Image::MR WILLIAM EGGLESTON PHOTOGRAPHER © NYC::
Han sido días horrendos.
Francamente horrendos. Era imposible escribir algo, o dibujar, o pensar en
alguna otra cosa... solo mirar estupefacto lo sucedido en el pequeño poblado de
Newtown, donde un enfermo con trastornos de personalidad había vaciado una
escopeta y más de cuatro revólveres en veitisiete personas, incluyendo entre
las víctimas a veinte menores de edad de entre cinco y diez años, es decir, una
guardería entera. Como en otras oportunidades en suelo americano y otro par de
sitios, sólo podías llevarte la mano entera a la boca y tapártela con los ojos
abiertos de par en par. Aquello abría nuevamente el debate sobre la posesión de
armas, en un país donde es más fácil comprar un revólver en el supermercado que
sacar una licencia de conducir. Sin embargo, en ningún sitio, ni en los Estados
Unidos ni en Europa ni en ninguna parte, se ha abierto un debate sobre los
contenidos del cine, la televisión y el resto de los medios de comunicación que
han hecho sin lugar a dudas, de ese país, uno de los más violentos de la tierr,
y a través de sus films, programas y series de televisión, han exportado a todo
el resto del globo terráqueo con un sinfín de efectos nocivos no sólo para la
infancia y la juventud, sino para la propia ciudadanía adulta.
Inglaterra y Australia acaban de
abrir el debate sobre el contenido de sus medios de comunicación gracias al
suicidio de la enfermera que transfirió una llamada telefónica de dos locutores
de una emisora australiana que se hicieron pasar por la reina Isabel II y el
príncipe Carlos. Los radiofonistas pretendían obtener información sobre el
embarazo de la duquesa de Cambridge, ingresada en el hospital. Otro episodio
reciente, de naturaleza muy distinta, ha desatado una intensa polémica. El diario
estadounidense New York Post publicó a toda página la fotografía de
uno de sus colaboradores, Umar Abassi, que muestra a un hombre segundos antes
de morir aplastado por un metro en Nueva York. El hombre intentaba acceder al
andén justo después de haber sido empujado a las vías. Pero nadie le ayudó. Ni
el fotógrafo, ni ningún otro viajero. Ambos sucesos han reabierto el debate
sobre el papel que los medios de comunicación deben desempeñar en situaciones
críticas y cuáles son las barreras deontológicas que los profesionales no
pueden traspasar al ejercer su labor. Lo de Estados Unidos, sin embargo, ha
superado todos los límites. ¿Qué una cosa no tiene que ver con la otra? Pues si
eso piensan, basta recordar la masacre sucedida con otro desquiciado que en el
estreno del film “Batman” abrió fuego asesinando en Denver a doce personas.
Los medios franceses, alemanes y
británicos, como ejemplo, desde hace décadas han evaluado cada una de las
series, programas y películas que ven sus poblaciones, donde es difícil ver
producciones de tan alto contenido de violencia y sangre como en suelo
norteamericano o países del tercer mundo y en vías de desarrollo, donde no
existe ningún tipo de regulación, y de lo existente, parece que pasase por alto
el sentido común, desde las series para niños en etapa preescolar hacia arriba.
De los tiempos donde se emitían programas como “Snoopy”, “Garfield”, “Los
Pitufos” entre otros, los de la propia generación de quien os escribe, aquello
ha derivado en las más insólitas series animadas con alto contenido sexual en
un maquillaje tan burdo como obvio, o en la violencia más sangrienta de súper
héroes, o volviendo héroes a asesinos en serie, y suma y sigue. Durante la
última década los programas familiares han sido suplantados, en pos de una
copia a la fructífera economía de la industria del entretenimiento
americano, a reality shows horteras e
insufribles, que no sólo han idiotizado a las generaciones más jóvenes, sino
también los han alejado en el correcto uso de los idiomas, el lenguaje y la
comunicación entre pares y asimismo con las otras generaciones. El uso ingente
de aparatos electrónicos con toda suerte de aplicaciones han hecho desaparecer
en gran parte la vida de las grandes urbes, individualizando a las personas,
lapidando las posibilidades de intercambio, de lo que otrora se conocía como el
pilar de las ciudades: la sociabilización. La violencia aumenta en el circo
entregado como mendrugos de pan a las masas en la mezcla perfecta de farándula
y tragedia, aumentando, irónicamente, la soledad, la frustración y la rabia
que, quizás, provoquen aquellos estallidos de odio que en un arrebato, sea por
depresión, locura o soledad, lleve a un chico de sólo veinte años a llenar de
plomo una guardería entera. Aquello tiene que parar caballeros, y primero los
Estados, segundo las compañías y tercero las familias, en el mismo grado, de
qué es lo que están dándole a sus propios hijos, porque una vez más, en el
propio país donde se fabrican las más colosales ficciones, les ha vuelto a
salir el tiro por la culata, y muy feo.
Sucedió que con el paso de los
años, las personas, a lo largo y ancho de todo el planeta, vivieron en carne
propia cómo los mordiscos furiosos de la globalización acabaron con sus sueños
en pos de un supuesto bienestar... los libros han sido cambiados por tabletas
de lectura que con el correr del tiempo los van haciendo quedar ciegos, las
quedadas a tal día y hora han sido suplantadas por aparatos telefónicos donde
ya ni siquiera vale la pena escuchar la voz del otro, con un mensaje de texto
mal escrito es suficiente, adictos a esos instrumentos que los médicos ya van
en primeros estudios asociando a la aparición del cáncer por
sobre-radiaciones... aquello no podría ser bueno, era improbable. Los juguetes
de toda la vida han sido suplantados por juegos electrónicos tridimensionales
rebosantes de armas donde cualquiera puede ser un reputado asesino, y tal es su
influencia que algún pirado comisario ha considerado como obras de artes e
incluidos en los fondos del MOMA. El mundo al revés. A ese extremo llegó la
soledad del ser humano, y en su agobio por la supervivencia, han abandonado a
sus propios hijos a la merced de esos perros de la industria del
entretenimiento, que han facturado prometiendo el subidón que significa la
muerte o el asesinato de otro ser humano, y de ahí a los deseos de apretar un
gatillo y hacer llenarse los bolsillos a esos otros perros de la industria del
armamento, Oriente y Occidente por igual. No tenéis perdón.
Los medios de comunicación tienen
una responsabilidad igual, o mayor, siendo los principales promotores de la
barbarie de los depredadores. Y en
esto saco a la mesa al mismo Informe Leveson, donde la misma JK Rowling les ha
metido el dedo en la llaga ante la mirada perdida de James Cameron: “Si yo, que puedo pagar los mejores abogados, no puedo garantizar
la privacidad de las personas que más quiero, ¿qué esperanza queda para los
Dowlers, los McCann y los Watsons cuando alguna vez pudieron proteger a sus
propios hijos y sus buenos nombres propios? Los que han sufrido las de peor
clase, más dolorosas y justificable al menos de malos tratos a manos de la
prensa, las personas que se han convertido en noticia a causa de los errores
propios de la prensa, o a través de una tragedia privada indecible, son los
menos propensos a ser capaces de defenderse o de buscar una reparación
adecuada”... no sé si se entiende. Todas estas tragedias, ocurridos en tiempo
récord, no han sido más que causadas, de dos dedos de frente, de la influencia
de lo que nuestros propios ojos ven, y debemos saber todos y ser concientes de
quiénes deben ser sentados en un banquillo ante un tribunal, porque todo,
siempre, tiene una explicación. No son fuerzas paranormales, vamos. Sólo resta
expresar nuestros más sentidos pésames a las familiares de las víctimas, las de
ahora y las de antes, y luchar, todos y cada uno de Nosotros, desde nuestras
distintas realidades, para que esto, nunca más en el mundo moderno, vuelva a
ocurrir. No volver a confundir los límites de la ficción, porque la realidad,
humildemente, ya la superó.
1 comentario:
Estoy completamente de acuerdo en la mayoría de tus planteamiento pero no seamos tan extremos y, a su vez, tan extremadamente negativos. No todos los avances tecnológicos son la viva imagen del demonio, los e-readers nos brindan más ventajas que desventajas, sigue habiendo dibujos animados estupendos y los críos, al fin y al cabo, son críos. El Estado debe tomar parte pero no nos olvidemos que los padres juegan un papel fundamental a la hora de la educación y los valores que te inculcan tanto en el colegio como en tu casa valen más que lo que ves en la TV (eso no quita que deba ser regulado). En los 70 también había masacres, es cierto que las jóvenes generaciones gozaban de mayor inocencia pero eso no significa que la actual se haya perdido por el camino.
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