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29.3.11

LA LOCURA DE LA IT Y LA CORDURA DE LA MUSA


Image::MR EDDIE MULHOLLAND PHOTOGRAPHER © LONDON::




El pasado trece de marzo, caía en mis manos un reportaje del periodista Xavi Sancho sobre las IT GIRLS, actuales íconos del consumo rápido, para ser didáctico, lo que un cuarto de libra es a McDonald´s. “Ramillete de pirados”, pensaba después de leer su texto. Bien describe que no se sabe cómo ni por qué se convertían en figuras a imitar, rostros hoy “imprescindibles” que crean tendencia y mañana nadie las recuerda. Chicas de moda de un tiempo rápido retransmitido en directo. La respuesta era sencilla caballeros: conejillos de indias o faroles temporales creadas para meter ruido, y ya. Esas chicas vienen de una factoría, creadas directa o indirectamente por un grupo de gente que nadie ve, en los cinco puntos del globo, y se acabó. Como bien dice Lourdes [Garzón]. Imágenes fugaces a imitar cuyo estrellato suele durar menos que un paquete de pop-corn, y tiene razón cuando pregunta: “¿Quién lo necesita?”. Supone bien Lourdes en su afirmación que no es más que la evolución lógica de la cultura de masas. Porque para eso son creadas, y se sigue la misma fórmula de toda la vida: la chica rebelde que galantea con el poder… aunque a sabiendas, no sean capaces de llegar mínimamente a lo que en su propia cabeza pretenda ser: una musa.



Edie Sedgwick inspiró a Bob Dylan, Loulou de la Falaise dicen que le dio a Yves Saint Laurent la idea para el smoking femenino y pocas más. ¿De las actuales? Háganme el favor, la respuesta es cero. Existen, pero a esas no las verán en la vida frente a una cámara, ni de video ni de fotos. Ya no, porque ya se masificó. Como muy bien explica también Pilar [Pasamontes] a Xavi, lo que sucede es que hoy todo el mundo cree que sabe de moda y exhibe su criterio sin pudor [porque tampoco es tan complicado, no es física nuclear, tecnología espacial ni nanotecnología]. No se tiene bagaje para cuestionar el valor de una película siquiera, pero sí para comentar la ropa que en ella utiliza cualquier actriz de turno. Es así como estas chicas se retroalimentan con los blogs de moda, escritos por gente que es como ellas y que están libre de los vicios de los medios que creen obsoletos. ¿It qué? Eso no existe, aunque piensen que sí en su truculencia, porque ninguna está enrolada en la meritocracia, ninguna ha sido capaz de ser una fuente de inspiración con un valor tangible para nadie, ninguna ha trascendido esa categoría, ninguna serán íconos de la cultura popular ni permanecerán en la memoria colectiva universal durante décadas. Son sólo un simple pandero de kermesse. Y ya.



En esa estupidez estaba, cuando diez días después, una noticia sobre una musa, quizás de las pocas últimas, en las portadas de los medios del globo entero hacia contrapeso en primera plana a la guerra civil libia y el desastre de Fukushima. La muerte de Elizabeth Taylor paseó por los cinco continentes con un impacto inverosímil. ¿Por qué? Todos lo saben. Era Liz, Elizabeth Taylor, una de las divas más subliminales que haya parido la humanidad en la última centuria, la que nos tocó ver. Seguro al enterarse de la noticia, Sophia Loren se habrá encerrado en el baño, a solas, se habrá mirado fijamente al espejo y habrá pensado en silencio “soy la última”. Es el orden de la vida, quizás… el silencio. La misma escritora Maruja Torres, alérgica a las estrafalarias, se conmovía ante el deceso de la Taylor, porque fue un ícono no sólo para los de mi generación, sino también para la de nuestras madres y también nuestras abuelas. Repito, ¿It what? En su tribuna la Torres lo dice bien: Sobrevivió a todo: a la fama, a la belleza, al alcohol, a las pastillas, a los buenos enemigos y a los malos amigos, a las pasiones, y a sí misma. Si les hiciera la misma pregunta, respóndase sólo, en silencio si Usted también sería capaz. Remata Gregorio Belinchón: “Algunos actores adolescentes no llegan a más cuando superan su adolescencia. Otros logran alargar su carrera como intérpretes secundarios. Unos pocos, muy pocos, conservan su estatus de estrella. Y solo una fue leyenda: Elizabeth Taylor, cuya sola mención empuja a los cinéfilos a rememorar el Hollywood clásico, la belleza inmortal, fiestas sin fin, inmensas resacas, múltiples joyas, diamantes gigantes, y, sobre todo, décadas y décadas de clase y talento”. Eso ya casi no existe señores… sólo queda Loren, y se acabó. Más allá de sus ojos violetas, de sus siete maridos y ocho matrimonios, fue una brillante actriz, con siete décadas de carrera y cincuenta películas, unos se quedarán con su físico, otros con su talento. Convertida en leona luchadora contra el sida y posterior ícono de la población homosexual, supongo que cuando le fue concedida la orden de Dama del Imperio Británico en el noventa y dos y bajaba las escaleras para tomar el coche de regreso a casa, deberá haber pensado “What the fuck…, están todos desquiciados aquí”. Seguro lo hizo, estando ese año casada con un obrero después de un senador. A Liz le sudaba todo, y todos. Era una sobreviviente, por eso era una musa, por eso fue una diva. Y estuvo muy bien. Le dio de bofetadas a quien se le puso enfrente… “Vieja loca”, habrá pensado cualquiera que la haya visto en sus últimos años, estrafalariamente vestida y maquillada, llena de colgajos y un gato en su regazo. Me reía en silencio, y me voy a lo de Ray Loriga, en su afirmación de que la locura puede adoptar formas fascinantes, siniestras, formidables, dolorosas e incluso criminales. La locura es un abanico de sombras que se despliega en paralelo a la cordura, que a veces cambian roles, un enigma similar e igualmente inabarcable. La Taylor al final de su vida nos ofreció la posibilidad única de aproximarnos nosotros también al distorsionado espejo que supone la locura manifiesta, aquella que a pesar de poder ser diagnosticada no admite fácilmente ni motivos, ni razones, ni cura, ni consuelo... como la Taylor.



Qué duda cabe que nada tiene que ver con la locura del genio con la fanfarria cruel del monstruo bobo, y ahí Gadafi, o los nucleares… a lo mejor por eso la Taylor les quitó los titulares… porque sorprende hasta qué punto aquello que denominamos locura [la misma de Warhol, a lo mejor, para inmortalizar a Elizabeth en ese retrato convertido desde la muerte de Liz en ícono de un tiempo] admite variaciones de forma y fondo tan grandes como la sima con la boca más grande y la profundidad más honda. La única equiparable a Cleopatra, con idéntica presencia a la Reina del Nilo y sus credenciales para traerla de vuelta a la vida, demuestra que la sinrazón tiene tantos y tan distintos habitantes como el cielo y el infierno… que todos nuestros hombres, locos o cuerdos, no son finalmente el mismo. Cómo decía Dalí: “Después de haberle pegado una patada en la rodilla izquierda a la historia, dedícate a ser un snob”. Ya cumpliste. Por Liz, una de las mujeres más cuerdas de su tiempo. Que descanses en paz.




1 comentario:

dory dijo...

Una a la que, con esta ENTRADA, has hecho sonreir.
Dory.

PD: si, que descanse en paz, que ya cumplió.