeo y una producción cultural general insuficiente, víctima, por supuesto, de la falta de relación respecto al resto del mundo, culturas e idiomas que no mantengan relación estricta con la estadounidense. Aquello, sin embargo, viviéndolo en la calle, parece no ser así, con una población ávida de novedad y cambios, nuevos aires de frescura que un grupo de familias dueñas del país [hijos o descendientes, todos, de inmigrantes], además de los Estados Unidos y España, se niegan por completo a esos avances por miedo a perder su primacía, ignorando por completo, víctimas de un sistema educativo igual de insuficiente [culturalmente hablando] y tecnócrata, que aquello mismo podría reportarles réditos como país pionero en lo que a manifestaciones culturales se refiriese. La fractura social, intensa y profunda, parece ser el talón de Aquiles para el desarrollo de su población, y por ende, para el nacimiento de referentes en toda suerte de áreas relacionadas con el conocimiento que les permitiese colocarse en el panorama internacional, como país, aprovechando su estabilidad económica en la región.



Si una nación como Chile, que es rock´n´roll puro, que ha sobrevivido a tragedias tan recientes que permanecen en el imaginario colectivo como una dictadura militar que aún no ha sido sanada, un terremoto y un tsumani que devastó el 80% de su territorio [y se volvió a parar, con dos cojones, con las manos de sus propios nacionales], asi como a todos sus estudiantes en las calles que se han dado cuenta que han sido estafados durante años, asi como el resto de la población en todas las áreas de la vida, privatizadas, enfrentándose cara a cara con la policía, dándoles un carácter muy específico que ha sido rescatado por los ojos de todo el globo terráqueo, está en perfectas condiciones de sacar a sus creadores, artistas y escritores al mundo, y darle de ostias al resto, con otro par de cojones. El tema es, o será, que ante la indiferencia del Estado y su sistema económico, aparezca entre todo ese grupo de “Chicago Boys”, otro grupo que se ponga como objetivo principal, sacar lo mejor de su país al resto del país y al mundo, que será siempre, más importante que el vino, el salmón y el cobre, su propia cultura, y volverla universal. Y sin buscar a cambio compensación económica, sino cultura, que en divisas, a largo plazo, lo harán una potencia. Dependerá de ellos mismos, de su orgullo y de lo que sean capaces de crear. Queda en sus manos.         






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