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12.6.16

LA MODA DE MATAR

Imagen::MR KWANNAM CHU PHOTOGRAPHER © NYC::


Anoche a las dos de la madrugada, un neoyorkino llamado Omar Siddique Mateen, de veintinueve años de edad, de padres afganos, musulmán y severos problemas mentales, entró a la discoteca Pulse, un popular club de la comunidad gay en Orlando, Florida. Pero Omar no iba a bailar, tampoco a ligar. Siddique entró al lugar y abrió fuego contra trescientas veinte personas que se encontraban ahí. Hirió a cincuenta y tres y asesinó a sangre fría a cincuenta más. Eran novios, eran hijos, eran amigos, eran personas. Eran cincuenta. Fueron cincuenta los que mató.


Siddique llamó antes de entrar al lugar al 911 jurando lealtad al líder de DAESH, o Estado Islámico, o ISIS o como quieran llamar a esos terroristas fundamentalistas. Diez horas después del ataque, la agencia de noticias Amaq, considerada afín a esos desgraciados, informaba que el DAESH se atribuía el ataque contra Pulse. Eso quería decir que el ataque contra ese grupo de personas del colectivo gay, se convertía en el segundo mayor atentado contra los Estados Unidos después del 11-S, donde el mundo entero vio estrellarse dos aviones comerciales contra las planetariamente famosas torres gemelas, y ese mismo mundo vio cómo se desplomaron acabando de un plumazo con la vida de tres mil personas en el centro mismo de Nueva York… en el centro mismo del mundo.


La carnicería de Pulse significaba también, para la comunidad LGBT, la mayor atrocidad cometida contra el colectivo en la historia moderna. Guardas silencio un momento para tratar de entender qué sucedió. No se trataba de algo como la pelea campal de Stonewall Inn de 1962, donde los disturbios contra la policía levantaron a los homosexuales a luchar por sus derechos y lograr la condición de igualdad con los que cada vez cuentan en mayor medida en el mundo occidental. ¿Cómo clasificarlo dentro de la historia del colectivo, cuando en realidad no era un golpe contra el colectivo, sino contra Estados Unidos, contra Occidente? Un solo individuo fue capaz de generar un sentimiento idéntico a lo ocurrido en noviembre pasado contra el club Bataclan y restaurantes en pleno centro de París, o en marzo del año anterior contra la revista satírica Charlie Hebdo. Terrorismo.


El golpe es especialmente duro en Estados Unidos, el país donde el Tribunal Supremo aprobó la ley de matrimonio igualitario para todo el país sin excepción, donde el Presidente apoya imparcialmente al colectivo y donde se iniciaron las luchas sociales para dignificar a un grupo de personas que no tienen miedo a mostrarse, sino muy por el contrario, a sentirse orgullosos de ello. Junio es el mes donde se celebran las fiestas del orgullo gay en las ciudades más importantes del país, temporada donde como dice en su análisis David Alandete, la visibilidad hace a los gays más libres y paradójicamente, más fáciles de atacar.


¿Qué podríamos sacar entonces como conclusión de este ataque, cuando al día siguiente de la masacre, en el desfile del orgullo gay en Filadelfia una Drag Queen caminaba a paso firma haciendo sonar sus plataformas de veinticinco centímetros, casi sin parpadear, rumbo a un escuadrón de patrullas que vigilaban la seguridad de su derecho a eso, a caminar? Si tras el ataque a Charlie Hebdo las caricaturas a favor de la libertad de expresión y contra el terrorismo se multiplicaron por 20.000 y tras la matanza del Bataclan no sólo los parisinos volvieron a salir, sino que abarrotaron la sala Bataclan y los restaurantes atacados, ¿Qué piensa el ISIS que sucederá mañana?... ¿Piensan siquiera, remotamente, que llegarán a atemorizar a los gays cuando resulta que absolutamente todas las vanguardias y avances en todo tipo de áreas, vienen desde dentro de sus filas, hasta dentro de sus propios países árabes? Me parece que no tienen ni la más remota idea, en su retrasado tercermundismo, con quiénes se acaban de meter... No les deseo suerte, porque acaban de meterse con quienes no deberían haberlo hecho nunca, y por supuesto, tendrá consecuencias. Como los guerreros en la Grecia clásica o el Imperio Romano, no tendrán piedad.


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