Image::TEATRO ALLA SCALA © MILANO::
Gran tema. Pocas personas han
hablado sobre él, haciendo una búsqueda rápida por la web. ¿Por qué será? A lo
mejor, porque nadie sabe exactamente bien a qué se refiere el tema. Divismo.
¿Sabe Usted lo que es una diva, o un divo?, ¿Sabe lo que es el Divismo?, ¿Ha
conocido alguna vez a una diva, o a un divo? Probablemente no. Lo más seguro. Porque
es que casi ya no quedan. Están todos bajo tierra. Hace nada, el joyero israelí
Levev sufrió el robo de parte de sus mercancías en diamantes en el Intercontinental
Carlton de Cannes, que se transformaría en el robo más grande jamás perpetuado
en Francia por un solo hombre, dejando una nota que rezaba “Estamos en crisis”.
Aquella noticia abría la atención de nuevo al mundo del glamour, la costa azul
francesa, las piedras preciosas y las grandes divas y divos del Hollywood de
los cuarenta. Hoy mismo, el periodista Roger Salas ocupaba un espacio destacado
dentro de un periódico en este idioma a la figura de MS Maya Plisetskaia,
bailarina rusa de danza clásica, y probablemente, una de las pocas divas vivas que
queden entre nosotros, en esta, por qué no decirlo, asquerosa post contemporaneidad.
En la búsqueda de esa palabra,
aparecía también una reciente crónica dedicada a la presentación de Rufus
[Wainwright] en el Teatro Real de Madrid escrito por Jesús Ruiz Mantilla, en la
que Rufus se refería a su vez a la figura de Maria Callas [NYC 1923-París
1977], soprano considerada en nuestros días una de las más renombradas e influyentes
cantantes del siglo XX, y por Rufus, como una de las estelas inmortales, artista
irrepetible, que no existió nadie como ella antes, ni que se repetirá semejante
fenómeno jamás por su audacia, su riesgo, por su tragedia. Una Diva, con todas
las de la ley. Vuelvo a hacerle la pregunta. ¿Conoce Usted a alguna, o alguno?
Ahora si, compartirá conmigo la misma respuesta, probablemente. Y es que es
así. Según el conocimiento popular, el Divismo es un fenómeno nacido durante el
siglo veinte en el seno del sistema de estrellas, consistente en el proceso de
una supuesta divinización de una persona de carne y hueso, convirtiéndose su imagen
en un icono simbólico y omnipresente en la vida de la gente común, similar a los iconos religiosos del pasado. Aquello nacería a través de la cinematografía en
Torino, Italia, una de las primera industrias en lo que al séptimo arte respecta
para luego pasar a convertirse en fenómeno puramente estadounidense con el
desarrollo de Hollywood y las grandes compañías de producción, para las cuales
las “estrellas” eran una fuente segura de ingresos. Y empezaron a ser criadas desde la infancia
para ello. Una industria que producía divinidades con la publicidad como
principal herramienta. Pero no lo inventaron ellos. Eso ya era una estrategia
usada en la antigüedad, en donde Alejandro Magno se registra como el primer
borrador de la auto divinización de su imagen en Occidente inspirado de los
orientales. A su vez, Alejandro inspiraría a los emperadores romanos y de ahí
para adelante hasta llegar a nuestro actual circo, con bastante menos glamour, puede Usted estar seguro...
En los años veinte, el sistema de
estrellas renació gracias a una colaboración intensa entre el cine, la prensa
escrita, la radio y la industria musical, donde los estudios popularizaban a
sus actores-cantantes-performers-bailarines-semiodioses [sus inversiones] con
una difusión extraodinariamente amplia consiguiendo para ellos más público de
lo que un actor de teatro conseguiría durante todas sus representaciones a lo
largo de toda su carrera. Y así empezó. Ahora ya no es igual, porque esas
supuestas divas y divos de plástico son absolutamente reemplazables, lo mismo
el papel principal para una que para otra, no como antes, donde las películas y
los personajes eran pensadas especialmente para esas estrellas que las iban a
protagonizar. Lo de ahora es un chiste, y por supuesto, aquello, de Divismo
nada. Si bien el sistema de estrellas fue un fenómeno que incluía a la música,
el deporte, el cine y la televisión, se ha extendido también al mundo de la
moda a través de modelos famosas como el grupo de las top de los noventa. Pero
volvemos de nuevo a lo mismo. Aquello, de Divismo, nada.
Hoy los periodistas hablan de
divas y divos con soltura en cada edición de alfombras rojas, en una falta de vergüenza
que pone de manifiesto la escasa cultura general que reciben en sus escuelas de
periodismo, sin tener, disculpando la expresión, ni la más puta idea de lo que
es el Divismo, ni una diva. Es exactamente lo mismo de cuando hablan de “galanes”
y publican fotos de chicos guapos que de clase, si no es por los estilistas
contratados para vestirlos, poco y nada saber hacer. Tampoco decir... que es más grave aún. Y pareciera
que las divas, o los divos, son educados desde pequeños para convertirse en
eso, en algunos casos, y dueños de una capacidad especial, llevando aquello
encima casi como otra naturalidad más de sus personalidad, en otros. Es
curioso. Las divas y los divos, los reales, no son inventados por los estudios
cinematográficos, puede estar seguro. Plisetskaia decía que en ballet, se
trataba de 95% de trabajo duro y 5% de talento… y puede que tuviese razón. Pasa
que en la actualidad eso del trabajo duro… pues como que no. Nadie quiere
trabajar duro, y trabajar duro, en lo que al Divismo al menos se refiere, es
una conducta de casi veinticuatro horas diarias [restadas sólo las horas de
sueño], y cualquier diva, o divo que exista hoy en día, que es poco probable
que lo vaya a ver en un medio de comunicación, sabe de lo que hablo. ¿Y de qué
hablo? Pues del entrenamiento necesario para convertirse en eso. El
entrenamiento arduo y constante de cultivarse en absolutamente todas las áreas
de la vida, en el conocimiento paulatino y el dominio de la alta cultura y su
propia ejercitación. También de la baja cultura con el mismo ímpetu. En la
comprensión de las zonas claras y oscuras del ser humano, en su psicología y
sus despuntes, sea la cordura y también la locura. Las divas y los divos son
capaces de llegar hasta los extremos de todo sin llegar a pasarse del límite en ninguno,
porque conocen perfectamente cuáles son, ¿Por qué? Porque están entrenados, o
auto entrenados para ello. Por eso pueden ponerse por encima de todo, de pobres
y ricos, de izquierdas y derechas, de blancos y negros, de la cordura y la
locura, y al mismo tiempo, llevarse bien con todo aquello, en una naturalidad
que aturde. Es lo que realmente los hace divos.
A esas divas y divos, en este
mundo que vivimos, ahora, en el 2013, no los encontrará, puede estar seguro, en
ningún medio de entretenimiento popular como el cine o la televisión [a excepción
de la última de las grandes divas, Sophia Loren, o las últimas de la nouvel
vague Brigitte Bardot y Catherine Deneuve]. De los últimos que van quedando [y
créame que no son muchos, alrededor del mundo], viejos como nuevos, los ubicará
solamente en la música, la investigación, las artes y la literatura. Y en la
moda, la última de las áreas en unirse al club, puede que exista alguna
sorpresa. Es de esperar, por el bien de todos, y de la ilusión en este mundo
tan triste, que aparezcan más. Hace falta eso, para que lo haga reírse a uno, y
de buena gana: el Divismo. El de verdad. You know what I’ m talking about.
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