Image::MR ROBERT MAPPLETHORPE FOUNDATION © NYC::
Desde hace menos de una semana,
una galería en el centro de Londres acoge la última exposición dedicada a
Robert Mapplethorpe y su relación con el mundo de la moda. Co-comisariada por
su primer novio y modelo David Croland, “FASHION SHOW” se inauguró con lleno
total en la Alison Jacques Gallery. Exhibiendo disparos inéditos del artista
fallecido el año ochenta y nueve víctima del sida, y considerado tanto uno de
los mejores fotógrafos de la época contemporáneo como piedra estandarte del
universo del underground homosexual, la muestra toca la relación de Robert con
David, y su rol de intermediario para la inclusión de Mapplethorpe en el olimpo
de la moda y las celebridad icónicas. Retratos de Karl Lagerfeld, Yves Saint-Laurent,
Ossie Clark, Loulou de la Falaise, Marisa Berenson o Grace Jones entre otros,
forman un recorrido sobre estos iconos en momentos importantes de su carrera,
acompañados por una selección de joyas diseñadas por el propio Mapplethorpe en
la década de los setenta.
El centro de la exposición son
fotografías del artista disparadas para las ediciones francesa e italiana de la
revista Vogue, además de la publicación LA Style a mediados y finales de la
década de los ochenta. En todas ellas, emplea elementos geométricos fuertes y
contextos construidos para generar narrativas elegantes pero cargadas de
anormalidad, transformándose por si solas en escenas contemporáneas y
universales que serían precursoras de la evolución de la fotografía de moda en
las tres siguientes décadas, hasta la fecha. Robert sigue, por decirlo de
alguna forma, más vivo que nunca. ¿Por qué? Porque con sus disparos se
convirtió en uno de los primeros artistas modernos en cruzar la linea trazada
como una impronta en ese territorio. Muchas de esas imágenes revelan el amor de
Robert por las telas de alta costura, por la elegancia y el propio mundo de la
alta moda, poniendo de manifiesto el rol importante que el glamour y la belleza
tuvieron para el desarrollo de toda su obra, y la vida que quiso llevar hasta
el último de sus días.
¿Y por qué hablar de Robert, y su
vigencia? Pues simplemente, porque sigue vigente, en primera fila. ¿Y por qué?
Porque fue la reencarnación misma de la rebeldía. ¿Por qué? Pues porque Robert
pasaba de todos, y de todo, e impecablemente. Así de simple. Lo hizo,
sencillamente, perfecto. Me pregunto qué habrá pasado por la cabeza de Robert
en ese tiempo, proveniente de una familia católica, con estudios sólidos en el
campo de las bellas artes y una inteligencia formidable, en un tiempo donde se
vivía la etapa final de la guerra de Vietnam, el debilitamiento de la
influencia comunista en el mundo, Richard Nixon se salpicaba del escándalo
Watergate, morían Jimi Hendrix, Janis Joplin, Franco, Perón y Elvis Presley;
estallaban los golpes de Estado en una Latinoamérica tercermundista, cambiaba
un Papa y Tatcher se convertía en cabeza de Gran Bretaña, entre muchas otras
cosas… qué habrá pasado por su cabeza… es una pregunta no menos importante para
tratar de entender cómo un hombre en Nueva York, recién inauguradas unas Torres
Gemelas, entremedio de un hervidero de vanguardia, lograba abrirse camino
entremedio de un circuito rabioso para hacerse un lugar respetable y llegar a
convertirse en lo que fue: un icono. En la década donde la Homosexualidad dejó
de ser parte del listado de enfermedades por la Asociación Psiquiátrica de los
Estados Unidos, estuvo en medio de la reorientación del mundo gay, de la mano
con la crisis del sida que se llevaba toda clases de personas, al azar…
pareciese que todo aquello hubiese pasado frente a los ojos de Robert como
diapositivas a toda velocidad, y él lo hubiese narrado de forma tan honesta,
desprejuiciada y fértil en toda una obra que alcanzase un grado de perfección
tal que llega a transformarse en universal, atemporal… aún en nuestros días.
Más interesante aún caballeros,
resulta que un solo hombre, con su obra y sus convicciones, movilizase a toda
una ciudad y desde ahí a todo un país [curiosamente, por ese entonces, uno de
los más poderosos del mundo], a modo de electrodo negativo, para generar shocks
eléctricos en una sociedad donde sus supuestos excesos gráficos significarían
un avance galopante para el futuro de la fotografía tanto dentro del mundo del
arte como en el de la moda, en su país y también fuera de él. Mapplethorpe no
era cualquiera… no lo era. ¿Por qué? Porque aparte de generar todo esto, como
un huracán, sus disparos representaron unos de los registros fotográficos más
subliminales del cuerpo humano, la naturaleza y el completo desprejuicio, algunos
de los pilares para acercarse a través de pruebas irrefutables a la democracia,
y desde ahí [invisiblemente], a lo divino. Mapplethorpe fue, de los de su
época, uno de los que mejor entendió la relación de acercamiento a la representación
de la divinidad, y cómo hacerlo usando a algunos de los mejores representantes
de la belleza de su época, de las áreas más públicas y poderosas, y lo hizo,
pese al tiempo, como un chasquido de dedos. Clack! Sonoramente. De un tipo que,
como narran muchos, fue glamorosamente embrujante. Por eso embrujó a la moda, y
lo rompió todo. Mapplethorpe. Visite su Fashion Show, y entenderá con sus
propios ojos, en Londres, de lo que le hablo. No se arrepentirá. Enjoy.
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