Imágen::ESPRESSO REPUBBLICA ITALY::
Sabía que esto pasaría así, lo venía intuyendo desde hace dos años, y en abril pasado lo confirmé. Se venía el sunami que lo devoraría todo irremediablemente sin posibilidad alguna deexplicación, ya estaba todo dicho. El imperio desaparecería de la noche a la mañana... y así fue.
El 19 de abril pasado estaba en París, parado en las escalinatas del teatro de la ópera esperando a una amiga para comer a mediodía. Pasaba el tiempo y ni rastro. Ya sabía quetrabajaba en "Le Figaro", asi que fui al kiosko más cercano a comprar el ejemplar del día, estaban por ahí las oficinas del periódico y podría acercarme a buscarla. Como siempre, atrasadísima. Ojeé el matutino mientras caminaba y el desagrado se hizo carne. Un artículo informaba de la fabulosa última crecida de las firmas francesas de alta costura en el último ejercicio fiscal, superior a sus homólogas italianas. El artículo alababa la ampliación internacional de las firmas al mercado asiático y pérsico, subrayando su seguridad para la inversión (no olvidemos que todas cotizan en bolsa). Encima en la misma página, Christian Dior llamaba a reunión de inversionistas para una fecha cercana. Fue patético y decidí conservar la edición. Me daba vueltas una idea.
Ya de vuelta en casa, ese mismo mes me tocó estar en Galicia para la inauguración de una retrospectiva de Yves Saint Laurent, para el que escribí unas líneas lo más francas posibles con todos sus antecedentes. ¿Después? ahora Valentino también anunciaba la retirada con pompa en cuanto medio de comunicación existiese? Lagerfeld aparecía cada vez menos en comparación a su saturación mediática de los bullados noventa? Givenchy no decía ni mu, retirado también? que pasa aquí? y ya estaba. Ya estaba el sunami arrasando su furia arriba de todos... y casi no nos habíamos dado cuenta.
Lo que venía todos se lo esperaban. Las economías nuevas subirían como la espuma, los nuevos ricos, que durante décadas habían soñado con alcanzar el soñado estilo de vida de las élites, ahora accederían a él y consumirían sin piedad cualquier producto que los asimilase a esa condición, fueron el gatillante para que estas empresas quintuplicaran sus ingresos en tiempo récord, como si de un verdadero "sueño americano" se tratase. Y fueron a por ellos, y los conquistaron sin detalle, mucho menos compasión.
Pero cuando esto sucedía, todos, casi a la vez, anunciaban su retirada y vendían sus participaciones a grupos. Había que salir urgentemente de aquí. No se podían permitir que ante una inminente masificación y democratización total de sus nombres, sus apellidos perdieran un capital cultural y simbólico que les había costado años de esfuerzo conseguir y consolidar como leyendas. Y eso hicieron, cambiaron de estrategia de la noche a la mañana y desaparecieron del mapa. Pero desaparecieron del mapa empresarial e industrial, pero no de la esencia de continuar vigentes. De ahí a la apertura de fundaciones, museos propios y retrospectivas que circulan por los centros artísticos mundiales cuya, en mi personal opinión, principal preocupación tiende más a una desesperada obsesión por no decaer el aplomo de egos exageradamente exhacervados.
Prostituir de esa forma el trabajo de toda una vida, devenido de los avatares de ese injusto precepto llamado globalización, que de nacer como un sueño para el progreso se transformó en un macabro film de James Cameron-Mitchell, creo que acabó con las leyendas antes de lo que esas mismas leyendas imaginaban. La magia del sueño se acabó, y estoy absolutamente motivado por conocer quiénes serán los nuevos talentos que además de luchar contra la globalización y los trucos de su mandato, puedan volver a crear una historia, un mito. Estamos frente al nacimiento de una nueva corriente generacional. Sean todos bienvenidos. Y un gran adiós para esos mitos, que crearon un maravilloso mundo que ahora están empecinados en hacerlo desaparecer, o al menos transformar para que de una vez por todas caigan a la realidad.
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