Image::MR PHILIP McCAIN GUTMAN PHOTOGRAPHER © NYC::
Las vanguardias, desde siempre,
han sido temas de interés por parte de casi todo el mundo, y es normal. Desde
Arthur Rimbaud para adelante, a través de varios movimientos las vanguardias se
vienen manifestando como renovaciones del arte y la gran pregunta sobre la
función social que trae consigo, a sus espaldas, lanzando cual boomerang, a
diestra y siniestra, recursos que quiebran y distorsionan los sistemas
aceptados por la gran mayoría respecto a las representaciones y expresiones de
las áreas creativas. Desde siempre, las auténticas vanguardias se han orientado
hacia la confrontación con la institucionalidad del arte y la dimensión
política de su accionar en la sociedad, innovando en nuevas funciones de su
relación con el poder. De comenzar en las primeras décadas del siglo XX en
Europa, las vanguardias se han desplazado rápidamente hacia los Estados Unidos,
donde han encontrado con los años el lugar preciso para enfrentarse con el
modernismo a través de la libertad de expresión, abordando tabúes y
desordenando parámetros… y apareció Nueva York, y se convirtió en el centro del
mundo… Nueva York.
En relación a las celebraciones entorno
al octogésimo quinto cumpleaños del desaparecido Andy Warhol, el periodista
Jonathan Jones, del tabloide británico “The Guardian”, escribe un muy preciso
artículo [con exceso de admiración por la gran manzana] en relación a la urbe
estadounidense. Os dice, directamente, que se olviden de Londres. De Pollock a
Rauschenberg, lo mejor de la modernidad pertenece a Nueva York, y hoy, vuelve a
ser la capital del mundo del arte fresco. Y es verdad. Londres solía ser
genial, donde artistas y estrellas del pop y genios de la moda convivían bajo
el mismo techo, pero eso ya pasó. El nuevo lugar para el arte y el pop es al
otro lado del océano, donde un nuevo y sorprendente híbrido del arte y la
cultura popular se expande en los alrededores de Manhattan. Todo centrado en
Nueva York, el rey de la colina vuelve a subirse a la parte superior de su
pila. Ahí aparecen Marina [Abramovic] colaborando con el rapero Jay-Z, o Lady
Gaga colaborando con la misma Abramovic para recolectar fondos para la
fundación de su nuevo instituto en Serbia además de otros artistas para su
último álbum, fusionando, como antes, el arte con el entretenimiento de masas
en los Estados Unidos. La mezcla de alta y baja cultura que emana de la city
recuerda la energía en la década de los ochenta, donde los graffiteros se iban
con Andy de juerga a la discoteca, o en la década de los sesenta, cuando The
Velvet Underground tomó el arte pop a alturas degeneradas y sin embargo, con
todo, queda demostrado una vez más que los Estados Unidos es el país de la
modernidad con la gran manzana como su capital cultural. ¿Por qué? Pues porque,
dentro de otras, cosas, así como si nada, fue la primera democracia moderna, y
después de la guerra civil experimentó un despegue industrial colosal. En 1900
ya estaban construyendo rascacielos. “Hello, bitch…” Si bien el modernismo y la
vanguardia fue más avanzada en la vieja Europa con París, Vienna, San
Petesburgo y Dublín como centros
neurálgicos, fue en los Estados Unidos donde encontró un hogar natural, desde
que Marcel Duchamp expusiera un urinario en Nueva York en 1917 convirtiéndose
en uno de los rascacielos del arte moderno hasta entonces.
Las vanguardias… saltando desde
ese año de Duchamp casi medio siglo, volvemos de Nuevo a aquella ciudad para
detenernos en Andy, el cumpleañero, el que demostró con una claridad
sorprendente, casi pitonisa, las realidades de la muerte, la belleza o el
tiempo que vivíamos [y viviríamos]… porque desconfiguró el mercado del arte y
narcotizó los códigos clásicos, vertebrando visualmente el siglo que lo vio
nacer. Fundador junto a Gerard Malanda de “Interview Magazine” el último año de
la década de los sesenta, comenzó una década antes trabajando como ilustrador
de moda y publicidad para Barney´s, Neiman Marcus y algunas revistas como Harper´s
Bazaar y Glamour. Con Interview, tendría a algunos como Yves Saint Laurent,
Karl Lagerfeld o Halston coviviendo con otros como Robert Mapplethorpe,
Carolina Herrera, Bianca Jagger o Diana Vreeland, montándose unas bacanales en
el desaparecido Studio 54 que vamos, a los conservadores poco les faltó para
tildarlo de Satanás reencarnado en la tierra, pero Andy era dueño de la city…
Por sus diarios pasaron todos los personajes de la moda, el arte y la nada de
su época, y era él quien dejaba claro quién era quién en el cotarro. Sino
pasaba por Andy, simplemente, no existía.
En las páginas de sus diarios se revelan los secretos de los personajes
que cortaban el bacalao en la capital del mundo, por ende, el resto del
planeta. “Hello, bitch…” Así, el visionario que predijo que en el futuro toda
la peña tendría sus quince minutos de fama, sigue encumbrando como nadie la
última meta de la cultura pop, lo que todos ansían y nadie se atreve a
reconocer… la fama caballeros… la fama.
No necesitaríamos mucha fantasía
en hacer aquel ejercicio… ese para imaginar cómo viviría Andy hoy, en este
mundo de mierda, hiperglobalizado. Los héroes de un día, las redes sociales por
donde seguro recibió la publicidad de este artículo, o la celebridad como modo
de vida, seguro serían materia prima para él… de primera. Y porque todos los
elementos que configuran la cultura contemporánea, esta cultura de mierda, no son más que la consecuencia de lo que Andy
anticipó. Solo basta echar un vistazo, como un obeso mórbido tirado en un sofá
de Starbucks de la ventana para afuera a la moda, la música, el cine y el arte
para darse cuenta de ello. Toda esa mierda de la que Andy se rió a carcajadas,
es hoy lo que hay. Moda de mierda, música de mierda, cine de mierda y arte de
mierda. Artistas de mierda… hasta nuestros días. Y pasó que la gente se cansó.
Simplemente se cansó de toda esa mierda, y buscó por otros sitios, de ahí
surgiría la cultura indie, transformándose en una subcultura contemporánea. El
indie se entiende como un subgénero derivado del movimiento de rock alternativo
caracterizado por un sentido de individualidad, en donde eran rechazadas todas
esas corrientes de mierda de la mercadotecnia y la masificación de las
tendencias. Eran gentes que estaban bastante bien, que mezclaba de todo un poco
y buscaban la construcción de un estilo propio. Por supuesto, aquello también
se fue todo a la mierda. Todo degeneraría, una vez más, a un mainstream
llegando a las actuales hordas de ganado hipster. Creen ellos que son
vanguardia. Respire hondo. Si bien lo de esa primera gente que realmente tenía
esos estilos auténticos de vida cansados de toda la mierda que les llegaba por
todas partes, aquel muy meritorio comportamiento rápidamente se hizo popular,
el “pasar de todo”, el “paso de ti” hasta convertirse en un no despreciable
número de subnormales [al día de hoy, gigantesco] que como escribe Rob
[Horning], vendrían a ser la personificación del postmodernismo como una fuerza
gastada, revelando lo que pasó cuando la mezcla y la ironía los cansa como
estética, una especie de punto intermedio cultural permanente en el último
capitalismo de carácter mediático vendiendo fuentes alternativas de poder
social desarrolladas por grupos forasteros, como los “negros blancos”, en un
papel que en una supuesta “vanguardia”, estaría destinado a apropiarse de las
nuevas formas culturales capitales entregándolo a los medios de comunicación
del establishment de una forma comercial y desnudando a sus inventores de poder
y gloria.
Y en eso siguen caballeros. ¿Qué
os parece? Eso, valga la redundancia, es la actual vanguardia, según todo el
mundo, vamos. Ahora bien. ¿Sabrán, toda esa onza de gilipollas [disculpando la
expresión], de lo que realmente es una vanguardia, de lo que significa una
vanguardia… una vanguardia real? Créame que no tienen ni la más puta idea. Sino
ya habrían salido de eso hace bastante. ¿Y los artistas?, ¿Han caído también en
aquella trampa? Pues claro que sí. Han olvidado, en su gran mayoría, que las
vanguardias eran, son y serán lo que os contaba al principio, y en eso, quizás,
resulte pertinente sacar a la luz un par de nombres que dentro de un mes
volverán a estar en la palestra. Son los “Club Kids”, y específicamente sus dos
más altos representantes, James St. James y Michael Alig. Volverán al ojo
público porque Michael, supuestamente, será puesto en libertad tras quince años
de prisión. Michael, que junto a James, fueran dos nombres fundamentales para
entender la vanguardia post contemporánea en los ochenta y noventa, una vez
más, en nueva York. Ahora volverá a las pistas, y así lo anuncia en la web que
mantiene desde la cárcel. Michael Alig [South Bend, Indiana, 1966] se traslado
a Nueva York para cursar en la Universidad de Fordham, que dejaría para comenzar
a trabajar en Dancertería en 1983 como ayudante de camarero. Con una
naturalidad fuera de lo común para montar fiestas de la nada y casi sin ningún
recurso, Alig comenzó a subir en la escena nocturna de Nueva York. Fue
apadrinado por James [St. James] y Peter Gatien, propietario del Club “Limelight”
mientras aumentaba su fama y popularidad en la escena nacional de clubes
underground. Así, Michael se convertiría contra el tiempo en una celebridad y
apadrinaría a algunos como Gitsie, Jennytalia, Robert “Frez” Riggs, Richie
Rich, Charlie Prestano o la famosa Amanda Lepore. El desparpajo de los “Club
Kids” fue tal que comenzaron a aparecer en algunos de los programas con más
audiencia de la televisión norteamericana. James St. James [Saginaw, 1966] por
su parte, después de leer el libro “Andy Warhol, Popism: The Warhol Sixties”,
se mudó a la gran manzana en 1984 para estudiar artes escénicas en la NYU dos
años antes de ser absorbido por la escena del club. Como Michael, era conocido
por un estilo de vida de excesos que incluía a las drogas duras , fiesta y
extravagancias que primero lo llevaron a formar el “Club Kids” y luego a sus
apariciones estelares en televisión y entrevistas. Pasó a vivir un estilo de
vida como celebridad después de convertirse en amigo cercano de Michael Musto.
James se transformó en el mentor de Alig y juntos se la montaron y liaron parda
las mejores noches jamás recordadas en los noventa, específicamente, en el
Limelight.
En 1996, el colombiano Andre
Meléndez, más conocido en la escena nocturna y en Limelight como “Ángel”, fue
despedido de la barra luego que los federales cerraran el club. Sin trabajo se
mudó al piso de Alig. Un domingo de marzo y bajo el fuerte efecto de las
drogas, Alig y “Ángel” con Riggs como testigo, comenzaron una discusión sobre
varias cosas incluyendo una deuda de drogas. Ángel comenzó a sacudirlo y a
golpearlo contra la pared y en un arrebato Alig cogió un martillo y le dio con
todo en la cabeza. Lo batió tres veces y luego con una almohada acabó por
sofocarlo en el suelo para después inyectarle en el cuello con Drano y acabar
de rematarlo. Sin saber qué hacer, colocaron el cuerpo en la bañera y la
llenaron con hielo. Tras unos días el cadáver empezó a oler, y tras discutir
qué hacer con él, Alig le inyectaría heroína, le cortaría las piernas, las
guardaría en una bolsa de basura y metería el resto del cuerpo en una caja.
Arrojaría el cuerpo al río Hudson. .. Fue el periodista Michael Musto quien
escribiría el artículo sobre el misterio del asesinato de “Ángel” tras su
desaparición y la posible implicación de Alig. En septiembre, un torso
desmembrado fue sacado del río Hudson en Staten Island, Alig escaparía a
Denver. Dos meses después el forense informó que el cuerpo pertenecía a
Meléndez, Alig se escondió en New Jersey con su novio Brian McCauly hasta que
la policía rodeó el lugar, siendo condenado junto con Riggs, su cómplice, a
entre 10 y 20 años de prisión por el homicidio de Meléndez. St. James se
trasladaría a Los Angeles a fin de evitar testificar el el juicio y ya en la
cárcel, Alig dijo a Musto: “¿Qué tienes que hacer para llamar la atención por
aquí… matar a alguien?”… La historia de Alig sería escrita por St James y luego
llevada al cine en el film “Party Monsters” [1998] protagonizada por Macaulay
Culkin. Después de ver la película, se rumorea que los agentes de libertad
condicional le negaron la libertad. La nueva fecha será ahora, en un mes
exacto. Superen eso.
Vanguardias… si a algo se refería
Jones en “The Guardian” sobre Nueva York, es que la ciudad es lo que es: Nueva
York, al igual que sus excesos, como éste, donde la historia de Alig superó a
la ficción. Y a pesar de todo, y dejando estas estridencias a un lado, su
figura se eleva, como bien dice Kenny Kenny, otro de los personajes
emblemáticos del underground y del Limelight, al de una persona brillante que
tenía el mérito de la creación de una comunidad para los creativos, fomentando
una expresión autónoma que va más allá de la corriente, del ganado. ¿Por qué os
he sacado a Warhol, a St. James, a Alig? Simplemente caballeros porque todas las
vanguardias, específicamente referidas a la moda y al estilo, se rigen bajo un
mismo código, que estos tres personajes conocían perfectamente bien. La moda
está relacionada con la forma de presentarse a sí mismo con el fin de conseguir
el respeto, y el estilo está relacionado con la calidad de vida, los
sentimientos, la integridad y la bondad donde brillan los auténticos por su
creatividad [locuras aparte]. Y pasa que hoy en día, en este mundo de mierda, la
moda, como cualquier otro campo, es impulsada, como bien dice Kenny Kenny, por
la codicia o más bien cuestiones de marketing. Por lo tanto, se convirtió en una corrupta máquina de hacer
dinero, perdiendo mucho en términos de creatividad. En eso, las vanguardias siempre saltan, y lo hacen antes que eso llegue a manos de una celebridad. Al
mismo tiempo que St James y Alig hacían de las suyas en Nueva York, al otro
lado del charco, en el viejo continente, un movimiento contracultural surgido
durante los primeros años de la transición de la España posfranquista removía
el suelo de la capital haciéndose conocer como La Movida Madrileña. Aquello se generalizaría y convertiría muy
pronto en La Movida Española, teniendo su primer refrendo multitudinario con el
“Concierto de Primavera” de la Escuela de Arquitectura. París, por entonces,
también estaba haciendo lo suyo en lo más secreto de “Les Marais”, un grupo
cuyo máximo representante, hoy, es Jean Paul [Gaultier] y que no llegó a tener
un nombre identificativo. Todas contemporáneas, todas, vanguardias.
¿Cómo llamar entonces, a lo de
ahora? Se trata de una nueva modernidad… ¿Será una vanguardia?... ¿Se habrá
creado otro movimiento, otra vanguardia, pensada lejos de los focos, pieza por
pieza ante la incredulidad de la mayoría? Si luego de los “Club Kids” de Alig y
St. James, la ciudad de Nueva York se vino abajo tras el atentado terrorista a
las Torres Gemelas hace algo más de una década, y luego fue otra tropa nacida
del underground de la ciudad, encabezada por John Cameron Mitchell y su
inspiración en los salones sexuales/artísticos de Brooklyn en los dos mil, donde
junto a otros como la ex protegida de Alig Amanda Lepore, Justin Vivian Bond,
PJ DeBoy, Paul Dawson, Jay Brannan, Scott Matthew, volvieron a hacer despegar a
la ciudad, reinventándose, no fue precisamente porque mirasen con nostalgia al
pasado, gran error que no se cansa de cometer Europa, por eso lo cansino o
refrito de todo lo que pretendan tildar de vanguardia, o hacerlo parecer sin
muy buenos resultados. ¿Por qué? Porque Nueva York, y sus artistas, al
contrario de toda Europa, hace exactamente lo que tiene que hacer, y ni más, ni
menos, que eso con lo que partimos este artículo: la experimentación y la
innovación respecto a su función artística, cultural y política, que a fin de
cuentas, es lo que han hecho toda la vida: enfrentarse a lo que son, y al que
no le gusta, que le den. Pónganse los pantalones, de una puta vez, con
calidad, y por supuesto, con estilo. Como ellas: Las Vanguardias.
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