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Por estos días, las cosas en
París se ven sino negras, marrones. Todo el mundo de la moda calla, pero siguen
minuto a minuto la guerra que se ha empezado a librar en el regulador francés
del mercado de valores entre LVMH, el conglomerado de Bernard Arnault y la
firma Hermès, la última casa de moda de lujo con importante independencia para
resistir las embestidas de las multinacionales. Y está ardiendo Troya. Los
propietarios de Hermès, han llevado a Arnault ante la audiencia bajo la
acusación de complot y ofertas públicas de adquisición realizadas en secreto
para hacerse de la casa, probablemente, la única firma de moda que sigue
manteniendo su exclusividad y prestigio intacto.
Pero esto no comienza ahora. Hace
dos años atrás, se supo que el hombre más rico de Francia [Arnault] había
adquirido secretamente una participación del 17% de acciones, que ahora ha
aumentado a 22%. La familia Hermès, feroz proptectora por mantener el control
familiar de su empresa, en la actualidad
dirigida por la sexta generación, quedó estupefacta al descubrir que Arnault se
había construido la participación sobre su empresa mediante un sistema que
oculta su verdadera identidad, que finalmente, se trataba del mismo hombre
secreto de negocios que había pasado durante diez años tratando de apoderarse
de ella. Ahora, si el organismo regulador del mercado de valores galo confirma
que el juego de Arnault no cumplió con las reglas del mercado, se le impondrán
fuertes sanciones. Asimismo, Hermès presentó una demanda legal contra LVMH por
presunto uso de información privilegiada y la manipulación del precio de las
acciones, sin que después Arnault respondiera con otra demanda en contra por
calumnias, chantaje y competencia desleal, en la que se va convirtiendo una
película de suspenso con imperios del lujo como telón de fondo en donde un
bolso es, simplemente, más caro que un coche.
Cuando digo película de suspenso,
me refiero a que no se trata de una empresa cualquiera. Hermès caballeros,
fundada en 1837 por Thiery Hermès, partió siendo una tienda de sillas para
montar a caballo, hasta finalmente convertirse en una empresa global que
incluye alta costura, relojes, marroquinería, perfumería y cosmética. Y porque
se la curraron, y muy duro. Utilizando técnicas artesanales en una
tradicionalidad que por esta parte de la historia ya casi no existe, la firma
abasteció a la nobleza europea fabricando las bridas y arneses forjados más
finos y sofisticados de la industria del transporte en su época, haciéndose en
1855 del primer lugar en la Exposición Universal de París, y Thiery, con la
medalla de primera clase. Para 1900, la
marca ya abastecía a toda la élite del viejo continente, además de la
norteafricana, asiática, rusa y americana. Por algo Arnault la quiere.
Mientras los abogados de Arnault
dicen en la audiencia que el caso es injusto, disfuncional y desechable,
culpando a Hermès como perfectas víctimas de una campaña de calumnias y
difamación, la firma, por su lado, sigue desafiando a la crisis financiera con
ventas en alza gracias a sus productos de moda hechos a mano, defendiendo a un
equipo gigantesco de artesanos cuyos pedidos tardar cerca de tres años en ser
entregados tras sus procesos de elaboración, entre ellos su archiconocido y
casi inaccesible “Kelly Bag”, dedicado su nombre a la difunta Grace Kelly
cuando se protegió con él de los paparazzi. Ahora, esa imagen parece repetirse
pero no de fotógrafos, sino de ese hombre de semblante desagradable que rara
vez ha estado fuera de los titulares en Francia. Sú último show, fue la sonada
petición que el empresario solicitó para acceder a la nacionalidad belga y de
esa forma librarse del pago de impuestos, que causó la indignación del país y
un completo debate político sobre la evasión fiscal de grandes fortunas. Si las
normas de vigilancia del mercado de valores en su contra resultan favorables a
Hermès, que serán dadas a conocer a finales de este verano, Arnault y LVMH
podrían recibir una multa de millones, que por supuesto, será una
gota dentro del océano de ganancias del grupo, que el año anterior registró la
suma de 3.42 billones de euros. Estaremos al tanto. De momento, y por lo
pronto, quedará sujeto a revisión de qué forma este escándalo afectará a la
imagen de las marcas de lujo, de por si, hoy, casi por los suelos en el viejo
continente. ¿Qué clase, no...? Igual que antes... Solo el tiempo lo dirá.
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