Image::MR MARKUS PRITZI PHOTOGRAPHER © BERLIN::
Suelen decir que los grandes
cambios, o cosas, para que sean grandes, importantes y se interpongan al tiempo
convirtiéndose en eternos, siempre deben ser sencillos, quitados de bulla y alejados
del exceso. Colarse en la vida diaria de las personas con la misma discreción
de una corriente marina subterránea, que no se ve, pero se siente, y muy
fuerte. Esta concepción podría aplicarse, por la lamentable cercanía de su
deceso, a la figura de Nelson Mandela, quien con esa forma tan suya, elegante y
sencilla, generó uno de los cambios más grandes en la historia de su país y
representó un ejemplo para todo el sufrido continente africano y para el resto
del mundo, quedando en el imaginario universal como el último de los grandes
hombres vivos que dió el siglo XX.
En el mundo del diseño industrial,
del buen diseño industrial, la concepción es la misma, acortando distancias,
claro está, en una filosofía precisa. El diseño industrial es una actividad que
parte de un criterio racional de organización, sea cual sea el problema.
Después debe pasar por asumir como fin último y principal la mejora progresiva
del uso de un producto por parte del usuario. Finalmente, debe cuestionar la
mejora de su proceso de fabricación. No tiene mucho misterio la verdad. Corto y
preciso. Si usted se pasea hoy en día por alguna gran capital mundial e indaga
en las tiendas de objetos mal llamados “de diseño”, verá, bajo esta premisa,
prácticamente ningún objeto de real diseño... lamentablemente. ¿Por qué? Porque el mundo del diseño pasa por
una crisis severa, y desde hace años. Y esa crisis es a raiz de la falta de
ideas, porque todo se copia, en “reinterpretaciones” que van dejando en
evidencia quienes han sido, de verdad, los grandes de esta disciplina.
En esta realidad, puede no ser
extraño que la figura de Rafael Marquina, uno de los colosos del diseño
industrial, haya pasado de forma casi desapercibida por el mundo del diseño...
y es una pena. Es una maldad. Debería haber sido despedido con bombos y
platillos ese hombre fallecido esta semana a los noventa y dos años, ya retirado
y convertido en escultor, usando sus esculturas de pretexto, de excusa, para
que el espectador inventara su propio espacio, como los espacios no
planificados entre edificios, los que aparecen por casualidad como restos entre
esas construcciones. Y se reía solo poniéndote esas pequeñas esculturas al frente.
Hablando sobre diseño, Rafael te decía que él provenía de una raza de
diseñadores que diseñaba lo que necesitaba, porque en su tiempo, en Barcelona,
no existía nada, tenías que hacerlo tú mismo, diseñarlo tú con tus
propias manos, y con un lápiz y un papel. Ese hombre tenía la firme convicción
de que si un diseño no respondía a una necesidad, entonces era una frivolidad,
y eso caballeros, la frivolidad, es una cutrada. Absoluta. ¿Por qué? Porque es
una estupidez. El diseño por el diseño es tan estúpido como el arte por el arte
o la belleza por la belleza, aunque la última tenga mayor grado de relatividad.
A Marquina le valía madres la estética, sólo le preocupaban cuestiones
prácticas. De esa forma, inventó productos tan colosales y sencillos como la
vinagrega anti goteo que ha sido plagiada a tal punto que el hombre las
coleccionaba, o el mocho, si caballeros, el mocho, el que tiene Usted en su
cocina y con el que trapea cuando algo se le cae de estúpido. ¿Qué le parece?
Un crack Marquina. Y pasa que lo que funciona se convierte en hermoso, ¿Y por
qué? Porque la mente del ser humano siempre llega a considerar hermoso lo que
responde a un planteamiento lógico.
¿Y puede creer que un hombre que
amaba lo que hacía, y con ese grado de raciocinio, abandonase el diseño?
Créalo. ¿Y sabe Usted por qué? Porque en esa misma brillantez, Marquina sabía que
uno no puede ponerse en contra de la sociedad de consumo... y escapó antes, y
esa misma movida lo convirtió en leyenda. El mercado necesita cambiar de
modelos para fomentar el consumo, y como diseñador no podía hacer productos por
el simple hecho de surtir al mercado, no le parecía correcto. Que se fueran a
la mierda. Cualquier producto que ese hombre hacía, obedecía al intento de
mejorar otro anterior, y punto. No al revés. Y así no piensan muchos
diseñadores de la actualidad, casi ninguno... pues Marquina así pensaba, a lo
mejor, por provenir de la arquitectura, carrera de la que fue expulsado por
razones meramente políticas... pero de nuevo, que les dieran. Él lo siguió haciendo.
Fuese arquitectura o diseño, Rafael lo siguió haciendo en la necesidad de
diseñar desde la utilidad, fuese una vinagrera, o una casa... por eso todo lo
que salió de su cabeza y sus manos tenía una apariencia elemental, de sentido
común. Cuando algo funciona caballeros, desaparece. Dejamos de verlo, porque se
convierte en un objeto cotidiano anónimo, que no necesita ni tener nombre ni
evocar a su autor, y ese es, paradójicamente, el más alto triunfo del diseño,
que fue el más alto triunfo de Marquina, por eso se dió el lujo, e inmenso, de
desaparecer, dedicarse a la escultura, anónimo, porque ya estaba en la vida de
todos. Y encima de descojonaba de risa. Un grande... uno muy grande.
Lo de Marquina es inmenso, porque
crecido en un país en el que prácticamente todo estaba por hacer y formado con
escacez de medios y falta de libertad, el tipo desarrolló una idea de diseño
cabal y responsable, y era la premisa de que el arte debía ser útil. El
diseñador debía, básicamente, ponerse al servicio, y con la barbilla en alto,
de la sociedad y del progreso. Y con ello, se acercó a la ciencia y la
tradición para terminar en la escultura, es decir, un creador completo, con
todas las de la ley. Aquella genialidad la transmitió a su hija, Nani, quien se
dedicaría al mismo rubro en la investigación tecnológica para la fabricación de
alfombras, algunas de las cuales, cubren la sala de plenario de la Organización
de las Naciones Unidas y en sus manos el Premio Nacional de Diseño. Hoy Rafael
Marquina ha desaparecido, y es de esperarse, que otros sigan su ideario,
sacando al mundo del diseño de su actual imbecilidad, también egolatría, y que
sirvan de ejemplo para muchas otras áreas. Para terminar, y en una opinión muy
personal, la imágen de Rafael hace pensar en las teorías del Doctor Wayne W.
Dyer, el autor de la famosísima obra “Tus Zonas Erróneas”, considerado uno de
los libros más vendidos de todos los tiempos, en su inspiración basada en la
rama de la psicología humanista, que pretendía ser el cuarto paradigma después
del psicoanálisis, la psicología conductista y la cognitiva. Marquina parece salir de alguno de los libros
de Dyer y su creencia en las posiblidades de desarrollo de la persona más allá
de la “normalidad” para llegar a desarrollar todas nuestras capacidades como
seres humanos y como personas “sin límites”... simplemente, desde sus
creencias, habilidades e historia de vida, hacer lo mejor que sabía hacer, y en
eso, ir aún más allá. No te olvidaremos. Puedes estar seguro. Muy seguro.
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