Image::ALEXANDER McQUENN © LONDON::
Penguin Press acaba de publicar hace una semana el nuevo libro de la corresponsal de moda en París de Newsweek y colaboradora de The New York Times Dana Thomas, titulado “Dioses y Reyes”. En la obra, la periodista narra el ascenso y la siguiente caída de dos grandes nombres del mundo de la alta costura: Alexander McQueen y John Galliano. Sin duda un par de temas que aún hacen mucho ruido, y es que la truculencia de ambos casos son caldo de cultivo ideal para el morbo y la incrementación de ventas de la editora del pingüino.
Su publicación nos regresa a esos momentos, cuando Galliano se convirtió en la extravagancia más grande que conociera la conservadora Maison Dior, un circo de los grandes arriba de las pasarelas. Asimismo al momento de McQueen, cuando un sombrío teatro hiciera sudar helado a todos los que alguna vez presenciamos sus desfiles repletos de oscuridad y precisión técnica en trajes como sacados de películas de ciencia ficción. Pareciese hoy cuando sonó el teléfono y al descolgar el auricular una voz anónima desde Londres, al otro lado del teléfono, me avisaba que el inglés se había colgado del armario un día antes del funeral de su madre dejándome inmóvil, frio, petrificado… como a todos, o cuando me enterara por la prensa que John (Galliano) borracho y puesto hasta las cejas en un café de París le gritaba a dos turistas que deberían ser encerradas en una cámara de gas aduciendo a los métodos aplicados contra los judíos durante el horror del Tercer Reich. Me llevé la mano a la frente y agaché la cabeza en ese entonces, sabiendo que los propietarios de la casa eran ni más ni menos que unos de los judíos más ricos de Francia. Cretino. Pero vamos, que bajo el efecto del alcohol todo el mundo hace y dice tonterías. Sin embargo fue linchado y expulsado de la firma. Fue el ya fallecido Oscar de la Renta que en su solidaridad latinoamericana le diese una nueva oportunidad en complicidad con la cabeza de la edición norteamericana de la revista Vogue Anna Wintour, para acabar convertido en el nuevo director creativo de la agonizante Maison Martin Margiela tras la salida de su fundador, hace ya años y por estos días propiedad de un grupo italiano cariñoso con el show business y las alfombras rojas.
El circo, la verdad, ya a esas alturas,
resultaba bastante cansino. Una cosa era que se tratase de un par de genios del
hilo y la aguja, y otra muy distinta, que se creyesen el cuento aquel de creerse
algún tipo de rey, o más grave aún, algún tipo de Dios. Hablamos de moda, no de
medicina o ciencia… Dana Thomas los usa para desarrollar una investigación de
cuatrocientas páginas por donde desfilan ex amantes, ayudantes resentidos,
vampiros nocturnos quienes junto a uno u otro se metían por la nariz hasta el
azúcar y no dejaban florero con agua. La autora del libro se defiende aduciendo
a que fueron dos creadores que pagaron un altísimo precio por la mutación del
mundo de la moda, donde de una locura romántica y creativa todo se transformó a
un mundo de poderosas multinacionales globales. Pero debería saber, nuestra querida
Dana, que toda la vida ha funcionado así, desde que partiera la democratización
en la moda y la apertura de nuevos países emergentes con alto poder
adquisitivo, y desde que Zara se volviese más poderosa que los grupos PPR o
LVMH juntos. Si ambos cayeron como presas perfectas de esta nueva
globalización, por qué otros no… ¿Por qué no cayó Westwood, por qué no cayó
Gaultier, por qué no cayó Slimane cuando eran igual de niños malos de la moda?
Quizá, porque nunca terminaron de creerse esa idiotez de dioses y reyes. ¿Por qué
no cayó De la Renta, Valentino, De Castelbajac
o Saint Laurent? Absolutamente, porque tenían bastante más y mejor educación,
desde la cuna, como para no fliparse con el circo de la moda y todas sus
estupideces, así de simple, así de claro. Fueron y son más caballeros, de otra
época de verdadera alta costura y buen gusto en la moda.
McQueen era el último de seis
hijos de un taxista; Galliano hijo de gibraltareños españoles católicos, llegado
siendo un niño al barrio judío del peñón en Londres. A McQueen le cambió la
vida al convertirse en ayudante en los talleres de Savile Row Anderson &
Sheppard; a Galliano al abrírsele el mundo dentro de las aulas de la Saint
Martin’s. Años después de que la vida
les sonriese y tiraran todo a la basura por inestabilidades psicológicas o perfiles
psiquiátricos, no fue culpa del mundo de la moda, sino propia, fue culpa de su
falta de voluntad y sus excesos con el alcohol, las drogas, el sexo y la vida
nocturna. Supongo que todos en algún minuto pasamos por lo mismo… pero las
voluntades son otras, que sumado a suicidios por parte de seres queridos,
cercanos, terminaron por hacerlos estallar como una bomba de tiempo, y ya.
Darle más manivela a la caja musical del morbo no es correcto con un muerto en
el caso de McQueen, y en el de Galliano, Dana Thomas hace estallar igualmente
su popularidad por los aires, inconsciente de ensalzar en nuestro mundo y
nuestra época, la burla por el cuidado por las palabras, por la comunicación y
por la desvalorización de aseveraciones tremendas del horror que sufrió su
propio país, sus antepasados y su continente, más aún en los hechos tan
recientes de Charlie Hebdo que tiene a todos aún con las manos temblorosas. Sin
duda, un libro de poca monta, en la seguridad de que Galliano al menos, podrá
siempre transformar su historia, para mejor, y morir viejo y en paz. Hay algo
muy raro en tratar de la misma forma las vidas de un vivo… y un muerto… Hay
temas más interesantes que documentar, sin lugar a dudas, MS Thomas.
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