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15.12.12

EL LÍMITE DE LA FICCIÓN

 Image::MR WILLIAM EGGLESTON PHOTOGRAPHER © NYC::



Han sido días horrendos. Francamente horrendos. Era imposible escribir algo, o dibujar, o pensar en alguna otra cosa... solo mirar estupefacto lo sucedido en el pequeño poblado de Newtown, donde un enfermo con trastornos de personalidad había vaciado una escopeta y más de cuatro revólveres en veitisiete personas, incluyendo entre las víctimas a veinte menores de edad de entre cinco y diez años, es decir, una guardería entera. Como en otras oportunidades en suelo americano y otro par de sitios, sólo podías llevarte la mano entera a la boca y tapártela con los ojos abiertos de par en par. Aquello abría nuevamente el debate sobre la posesión de armas, en un país donde es más fácil comprar un revólver en el supermercado que sacar una licencia de conducir. Sin embargo, en ningún sitio, ni en los Estados Unidos ni en Europa ni en ninguna parte, se ha abierto un debate sobre los contenidos del cine, la televisión y el resto de los medios de comunicación que han hecho sin lugar a dudas, de ese país, uno de los más violentos de la tierr, y a través de sus films, programas y series de televisión, han exportado a todo el resto del globo terráqueo con un sinfín de efectos nocivos no sólo para la infancia y la juventud, sino para la propia ciudadanía adulta.




Inglaterra y Australia acaban de abrir el debate sobre el contenido de sus medios de comunicación gracias al suicidio de la enfermera que transfirió una llamada telefónica de dos locutores de una emisora australiana que se hicieron pasar por la reina Isabel II y el príncipe Carlos. Los radiofonistas pretendían obtener información sobre el embarazo de la duquesa de Cambridge, ingresada en el hospital. Otro episodio reciente, de naturaleza muy distinta, ha desatado una intensa polémica. El diario estadounidense New York Post publicó a toda página la fotografía de uno de sus colaboradores, Umar Abassi, que muestra a un hombre segundos antes de morir aplastado por un metro en Nueva York. El hombre intentaba acceder al andén justo después de haber sido empujado a las vías. Pero nadie le ayudó. Ni el fotógrafo, ni ningún otro viajero. Ambos sucesos han reabierto el debate sobre el papel que los medios de comunicación deben desempeñar en situaciones críticas y cuáles son las barreras deontológicas que los profesionales no pueden traspasar al ejercer su labor. Lo de Estados Unidos, sin embargo, ha superado todos los límites. ¿Qué una cosa no tiene que ver con la otra? Pues si eso piensan, basta recordar la masacre sucedida con otro desquiciado que en el estreno del film “Batman” abrió fuego asesinando en Denver a doce personas.




Los medios franceses, alemanes y británicos, como ejemplo, desde hace décadas han evaluado cada una de las series, programas y películas que ven sus poblaciones, donde es difícil ver producciones de tan alto contenido de violencia y sangre como en suelo norteamericano o países del tercer mundo y en vías de desarrollo, donde no existe ningún tipo de regulación, y de lo existente, parece que pasase por alto el sentido común, desde las series para niños en etapa preescolar hacia arriba. De los tiempos donde se emitían programas como “Snoopy”, “Garfield”, “Los Pitufos” entre otros, los de la propia generación de quien os escribe, aquello ha derivado en las más insólitas series animadas con alto contenido sexual en un maquillaje tan burdo como obvio, o en la violencia más sangrienta de súper héroes, o volviendo héroes a asesinos en serie, y suma y sigue. Durante la última década los programas familiares han sido suplantados, en pos de una copia a la fructífera economía de la industria del entretenimiento americano,  a reality shows horteras e insufribles, que no sólo han idiotizado a las generaciones más jóvenes, sino también los han alejado en el correcto uso de los idiomas, el lenguaje y la comunicación entre pares y asimismo con las otras generaciones. El uso ingente de aparatos electrónicos con toda suerte de aplicaciones han hecho desaparecer en gran parte la vida de las grandes urbes, individualizando a las personas, lapidando las posibilidades de intercambio, de lo que otrora se conocía como el pilar de las ciudades: la sociabilización. La violencia aumenta en el circo entregado como mendrugos de pan a las masas en la mezcla perfecta de farándula y tragedia, aumentando, irónicamente, la soledad, la frustración y la rabia que, quizás, provoquen aquellos estallidos de odio que en un arrebato, sea por depresión, locura o soledad, lleve a un chico de sólo veinte años a llenar de plomo una guardería entera. Aquello tiene que parar caballeros, y primero los Estados, segundo las compañías y tercero las familias, en el mismo grado, de qué es lo que están dándole a sus propios hijos, porque una vez más, en el propio país donde se fabrican las más colosales ficciones, les ha vuelto a salir el tiro por la culata, y muy feo.




Sucedió que con el paso de los años, las personas, a lo largo y ancho de todo el planeta, vivieron en carne propia cómo los mordiscos furiosos de la globalización acabaron con sus sueños en pos de un supuesto bienestar... los libros han sido cambiados por tabletas de lectura que con el correr del tiempo los van haciendo quedar ciegos, las quedadas a tal día y hora han sido suplantadas por aparatos telefónicos donde ya ni siquiera vale la pena escuchar la voz del otro, con un mensaje de texto mal escrito es suficiente, adictos a esos instrumentos que los médicos ya van en primeros estudios asociando a la aparición del cáncer por sobre-radiaciones... aquello no podría ser bueno, era improbable. Los juguetes de toda la vida han sido suplantados por juegos electrónicos tridimensionales rebosantes de armas donde cualquiera puede ser un reputado asesino, y tal es su influencia que algún pirado comisario ha considerado como obras de artes e incluidos en los fondos del MOMA. El mundo al revés. A ese extremo llegó la soledad del ser humano, y en su agobio por la supervivencia, han abandonado a sus propios hijos a la merced de esos perros de la industria del entretenimiento, que han facturado prometiendo el subidón que significa la muerte o el asesinato de otro ser humano, y de ahí a los deseos de apretar un gatillo y hacer llenarse los bolsillos a esos otros perros de la industria del armamento, Oriente y Occidente por igual. No tenéis perdón.




Los medios de comunicación tienen una responsabilidad igual, o mayor, siendo los principales promotores de la barbarie de los depredadores. Y en esto saco a la mesa al mismo Informe Leveson, donde la misma JK Rowling les ha metido el dedo en la llaga ante la mirada perdida de James Cameron: “Si yo, que puedo pagar los mejores abogados, no puedo garantizar la privacidad de las personas que más quiero, ¿qué esperanza queda para los Dowlers, los McCann y los Watsons cuando alguna vez pudieron proteger a sus propios hijos y sus buenos nombres propios? Los que han sufrido las de peor clase, más dolorosas y justificable al menos de malos tratos a manos de la prensa, las personas que se han convertido en noticia a causa de los errores propios de la prensa, o a través de una tragedia privada indecible, son los menos propensos a ser capaces de defenderse o de buscar una reparación adecuada”... no sé si se entiende. Todas estas tragedias, ocurridos en tiempo récord, no han sido más que causadas, de dos dedos de frente, de la influencia de lo que nuestros propios ojos ven, y debemos saber todos y ser concientes de quiénes deben ser sentados en un banquillo ante un tribunal, porque todo, siempre, tiene una explicación. No son fuerzas paranormales, vamos. Sólo resta expresar nuestros más sentidos pésames a las familiares de las víctimas, las de ahora y las de antes, y luchar, todos y cada uno de Nosotros, desde nuestras distintas realidades, para que esto, nunca más en el mundo moderno, vuelva a ocurrir. No volver a confundir los límites de la ficción, porque la realidad, humildemente, ya la superó. 









1 comentario:

Lara Velázquez dijo...

Estoy completamente de acuerdo en la mayoría de tus planteamiento pero no seamos tan extremos y, a su vez, tan extremadamente negativos. No todos los avances tecnológicos son la viva imagen del demonio, los e-readers nos brindan más ventajas que desventajas, sigue habiendo dibujos animados estupendos y los críos, al fin y al cabo, son críos. El Estado debe tomar parte pero no nos olvidemos que los padres juegan un papel fundamental a la hora de la educación y los valores que te inculcan tanto en el colegio como en tu casa valen más que lo que ves en la TV (eso no quita que deba ser regulado). En los 70 también había masacres, es cierto que las jóvenes generaciones gozaban de mayor inocencia pero eso no significa que la actual se haya perdido por el camino.