Image::MR MILAN VUKMIROVIC PHOTOGRAPHER © NYC::
Este artículo en particular, ha
sido escrito a partir de recomendaciones sugeridas por seguidores en las redes
sociales a raíz del “Caso Pelayo”. El joven ego-blogger [denominación de
blogueros que se autofotografían con diferentes looks propios] inauguraba hace
pocos días atrás su propio espacio en la web del Diario El País, el más
importante de España y también de la lengua castellana, extendiendo su amplitud
a toda iberoamérica. Pues los internautas ponían el grito en el cielo presos de
rabia y como caso único, los comentarios sobrepasaban ampliamente los click de “Me
gusta” o “I like”, donde el rosario de insultos al bloguero, a la fotografiada,
al periódico y a los grupos editoriales Prisa y Condé Nast no se hicieron
esperar, y por montones. Pelayo [Díaz Zapico] junto a Gala [González],
fueron la primera pareja de ego-bloggers de la red con sus sitios personales,
invención que en tiempo récord pasaría a ser copiada por cientos de miles de
adolescentes y adultos en todos los puntos del globo. Poco tiempo después
aparecían otras dentro del circuito español, como Anna Ponsa López y Miranda
Makaroff, formando todos un grupete de bloggers que estarían en todos sitios, y
hasta hoy. El caso de Pelayo es el último eslabón en esta cadena de visibilidad
donde parece que se han juntado más cosas que las que aparentemente se ven.
Esas cosas trataremos de identificar y desmenuzar. Todos ellos, más otros
cuantos, compartirían espacio junto a quien os escribe en un proyecto
financiado por una marca internacional de alcohol, con gran repercusión en España
coordinado por Estel Vilaseca hasta hace un año atrás. Por supuesto, me
quedaría a propósito en un segundo plano por razones obvias, las mismas [y su aparente
falta de obviedad] que parecen haber desatado el rechazo de más de un centenar
de internautas, y que son los que motivan este artículo. Vamos ahí.
Primero partamos por el punto
principal, que es aquel de lo que se trata todo esto. Las tendencias. Las
benditas o malditas tendencias. Es curioso saber que si bien fue Bill
Cunningham el primer tipo que se paseaba por las calles fotografiando de qué
distinta forma la gente utilizaba la ropa y los accesorios para crearse
individualidades [hace ya bastante, pero bastante tiempo atrás], y que luego
Scott [Schuman], Garance [Doré] e Yvan [Rodic] utilizarían ese formato para
crearse nombres propios a través de sus webs, y de ahí programas de televisión,
exposiciones, publicación de libros y colaboraciones con firmas de retail y
pocas de alta costura, fueran los mas jóvenes, todos esos neo-ego-bloggers
[sobre todo en España, el reino de la moda rápida], los que se beneficiaran
realmente con ese fenómeno, dado que ya existía su aceptación general y
masificación, siendo productos absolutos de un overground, que de tendencias,
aquello, nada. ¿Por qué? Porque las tendencias se encuentran en otro sitio, en otro nivel y por
supuesto, difícilmente puestas a disposición de gente con esa sobre exposición
pública absurda. ¿Por qué? Porque las tendencias se generan en el underground, y
por supuesto, a aquello, sólo tienen acceso los que realmente conozcan cómo se
accede, y para ello, la regla número uno es, en gran medida, el anonimato.
Sino te miran en menos. No podéis olvidar que el underground se genera como una
contracultura por parte de gente absolutamente contraria a las normal
imperantes… comprenderéis que no gastan ni un solo segundo, ni saliva, en una
persona que sea la encarnación de todo aquello que escupen… Lo otro es distinto,
y lo de esa gente también. Lo otro es valerse de lo que ya han escupido las
tendencias al overground en la última fase de su vida promocional para que gente las coja y con ello se creen personajes
para colocarse en los focos de la visibilidad pública y obtener réditos de
ello. Y no está mal [dependiendo de las opciones que cada cual tenga y quiera
hacer con su vida, claro está. Es completamente válido]. Donde si se ha
fallado, es creer generalizadamente [partiendo por ellos] que tienen la capacidad, amparados en esa visibilidad, y con
una chulería digna de admiración, a dictar lo que es válido dentro del campo de
la belleza y la estética que formulan el universo de las tendencias. Ahí se han
caído. Por eso, con el tiempo [bastante corto], pasan a transformarse en otro
más de los productos masivos de consumo, y como tal, lamentablemente para
ellos, tienen los días contados, a menos que posean la difícil capacidad de
reinvención. Al parecer, ha sido aquello lo que ha indignado a los lectores de
El País. El que les pasen gato por liebre. Y si la reacción es tan masiva, es
precisamente porque las tendencias son algo que funciona en torno al aura de la
dignidad de la persona a través de la belleza, y su apariencia, y con eso hay
que ser muy, pero muy cuidadoso, porque sin siquiera proponértelo, o sin querer, puedes
ofender a mucha gente. ¿Por qué? Porque para poder tener esa capacidad de
crítica o selección pública, tienes que tener la moral suficiente para hacerlo,
y luego los conocimientos necesarios, y todo ello, con respaldos igual de públicos,
y luego, que lo que presentas sea una verdadera vara de medición de la
innovación, que es otro tema en sí mismo. Así, se nos presentan aquí cuatro
temas importantes [sugeridos a raíz del caso Pelayo], que son la capacidad de
crítica, la capacidad de identificación de la belleza, la capacidad de
excelencia de la purria y la capacidad de innovación en el campo de las
humanidades para su posterior traslado al mercado, todo ello, transportado al
mundo de la tecnología y la realidad 2.0 en el espacio de la pantalla de un ordenador,
inmiscuido al mismo tiempo en la segunda vida de los hombres contemporáneos y
su relación con los medios de comunicación. Y les guste o no, es una
responsabilidad, tremenda, sobre todo en los tiempos actuales de sobre
saturación de información donde la propia sociedad en la figura de internautas
son la gran masa crítica capaz de decidir qué es válido y que no, mientras no
sientan que les están tomando el pelo, y se vayan directo a la yugular. Sigamos.
En el primer tema, que vendría a
ser la capacidad de crítica, sea escrita o visual, buena o mala, crítica a
secas, como dice extraordinariamente Fernando Aramburu en un texto publicado el
mismo día y en el mismo periódico del debut de Pelayo, la profesionalización de
la crítica es un indicador que confirma la salud cultural de una sociedad, que
está llamada a florecer donde abunda la materia criticable, y en la moda,
imagínese Usted… Por supuesto, para que esa crítica sea ejercida con garantías
de excelencia, requiere dedicación plena, sino, en su ausencia, se abren las
puertas a juicios arbitrarios, y eso a nadie le gusta. Ya lo han visto. Y pasa
que es imposible que ese crítico cumpla su cometido, por mucha voluntad que
ponga, si aquello no lo concibe como un servicio a los lectores, que son los
destinatarios de tu trabajo. Tienes que saber que aquello es un medio de
comunicación dedicado a lectores, no tu blog personal, y ni así se justifica,
porque todo lo que se aparte del cabal cumplimiento de ese servicio, desvirtúa
de lleno tu profesión, u oficio. Y en ello, a lo mejor ni el propio Pelayo
tiene culpa, porque lo suyo es lo que es, y no más. Lo mismo la responsabilidad
ahí verdadera es del editor que lo ha fichado, en su incapacidad de no hilar
más fino para el fin último. A la misma vez, la publicidad encubierta con menor
o mayor éxito, el ajuste de cuentas con marcas o diseñadores, las maniobras
para hacerse con huecos de poder o el negativismo nacido de las propias
frustraciones personales son caras visibles de un tipo de crítica que da la
espalda a su función principal y que raciocina su interés en trasladar una
polvareda de problemas, rencillas y debilidades humanas a quienes tan solo
desean recibir información para saber después qué elegir. Y los habituados a
intercambiar impresiones sobre ropa y colecciones, como todo tipo de cosas con
otras personas saben de sobra que no existe una sola elección acertada, porque
muchas son plausibles. Para gustos, colores, y en esta oportunidad, la elección
quede relegada hasta a un segundo plano.
Varios lectores de Pelayo
comentaban que aquello era un insulto a su inteligencia, y pasa que cada cual
acude a los textos con su bagaje cultural, su experiencia de los asuntos
humanos, su edad, su estado físico y sus gustos, y la crítica, como toda lectura,
es de naturaleza subjetiva. Y si esto es así, entonces, ¿Por qué lo de Pelayo
le ha molestado y le ha resultado insufrible a tanta gente? Puede, quizás,
debido a que la perspicacia en el razonamiento no haya sido la adecuada para
poder distinguir la buena crítica [por ende, al buen crítico] de un simple
tasador o pelotero al uso. ¿Por qué? Porque esa visión privada de las cosas
está en la base de cualquier actividad creativa, y si no fuera así, podríamos
encargar a otros que leyeran de nuestra parte y luego nos hicieran partícipes
de su lectura universal, y pues no, no ha sido en caso, sino todo lo contrario.
Y no es posible tampoco porque la perspectiva del ser humano es intransferible,
aunque se pueda compartir caballeros, ¿no le parece a Usted? Ella es el
elemento que confiere esa tan especial personalidad a cualquier obra, al tiempo
que determina la interpretación y las posibles emociones que la referida obra suscite.
Y en lo que a ese intermediario respecta, incurriría en gravísimas deficiencias
si da en creer que su paladar constituye el único criterio admisible [basándose
además en superficialidades maquilladas de profundidad]… hablamos de belleza, y
con ello, entramos al segundo aspecto de todo este tema.
Robo algunas palabras a la
periodista Ana Marcos sobre el tema de la belleza, y la relaciono con esta
selectividad de eso… de la belleza, y de todos aquellos que aspiran a ella, o
que son dueños, como dice Pelayo, de un aura, con una personalidad que deja sin
respiración… la belleza. En el artículo anterior ya nos referimos a esto… y a
su insulto. ¿Sabe Usted lo que es la belleza? Hay que estar muy bien informado
para meterse en sus vericuetos, ¿eh? Don´t fuck. Y porque la belleza ha ido
cambiando a la luz de los acontecimientos culturales, desde la biología como
sustrato de la belleza pero rendida al fundamentalismo cultural, responsable
último de establecer los cánones. Si tanto revuelo causa su selectividad,
podríamos abrir también la pregunta sobre por qué estamos programados para
detectar la belleza, confrontándola con las teorías clásicas de la simetría, la
proporción y la herencia genética. El pavo real sacaba de sus casillas a Darwin
con su plumaje colorido y su pavoneo a la conquista de las hembras. Para el
naturalista inglés la provocación era más bien el cebo para los depredadores,
no para las pretendientas… como quizás haya pasado en esta oportunidad…
Volviendo a Darwin, podríamos decir que toda su teoría de la lucha contra el
medio para la supervivencia de la especie, por el coqueteo, se iba,
literalmente, a tomar por culo. Y es gracioso, porque pasa que la belleza es un
sistema de señales para transmitir los genes. Cuanto mayor éxito reproductivo,
mayores cualidades genéticas especiales, como por ejemplo un sistema
inmunitario fuerte. Quizás en eso pensaron en Condé Nast. ¿Ha visto Usted a
algún blogger feo? Pues no. Pelayo tampoco lo es. Quizás todo ha sucedido como
ha sucedido por tratar de entender todo esto de forma más simplista, y eso, por
supuesto, vuelve a ser un error. El cine, la televisión y la publicidad no solo
han propiciado nuevos cánones en los que la gordura representa pereza y la
delgadez éxito, sino que las religiones han tenido que retroceder sus lineas de
defensa para no perder fieles. Llevando todo esto a los extremos [pero tampoco
ninguna locura] una buena curia debiera leer a un buen blogger de moda, porque
si el cristianismo aboga por la pureza del cuerpo, el objeto más bello y la
medida de todo, debería enterarse a través de ellos cómo han hecho que los
piercings o los tatuajes considerados como exóticos, propios de las culturas
africanas que la iglesia ha asociado a lo demoníaco, hayan terminado por
convertirlos en parte de la cultura occidental, y a la iglesia desafiarlos
levantando una ceja y diciéndoles en la puta cara “Cállense la boca y hagan como
que miran para otro sitio.. menudos”. Han sido esos, autores que han jugado [y
lo siguen haciendo] con la aspiración eterna a la inmortalidad, que es una
preocupación que seguirá perdurando en un futuro que se debatirá entre la
tendencia biológica a la eugenesia y la tecnología aplicada al cuerpo.
En esa tecnología última, me doy
media vuelta para mirar a ese otro aspecto fundamental que debiera ser para un
escritor de moda y en realidad de cualquier área creativa, sea blogger,
periodista, cronista o editor, y me refiero a la capacidad de innovación. Probablemente,
lo más difícil, sobre todo en la medida que uno va creciendo y cambiando
gustos, volviéndose viejo. Quizás, la forma más certera para innovar
constantemente es bailar un tango pegado rostro a rostro con las humanidades,
sean del tipo que sean, y ojalá con todas, y en todas sus edades, sin
distinción. La innovación, patrimonio que en nuestra nueva economía basada en
el conocimiento se dice que es crucial. Uno de los ingredientes indispensables
para lograr un crecimiento sostenible, inteligente e inclusivo, cosa que en
hoy, pese a que avanzaba como un milagro, gracias a los de carne y hueso, que
piensan y también hablan, se ha ido a la mierda. Tal vez porque las comunidades
políticas envían sus escuadras pero después las desbaratan. La innovación la
entienden [o mal entienden, casi todos] como un híbrido de invención y mercado.
La nueva generación de una idea es invención, y cuando se plasma en productos,
servicios o procedimientos que permiten introducirla al mercado con éxito, es
decir que permiten venderla, entonces recibe el nombre de innovación, es decir,
innovar es para todos “poner en valor” (alias “$”) una idea, lo cual significa
hacerla lo suficientemente atractiva como para que alguien la quiera comprar, es
decir, póngale Usted a todo un precio. Y esto es moda, no lo olvide. Con
diamantes jugamos al tenis… De eso se ocupa también la transferencia del
conocimiento, de trasladarlo al tejido socioeconómico para hacerlo más
competitivo. Más cash. Como Europa necesita ser más competitiva, potenciar la
innovación se presenta incluso como un imperativo moral, entonces, créanme, no
ayuda mucho copiar formatos [como este ejemplo de El País]. Un imperativo cuyo
cumplimiento parece al alcance de las ciencias y las materias primas, pero muy
difícil para las humanidades. Y pasa caballeros que eso, justamente, no es
tarea de las humanidades. Que les den. Dicen que las Humanidades contribuyen
mínimamente a la economía y que no son rentables. Puta falacia. Sino me creen,
miren a Finlandia y tápense la boca. En algunas publicaciones de la CRUE se
recogen tanto innovaciones tecnológicas como humanísticas, porque se está
transfiriendo conocimiento en productos cinematográficos, discográficos, audiovisuales
y editoriales en áreas como el turismo, retail, medios de comunicación y
patrimonio. Lo que sí, para que sirvan, deben estar bien echas, y bien hechas
significa innovar, y eso requiere trabajo, porque más allá de la necesidad de
quienes confunden el valor con el precio, está la lucidez de quien sabe dar su
lugar a cada uno de ellos, también en el cultivo de las humanidades. Si es que
la gente no se molesta porque sí. Hay que provocarla… dicen.
Y quiero terminar con el cuarto tema,
que radica en un tema de excelencia de la purria. ¿A qué me refiero con esto?
Pues a lo que esos comentarios se cansaban de sacar en cara, cosas como “Hijo
de”, “Novio de”, “Protegido de”, etc. Y este tema, moralmente, es muy significativo.
Me remitió inmediatamente a la polémica de los “hijos o sobrinos de” protagonistas
de la colección Gold de Loewe craneada y sintetizada por Luis [Venegas].
Viralmente fue una maravilla propagandística y publicitaria que seguramente
hicieron volar su marroquinería de las tiendas, pero moralmente, a la marca le
significó una pérdida de credibilidad tremenda, como una buena hostia bien
pegada en la cara, por eso nunca más hablaron del tema, han dejado solamente
que la gente lo olvide. Este caso nuevo, al país debería reportarle
consecuencias parecidas, y no s encuentra en su mejor momento como para
permitírselo. No deja de ser curioso que todos esos ego-bloggers provengan de
las familias de algunos astros nacionales de la misma área creativa, y aquello siempre
siembra suspicacias. Una de las peores conductas que pueden cometerse, desde la
razón, transformándolo en un craso error, un peligro, es la de favorecer a
hijos, progenitores, hermanos, cuñados o parejas si se ejerce un cargo público
o si se goza de una posición de poder e influencia en un campo determinado, o
de una tribuna en la prensa. Aquello, digan lo que digan, arrasa la
credibilidad de cualquiera, sea quien sea. ¿Por qué? Porque lo otro es
empalagoso, de mal gusto y poco recto.
Así de simple. Todo eso, para quién os escribe, no parece digno de elogio ni de
mérito alguno, y la desvinculación y al mismo tiempo advertencia de aquella
vinculación debe ser algo de cajón, obligado. Pero en España y en realidad todo
el inmenso abanico iberoamericano, la norma es más bien lo contrario. Da lo
mismo si tu cuñado o pareja es un profesional completísimo o idóneo para tal o
cual puesto que de ti o tus conocidos depende. No puede ocuparlo. ¿Salen los
dos perjudicados? Muy posible. Pero así deberían ser las reglas. A veces
caballeros, se ha de ser perjudicado para que no quepa duda de que no se ha
sido favorecido, porque lo opuesto, aunque seas el mejor, ya no es creíble, ya
no te creyó nadie. La pérdida de credibilidad sea quizás el mayor peligro de
todos, porque te deshonra, y sin honor, hasta ahí llegaste. Mejor cambiar de
oficio, honestamente. ¿A qué conclusión llegamos con todo esto, y el “caso
Pelayo”? A una sola palabra: Excelencia, y su cultivo. Es la única aplicación
válida para convertirse en el mejor de todos tus pares, distinguirte y
convertirte en referente, no en una copia de nada ni de nadie. Estar dentro, y
estar al margen, con discreción, con estilo, con decencia. Que sirva de
experiencia, para todos, porque lo que ha sucedido, no tiene ni un ápice de
gracia, para nadie. De todas formas, enhorabuena por Pelayo. Es un buen chico.
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