Image::CHRISTIAN DIOR S.A. © PARIS::
Los dos mayores imperios de la
moda internacional, Milán y París, acaban de concluir sus respectivas semanas
de la moda masculinas para la temporada primavera-verano 2014. Y como siempre
de las femeninas corre mucha tinta [más de la deseada, y necesaria…] pues
dedicaremos algunos párrafos a éstas, a las dos más grandes dedicada a los
hombres. De la británica, de momento, pasaremos, que ya por sí sola se va
confirmando como cita ineludible del tour de temporada en otra brillante puesta
en escena donde Londres cerró filas tras la cita que se autoconfirmó sola, y
excepcionalmente. En la italiana, para el circo de la temporada en la pasarela
milanesa, al mismo tiempo que Silvio Berlusconi era inhabilitado de por vida
para ejercer cargos públicos y condenado a siete años de prisión por el caso de
Ruby, una prostituta menor de edad y el dúo Dolce & Gabbana también era
enviado al calabozo por evasión de impuestos al fisco, la Camera Nazionale
della Moda Italiana ponía al frente de una conferencia de prensa a Gildo Zegna,
Diego della Valle y Patricio Bertelli con una sonrisa que les partía la cara
para esconder una gran [disculpando la expresión] casa de putas, en plan fiesta
Bunga Bunga. Milán pierde peso, también terreno como pilar del sistema de la
moda global ante la siempre sonrisa felina y mirada displicente de la capital
francesa.
Incapaces de promover nuevos
talentos, divididos como circuito y barriendo cada uno para casa, los nuevos
miembros de las familias dueñas de la moda italiana se encuentran a las ostias
con otros pesos pesados del propio barrio, como Giorgio Armani, quien los
apunta con el dedo tildándolos de incapaces y acusándolos de permitir que
algunas marcas como Miu Miu y Valentino desfilen en otras ciudades tirando por
tierra la credibilidad de la institución. Y vamos, tiene razón. Curioso lo de
Miu Miu, en manos del propio Bertelli, no de Valentino, nueva propiedad de los
emires de Qatar. Arriba de la pasarela, fue todo una caballerosidad. Debajo, un
cuadrilátero hortera sin fronteras, muy a la italiana… como siempre. Sobre
prendas, la gran mayoría de casas apostaron esta temporada en la mezcla de lo
formal y lo deportivo con pocas ganas de excentricismos. Cosas de crisis.
Piezas aparentemente simples pero manufacturadas en alta complejidad
tecnológica desde el punto de vista de diseño, con reminiscencias al pasado.
Como describe Eugenia [de la Torriente], en Gucci hablaban de sastrería tecno.
Prada giñó el ojo a Estados Unidos y Hawaii. Stefano Pilati debutó en Zegna sin
caer en estridencias tras su paso por Saint Laurent y el arisco Armani puso a
jugar una colección suave de siluetas ajustadas haciendo incapié, de nuevo, en
lo tecnológicos y el universo deportivo.
Concluido Milán, entre maletas,
taxis, aeropuerto, más taxis, hotel y estridencias, París inauguraba su semana
sin antes pasar por noticias gruesas para la industria o su propia historia,
como si todo pasase al mismo tiempo. Enlutaban la cita los decesos del creador Jean
Louis Scherrer [París, 1935], que como Yves Saint Laurent o André Courrèges,
fue también otro de la grupie que llevó la bandera de la alta costura y pret a
porter franceses como uno de sus mejores embajadores por todo el mundo, en esa
sofisticación y elegancia universal por estos días casi extinta. Muerto. Muerto
también Bert Stern al otro lado del charco, en la ciudad de Nueva York. Todo el
mundo se quitaba el sombrero por aquel fotógrafo norteamericano considerado el
revolucionario de la fotografía publicitaria, el auténtico Mad Man en que se
inspiraría Hollywood para la serie de casi idéntico nombre, y último retratista
de la estrella planetaria Marilyn Monroe antes de su muerte teñida en
especulación y sensacionalismo así, al más puro estilo norteamericano,
hollywoodense frente al que París mira para el lado, con aparente desprecio,
pero que en secreto lo seduce hasta lo vergonzoso, tapándose los ojos con la
mano pero dejando dos dedos entreabiertos a la altura del ojo, aunque no les
guste oírlo ni leerlo. Seguimos. A estos decesos se sumaba otro, anterior, o
más específicamente a su esclarecimiento. En otro rincón del mundo, en el archipiélago
de Los Roques, por el océano caribeño frente a las costas de Venezuela, era
encontrado el avión de Vittorio Missoni, el delfín de una de las dinastías más
importantes de la moda italiana, desaparecido el pasado 4 de enero sin dejar
rastro mientras volaba a Caracas. Roma, a través de su Ministerio de Asuntos
Exteriores, como el Ministerio del Interior de Venezuela y la oficina d prensa
de Missoni confirmaban la noticia. En el accidente también habrían fallecido
Maurizia, su compañera sentimental, dos amigos de la parja y dos pilotos. La
nave había sido encontrada a setenta metros de profundidad, rota en trozos pero
con la matrícula clara.
¿Quiere más? Pues bien. A estos
fallecimientos, se sumaba, de la mano, la sorpresiva renuncia de Stuart
[Vevers] a la dirección creativa de Loewe para ocupar el mismo cargo en la
empresa neoyorkina Coach, reemplazando a Reed Krakoff tras dieciséis años en el
cargo, quien abandonaba para dedicarse en tiempo completo a su propia
firma. Bien por Krakoff, también por
Vevers. Mal por Loewe, que vuelve a la palestra de la inestabilidad y mal por
LVMH, propiedad de Bernard Arnault y propietaria de la marca española, con esta
noticia que se suma al actual litigio con el cual se enfrenta a las familias
propietarias de Hermès por apropiación indebida de sus acciones frente al
organismo regulador francés en otro escándalo público y nada más alejado del
glamour. Vamos, un thriller completo con el lujo de escenario en el fondo. ¿Qué
tal?, ¿No es suficiente aún para Usted? Pues bien, a todo esto, en la
“glamorosa” París, se sumaba que, al mismo tiempo que partía la pasarela
masculina, seguramente todos los gays, en pleno día del orgullo desfilando por
las calles de la ciudad como feria de primavera en un auténtico circo,
gritarían de emoción al leer por las redes sociales el debut de la Editora en
jefe y desde hace un tiempo celebridad Anna Wintour, quien a través de su
primer twitter, tras el reconocimiento de la igualdad de derechos en las
parejas homosexuales por el Tribunal Supremo de Estados Unidos, escribía: “La
resolución de hoy supone un gran paso para todos los estadounidenses que luchan
por la igualdad. No podría estar más feliz u orgullosa por ello. A.W.”,
lanzando con eso mismo un guiño a Barack Obama quien firma de igual forma con
sus diglas B.O. Y la Wintour los puso a todos en llamas, en una París
enardecida en la bandera multicolor ante la mueca de asco de casi un millar de
personas que desde sus balcones miraban todo ello tras la aprobación por parte
de su propio congreso de la unión civil de homosexuales, pasándose a la
iglesia, la extrema derecha y a es millar de pirados por donde Usted se lo
imagine. Y así comenzábamos con la semana masculina parisina. Ahí vamos.
Al contario de Milán, París fue,
años luces, más ordenada, también sofisticada… y no es de extrañar. Cada
creador, como escritores, usaron un vocabulario común para componer su prosa.
Ann Demeulemeester, belga, se inspiró en el universo de los guardabosques a
través de camisas, pantalones y zapatos, utilizando motivos vegetales impresos
o bordados, juegos de rayas, esteras y satén de algodón que crearon una puesta
en escena de una atmósfera solar y sensible, pero no empalagosa. Acne, la firma
sueca ya famosa por sus vaqueros indestructibles y bien cortados, exploraron
las formas sofisticadas a través del mundo del arte, mezclando referencias de
la década de los años cincuenta con la obra de la pintora abstracta Hilma af Klint,
con un resultado interesante y una colección de estética singular creada por
Jonny [Johansson]. La Maison Martin Margiela, pese a no defraudar, no es capaz
de igualar [ni siquiera imitar] a su fundador. El formato de espectáculo ha
diluido su interés. Lamentable; Kris [Van Assche], utilizando un mínimo del
idioma del registro como hilo conductor, lo tradujo en una versión deportiva y
urbana con una colección en el podio con aspecto propio y rigor, en cortes
clásicos que se funden con la ropa deportiva, chaquetas con cuello de
cremallera y otras piezas deslumbrantes. Kris no defrauda; Ricardo [Tisci],
acostumbrado a saltarse las reglas del juego, aún más con la ropa masculina,
creó para Givenchy una colección con una estética basada en las raíces de la calle,
expresada en una versión de lujo sin cabida a concesiones. El italiano elige
modelos de todos los orígenes y juega con los arquetipos de riesgo como las
pandillas de latinos y el rap, superponiendo referencias del mundo del skate,
África y la estética retro de los años setenta, con siluetas mezcladas en
soluciones saturadas impresas en camisetas, camisas, abrigos bien cortados y
trajes impecables, en una elegancia libre y poderosa, solo para gustos
específicos. Bien por Tisci, bien por Givenchy; Aldo María Camillo, tras pasar
por Valentino, debuta en Cerruti para darle nuevos bríos limpiándola de
vocabularios anticuados. Su colección estuvo compuesta por piezas de materiales
estrictos y flexibles, como cortes en el aire; En Berluti, Alessandro Sartori
encarnó los encantos del clasicismo presentes en la piel del zapatero francés
en una colección nutrida de pura cultura gala y específicamente en la elegancia
masculina evocada por los impresionistas. Jardineros, Carteros y choferes de
ferrocarril fueron su mundo para crear piezas de un lujo impecable en colores
densos y materiales extra ligeros, destacando formas simples y precisas. La
colección fue presentada en el fabuloso Hotel de Sully, Place des Vosgues.
Dries [Van Noten] se inspira en
un fragante jardín de flores, margaritas y otras tropicales para pantalones
cortos y tops en un tributo romántico para homenajear a famosos que amaron
estas flores, encarnados en las figuras de Marcel Proust y Oscar Wilde. Y pese
a parecer cliché, en Dries y su habitual oscuridad, pues no lo es. Usando el
negro y el azul marino, disminuye la abundancia para motivar motivos rococó que
inspiraron en el siglo XVIII, como una película de terror en Hawaii,
enriquecido con bordados para la decoración perfecta e incluso bucólica que
mantiene su magnífica oscuridad. Grande Dries; Kim [Jones], por su lado, se
zambulle en el universo del scoutismo para la apuesta de temporada de la firma
indignia de LVMH, Louis Vuitton. Mezcla la juventud masculina con el mundo de
los internados privados, el azulejismo, los viajeros y el montañismo en tonos
grises, espiga contra rayas igualmente grises y blanco con toques de pañuelos
rojos como señal de su regreso a la noticia. Jóvenes universitarios recién
egresados que viajan por el mundo, en la comodidad de una primera clase, un
perfecto café castaño, un sweater gris simple para las noches frescas de avión,
un traje a rayas para ponerse en caso de fuga, una chaqueta marrón con parches
recogidos de todos los países visitados para ocasiones informales y un smoking
con incrustaciones en plata que reviven la imagen de Gatsby como esos viajeros
elegantes. Lo de Kim en esta ocasión ha sido supremo, quizás, influenciado en
gran parte por su último viaje a la Patagonia chilena; Rick [Owens] regresa con
el negro en una historia que cuenta la supervivencia y la lucha incondicional
desespeñada por el grupo Estonian Winny Puh. Owens mira a la resilencia de la
banda excluida de la época de la gran tarea del rock en Los Angeles. La
creación per se en un diseñador que ama jugar con humor sobre los códigos del
miedo y las zonas de violencia, y no solamente en apariencia de “Vicious”, esta
nueva colección de Owens. De lo destacable de la nueva cita parisina, aparte de
no mencionar las propuestas [porque no necesitan presentaciones] de Hedi
[Slimane] para Saint Laurent y de Hermès, ambas, soberbias, acabamos con el
negro también utilizado por Yohji Yamamoto, junto al gris, el naranja y el
blanco para su última apuesta. Ofrece múltiples variantes en volúmenes [como en
sus pantalones que son más legados de los cortes tradicionales japoneses], en
piezas en donde todo va más allá de su función principal, siempre, muy
Yamamoto. La camisa naranja es túnica, la chaqueta se transforma, a su vez, en
otra cosa y así presenta a hombres que usan trajes negros y sombrillas que
parecen empapadas en capas brillantes, y más brillantes. Sabemos todos, gracias
a Yamamoto, que aún seguimos aquí. Y eso
ha sido Milán, y eso ha sido París. El resto del tiempo libre, pues lo de
siempre, bebiendo y mirando el circo de los front-rows, Tulleries y en esta
ocasión, repartida por toda la ciudad oculto tras las gafas oscuras en segundo
plano y ojalá, que nadie te vea, ni que nunca supiesen que estuviste ahí,
porque como decía Franca [Sozzani] en una reciente entrevista de Kate Finnigan
para The Telegraph: “Es la gente en la moda, la que hace de la moda ridícula”…
pues eso. Lo hemos vuelto a comprobar. Hasta la próxima.
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